LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN MARÍA EN LOS PRIMEROS SIGLOS
Como
han puesto en evidencia los estudios mariológicos recientes, la Virgen María ha
sido honrada y venerada como Madre de Dios y Madre nuestra desde los albores
del cristianismo.
Primera
representación de la Virgen María (Catacumbas de Santa Priscila)
En
los tres primeros siglos la veneración a María está incluida fundamentalmente
dentro del culto a su Hijo.
Un
Padre de la Iglesia resume el sentir de este primigenio culto mariano
refiriéndose a María con estas palabras: «Los profetas te anunciaron y los
apóstoles te celebraron con las más altas alabanzas».
De
estos primeros siglos sólo pueden recogerse testimonios indirectos del culto
mariano. Entre ellos se encuentran algunos restos arqueológicos en las
catacumbas, que demuestran el culto y la veneración, que los primeros
cristianos tuvieron por María.
Tal
es el caso de las pinturas marianas de las catacumbas de Priscila: en una de
ellas se muestra a la Virgen nimbada con el Niño al pecho y un profeta (quizá
Isaías) a un lado; las otras dos representan la Anunciación y la Epifanía.
Todas
ellas son de finales del siglo II. En las catacumbas de San Pedro y San
Marceliano se admira también una pintura del siglo III - IV que representa a
María en medio de S. Pedro y S. Pablo, con las manos extendidas y orando.
Una
magnífica muestra del culto mariano es la oración “Sub tuum praesidium” (Bajo
tu amparo nos acogemos) que se remonta al siglo III-IV, en la que se acude a la
intercesión a María.
Los
Padres del siglo IV alaban de muchas y diversas maneras a la Madre de Dios. San
Epifanio, combatiendo el error de una secta de Arabia que tributaba culto de
latría a María, después de rechazar tal culto, escribe: «¡Sea honrada María!
!Sea adorado el Señor!».
La
misma distinción se aprecia en San Ambrosio quien tras alabar a la « Madre de
todas las vírgenes» es claro y rotundo, a la vez, cuando dice que «María es
templo de Dios y no es el Dios del templo» , para poner en su justa medida el
culto mariano, distinguiéndolo del profesado a Dios.
Hay
constancia de que en tiempo del papa San Silvestre, en los Foros, donde se
había levantado anteriormente un templo a Vesta, se construyó uno cuya
advocación era Santa María de la Antigua. Igualmente el obispo Alejandro de
Alejandría consagró una Iglesia en honor de la Madre de Dios. Se sabe, además,
que en la iglesia de la Natividad en Palestina, que se remonta a la época de
Constantino, junto al culto al Señor, se honraba a María recordando la
milagrosa concepción de Cristo.
En
la liturgia eucarística hay datos fidedignos mostrando que la mención
venerativa de María en la plegaria eucarística se remonta al año 225 y que en
las fiestas del Señor -Encarnación, Natividad, Epifanía, etc.- se honraba
también a su Madre. Suele señalarse que hacia el año 380 se instituyó la
primera festividad mariana, denominada indistintamente «Memoria de la Madre de
Dios», «Fiesta de la Santísima Virgen», o «Fiesta de la gloriosa Madre».