miércoles, 29 de abril de 2015

LECTURAS Y COMENTARIO V DOMINGO PASCUA 3 MAYO 2015

YO SOY LA VID



ORACION COLECTA

Señor, tu que te has dignado redimirnos y has querido haceros hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 9,26-31

En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los apóstoles. Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús. Saulo se quedó con ellos y se movía libremente en Jerusalén, predicando públicamente el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega, que se propusieron suprimirlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso. La Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria. Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 21)
El Señor es mi alabanza en la gran asamblea

Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempreR.

Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán las familias de los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R.

Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el SeñorR.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3,18-24

Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 15,1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Ustedes ya están limpios por las palabras que os he hablado; permanezcan en mí, y yo en ustedes.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no pueden hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que desean, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que den fruto abundante; así serán discípulos míos.».

COMENTARIO

El símbolo de la vid designó a través de todo el Antiguo Testamento al pueblo que Dios se había elegido y del que se ocupaba con amor. Jesús se apodera de este símbolo para hacernos descubrir una nueva realidad: “Yo soy la vid verdadera”. Se trata siempre de  Dios, atento viñador y de los hombres como pueblo-viña. Pero entre los dos surge un hombre-vid, un hombre “colectivo”: Jesús. La viña de troncos repartidos se convierte en un tronco único que no dejará de crecer por medio de sus ramas: “Yo soy la vid, ustedes las ramas”. Se dibuja un misterio de unidad: la unión tan estrecha de Jesús con sus discípulos. Hay una palabra típica de Juan que define esta unidad divina que se extiende hasta nosotros por medio de Jesús. Morar. “Moren en mí como yo en ustedes”.
En su gran oración final, Jesús evocará esta unidad: “Que sean todos uno, como tú, Padre, estás conmigo y yo contigo; que también ellos estén con nosotros”. Para simbolizar la misma unidad, san Pablo preferirá la idea de cuerpo: somos el cuerpo de Cristo, un cuerpo que es la Iglesia. Cristo y la iglesia forman el “Cristo total”. Desde el Concilio Vaticano II, hemos aprendido a saborear otra noción muy bíblica, la de pueblo de Dios. Pero siempre tendremos también la necesidad de vernos como iglesia y cuerpo de  Cristo “Pueblo de Dios. Hace surgir la idea de unos hombres en camino, esa inmensa caravana que se puso a caminar detrás de Abrahán, de Moisés de David, de Jesús el  verdadero pastor.  La iglesia es la organización necesaria del trabajo misional de Cristo por toda la tierra, el lugar en donde los bautizados se encuentran con Dios y entre ellos mismos para aprender a servir a todos los hombres sus hermanos.
Sin mí, dice Jesús sin mi vida en sus venas, no pueden hacer nada, no pueden vivir nada en profundidad no habrá vitalidad entre el Padre y ustedes. 
No serán más que una rama seca. Describe de este modo otro misterio de unión: “El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él”.
 La vid, un pueblo, una iglesia, un cuerpo, la eucaristía, todos nos partir de una vida cristiana individualista.  Y hasta de un imaginario “tú y yo” con Dios. No estamos nunca solos, ni tampoco sólo dos; la realidad cristiana es una trilogía: nosotros-Dios-los hermanos. Vivir al estilo cristiano es velar al mismo tiempo por nuestra comunión con la Trinidad y con la humanidad.  Evitemos separar a Dios de lo cotidiano hay que vernos en un inmenso universo en el que alcance por todas partes a la vez, al Señor y a mis hermanos.
Esta vida de comunión y diversificada a la vez es evidentemente una comunión de amor. Jesús nos dice que una misma savia divina, el mismo amor, tiene que ir haciendo poco a poco de todos los hombres, en Jesucristo el inmenso pueblo-vid.

PLEGARIA UNIVERSAL

Sin estar junto a ti nada podemos. Pero nuestra misión es seguir a Cristo y que nuestra vida sirva para los demás. Respondemos diciendo: Señor, que demos fruto.

1.-  Por el Papa Francisco, para que siga alentando a los corazones de su Iglesia, y así todos vivamos unidos a Cristo y a su vicario en la tierra. R.: Señor, que demos fruto

2.- Por los que dirigen las naciones para que descubran que en la unidad el fruto es más abundante. R. Señor, que  demos fruto.

3.- Pidamos por aquellos que se han alejado de la Iglesia, para que descubran que solo a través de Ella nos llega la salvación ganada pro Cristo. R.- Señor, que demos fruto.

4.- Por los enfermos, impedidos y necesitados para que la vida y Salvación de Aquel que celebramos resucitado les alcance en plenitud. R. – Señor, que demos fruto.

5.- Por todos los que nos alegramos con la resurrección de Cristo, para que gocemos un día de la vida eterna junto a Él  en la casa del Padre. R.- Señor,  que demos fruto.

Te presentamos, Padre, estas plegarias con la confianza de que serán atendidas por tu inmensa bondad. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Oh Dios, que por el admirable trueque de este sacrificio nos haces participes de tu divinidad, concédenos que nuestra vida sea manifestación y testimonio de esta verdad que conocemos. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Ven, Señor, en ayuda de tu pueblo y ya que nos has iniciado en los misterios de tu reino, haz que abandonemos nuestra antigua vida de pecado y vivamos, ya desde ahora, la novedad de la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 4: Santos Felipe y Santiago, apóstoles (F) 1Co 15, 1-8; Sal 18; Jn 14, 6-14.
Martes 5: Hch 14, 19-28; Sal 144, 10-13.21; Jn 14, 27-31.
Miércoles6: Hch 15, 1-6; Sal 121, 1-5; Jn 15, 1-8.
Jueves 7: Hch 15, 7-21; Sal 95, 1-2.3.10; Jn 15, 9-11.
Viernes 8: Hch 15, 22-31; Sal 56, 8-9.10-12; Jn 15, 12-17.
Sábado 9: Hch 16, 1-10; Sal 99, 2-3.5; Jn 15, 18-21.
Domingo 10: VI de Pascua Hch 10, 25-26.35.44-48; Sal 97, 1-4; 1Jn 4, 7-10; Jn 15, 9-17



jueves, 23 de abril de 2015

MARIA, LA MADRE DE JESÚS EN LOS EVANGELIOS SINOPTICOS

MARIA, LA MADRE DE JESÚS EN LOS EVANGELIOS SINOPTICOS 


Este artículo es fruto de una sospecha: creo que de María, la madre de Jesús, sabemos más de lo que podemos saber y menos de lo que debiéramos. Por eso escribir de María resulta difícil. Primero, hay que despojarse de mucho de lo que nos han dicho de ella; después, hay que volverse a los Evangelios y leer entre líneas lo poco que dicen de ella; finalmente, hay que pararse a reflexionar libres de prejuicios para sacar conclusiones que no desborden el significado de los textos evangélicos, pues la devoción popular y la imaginación de teólogos y predicadores, ha dicho de María muchas cosas que nada tienen que ver con la madre de Jesús, tal y como nos la describen los evangelios.

Reflexionar sobre María es sumamente importante hoy que se preconiza un movimiento de "vuelta a María" que, tras el Concilio, fue, si no olvidada, sí relegada a un papel muy lejano del que le corresponde en el seno de la comunidad cristiana. No para volver al pan-marianismo de otros tiempos (de María nunquam satis "todo lo que se diga de María es poco", se decía), sino para redescubrir su rostro evangélico y definir su papel en el seno de la comunidad cristiana.

De una simple lectura de los Evangelios se constata una fuerte presencia de María en los "evangelios de la infancia" (capítulos 1 y 2 de Mateo y Lucas, (especialmente este último) y su casi total ausencia en el resto de los evangelios.

A la configuración de la imagen tradicional de María han contribuido grandemente los pintores. Éstos, basados en el libro del Apocalipsis e identificando a María, como lo ha hecho la interpretación tradicional de la Iglesia, con la mujer que lucha contra el dragón en Ap. 12, la han presentado sobre las nubes y rodeada de ángeles envuelta en el sol, con la luna bajo sus pies y en la cabeza una corona de doce estrellas. Esta imagen "en ascensión" de María, muy lejana de la tierra, parece haberla rescatado para Dios del mundo de los humanos.

MARIA EN EL EVANGELIO DE MARCOS


Al leer el Evangelio de Marcos sorprende la casi absoluta carencia de datos respecto a María. Marcos, de entrada, no habla del nacimiento e infancia de Jesús, como lo hacen Mateo y Lucas. Su evangelio comienza con la predicación de Juan Bautista.

En este evangelio se llama a María por su nombre una sola vez y en un contexto en el que la figura de María no aparece especialmente relevante, reducida a la categoría de una madre más del pueblo: ¿No es éste el Hijo del carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago y José, de Judas y Simón?, y ¿no están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban de él. Jesús les dijo: -Sólo en su tierra, entre sus pariente y en su casa, desprecian a un profeta (Mc 5,3-4).

Los presentes se refieren a Jesús sin pronunciar su nombre y sustituyéndolo por el pronombre "éste", de claro matiz despectivo. De Jesús se dice que es el hijo de María, no aceptado por la mayoría de los asistentes a la sinagoga, que cuestiona sus palabras y su actividad: ¿De dónde le vienen a éste esas cosas? ¿Qué clase de saber le han comunicado a éste y qué portentos son esos que le salen de las manos? (Mc 6,2b). Ante esta situación, la respuesta de Jesús es tajante: Sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa (en gr. oikía, hogar, familia), desprecian a un profeta (Mc 6,4).

Casa se designa en griego con dos términos: oikos y oikía. "el examen de los textos muestra, pues, que en Marcos, oikía añade a oikos el tema de vinculación entre los que se encuentran en ella o componen la familia o, al menos, entre el dueño y los objetos que la casa encierra. Según los textos se insiste en uno u otro aspecto, dominando. sin embargo, el significado de hogar / familia. Oikos, en cambio, tiene el significado de "casa / habitación"; cf. J. Mateos, Los doce y otros seguidores de Jesús en el Evangelio de Marcos, Ed.Cristiandad, Madrid 1982, nº. 252.

Entre el grupo de los que desprecian a Jesús se encuentra también su casa (gr. oikía), esto es, los miembros de su familia. Ésta es la única vez que aparece en el evangelio de Marcos el nombre de María.

Con anterioridad a esta escena, Marcos se refiere a la madre de Jesús sin decir su nombre: Llegó su madre con sus hermanos y, quedándose fuera, lo mandaron llamar. Una multitud de gente estaba sentada en torno a él. Le dijeron: -Oye, tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera. Él les contestó: -¿quiéneS son mi madre y mis hermanos? Y, paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en torno a él, añadió: -Mirad a mi madre y a mis hermanos. Cualquiera que cumpla el designio de Dios, ése es hermano mío y hermana y madre (Mc 3,31-35).

Aparecen aquí dos grupos de personas: uno, el formado por la madre y hermanos de Jesús, que no entra donde está Jesús, sino que, desde fuera, lo manda llamar; otro, el de la multitud, que adopta la postura del discípulo: sentada a en torno a él, en actitud de escucha.

La madre y hermanos de Jesús no se encuentran entre este grupo ni, por tanto, en actitud de oír la enseñanza de Jesus. Están más en línea con la escena anterior: Jesús fue a casa (en griego, oikos), y se reunió de nuevo tal multitud de gente que no podía ni comer. Al enterarse los suyos se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio" (Mc 3,21).

Los suyos consideran que Jesús no está en sus cabales y tratan de impedir su actividad, actuando en línea con los círculos de influencia de Jerusalén de cuya ideología participan: Los letrados que habían bajado de Jerusalén iban diciendo: Tiene dentro a Belcebú. Y también: Expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios... Es que iban diciendo: Tiene dentro un espíritu inmundo (Mc 3,22.30).

Sin embargo, del hecho de que Marcos no cite a María por su nombre, sino como "madre", puede deducirse que, en este texto, la madre representa más que una persona física, el origen de Jesús, esto es, la comunidad humana donde se ha criado, y sus hermanos, los miembros de esa comunidad. Marcos no aludiría, por tanto, a la persona concreta de la madre y los hermanos de Jesús, sino que trataría de mostrar con estas expresiones la hostilidad hacia Jesús del ambiente donde había vivido (madre y hermanos)[1].

Esto es todo lo que Marcos dice de la madre de Jesús en su evangelio, donde ésta no sigue ni siquiera de lejos, como Pedro en la pasión (Mc 14,54), a su hijo ni tampoco se encuentra entre el grupo de mujeres que observaban de lejos la crucifixión: Había también unas mujeres observando aquello de lejos, entre ellas, María Magdalena, María, la madre de Santiago el Pequeño y de José, y Salomé, que, cuando él estaba en Galilea, lo seguían prestándole servicio; y además otras muchas que habían subido con él a Jerusalén (Mc 15,40-41).
Estas mujeres citadas no son modelo de la comunidad cristiana, pues contemplan de lejos la cruz y observan el lugar donde ponen a Jesús, una vez bajado de ella; para ellas, la muerte ha terminado con el proyecto de Jesús; de ahí que, una vez pasado el sábado, quieran cumplir el rito del enterramiento judío, embalsamando elcuerpo de Jesús y no transmitan el mensaje de la resurrección a nadie: Salieron huyendo del sepulcro, del temblor y el espanto que les entró, y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían (Mc 16,8).
  

MARIA EN LOS EVANGELIOS DE MATEO Y LUCAS


Para ver el papel que desempeña María en los evangelios de Mateo y Lucas estudiaremos, en primer lugar, la figura de María en los dos primeros capítulos de cada uno de estos dos evangelios y, a continuación, en el resto del relato evangélico, esto es, del capítulo tercero en adelante.
Los dos evangelistas de la infancia (Mateo y Lucas, en especial este segundo) presentan una imagen de María, muy distinta y más rica de la de Marcos.

1. El evangelio de Mateo: José-Jesús-María (cc. 1-2).

En el Evangelio de Mateo se alude a María por primera vez al final de la genealogía de Jesús: ...y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado el Mesías (Mt 1,16).
Las alusiones a mujeres en la genealogía son cuatro. Las tres primeras mujeres son Tamar, Rajab y Rut:
-v. 3: Judá engendró, de Tamar, a Farés;
-v. 5: Salmón engendró, de Rajab, a Booz, Booz engendró de Rut, a Obed.
En estos tres casos, la formulación de la frase en la que aparecen las mujeres es distinta de aquella en la que se cita a María, la cuarta mujer. En los tres primeros, es el varón quien engendra, de una mujer, a su descendiente: en el cuarto, no se habla de que José engendrase "de María, a Jesús", sino de que Jacob engendró a José, el esposo de María. de la que nació Jesús, llamado el Mesías (Mt 1,16)
La genealogía termina en Jesús, hijo de María, esposa de José, último eslabón de tres series, cada una de catorce generaciones, iniciadas por Abrahán, continuadas por David y Jeconías (la época patriarcal, la de la realeza y la de después del exilio) que resumen la historia del pueblo, de quien Jesús, según el evangelista Mateo, es el nuevo Moisés.

Desde el primer momento, el evangelista Mateo anuncia la peculiaridad del nacimiento de Jesús, cuya procedencia directa de un ser padre humano no se menciona. Jesús proviene por entero de Dios, idea que se subraya de diversas maneras: La criatura que lleva en su seno viene del Espíritu Santo (1,20); la virgen concebirá y dará a luz un hijo (1,23); sin haber tenido relación con él, María dio a luz un hijo (1,25).

De la lectura de los dos primeros capítulos de Mateo se saca una primera conclusión: éstos giran en torno a Jesús, pero la figura de José destaca sobre la de María, hasta el punto de que el ángel se dirige siempre a éste y no a aquélla No obstante, este evangelista no transmite palabra alguna de José o de María. Dios lleva la iniciativa por medio del ángel; los hombres ejecutan sus órdenes.

José es el varón justo -judío fiel observante de la ley e imagen del Israel fiel- que acata la voluntad de Dios anunciada por el ángel en sueños. José se limita a ejecutar las órdenes del ángel. Cuando decide repudiar a María en secreto (Mt 1, 19), el ángel del Señor se le aparece en sueños (1,20) encargándole no tener reparo en llevar consigo a María, su mujer porque la criatura que lleva en su seno viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrá de nombre Jesús (1,20-21), orden que ejecuta más tarde (1, 24-25). Tras la visita de los magos, el ángel del Señor se aparece de nuevo en sueños a José ordenándole que huya con el niño y su madre a Egipto y permanezca allí hasta nuevo aviso (2, 31), y José ejecuta la orden (2.14). Muerto Herodes, un nuevo aviso del ángel del Señor a José en Egipto, le hará volver a Israel, con el niño y su madre (2, 19-21): al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea, como sucesor de su padre, Herodes, tuvo miedo de ir allá; avisado en sueños José se retiró a Galilea y fue a establecerse a un pueblo llamado Nazaret (1,22-23a).

Por dos veces, la orden del ángel dirigida a José dice textualmente: Levántate, coge al niño y a su madre (2, 13.14). Y el evangelista refiere la ejecución de la orden : José se levantó, cogió al niño y a su madre (2, 20.21)

En evangelio de Mateo es José el encargado de poner el nombre a Jesús; en el de Lucas lo hace María. Según el Antiguo Testamento, en los tiempos más antiguos, era, sobre todo, la madre quien imponía el nombre al recién nacido (Gn 4,25; 19,378.38; 29,32.33; 30,8.11.13.18.21.24; 35,18; 38,3 [texto corregido]; 4.5.29 [texto corregido]. 30 [texto corregido]; cf. Éx 2, 10; Jue 13,24; 1 Sm 1,20; cf. 4,21). Por el contrario, en Gn 4,26 J; 5,29 J; 16,15 P; 21,3 P; Éx 2,22 J; 2 Sm 12,24, la imposición del nombre se atribuye al padre. (Véase "nombre" en J. Jenni - C. Westerman, Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento, II, Madrid 1978,1178).

La jerarquía de personajes de este relato evangélico sigue, por tanto, este orden: José - Jesús - María. El niño sobrevive gracias a José, que acata la voluntad del ángel, marchando a Egipto con el niño y su madre para, más tarde, volver a Israel, pero no a Judá (donde se encuentra el templo y la ciudad santa de Jerusalén). sino a Nazaret de Galilea, desde donde Jesús, con el nuevo pueblo, comenzará su éxodo definitivo: entonces llegó Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara (3,13-4,12).

José era el nombre del patriarca que, vendido por sus hermanos, fue llevado a Egipto, resultando ser el salvador de su familia.

La función de María, en estos dos primeros capítulos de Mateo, se limita a concebir y dar a luz a Jesús, culmen de la historia de la salvación, haciendo presente a su Hijo en el mundo, como manifestación de Dios (Enmanuel, Dios con nosotros), papel propio de la comunidad cristiana, a quien María representa.

2.- Evangelio de Lucas: Maria-Jesús-José (Lc 1-2)

El texto de los dos primeros capítulos del Evangelio de Lucas, al igual que el de Mateo, está muy elaborado literariamente; en él se presenta en forma de paralelismo antitético a Juan y Jesús.

Los anuncios a Zacarías y María de parte de Gabriel, cl encuentro de María e Isabel, el nacimiento de Juan y Jesús, su circuncisión así como su vida oculta, están descritos con esquemas narrativos muy afines.

Esto no impide que haya notables diferencias: Isabel es estéril, María virgen; de Juan se dice que no beberá vino ni licor, de Jesús no se da su dieta alimenticia, pero sabemos por Mateo (11,19) que lo critican por ser comilón y borracho; Zacarías pide garantías al ángel y su desconfianza es castigada con la mudez; María pregunta simplemente: ¿cómo puede ser esto...?

Un estudio del espacio y de los desplazamientos de los personajes de estos relatos descubre también oposiciones muy significativas: María es de Nazaret, pueblo de Galilea; para ver a su prima va a la sierra; a un pueblo de Judá. Zacarías recibe el anuncio en el templo de Jerusalén; de María no se dice dónde. El niño Juan crece en el desierto, Jesús en Nazaret de Galilea. Todo esto es sumamente importante para interpretar la vida de los niños que han nacido: Judá /Galilea (judíos/gentiles), templo- no templo (sagrado/profano), desierto-Nazaret (aislamiento /sociabilidad). Lucas pone en paralelismo antitético las figuras de los niños y las de Zacarías y María (José queda en segundo plano).

En el Evangelio de Lucas, al contrario de Mateo, la figura de María destaca sobre la de José, su esposo. Y si en Mateo, ni María ni José hablan, en Lucas no sólo se habla de y a María, sino que también ésta habla en diversas ocasiones. Por eso resulta muy interesante no sólo saber lo que se dice a María (palabras a María), sino también -y tal vez más- lo que ella misma dice (palabras de María) en este Evangelio.

a) Palabras a María.

Primera escena: la anunciación a María (1,26-38).

Gabriel, fuerza de Dios o Dios es fuerte, cuya misión según Daniel 8,15 y 9,21ss. era revelar a los hombres el sentido de las visiones y explicar el significado de la historia- fue enviado a un pueblo de Galilea (de los gentiles. no Judea, como en el anuncio a Zacarías), que se llama Nazaret (innominado en la Biblia), a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David (pues estaba anunciado que el Mesías descendería de David; como éste, también Jesús nacerá en Belén, aunque será muy crítico con la corriente de interpretación en clave davídica, esto es político-mesiánica; según Lc 20,39-44, el Mesías no es sucesor de David, sino su Señor). La virgen se llamaba María. Entrando a donde estaba ella (el evangelista no dice dónde, pero no se halla en el templo, como Zacarías) el ángel le dijo: Alégrate, favorecida, el Señor está contigo. No temas, María, que Dios te ha concedido su favor. Mira, vas a concebir en tu seno y a dar a luz un hijo, y le pondrá de nombre Jesús... El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra... Y mira, también tu pariente Isabel, en su vejez, ha concebido un hijo, y la que decían que era estéril está ya de seis meses, porque para Dios no hay nada imposible ... (1,26-38).

-         María es la favorecida de Dios, (en griego kekharitôménê). El verbo kharitóô, agraciar, favorecer, aparece una sola vez más en el resto del Nuevo Testamento, en la carta a los Efesios donde dice: Porque nos eligió con él antes de crear el mundo, para que estuviéramos consagrados y sin defecto a sus ojos por le amor; destinándonos ya entonces a ser adoptados por hijos suyos por medio de Jesús Mesías -conforme a su querer y a su designio- a ser un himno a su gloriosa generosidad. La derramó sobre nosotros (gr. ekharitôsen) por medio de su Hijo querido, el cual, con su sangre nos ha obtenido la liberación, el perdón de los pecados; muestra de su inagotable generosidad (Ef 1,4-7). María es la elegida para ser la madre de este don-generosidad de Dios (Jesús) a la humanidad; de ahí, que se la llame favorecida.

-         El Señor está contigo. Esta segunda frase explicita la primera expresión: María es favorecida o lo que es igual: el Señor está con ella, frase con la que expresa Lucas la condescendencia de Dios hacia alguien (cf. Lc 1,66; Hch 7,9; 10,38; 11,21; 18,10. Esta frase aparece frecuentemente en el Antiguo Testamento dirigida a Moisés, Ex. 3,12; a Gedeón, Jue 6,12.15-17; en Dt 2,7; 20,1,etc.). María, de Nazaret de Galilea, se inserta en la lista de los agraciados de Dios a lo largo de la historia de la salvación: Dios encumbra a los humildes (1,52). El papel de María será concebir, dar a luz y poner el nombre de Jesús al niño, papel que desempeña José en el Evangelio de Mateo. Y todo esto será posible porque el Espíritu santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra, en alusión a la gloria de Dios que, en forma de nube, cubría en el desierto la tienda que guardaba el Arca de la alianza y las Tablas de la Ley: Entonces la nube cubrió la tienda del encuentro, y la gloria del Señor llenó el santuario (Éx 40,34). María, en el evangelio de Lucas, es figura de los pobres de Yahvé, del resto de Israel fiel a Dios, de los que no cuentan y están lejos de los órganos de decisión de la sociedad, del aparato del templo, del dinero y los honores. De María no se conoce ni su genealogía, que le es prestada a Jesús por José su padre putativo: Se pensaba que era hijo de José, el de Elí... el de Enós, el de Set, el de Adán, el de Dios (3,23.38).

Segunda escena: María visita a Isabel (1, 39-45)

Al oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel se llenó de Espíritu Santo. Y dijo a voz en grito: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre... Y dichosa tú por haber creído que llegará a cumplirse lo que te han dicho de parte del Señor (1, 41-45).

Aquí se alude por primera vez a la fe-adhesión de María al plan de Dios: porque has creído. Una fe no exenta de dificultades y oscuridades que necesitará una buena dosis de reflexión y maduración desde los primeros instantes de la vida de Jesús como leemos en el Evangelio: María por su parte, conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior (2,19); su padre y su madre estaban sorprendidos por lo que se decía del niño (2,33); ellos no comprendieron lo que les había dicho (2,50); su madre conservaba todo aquello en la memoria (2,51). Estos textos dan a entender que no todo debió ser tan clarividente para María, siendo la anunciación a María más bien el resultado de la reflexión de la primitiva comunidad cristiana acerca de los orígenes de Jesús y del papel de María. El camino de ésta hasta la adhesión plena al plan de Jesús pasa, desde los primeros años de la vida de Jesús, por la reflexión, meditación, sorpresa e incomprensión de lo que se dice sobre el niño o lo que éste hace.

Tercera escena: Palabras de Simeón (2.34-35)

Había, por cierto, en Jerusalén un hombre llamado Simeón, justo y piadoso... Simeón los bendijo y dijo a su madre: Mira, éste está puesto para que en Israel unos caigan y otros se levanten y como bandera discutida -y a ti, tus anhelos te los truncará una espada: así quedarán al descubierto las ideas de muchos (2,34-35). en este texto encontramos una alusión clara a la muerte de Jesús que dejará al descubierto las ideas mesiánicas de muchos en línea con los deseos de restauración mesiánica; la espada, tal vez, aluda a la destrucción y caída de la ciudad de Jerusalén, fin de las esperanzas mesiánicas de muchos. La madre / Israel experimentará en la muerte de Jesús el fracaso de la salvación que esperaba, cuya consecuencia será la ruina del pueblo (Ez 14,17) (véase J. Mateos, Nuevo Testamento, Ed.Cristiandad, Madrid 1987).

b) Palabras de María

Primera escena: Anuncio del nacimiento (1,26-38) En esta escena se refieren dos intervenciones de María:
-         Ante el anuncio del ángel. María pregunta: ¿Cómo sucederá esto si no vivo con un hombre? (1,34). María pide información, pues aunque casada, todavía no convive con su marido. La fecundidad de María-madre-virgen no proviene de hombre alguno, sino de Dios. La adhesión de María no es ciega.
-         Explicado el cómo por el ángel, María acepta el plan de Dios: Aquí está la sierva del Señor; cúmplase en mí lo que has dicho (1, 38). Acatamiento incondicional. María es el prototipo de israelita fiel (en Mateo, lo es José) que acepta y se somete al plan de Dios.

Segunda escena: Proclamación de María (1, 46-55)

María entona un canto de alabanza a Dios y desvela el plan de Dios en la historia, el Dios grande y salvador que se fija en las personas que no cuentan (humillación de su sierva) en las que Dios se manifiesta con poder (el Potente ha hecho grandes cosas en mi favor: Santo es su nombre y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. La intervención de Dios con fuerza ha desbaratado los planes de los arrogantes (1it. los que se muestran superiores), derriba a los poderosos, encumbra a los humildes (gr. tapeinoús, palabra de significado etimológico oscuro que indica en la Biblia a quien es pequeño, bajo, humilde, pobre): a los hambrientos los colma de biens ((bienes, en griego agathá, es muy distinto de hypárkhonta, propiedades: Dios no promete colmar de propiedades a los hambrientos, sino de bienes, palabra con la que se indica en el NT el cúmulo de realidades que hacen posible la salvación desde ahora: entre éstas no se encuentra el dinero). Finalmente, a los ricos los despide de vacío. Este es el modo concreto como Dios ha auxiliado a Israel, su servidor, acordándose, como lo había prometido a nuestros padres, de la misericordia a favor de Abrahán y su descendencia (1, 46-55).

Este canto de María, según algunos un himno de la primitiva comunidad judeo-cristiana- expresa en realidad el sentir y las aspiraciones del pueblo sencillo: un anhelo de un cambio social importante que acabe al fin con las necesidades de los pobres. Todo, por lo demás, se desarrolla dentro del marco de Israel.

Tercera escena: María en el templo (2,41-52)

A los tres días lo encontraron en el templo en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían estaban desconcertados de sus inteligentes respuestas. Al verlo, quedaron impresionados, y le dijo su madre: Hijo ¿por qué te has portado así con nosotros? ¡Mira con qué angustia te buscábamos tu padre y yo! El les contestó: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo tengo que estar en lo que es de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que les había dicho. Jesús bajó con ellos, llegó a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo aquello en la memoria. Y Jesús iba adelantando en saber, en madurez y en favor ante Dios y ante los hombres (2, 46-52).

La intervención de la madre es corregida por Jesús. Ella dice: "¡...te buscábamos tu padre y yo!, Jesús responde: ¿No sabías que yo tengo que estar en lo que es de mi Padre? Jesús no reconoce dependencia de otro padre que no sea Dios a quien denomina "mi padre". Evidentemente ellos no comprendieron lo que les había dicho.

De este recorrido por los dos primeros capítulos del Evangelio de Lucas podemos concluir que María, una muchacha de quien ni siquiera se recoge su genealogía, desposada con José, ambos pobres (ofrecen a Dios el sacrificio expiatorio de los pobres un par de tórtolas o dos pichones, cf 2,24), de un pueblo nunca nombrado en el Antiguo Testamento, de una región distante del corazón del sistema religioso y de los centros de decisión y poder, es la favorecida de Dios para concebir, dar a luz y poner nombre a Jesús. Ella acepta ser sierva de su Señor. Sin embargo, el acatamiento, por su parte, del plan de Dios no la libra de recorrer progresivamente su camino hasta la adhesión-fe en Jesús, su hijo, reflexionando, a veces sin entender, sobre lo que se dice de él o sobre lo que hace el niño.

María aparece así como prototipo o modelo de israelita fiel, que, no de modo ciego, sino preguntando y meditando, se adhiere al plan de salvación de Dios que se manifiesta en Jesús, su hijo.

Más que una figura histórica, Lucas ha hecho una elaboración literaria de la figura de María como modelo que representa al "resto de Israel" fiel a Dios. Para Lucas, María es representante de ese Israel, alejado del judaísmo oficial y de los círculos de Jerusalén.

3. María en el resto de los evangelios de Mateo y Lucas (del capítulo tercero en adelante).

a) Evangelio de Lucas

Del evangelio de Lucas llama la atención que, tras el protagonismo de María en los cc. 1-2, ésta desaparezca casi por completo en el resto del evangelio. Solamente se la vuelve a citar una vez y no por su nombre, sino en calidad de "madre de Jesús" en Lc 8 19-21, escena paralela de Mc 3,31-35 en la que, sin embargo, Lucas ha introducido varias correcciones significativas, Veamos en esquema el contexto donde se insertan ambos textos en Marcos y Lucas:

Contexto en Lucas Contexto en Marcos

8, 1-3: El grupo que acompaña a Jesús.
3.20-21: Reacción de los suyos: ha per-dido el juicio
8, 4-18: Parábola del sembrador
3.22-30: Reacción oficial: tiene dentro a Belcebú

Texto

8,19-21 Madre y hermanos de Jesús
3,31-35: Madre y hermanos de Jesús

Lucas ha cambiado el contexto inmediatamente precedente. La escena se sitúa después de la parábola del sembrador y no, como en Marcos, donde las escenas anteriores aluden a la reacción de los familiares de echarle mano (Mc 3, 20-2 1), pues decían que había perdido el juicio, y a la de los letrados que le acusan de tener dentro a Belcebú (Mc 3, 22-30). En aquel contexto, la madre y los hermanos, que, desde fuera, lo mandan llamar, parecen ser solidarios de la doctrina de los letrados y parientes, que lo acusan de tener dentro a Belcebú. Aquí no. El contexto inmediato es la parábola del sembrador a la que Lucas ha colocado al final como colofón una frase muy similar a la del final de la parábola de los talentos (Mt 25, 29; Lc 19, 26): Al que produce se le dará, pero al que no produce le quitarán hasta la que cree tener (8, 18). En este contexto, donde "producir" significa oír la palabra, Jesús define cuáles son sus allegados: Madre y hermanos míos son los que escuchan el mensaje de Dios y lo ponen por obra.
En segundo lugar, Lucas ha introducido varios retoques significativos, al decir: su madre y sus hermanos no 1ograban llegar hasta él por causa de la multitud (8,19), se han quedado fuera y quieren verte (8, 20). No se trata, como en Marcos, de mandar salir a Jesús, sino de no poder entrar adonde estaba éste a causa de la multitud. De este modo la escena en Lucas se ha dulcificado perdiendo lo que tiene de chocante, sin lugar a dudas, en Marcos.

Por otra parte Lucas ha omitido la alusión a María en el otro lugar donde en el Evangelio de Marcos se aludía a ella (Mc 6, 1b-6) y ha retocado el dicho de Jesús relativo al rechazo que sufre el profeta de parte de los suyos (Lc 4, 22b-24). Veamos los dos textos en paralelo:

Lucas 4,22b-24 Marcos (6.3-4)

Pero ¿no es éste el hijo de José?




Os aseguro que a ningún profeta lo aceptan en su tierra.
¿No es éste cl carpintero. cl hijo de María y hermano de Santiago y José, de Judas y Simón? y ¿no están sus hermanas aquí con nosotros?

Sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa desprecian a un profeta.

La alusión a María así como al desprecio que el profeta recibe por parte de sus parientes y de su casa han desaparecido en Lucas.

Por último, dentro de esta reelaboración de la figura de María que hace Lucas, en el libro de los Hechos, segunda parte de su obra, se presenta a María, reunida con los once y las mujeres, después de la ascensión de Jesús y antes de la venida del Espíritu Santo: todos ellos perseveraban unánimes en la oración con las mujeres, además de María, la madre de Jesús y sus pariente (Hch 1,14)

b) Evangelio de Mateo

Fuera de los dos primeros capítulos de su evangelio, Mateo alude a María por su nombre en 13, 55-57, texto que sigue muy de cerca la redacción de Marcos. como puede verse a continuación en columnas paralelas:

Mateo (13,55-57) Marcos (6,3-4)

¿No es éste el hijo del carpintero?
¡Si su madre es María
y sus hermanos Santiago,
José. Simón y Judas!
¡Si sus hermanas están todas
con nosotros!
Entonces, ¿de dónde le viene todo eso?
Y se escandalizaban del él.
Jesús les dijo:
Sólo en su tierra

y en su casa desprecian a un profeta
¿No es éste el carpintero,
el hijo de María
y hermano de Santiago
y José, de ludas y Simón?
Y ¿no están sus hermanas aquí
con nosotros?

Y se escandalizaban de el.
Jesús les dijo:
Sólo en su tierra,
entre sus parientes
y en su casa desprecian a un profeta.

El dicho de Jesús en Mateo no alude a los parientes que están englobados en la casa.

La otra escena en la que aparece la madre y los hermanos de Jesús en Mateo (12, 46-50) es paralela también a Marcos. El contexto es muy parecido en ambos evangelistas. En Mateo lo acusan de arrojar los demonios con el poder de Belcebú; a continuación, algunos de los letrados y fariseos le piden una señal. En seguida se presentan su madre y sus hermanos que, como en Marcos, se quedan fuera y no pertenecen al grupo de sus discípulos, su nueva familia a la que puede unirse, según palabras de Jesús, cualquiera que lleva a efecto el designio de mi Padre del cielo (Mt 12, 22-49).

CONCLUSIONES


El tratamiento que hacen de María los evangelistas sinópticos no es uniforme, sino plural. Cada uno tiene su propia imagen de María, su peculiar idea de la madre de Jesús. Las diversas imágenes de María que transmiten los sinópticos son fruto de la progresiva reflexión de las comunidades cristianas primitivas acerca del papel de María, elevada a categoría de símbolo, en su función de madre. Estas imágenes deben ayudarnos a reconstruir el rostro evangélico de María, con frecuencia deformado por datos más procedentes de la imaginación popular que de los evangelios.

María, en Marcos, aparece formando parte del grupo de los parientes de Jesús que no lo aceptan. Para adherirse plenamente a Jesús, la buena noticia de parte de Dios, el grupo de creyentes proveniente de los ambientes judíos, tendrá que romper con las categorías judías y su peculiar expectación mesiánica en clave nacionalista y exclusivista, y tendrá que abrirse al universalismo del mensaje evangélico. Por eso, cuando las mujeres van al sepulcro a embalsamar el cuerpo de Jesus, el joven les dice : Y ahora, marchaos, decid a sus discípulos y, en particular, a Pedro: "va delante de vosotros a Galilea: allí lo veréis, como os había dicho" (Mc 16,7). Sólo lejos del sistema judío, fuera de Jerusalén, en Galilea de los gentiles, podrá comprender el grupo cristiano procedente del judaísmo -representado por la madre y los hermanos- la novedad absoluta del evangelio de Jesús: su universalismo.

En el Evangelio de Mateo (Mt 1-2), aparece ya con fuerza la figura de María-madre-virgen, cuya fecundidad no proviene de hombre alguno, sino del Espíritu Santo. Ella, la madre de Jesús, no tiene protagonismo alguno, ni siquiera habla en los dos primeros capítulos de este evangelio. Es José, hombre justo, israelita fiel a la tradición, pero también a los mensajes que le transmite el ángel, la figura destacada. José, hombre justo, es representante del "resto de Israel" fiel a Dios, que necesitará abrirse al universalismo de Jesús.

En el Evangelio de Lucas (Lc 1-2), María ejemplifica el modo de actuar de Dios que favorece a los desfavorecidos del pueblo de Israel. La fidelidad de María a Dios (aquí está la sierva del Señor: cúmplase en mí lo que has dicho)- no la libra, sin embargo, de recorrer su camino de fe, no exento de dificultades.

Fuera de los evangelios de la infancia (cc. 1 y 2), Mateo y Lucas han seguido caminos diversos en el resto de sus evangelios. El primero participa de la concepción de María que tiene Marcos; el segundo ha introducido correcciones significativas en el único texto en que habla de la madre de Jesús (Lc 8, 19-21 cf. Mc 3, 31-35), omitiendo la alusión a María en el otro en el que Marcos la cita (Lc 4. 22b-24. cf. Mc 6.3-4). De este modo, Lucas sublima la imagen de María y de los parientes de Jesus, quitándole aquello que pueda chocar en Marcos, presentándolos más tarde en Hechos reunidos con los once antes de la venida del Espíritu.

Sin embargo, el papel asignado a María en el Nuevo Testamento no se agota en los evangelios sinópticos, sino que se prolonga en los Hechos de los Apóstoles (1, 12-14), en el evangelio de Juan y en la tradición de la Iglesia, que no han sido objeto de nuestro estudio.

Finalmente, en relación con la figura histórica de María, hemos de afirmar, tras este estudio, que así como resulta difícil y sumamente complejo trazar la figura del "Jesús de la historia", más difícil aún es determinar el perfil histórico-biográfico de María en los evangelios. Los datos que nos dan de María los evangelistas no concuerdan fácilmente entre sí, y lo que nos dicen de ella está más cerca de la teología que de la historia. Lo que podemos saber sobre María, desde el punto de vista histórico, es tan poco que los evangelios apócrifos se vieron en la necesidad de recrear su figura, basándose con frecuencia en una imaginación desbordada, que deformó la sobriedad y el significado simbólico-teológico de los textos evangélicos.


 Tomado de Jesús Peláez, Universidad de Córdoba (España) jpelaez@uco.es






[1] Así J. Mateos -F.Camacho, Marcos. Texto y comentario, Córdoba, Ed.El Almendro 1994, p. 105.

DOGMAS MARIANOS

LA VIRGEN MARÍA


MARÍA O LA VIRGEN MARÍA

Madre de Jesús. Muy escasamente mencionada en los textos del Nuevo Testamento, salvo en los dos primeros capítulos de los Evangelios de san Mateo y de san Lucas, algunos autores cristianos reflexionaron sobre la significación de María en el conjunto del misterio de la salvación y en su relación con Cristo, su hijo. Así, san Ignacio de Antioquía (siglo II) indagó en el misterio de Jesús nacido de María, mientras que san Justino defendió la concepción virginal de María y san Ireneo propuso un paralelismo entre las figuras de Eva-María y Adán-Cristo.

También a mediados del siglo II aparecieron unos textos apócrifos como el Protoevangelio de Santiago donde se contaba la vida de María, desde la de sus padres Joaquín y Ana hasta después del nacimiento de Jesús. En otros textos (Transitus) se explicaba la muerte de María y su asunción en cuerpo y alma a los cielos.

Desde los siglos IV-V se consideró a María como el modelo perfecto de fe y santidad a imitar por las vírgenes cristianas, según la doctrina elaborada por los grandes doctores de la Iglesia (Atanasio, Jerónimo, Ambrosio, Agustín). En 431, el concilio de Éfeso reconoció a María como Madre de Dios, confirmando así la creencia de muchos fieles que ya desde mucho antes intercedían ante ella.

DOGMAS MARIANOS


LA MATERNIDAD DIVINA

El dogma de la Maternidad Divina se refiere a que la Virgen María es verdadera Madre de Dios. Fue solemnemente definido por el Concilio de Efeso (año 431). Tiempo después, fue proclamado por otros Concilios universales, el de Calcedonia y los de Constantinopla.

El Concilio de Efeso, del año 431, siendo Papa San Clementino I (422-432) definió:
"Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema."

El Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así:
"Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades" (Constitución Dogmática Lumen Gentium, 66)

LA PERPETUA VIRGINIDAD

El dogma de la Perpetua Virginidad se refiere a que María fue Virgen antes, durante y perpetuamente después del parto.

"Ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre será Emanuel" (Cf. Is., 7, 14; Miq., 5, 2-3; Mt., 1, 22-23) (Const. Dogmática Lumen Gentium, 55 - Concilio Vaticano II).

"La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. En efecto, el nacimiento de Cristo "lejos de disminuir consagró la integridad virginal" de su madre. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la 'Aeiparthenos', la 'siempre-virgen'." (499 - catecismo de la Iglesia Católica).

LA INMACULADA CONCEPCIÓN

El Dogma de la Inmaculada Concepción establece que María fue concebida sin mancha de pecado original. El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus.

"Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del genero humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles."

EL DOGMA DE LA ASUNCIÓN

El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.

Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus: "Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".

Ahora bien, ¿por qué es importante que los católicos recordemos y profundicemos en el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo? El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica responde a este interrogante:

"La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos" (#966).

La importancia de la Asunción para nosotros, hombres y mujeres de comienzos del Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica en la relación que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es eso: una anticipación de nuestra propia resurrección.

Más aún, la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo es un Dogma de nuestra fe católica, expresamente definido por el Papa Pío XII hablando "ex-cathedra". Y ... ¿qué es un Dogma? Puesto en los términos más sencillos, Dogma es una verdad de Fe, revelada por Dios (en la Sagrada Escritura o contenida en la Tradición), y que además es propuesta por la Iglesia como realmente revelada por Dios.
En este caso se dice que el Papa habla "ex-cathedra", es decir, que habla y determina algo en virtud de la autoridad suprema que tiene como Vicario de Cristo y Cabeza Visible de la Iglesia, Maestro Supremo de la Fe, con intención de proponer un asunto como creencia obligatoria de los fieles Católicos.

El Catecismo de la Iglesia Católica (#966) nos lo explica así, citando a Lumen Gentium 59, que a la vez cita la Bula de la Proclamación del Dogma: "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del Cielo y elevada al Trono del Señor como Reina del Universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte".

Y el Papa San Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre la Asunción, explica esto mismo en los siguientes términos:

"El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio" (JP II, 2-julio-97).

"Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos" (JP II , Audiencia General del 9-julio-97).

Continúa el Papa: "María Santísima nos muestra el destino final de quienes `oyen la Palabra de Dios y la cumplen' (Lc. 11, 28). Nos estimula a elevar nuestra mirada a las alturas, donde se encuentra Cristo, sentado a la derecha del Padre, y donde está también la humilde esclava de Nazaret, ya en la gloria celestial" (JP II, 15-agosto-97)

Los hombres y mujeres de hoy vivimos pendientes del enigma de la muerte. Aunque lo enfoquemos de diversas formas, según la cultura y las creencias que tengamos, aunque lo evadamos en nuestro pensamiento, aunque tratemos de prolongar por todos los medios a nuestro alcance nuestros días en la tierra, todos tenemos una necesidad grande de esa esperanza cierta de inmortalidad contenida en la promesa de Cristo sobre nuestra futura resurrección.

Mucho bien haría a muchos cristianos oír y leer más sobre este misterio de la Asunción de María, el cual nos atañe tan directamente. ¿Por qué se ha logrado colar la creencia en el mito pagano de la re-encarnación entre nosotros? Si pensamos bien, estas ideas extrañas a nuestra fe cristiana se han ido metiendo en la medida que hemos dejado de pensar, de predicar y de recordar los misterios, que como el de la Asunción, tienen que ver con la otra vida, con la escatología, con las realidades últimas del ser humano.

El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo nos invita a hacer una pausa en la agitada vida que llevamos para reflexionar sobre el sentido de nuestra vida aquí en la tierra, sobre nuestro fin último: la Vida Eterna, junto con la Santísima Trinidad, la Santísima Virgen María y los Ángeles y Santos del Cielo. El saber que María ya está en el Cielo gloriosa en cuerpo y alma, como se nos ha prometido a aquéllos que hagamos la Voluntad de Dios, nos renueva la esperanza en nuestra futura inmortalidad y felicidad perfecta para siempre.