viernes, 30 de enero de 2015

LECTURAS Y COMENTARIO III DOMINGO TIEMPO ORDINARIO CICLO B - 1 FEBRERO 2015

  
JESUCRISTO, HIJO DE DIOS


PRIMERA LECTURA

Lectura del Deuteronomio 18,15-20

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Un profeta, de entre los tuyos, de entre tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor, tu Dios. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea: "No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio; no quiero morir." El Señor me respondió: "Tienen razón; suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá”.».

SALMO RESPONSORIAL (Sal 94)

Escuchemos la voz del Señor

Vengan, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R.

Entren, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R.

Ojalá escuchen hoy su voz:
«No endurezcan el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando sus padres me pusieron a prueba y me tentaron,
aunque habían visto mis obras.» R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios 7,32-35

Quiero que se ahorren preocupaciones: el soltero se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido. Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. les digo todo esto para su bien, no para ponerse una trampa, sino para inducirlos a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,21-28

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?. ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.».
Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.».
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto?. Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.».
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

COMENTARIO

¡Es curioso! Asisten a un exorcismo muy especial y sin embargo, según Marcos, lo que impresiona a la gente no es la acción de Jesús, sino su enseñanza. En este caso, la curación sólo intenta  reforzar la autoridad con que Jesús habla. ¡Nadie ha visto nunca nada semejante! El asombro les viene no por este exorcismo que ha tenido éxito – seguramente habían admirado otros exorcismos-, sino que tiemblan antes un hombre que puede hablar con una autoridad tan poderosa. Poderosa y hasta extraña, algo totalmente nuevo. De este modo quedan ligadas fuertemente entre sí tres palabras: enseñanza, autoridad y novedad: “¿Qué significa? Un nuevo modo de enseñar, con autoridad”.
No se nos dice nada de esta enseñanza porque lo importante para Marcos es dirigir nuestra atención hacia aquel que enseña: “Pero ¿quién es este hombre?”. Estamos al comienzo del evangelio de Marcos y ya se le ha dado un color. Cada evangelista tiene su color: Mateo nos ofrece la enseñanza de Jesús; Lucas nos pone en contacto  con el cariño de Dios, pero también con su violencia contra el dinero; Juan señala lo que quiere decir creer para vivir. Marcos por su parte, nos invita a trabajar conocimiento con Jesús sin decirnos demasiado pronto: “Es el Hijo de Dios”. Nos pide que tengamos un poco de paciencia en nuestra aproximación a Jesús  si queremos vivir ese momento de luz en que nos veremos transformados, quemados, enloquecidos y dichosos porque al fin las palabras gritará su sentido: Jesús es realmente el Hijo de Dios. Marcos es un sensibilizador. Lento, prudente. Elimina las pistas falsas, hace callar a los que podrían engañarnos. Sé quién eres, dice el demonio de Cafarnaúm ¡El Santo de Dios! ¡Cállate!, le dice Jesús. Cállate, porque sabes más de lo que yo soy y es demasiado pronto para decirlo. La educación familiar tiene éxito, los catecismos son buenos, las lecturas del evangelio son fecundas cuando todo esto sensibiliza poco a poco para este descubrimiento un hombre, Jesús es Dios. ¿Por qué esta insistencia en este necesario cuerpo a cuerpo con estas seis palabras que lo dicen todo: “Jesús es el Hijo de Dios”? Las palabras que vamos a escuchar, los gestos que vamos a contemplar son una enseñanza absolutamente única sobre Dios y sobre nosotros porque Jesús es el Hijo de Dios. Se ve mejor entonces, en este pasaje, la fuerza de la palabra “nuevo”. Quiere decir algo más que unas cosas nuevas, no escuchadas hasta entonces, y que podrían completar las enseñanzas antiguas. En este sentido, Jesús no dijo muchas cosas nuevas. Su mandamiento: “Ámense los unos a los otros”, todo el mundo lo ha dicho antes y después de él, si no hubiera añadido: “Como yo los he amado”. La novedad aparece cuando se palpa que, puesto que Jesús es Dios esto significa: Ama como Dios ama”. ¡Esto sí que es radicalmente nuevo!
Lo que enseña Jesús lleva entonces la marca de una novedad absoluta que no añade nada, precisamente porque es “otra cosa”, otro mundo de pensamiento y de conducta. Jesús hace nacer así un mundo nuevo, porque cuando él habla es Dios el que habla y el que libera en nosotros un ser nuevo. “¡Sal de ese hombre”!. Ordena Jesús con una autoridad asombrosa. ¡Que salgan de nosotros esas maneras de pensar que nos paralizan! Por fin, hay alguien que libra nuestro corazón y nuestra vida.

PLEGARIA UNIVERSAL
Invoquemos hermanos con corazón puro y plegaria  ferviente a Dios Padre fuente y origen de todo bien:

1.- Por el Papa Francisco, los Obispos, nuestros sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas: para que tengan la valentía de predicar el evangelio en tiempos buenos y difíciles. Roguemos al Señor.

2.- Por los padres de familia: para que a través de su autoridad en el hogar, se dediquen mas a amar y ser amados que a crear un ambiente de temor. Roguemos al Señor.

3.- Por los enfermos y cuantos no han podido venir a nuestra celebración, especialmente los de nuestra parroquia: para que presentes en espíritu, obtengan los bienes de Dios y usen este tiempo para crecer en el amor de Dios. Roguemos al Señor.

4.- Por un aumento en las vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal; para que tengamos buenos misioneros que lleven la Buena Nueva a los más pobres. Roguemos al Señor.

5.- Por todos nosotros presentes aquí: para que cada día la Palabra de Dios sea algo real en nuestra vida. Roguemos al Señor.

Te bendecimos, Padre, porque en Cristo Jesús, tu Hijo, nos has dado el único maestro de sabiduría y verdadero libertador de las fuerzas del mal, escucha nuestras oraciones y haznos fuertes en la conexión de la fe, para que proclamemos de palabra y de obra tu verdad. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 02: La Presentación del Señor (F) Ml 3, 1-4; Sal 23; o bien: Hb 2, 14-18; Lc 2, 22-40.
Martes 03: Heb 12, 1-4; Sal 21, 26-28.30-32; Mc 5, 21-43.
Miércoles 04: Heb 12, 4-7.11-15; Sal 102, 1-2.13-14.17-18; Mc 6, 1-6.
Jueves 05: Santa Águeda, Virgen y Mártir (MO) Heb 12, 18—19.21-24; Sal 47, 2-4.9-11; Mc 6, 7-13.
Viernes 06: San Pablo Miki y compañeros, mártires (MO) Heb 13, 1-8; Sal 26, 1.3.5.8-9; Mc 6, 14-29.
Sábado 07: Heb 13, 15-17.20-21; Sal 22, 1-6; Mc 6, 30-34.
Domingo 08: V del Tiempo Ordinario Job 7,  1-4.6-7; Sal 147, 1-6; 1Cor 9, 16-19.22-23; Mc 1, 29-39.