viernes, 9 de septiembre de 2016

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO XXIV TIEMPO ORDINARIO CICLO C - 11 SETIEMBRE 2016

LA MISERICORDIA DE DIOS



ORACION COLECTA

Oh Dios, creador y dueño de todas las cosas, míranos, y para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Éxodo 32,7-11.13-14

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: «Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: "Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto."».
Y el Señor añadió a Moisés: «Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo.».  Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: «¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: "Multiplicaré  su descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre."» Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.

SALMO RESPONSORIAL (50)

Me pondré en camino adonde está mi padre

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R.

Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1,12-17

Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús. Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que les digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él y tendrán vida eterna. Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas 15,1-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.».
Jesús les dijo esta parábola: «Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra?. Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido." Les digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: "felicítenme!, he encontrado la moneda que se me había perdido." Les digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.».
También les dijo: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebramos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tu bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."».

COMENTARIO

Lucas se hace eco, en el marco narrativo inicial, de una situación de malestar existente entre fariseos y letrados por la favorable acogida de Jesús a publicanos y pecadores.
A continuación nos ofrece el punto de vista de Jesús a través de tres parábolas. Este recurso a las parábolas es indicio claro de que Jesús no comparte el planteamiento que está a la base del malestar de los fariseos y letrados.
 Las parábolas tienen dos fines: Jesús defiende con ellas su postura y en este caso, el gesto del perdón que ofrece a los perdidos. Por otro lado, Jesús muestra con ellas el auténtico rostro de Dios sobre la tierra.
 A través de las parábolas, Dios se ha revelado como fuerza de un amor que salva y crea. Veamos. Cualquier pastor que ha perdido una oveja coloca a las otras en sitio seguro y se arriesga a buscar la que falta. La mujer que ha extraviado una moneda no se ocupa de las otras; ilumina su morada y limpia todo hasta encontrarla. En ambos casos se suscita el mismo gozo: la alegría de encontrar de nuevo aquello que estaba ya perdido.
Pues bien, dice Jesús, la forma de actuar de Dios es semejante. No le basta con los justos; no se ocupa simplemente de los buenos. Dios atiende especialmente a los que viven en peligro (15. 3-10). Este amor justifica la actitud de Jesús y de la Iglesia con respecto a los pequeños, los perdidos, pecadores y extranjeros. Continúa el tema con la parábola del padre que perdona. El hijo menor ha malgastado su vida y su fortuna lejos de casa. El padre le ha dejado porque sabe que ya es adulto y tiene libertad para trazar la ruta de su vida. Pero cuando el hijo vuelve, el padre le sale al encuentro y le abraza. No le reprocha nada, ni pregunta los motivos o razones de su vuelta. Sabe simplemente que retorna, conoce su miseria y le ofrece sin más amor y casa.
Evidentemente esta imagen del padre que acoge al perdido y le ama es muy apropiada para indicar la fuerza del perdón de Dios y su manera de tratar a los necesitados y pecadores de la tierra.
El padre no ha salido al encuentro de su hijo, no va por los caminos y ciudades a buscarlo. Por el contrario, el pastor y la mujer lo dejaron todo y se esforzaron por hallar la oveja y la moneda que perdieron. Esto mismo indica que el punto culminante de nuestra parábola no está en el amor del padre que perdona. Ese amor se presupone. 
A los justos de Israel les duele que el padre acoja a los perdidos y les ofrezca su banquete. Pensaban que la casa era de ellos y podían organizar a su manera las leyes de lo bueno y de lo malo.
Ahora, en cambio, han descubierto que la ley    del   padre  es  diferente y se  sienten postergados, contrariados y molestos.
Dios es padre que a todos ofrece la gracia de un perdón y la posibilidad de una existencia nueva; su alegría está precisamente en ayudar a los que están extraviados o en peligro. Jesús se ha presentado como la "encarnación" del perdón creador de Dios en medio de los hombres.

PLEGARIA UNIVERSAL

Nuestros problemas, al caminar por la vida, derivan de vivir alejados de tu misericordia, Señor. El aceptar nuestra limitación nos ayuda a invocar tu misericordia. Con este espíritu te presentamos nuestras necesidades repitiendo: R.- Danos, Señor, tu misericordia.

1.- Por la Iglesia, para que sea capaz de anunciar la misericordia de Dios con todo aquel que se acerque a la Casa del Padre. Danos, Señor, tu misericordia.

2.- Por la paz en el mundo, para que cale en los corazones de los hombres la misericordia de Dios para con ellos, y de ellos para con el prójimo. Danos, Señor, tu misericordia.

3.- Por los más necesitados, los que no tienen trabajo, los enfermos, los emigrantes, los refugiados los que viven bajo la opresión o la guerra, para que en sus corazones la misericordia de Dios les conforte y les de fuerza para salir airosos de su situación. Danos, Señor, tu misericordia.

Padre, da a tu pueblo suplicante la ayuda necesaria para que sea fiel al Evangelio que ha recibido. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Se propició a nuestras suplicas Señor, y recibe con bondad las ofrendas de tus siervos para que la oblación que ofrece cada uno en honor de tu nombre sirva para la salvación de todos. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

La acción de este sacramento, Señor, penetre en nuestro cuerpo y nuestro espíritu, para que sea su fuerza, no nuestro sentimiento, quien mueva nuestra vida. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 12: 1Cor. 11, 17-26.33; Sal 39; Lc. 7, 1-10.
Martes 13: 1Cor.12,12-14.27-31ª; Sal 99; Lc. 7, 11-17.
Miércoles 14: Num. 21, 4b-9; Sal 77; Filp. 2, 6-11; Jn. 3, 13-17.
Jueves 15: Hb. 5, 7-9; Sal 30; Jn. 19, 25-27.
Viernes 16: 1Cor. 15, 12-20; Sal 16; Lc. 8, 1-3.
Sábado 17: 1Cor. 15, 35-37.42-49; Sal 55; Lc. 8, 4-15.
Domingo 18: Am. 8, 4-7; Sal 145; Tim. 2, 1-8; Lc. 16, 1-13.



COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 15, 01-31

1. D/ALEGRIA
Texto: Dentro siempre de la perspectiva de camino, Lucas se hace eco, en el marco narrativo inicial, de una situación de malestar existente entre fariseos y letrados por la favorable acogida de Jesús a publicanos y pecadores. A continuación nos ofrece el punto de vista de Jesús a través de tres parábolas. Este recurso a las parábolas es indicio claro de que Jesús no comparte el planteamiento que está a la base del malestar de los fariseos y letrados.
Las dos primera parábolas tienen exactamente el mismo corte.
Cualquier hombre y cualquier mujer desbordan de alegría cuando encuentran algo valioso que habían perdido. Si así se comportan los humanos, ¿cuánto más Dios? Ambas parábolas avanzan por analogía: de la alegría humana a la alegría divina. En ambas parábolas el dato central es la alegría por el hallazgo de lo que se había perdido. Ambas parábolas operan con la correspondencia lo perdido-el pecador. Si un hombre o una mujer desbordan de alegría al encontrar la oveja o la moneda perdidas, ¿cómo no va a desbordar de alegría Dios al encontrar al pecador? Sabemos que en el evangelio de Lucas las parábolas tienen a menudo la función de corregir el planteamiento de los interlocutores. En esta ocasión los fariseos y letrados parten del presupuesto de que Dios no puede aprobar el trato con pecadores. Jesús, en cambio, les habla de la alegría desbordante de Dios.
Pero el texto no termina aquí. Sin solución de continuidad sigue una tercera parábola, en la que Jesús cuenta a fariseos y letrados la historia de un padre que tenía dos hijos. El menor de ellos, tras marcharse de casa y vivir perdidamente, recapacitó y volvió a pedir perdón a su padre. Desbordante de alegría por haber recuperado al hijo perdido, el padre dio un gran banquete.
Al mismo no asistía el hijo mayor por hallarse trabajando en el campo. Al regresar y enterarse del motivo del banquete, se negó a tomar parte en él. La parábola termina con el ruego insistente del padre a su hijo mayor instándole a tomar parte en la fiesta. Esta tercera parábola tiene en común con las dos primeras el dato de la alegría desbordante por la recuperación de lo que se había perdido. La peripecia del hijo menor permite reconocer en él al pecador de las dos primeras parábolas. El padre desbordante de alegría remite a su vez al Dios desbordante de alegría de las dos primera parábolas. Es decir, la tercera parábola empalma con las dos primeras. Pero avanza sobre ellas por la presencia del hijo mayor. La peripecia de este hijo no tiene correspondencia con nada ni remite a nada de lo expresado en las dos primeras parábolas. El hijo mayor remite a los fariseos y letrados del marco narrativo previo a las parábolas, marco en el que Lucas se hacía eco del malestar existente entre fariseos y letrados por la favorable acogida dispensada por Jesús a publicanos y pecadores.
Estos son el pecador de las dos primeras parábolas y el hijo menor o pródigo de la tercera. Pero los publicanos y pecadores han dejado de ser problema: han vuelto, han pedido perdón. Ahora mismo, el problema, el único problema son los fariseos y letrados. Estos están molestos por la favorable acogida de Jesús a publicanos y pecadores y, al igual que el hijo mayor, no quieren tomar parte en la fiesta, esgrimiendo su impecable hoja de servicios, de cumplimiento estricto y continuado. Se sienten y lo son trabajadores infatigables, que jamás se han marchado de la casa paterna, que no han desobedecido un solo mandamiento de Dios. Siendo, sin embargo, verdad todo esto, Jesús les invita a que cambien de planteamiento, a que no tengan a menos el trato con publicanos y pecadores. Les habla de la desbordante alegría de Dios cuando un pecador vuelve a El. Les invita, les insta, les suplica a que se alegren ellos también con el Padre del cielo.
Comentario: Como el texto de los domingos anteriores, también el de hoy remueve el terreno profundo de las estructuras de la persona. En el enfado del hijo mayor es perfectamente reconocible el enfado del cumplidor. El que rinde no suele gustar de tratamiento en pie de igualdad con el que no rinde. Cumplimiento y rendimiento gustan de reconocimiento y de amejoramiento. El cumplidor adquiere fácilmente conciencia pagada de sí y se siente con derechos sobre los que no cumplen. Tendencia a capitalizar la propia bondad y a convertirla en arma de derecho frente y contra los otros.
Por todo esto, el hijo mayor no es un personaje reducible exclusivamente a fariseos y letrados del tiempo de Jesús, cumplidores como el que más. El hijo mayor anida probablemente en cada ser humano y, por ello mismo, es un riesgo permanente para caminar en cristiano.
El caminante cristiano no sabe de superioridades ni de derechos adquiridos, no sabe de acepciones de personas ni de discriminaciones, no alardea ni es vocinglero. El caminante cristiano hace sencillamente el camino, en silencio a veces, conversando otras, solidario siempre desde su propia pequeñez.
Alberto Benito, Dabar 1989 46