jueves, 9 de febrero de 2017

LECTURAS Y COMENTARIO DEL VI DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO CICLO A - 12 FEBRERO 2017

“PERO YO LES DIGO”



ORACION COLECTA

Señor, tu que te complaces en habitar en los rectos y sencillos de corazón, concédenos vivir por tu gracia de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor  Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Eclesiástico 15,16-21

SI quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad. Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras. Ante los hombres está la vida y la muerte, y a cada uno se le dará lo que prefiera. Porque grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder y lo ve todo. Sus ojos miran a los que le temen,
y conoce todas las obras del hombre. A nadie obligó a ser impío, y a nadie dio permiso para pecar.

SALMO RESPONSORIAL (118)

Dichoso el que camina en la voluntad del Señor

Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor; dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón. R.

Tú promulgas tus mandatos para que se observen exactamente. Ojalá esté firme mi camino, para cumplir tus decretos. R.

Haz bien a tu siervo: viviré y cumpliré tus palabras; ábreme los ojos, y contemplaré las maravillas de tu ley. R.

Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos, y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir tu ley y a guardarla de todo corazón. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 2,6-10

Hermanos: Hablamos de sabiduría entre los perfectos; pero una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, condenados a perecer, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.
Sino que, como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman».
Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No crean que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.  
En verdad les digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Han oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo les digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y silo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras van todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo les digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”. Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo les digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
También han oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo les digo que no juren en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que su hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

COMENTARIO

Jesús no da una ley nueva, sino una nueva manera de ver la ley antigua y cualquier otra ley. Decir: “Basta con amar” es verdad si se añade que esto es una ley y que hay que aplicarla a costa de presiones que son leyes: no ceder a la cólera, no fomentar malos deseos, ni divorciarse, decir un sí que sea verdaderamente un sí, no vengarse, amar incluso a los enemigos. Son cosas tan difíciles de practicar que uno se siente en un clima muy especial: la infinita exigencia evangélica. Mientras uno no se haya medido con esta exigencia, se quedará en el antiguo ambiente legalista contra el que luchó fuertemente Jesús; señala de que la tentación es grande y nos acecha a todos. Su advertencia solemne (“Yo les digo”) era una provocación. ¿A quiénes decían: “Si su justicia n o es mayor que la de los escribas y los fariseos, no entrarán en el reino?. A unas personas que admiraban la ciencia real de los escribas y el gran esfuerzo de santidad de los fariseos.  Jesús mismo dice, no se trata de derribar la ley antigua para construir algo totalmente nuevo: “No crean que he vuelto a abrogar la ley o los profetas, no he venido a abrogar, sino a cumplir”. No se trata de mantener el respeto con el pasado y mucho menos de sentir nostalgia: Jesús es tan libre respecto a todas las cosas que está libre, absolutamente  única, es uno de los signos de su divinidad “Yo he venido – dice autoritariamente – para…”. ¿Qué Moisés que profeta se habría atrevido a enunciar algo semejante? Antes de él, el legislador y el profeta hablaban en nombre
del Señor, a partir de su vida y de  los acontecimientos. Jesús habla como Señor a partir de un origen misterioso y de un saber tan grande sobre las capacidades de los hombres como sobre las exigencias de Dios. Él es el legislador supremo y definitivo. Después de él nadie dirá: “Jesús se dijo, pero yo les digo…”. Sin embargo el recuerda lo que “se dijo” (formula discreta y respetuosa para decir “Dios dijo”). Se trata ciertamente de una palabra de Dios. ¿Acaso una palabra imperfecta? Nos encontramos aquí muy cerca de lo que Jesús quiere revelarnos: la superación.  Por muchas bocas Dios había dado leyes esenciales: no matar, no romper una pareja, ser sinceros, limitar la venganza.
Era algo que se adaptaba a los tiempos duros y que sigue siendo válido. ¡Pero solo como el comienzo de un caminar! Esto exige no fijar nada, no aprisionar la justicia y la santidad dentro de una lista de cosas que hacer o que omitir: hay que hacerse capaces de reaccionar debidamente ante lo inédito. Jesús ha venido no para añadir unas cuentas prescripciones más afinadas, sino para revelar el secreto de afinar cualquier ley. Es la cuestión de la letra y del espíritu. Jesús nos revela que no hay más que un espíritu; el amor.
Se le puede llamar ley nueva, pero más vale verlo como la razón y la medida de toda ley. Desde el “No matarás” hasta el “Ama a tus enemigos”, la superación no es ni una oposición ni una añadidura, es otra cosa, es la locura del evangelio: “Sean perfectos, como es perfecto su Padre celestial”. Cuando quieres amar de veras, entonces es cuando mejor te adhieres a la ley de Cristo. Entonces puedes inventar tu vida en medio de las  leyes.

PLEGARIA UNIVERSAL

La palabra de Dios que hemos escuchado es fundamento de nuestra fe, alimento de nuestra esperanza y fermento de fraternidad. Confiadamente presentemos a Dios Padre nuestras suplicas. Repetimos: R.- Escucha a tu pueblo, Señor.

1.- Por el Papa Francisco, los Obispo, los sacerdotes y todo el pueblo de Dios, para que vivamos en plenitud el mandamiento del amor, siendo así discípulos, testigos y profetas en medio de un mundo individualista y violento. Escucha a tu pueblo, Señor.

2.- Para que se nos conceda la sabiduría del corazón y podamos así comprender y socorrer a los  nuevos pobres, las personas ancianas, los marginados, a los enfermos. Escucha a tu pueblo, Señor.

3.- Para que las clases sociales construyan juntas una sociedad nueva, abierta a la participación y a la solidaridad universal. Escucha a tu pueblo, Señor.

4.- Para que se refuerce el vínculo de comunión entre todos los miembros de la Iglesia y así el pueblo de la nueva alianza sea signo de reconciliación para toda la humanidad. Escucha a tu pueblo, Señor.

5.- Oremos en silencio por nuestras intenciones particulares. Escucha a tu pueblo, Señor.
Extiende, Padre tu mano sobre la humanidad cansada y oprimida, concédenos a nosotros una fe firme y valiente en el testimonio profético de tu reino. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amen.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Señor, que esta oblación nos purifique y nos renueve, y sea causa de eterna recompensa para os que cumplen tu voluntad. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Alimentados con el manjar del cielo te pedimos, Señor, que busquemos siempre las fuentes de donde brota la vida verdadera. Por Jesucristo nuestro Señor

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 13: Gn. 4, 1-15.25; Sal 49; Mc. 8, 11-13.
Martes 14: Gn. 6, 5-8; 7, 1-5.10; Sal 28; Mc. 8, 14-21.
Miércoles 15: Gn. 8, 6-13.20-22; Sal 115; Mc. 8, 22-26.
Jueves 16: Gn. 9, 1-13; Sal 101; Mc. 8, 27-33.
Viernes 17: Gn.  11,  1-9;   Sal 32;  Mc. 8, 34—9, 1.
Sábado 18: Hb. 11, 1-7; Sal 144; Mc. 9, 2-13.
Domingo 19: Lv. 19, 1-2. 17-18; Sal 102; Cor. 3, 16-23; Mt. 5, 38-48

COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 05, 17-37


Texto. Es continuación de los dos domingos anteriores en cuanto que los destinatarios de las palabras de Jesús son los mismos que hace dos domingos eran declarados bienaventurados y el domingo pasado eran designados sal de la tierra y luz del mundo. Sin embargo, el texto de hoy ya no va a tratar de ellos, de sus dificultades y funciones, sino de Jesús y de sus relaciones con la Ley y los Profetas. De estas relaciones se habla a dos niveles, por lo que podemos dividir el texto en dos partes.
Primera parte (vs 17-2O). Relaciones a nivel de principios generales. El tono lo da el versículo de entrada. No he venido a abolir la Ley y los Profetas, sino a darles plenitud. Ley y Profetas es la expresión judía para designar el conjunto normativo al que todo judío debía ajustar su vida.
Ley-Profetas designan el pasado transmitido hasta el presente de los individuos, la tradición viva del pueblo judío, las estructuras en las que el judío individual vivía. ¿Cómo fueron las relaciones de Jesús con esas estructuras? No de supresión sino de profundización, hasta dar a esas estructuras su sentido último y definitivo. La relación de Jesús con las estructuras no fue de enfrentamiento o de negación, pero tampoco fue de conformismo, de aceptación mecánica o de repetición literal. Fue una relación de búsqueda de sentido positiva y enriquecedora. A una relación así invita el Jesús de Mateo en el v.2O de esta primera parte. Ser mejores que los escribas y fariseos quiere decir tener ante las estructuras el talante positivo y enriquecedor que Jesús tuvo.
Segunda parte (vs.21-37). Cuatro ejemplos prácticos de la relación de Jesús con el conjunto normativo que le tocó vivir.
En los cuatro se reproduce un mismo esquema: Se ha dicho... yo os digo. Un esquema que avanza no por abolición o supresión de lo dicho, sino por ahondamiento y enriquecimiento de lo dicho. Es el esquema letra-espíritu de la letra.
Versos 21-26. No matarás (Ex.20,13; Deut.5,17). Por supuesto. Pero, ¿sólo se mata con las armas? ¿Y las peleas? ¿Y los insultos? ¿Y los pleitos? Hay palabras y actuaciones que matan. La reconciliación debe ser algo previo a todo tipo de cumplimiento religioso.
Versos 27-30. No cometerás adulterio (Ex.20, 14;Deut. 5,18). Por supuesto. ¿Basta sin embargo, con no acostarse con la mujer de otro? Hay que tener también un corazón limpio y desinteresado. Intencionadamente digo corazón y no mirada, porque hay que reconocer que se han dicho muchas tonterías y se han creado muchos traumas debido a una miope y mezquina interpretación de la expresión "mirar a una mujer".
Versos 31-32. El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio (/Dt/24/01). El objetivo de esta ley era garantizar a la mujer repudiada un mínimo de dignidad y de aceptación social, que por ser mujer y por haber sido repudiada fácilmente se le negaban. El acta de repudio era un instrumento jurídico de defensa mínima de la mujer. ¿Basta esta defensa mínima? ¿No sería mejor no perjudicar a la mujer hasta el punto de obligarla a tener que buscar otro hombre? Este tercer ejemplo hay que enmarcarlo en el contexto social, económico y cultural de la época. En él no se trata de la indisolubilidad del matrimonio, a la que, por cierto, se le reconoce una cláusula exceptiva, sino de profundizar en el respeto y en el reconocimiento de la mujer.
Versos 33-37. No jurarás en falso, cumplirás tus votos al Señor (Lv 19, 12; Nm 30, 2; Dt 23, 21). Por supuesto que está mal jurar a sabiendas de que lo que se jura es falso o que no se va a cumplir. Pero, ¿hay que estar poniendo siempre a Dios por testigo o garante de que lo que se dice o promete se va a hacer? ¿Somos por nosotros mismos incapaces de cumplir lo que decimos y prometemos? ¿Somos tan inmaduros que necesitamos de la ayuda de Dios para que se nos crea? Interesante ejemplo de desacralización.
Comentario. Debe ser breve por fuerza. Nos hallamos ante un texto clave, propio y exclusivo de Mateo, una vez más el judío de los evangelistas. Y paradójicamente el menos judío. El eterno problema de lo antiguo y lo nuevo, la tradición y la innovación, las estructuras y el individuo. Texto capital para la línea de actuación en él señalada, en su doble vertiente teórica y práctica. Texto programático por pertenecer al discurso de la montaña. Texto a seguir practicando en toda su dinámica. Todo letrado que entiende del Reino de los cielos se parece a un padre de familia que saca de su arcón cosas nuevas y antiguas (Mt/13/52). También estas palabras son exclusivas del Jesús de Mateo. La cuestión se ve que le preocupó al evangelista eclesial.
Alberto Benito, Dabar 1987/15



2. PALABRA DE DIOS PERO NO PALABRA DEFINITIVA. J/PLENITUD.
El v.17 de este capítulo (omitido en la lección breve) es una declaración de la actitud fundamental de Jesús respecto a la "ley y los profetas", es decir, al A.T. en su totalidad. Jesús reconoce el A.T. como palabra de Dios, pero no como palabra definitiva, ya que para pronunciar precisamente esta palabra definitiva vino él al mundo.
En consecuencia, Jesús no se presenta como un revolucionario religioso que rompa drásticamente con la herencia de Israel: "No creáis que he venido a abolir la ley y los profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud".
Jesús da cumplimiento en su vida a todas las profecías, cosa que San Mateo no pasa por alto y constata aquí y allá a lo largo de su evangelio. Por otra parte, supuesta la ordenación a Cristo del A.T., todo lo que en él tenía un carácter transitorio queda ya cumplido con la venida de Cristo y, por lo tanto, superado; por ejemplo, todo el culto vétero-testamentario cede ante el sacrificio insuperable de la cruz.
Los preceptos morales de la Ley llegan a su plenitud en Cristo en un doble sentido: a)Porque Jesús es aquél que hace realmente toda la voluntad de Dios expresada en aquellos preceptos, de suerte que ahora cumplir la voluntad de Dios es para nosotros seguir a Cristo; b)Porque Jesús restituye los mandamientos divinos a su pureza, proclamándolos con toda la claridad y profundidad, derogando aquello que había sido ordenado a título de simple concesión por la dureza del corazón de Israel y reduciendo todos los preceptos al mandamiento del amor a Dios y al prójimo.
El sentido de las antítesis tiene ante todo este significado: "Dios ha dicho por medio de Moisés..., pero por medio de mí dice...". Con esto se señala expresamente el lugar escriturístico citado como Palabra de Dios; y los "antiguos", a quienes les fue dicha esta palabra, no son los maestros judíos (véase Mc 7,3), ni los antecesores de aquellos judíos en general, sino la generación del desierto, aquélla a la que por vez primera se le proclamó el Decálogo (véase Ex 19-20).
Solamente las palabras "no matarás" se encuentran en el Decálogo literalmente. Sin embargo, la coletilla recoge abreviadamente lo que el A.T. determina como castigo por el asesinato (Ex 21,12: Lev 24,17; Núm 35,16-24). La Ley vétero-testamentaria prohíbe y castiga el hecho externo, el asesinato acabado.
v.26: La segunda sentencia, que también se halla en /Lc/12/57-59), agudiza la obligación de la reconciliación con el enemigo, y lo hace mediante el ejemplo de la vida cotidiana. Quien con su enemigo de proceso se reconoce totalmente culpable, cuando aún va de camino hacia el juez, obrará muy razonablemente, si da por terminado el contencioso y se pone de acuerdo con él, antes de encontrarse con la dureza del juicio. Lucas es quien ofrece el texto original de esta sentencia y su mejor composición. En el se ve totalmente claro que se trata de una llamada a la conversión, en vista del juicio escatológico, revestida de parábola. Con esta comprensión pierde el texto la forma de regla de actuación por motivos de carácter egoísta. En la composición de Mateo, en lugar de la relación a Dios, se encuentra como telón de fondo la relación al prójimo.
Eucaristía 1987/09



3.- Jesús es el perfecto cumplidor de la Ley, porque la ha cumplido con un amor cuya única medida es no tener medida.
"Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (/Jn/13/01).
Nos amó hasta el colmo, hasta el sacrificio de su vida. Esta es la Nueva Ley del cristiano. No hay que preguntarse ya hasta dónde es posible llegar sin pecar, sino cómo es posible llegar hasta el límite del amor. Porque la Ley comienza con "No matarás", pero se cumple y se perfecciona cuando uno está dispuesto a morir por sus enemigos.



4.- Jesús pide a quienes le sigan que presten una extremada atención a la Escritura, y a toda la Escritura: a la Ley y a los Profetas, porque la menor de sus afirmaciones adquiere una plenitud nueva a partir del momento en que se la considera con la perspectiva del Reino. Sin duda que Mateo no quiere afirmar que la totalidad de los preceptos de la Ley o de las afirmaciones proféticas tengan su desarrollo en el Evangelio, pero sí pretende que el conjunto de la Ley, el conjunto de los profetas constituyen la base necesaria sobre la que se edifica la novedad traída por Jesús. Los discípulos del Maestro no pueden plantear su vida sin conceder una gran dedicación a "entender" (cf. 13, 51: "entender" antes de "enseñar" a la manera del "escriba", v. 52), y después a "practicar" y, dada la ocasión, a "enseñar" el conjunto de la Escritura, de la Ley y de los Profetas.
Practicar, pero de forma "acabada", que va más allá que su significado primero. De hecho, en la continuación del discurso Jesús prolonga las exigencias antiguas. Para Él, ya no se trata sólo de evitar el homicidio; hay que renunciar también a toda palabra descomprometida, y emplearse lo más rápidamente que se pueda en las actuaciones posibles de reconciliación (vv. 21-26).
No se trata ya sólo de evitar el adulterio, sino que hay que evitar también la mirada impúdica y el deseo que ésta hace nacer (vv. 27-30).
Con respecto al divorcio, no se trata ya de atenerse únicamente a respetar el procedimiento; es necesario renunciar a toda separación de los cónyuges: fuera del caso de una "unión ilícita" (v. 31 s). No se trata ya sólo de evitar el jurar en falso; no hay que jurar, y por lo tanto, hay que atenerse a la verdad de la palabra, simplemente (vv. 33-37).
No se trata ya sólo de limitar la pena del culpable a lo correspondiente a su falta: hay que responder pacíficamente a la conducta del malo (vv. 38-42).
No se trata ya, en fin, de limitarse al amor al prójimo; hay que ir hasta el amor a los enemigos (vv. 43-47).
Este último párrafo formula algo más que una exigencia; explica el motivo de las novedades exigidas por Jesús.
El discípulo de Jesús es "hijo del Padre que está en los Cielos" (v. 45). Ahora bien, la sociedad de aquel tiempo tenía una teoría simple de las relaciones entre hijo y padre, una doctrina impuesta por el marco artesanal que regía aquella sociedad. El aprendizaje se hacía en casa; el hijo "no hacía nada por sí mismo sin que se lo viera hacer a su padre; y lo que el Padre hacía, debía hacerlo igual el Hijo" (/Jn/05/19).
La misma relación debe existir entre Dios-Padre y sus hijos; estos últimos no pueden mostrar su espíritu filial más que aplicándose a imitar al Padre. La característica de este Padre que está en los Cielos" es la "bondad" (20, 15), probada en el bien que hace a los "buenos" lo mismo que a los "malos". Por lo tanto, imitando este amor universal es como los discípulos se mostrarán "hijos del Padre que está en los Cielos", y como serán "perfectos como el Padre celestial es perfecto".



He aquí una primera razón por la cual puede llamarse "superior" la justicia del discípulo: la reducción de los preceptos a un centro simple y claro, pero al mismo tiempo rico en movimiento. Al discutir el caso del divorcio (v. 31: "El que despide a su mujer déle libelo de repudio"), Jesús cita un texto del Deuteronomio (24,1); sin embargo, aun sabiendo que el Deuteronomio es palabra de Dios, lo juzga secundario respecto a un pasaje del Génesis (1,27; 2,24; cfr. Mt 19,3-9). Por tanto, hay textos y textos; algunos son más importantes y otros menos; los primeros revelan la intención profunda y originaria de Dios; los segundos pagan tributo a la dureza de corazón de los hombres. Con ello Jesús ofrece a los escribas una lección de método: para descubrir la voluntad de Dios hay que ser capaces de hacer una lectura global de la Escritura; una lectura que sepa distinguir entre lógica de fondo y sus expresiones parciales, provisionales y fundamentalmente caducas. Esta es la segunda razón por la cual la justicia del discípulo puede llamarse superior.
Bruno Maggioni, El Relato de Mateo, Edic. Paulinas/Madrid 1982.Pág. 65



6.- Continúa el sermón del monte, iniciado hace dos domingos. La designación de los discípulos como sal y luz del mundo puede ser la razón por la que Mateo ha dado cabida a las afirmaciones de Jesús sobre la Ley. Esta, en efecto, era para los judíos la sal y la luz del mundo. ¿Cuál es su puesto y razón de ser si ya no es ella la luz y la sal, sino los discípulos? No he venido a abolir, sino a dar plenitud (v. 17). Mientras existan el cielo y la tierra, la Ley no perderá punto ni coma de su valor (v. 18). En el original ambas afirmaciones están en relación de efecto y causa, y por lo mismo la segunda afirmación, enunciando la vigencia de la Ley, constituye el punto de partida. Puesto que la Ley tiene validez y vigencia perpetuas, la Ley no puede ser abolida. Los siguientes versículos 19-20 extraen la conclusión lógica: la Ley, pues, debe ser enseñada y practicada en todos sus detalles por el discípulo de Jesús, quien deberá descollar en ello más incluso que los que dentro del judaísmo han hecho de la Ley la guía y norma de conducta.
Sin embargo, la primera afirmación del v. 17 deja ya entrever que la no abolición de la Ley no significa su mantenimiento mecánico y material. Dar plenitud es completar en línea de sentido y de significado. El v. 17 enuncia que Jesús no ha venido a anular la Ley de Moisés ni las enseñanzas de los profetas, sino a darles su verdadero significado. El resto del texto recoge cuatro ejemplos concretos de esta dinámica de plenitud.
Primer ejemplo (vs. 21-26). Ley: no matar; sentido pleno en la línea de erradicación de la ira y del insulto, trastienda del asesinato. El discípulo de Jesús no puede contentarse con no matar: debe ser generador activo de concordia, no dando pie a que nadie se sienta ofendido.
Segundo ejemplo (vs. 27-30). Ley: no cometer adulterio; sentido pleno en la línea de erradicación del deseo y deleite libidinosos, trastienda del adulterio. El discípulo varón no puede contentarse con no tener relaciones sexuales con la mujer, de otro; debe saber tener limpieza de intenciones. La Ley y la plenitud están redactadas desde la perspectiva del varón, en consonancia con las condiciones socioculturales de la época.
Mateo añade unas frases gráficas sobre el ojo y la mano, que Marcos sitúa en un contexto diferente. La función de las mismas es dar seriedad y urgencia a lo que en este segundo ejemplo se dice.
Tercer ejemplo (vs. 31-32). Ley: en caso de divorcio dar a la mujer un acta de separación, que la proteja de futuras veleidades del ex marido; sentido pleno en la línea de reconocimiento y valoración de la mujer.
De lo que en este ejemplo se trata no es del divorcio, que más bien se presupone, sino de la mujer, ser de segundo orden en la consideración social y jurídica de la época. En un supuesto de divorcio, el acta de separación garantizaba a la mujer un mínimo de reconocimiento y de valoración. Jesús pide avanzar en esta línea reconociendo a la mujer idéntica capacidad jurídica y moral que al varón.
Cuarto ejemplo (vs. 33-37). Ley: cumplir lo prometido bajo juramento; sentido pleno en la línea de ser personas serias y de palabra.
Comentario. Las afirmaciones iniciales del texto. (vs. 17-20) están catalogadas entre las de mayor dificultad dentro del Evangelio de Mateo por su defensa de la Ley, lo que parece más bien propio de un rabino que de Jesús. No son pocos los exégetas ilustres que niegan a Jesús la paternidad de dichas afirmaciones y ven en ellas una creación de los cristianos de origen judío, quienes habrían puesto en labios de Jesús lo que ellos pensaban acerca de la Ley. "Estos sentimientos han sido puestos en boca de Jesús, pero es absolutamente improbable que él pensara o hablara así" (T. W. Manson, Los dichos de Jesús).
Es, sin embargo, la propia matriz judía de esas afirmaciones la que avala la atribución de las mismas a Jesús, judío inmerso como el que más en la corriente de savia y de tradición de su pueblo, y que por lo mismo puede desconcertar a quienes no estamos dentro de esa corriente. No me cabe la menor duda de que Mateo ha recogido palabras genuinas de Jesús, tal cual Jesús las pronunció, con toda la evocación y sabor de lo tradicional, pero a la vez con toda la fuerza y frescor de lo novedoso.
El texto de hoy plantea, en última instancia, el eterno problema de la letra y el espíritu, de lo esencial y lo accidental, de lo permanente y lo cambiante. Determinar en cada caso o situación qué es, qué puede ciertamente ser problemático, pero a la luz del texto de hoy, es evidente que no se debe renunciar a ninguno de los componentes de las binas. Más adelante encontraremos el siguiente símil para describir al discípulo de Jesús: "viene a ser como un amo de casa que saca de su arcón cosas nuevas y antiguas" (13, 42). El discípulo de Jesús será luz y sal en la medida en que, sin renunciar a ninguno de los componentes, los sepa conjugar adecuadamente.
Alberto Benito, Dabar 1990/14



La Ley y los Profetas, los escritos sagrados del AT como tales, no tienen para nosotros ninguna obligatoriedad. Pero tampoco han venido a carecer de importancia, sino que siguen en vigor, pero en su última perfección dada por Jesús.
Él ha dicho de una forma definitiva cómo hay que llevar a cabo la voluntad de Dios de un modo efectivo; una vez que Jesús "vino a dar cumplimiento" ya no podemos volver al AT para cumplirlo nosotros. Si leemos este Libro, sólo podemos hacerlo a la luz de la revelación de JC.



Dos problemas dan la oportunidad a Jesús de hablar de la "nueva justicia" de los cristianos: el homicidio y los sacrificios.
Ambos eran juzgados por los judíos según móviles o formas externas. Pero Jesús reconoce una única y mucho más exigente razón de juicio: la caridad fraterna. Ya que Dios escruta los corazones y juzga según las intenciones.
Misa Dominical 1990/05



9.- Fragmento del discurso del Señor sobre la justicia nueva cuya aplicación recae aquí, principalmente, sobre el quinto mandamiento. Además del exordio general del discurso (v. 20) pueden distinguirse tres secciones:
Versículos 21-22: Cristo va más allá de la prescripción relativa al homicidio generalizando su aplicación a simples hechos injuriosos. El estilo es arcaico y el vocabulario típicamente judío, lo que explica, sin duda, que Lucas no haya recogido este texto pensando en sus lectores griegos.
Versículos 23-24: Pasaje independiente del anterior: hace de la caridad la condición esencial del sacrificio, haciéndose eco a este respecto del tema del sacrificio espiritual que ya se vislumbra en el Antiguo Testamento. Algunas palabras clave enlazan este pasaje con el anterior y permiten, en consecuencia, considerarle como antiguo. Lucas no lo recoge, puesto que la alusión a los sacrificios del Templo no interesa directamente a su público. Marcos da otra versión en Mc 11, 25.
Versículos 25-26: No parecen estar en su lugar original: Lc 12, 58-59 parece más primitivo cuando los introduce en otro contexto.
a) Hay que tener presente, ante todo, las argucias de los escribas y los comentadores de la ley en torno al homicidio si queremos captar el alcance de la enseñanza del Señor. Para juzgar si había homicidio o no, los escribas enumeraban una serie de condiciones tan marginales unas como otras. Cristo establece un criterio nuevo de apreciación: la intención personal. Esta puede juzgarse más severamente que un homicidio, incluso aun cuando exteriormente no pase de ser una simple injuria.
En realidad, esta primera sección del Evangelio está compuesta, a su vez, por dos sentencias distintas. En la primera (vv. 21-22a) Cristo afirma que la simple injuria puede ser motivo de llevar a uno al "tribunal" con igual razón que un homicidio. El tribunal se refiere aquí al consejo de comunidad que, en el plano nacional (sanedrín) o local (en Qumrán, por ejemplo), gozaba del derecho de excomulgar a los miembros que han cometido falta. Gozaba así de una especie de derecho de vida y muerte discerniendo quiénes merecían y quiénes no pertenecer a la comunidad (Mt 10, 17; Jn 16, 2). No cabe duda de que una jurisdicción de este tipo existió en las comunidades cristianas primitivas (Act 5; 1 Cor 5, 1-4; 1 Tim 1, 20; Mt 18, 15-17).
La segunda sentencia (v. 22b-c) no constituye una especie de gradación con respecto a la primera parte. Simplemente dice las mismas cosas en otros términos. El "tribunal" no es ni más ni menos grave que el "sanedrín" o que la "gehenna". Se trata, igualmente, de la reacción de una comunidad que rechaza de su seno a los culpables. Pero mientras que las jurisdicciones judías no juzgaban más que sobre el exterior, las jurisdicciones cristianas tendrán que examinar atentamente, al igual que Dios, la intención de cada uno.
Para que Cristo pueda elaborar esa nueva jurisprudencia hay que admitir previamente dos principios: en primer lugar que Dios "escruta los corazones", mientras que el hombre se queda en el lado externo de las cosas (Jer 11, 19-20; 12, 1-3; 17, 9-11); en segundo lugar, que le asiste un perfecto derecho a exigir más de quienes se comprometen, en la nueva alianza, puesto que ésta "cambia el corazón" (Ez 36, 23-30; Jer 31, 31-34).
b) La segunda sección (vv. 23-24) trata de la necesidad de la reconciliación antes del sacrificio. Si antes de ofrecer su sacrificio un judío se acordaba de repente que estaba impuro (Lev 15-17), debía someterse a una serie de abluciones previas. Cristo pide al cristiano que tenga el mismo reflejo si se acuerda que está en desavenencia con alguno. En este pasaje Cristo no hace ya alusión a las prescripciones sobre homicidio, sino a las prescripciones sobre la pobreza ritual. La inspiración de las dos secciones es diferente, pero derivan del mismo deseo de establecer una justicia nueva, basada sobre la actividad interior y opuesta a todo formalismo y de la preocupación por subrayar que los vínculos entre el individuo y la asamblea cristiana son ahora de orden interior.
Que la asamblea cristiana que hace penitencia o que se presenta delante de Dios en la Eucaristía se examine para saber si, en este mismo momento, no se interponen numerosas voces acusadoras entre ella y Dios para poner obstáculos a su penitencia y a su ofrenda.
EU/CARIDAD: Generalmente no se advierte el nexo entre Eucaristía y caridad en su verdadera significación: se hace de la caridad una simple condición individual para participar en la Eucaristía o una exigencia moral para quienes han comulgado en ella, pero no se ve con suficiente claridad que Eucaristía y fe coinciden y que la caridad es también una obligación colectiva que descansa sobre la Iglesia misma y cada una de las asamblea eucarísticas.
Este culto al que se entrega el pueblo sacerdotal es el ejercicio de la caridad hasta el don total de sí para la salvación de la humanidad entera. Concretamente, decir que la Iglesia es un pueblo sacerdotal es considerarla, ante todo, allí donde es levadura en la masa, es decir, allí donde los cristianos, mezclados entre los hombres, viven durante toda su vida diaria su misión de congregar progresivamente a los hijos de Dios dispersos. Estas perspectivas, advirtámoslo, son extraños a las del sacerdocio levítico del Antiguo Testamento: demasiados cristianos lo ignoran. El pueblo sacerdotal del Nuevo Testamento no es un pueblo reunido en un templo para la oración y el sacrificio, un pueblo separado del resto de los hombres y entregado a actividades exclusivamente religiosas. Es, por el contrario, un pueblo directamente comprometido en plena masa humana, un pueblo de hombres y mujeres a quienes nada diferencia de los demás hombres y de las demás mujeres, sino la pertenencia al Cuerpo de Cristo, sino la participación en el acto en que Cristo, hoy como ayer, edifica el Reino de su Padre partiendo de los materiales de la historia humana. La responsabilidad sacerdotal del pueblo eclesial radica en esa actuación de la caridad y de Cristo hasta las fronteras de la humanidad.
El fruto propio de la misa es, precisamente, revestir al cristiano de un poder reconciliador que pertenece solo a Cristo.
Sería comprender mal la participación en la Eucaristía el no ver en ella más que la expresión de la vida de caridad ejercida por los cristianos. La prioridad de la celebración eucarística con relación al ejercicio concreto de la reconciliación con los hermanos expresa simplemente, en la existencia del cristiano, la prioridad absoluta de Jesucristo.
Maertens-Frisque, Nueva Guia de la Asamblea Cristiana III, Marova Madrid 1969.Pág. 54s



10.- "Se dijo (Dios dijo)... Pero yo os digo". ¿Se oponía Jesús a Dios? No a Dios, sino a la interpretación que los escribas hacían de la Ley. De hecho, Jesús va más lejos que las escuelas rabínicas de su tiempo: se sitúa al nivel del amor. A menudo, aferrarse a la ley es condenarse a un mínimo sin vida. El mínimo no es el amor, es sólo su caricatura. El que se contenta con la justicia de los fariseos -ya considerable- no ha descubierto aún el camino del Reino. La ley prohibía el homicidio, y Jesús condena la cólera. Además, no basta con expiar; también hay que reconciliarse con el hermano. ¿Cómo presentarse a la mesa de la reconciliación si el corazón sigue lleno de resentimientos? El Reino de Dios está ahí. Cuando llegue el Juez, no hay que estar enfadado con el hermano.
Dios cada día, Siguiendo El Leccionario Ferial, Cuaresma y Tiempo Pascual/Sal Terrae/Santander 1989.Pág. 34



3-11. "No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas...":
Entre los judíos o en la comunidad de Mateo circulaba el comentario sobre el rechazo de la Antigua Alianza por parte de Jesús (ley y profetas, o ley sola, indica el conjunto del Antiguo Testamento). Su anuncio sobre la proximidad del fin haría inútil la Ley. La respuesta nos indica que, más bien hay que tomar la enseñanza de Jesús como la radicalización de la ley: centrándola en lo que es esencial y pidiendo una obediencia en el corazón del hombre.
- "... antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley": No se trata de la observancia minuciosa de los preceptos de la ley, sino del cumplimiento de toda la ley. En Jesús el hombre se encuentra de cara con la exigencia absoluta de Dios.
- "Habéis oído que se dijo a los antiguos no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo...": El mandamiento del Decálogo significó un paso adelante frente al sistema de venganzas personales. Ahora, con Jesús, se profundiza el mandamiento en su radicalidad.
- "... si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar...": Esta referencia al culto del Templo podría provenir de la comunidad de Jerusalén, acostumbrada a participar. Ahora bien, si en el judaísmo la exigencia de reconciliación con el hermano tenía quizá relación con el miedo a macular el templo y el culto, aquí la exigencia tiene que ver exclusivamente con el respeto al hermano. No sólo todo acto de culto reclama una reconciliación previa, sino que además esta reconciliación es tan fundamental en el programa del Reino que pasa por encima del culto y puede llegar a interrumpirlo.
- "Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio": Nos encontramos aquí con una referencia conjunta a los mandamientos sexto y noveno. El adulterio significa una ruptura de la unión matrimonial, y Jesús lo mira desde la perspectiva del respeto al otro y no desde una perspectiva de pureza dualista. El paso del sexto al noveno mandamientos sólo puede ser entendido desde la concepción de que la mirada y la acción forman un todo inseparable: la concupiscencia de la mirada lleva hacia el gesto de posesión de la mujer que pertenece al prójimo.
- "El que se divorcie de su mujer... la induce al adulterio": El tema del divorcio aparecerá de nuevo en el evangelio de Mateo en el cap. 19; allá dará lugar a una enseñanza sobre la indisolubilidad de la unión matrimonial; aquí aparece en relación con el tema del adulterio: el repudio, permitido por la legislación judía, implica un adulterio.
- "Pues yo os digo que no juréis en absoluto": En el mundo antiguo el juramento acompañado de una invocación de la divinidad estaba mal visto por grupos religiosos bien diversos. Dios, de quien en el juramento judío sólo se hacía referencia de manera indirecta, es el soberano de todas las cosas y no algo a la disposición del hombre.
Incluso el hombre no dispone de sí mismo ("ni jures por tu cabeza"). Hay que volver a encontrar la sobriedad del lenguaje, porque la mentira, difundida por el Maligno en el mundo, ha creado la necesidad de juramentos.
Joan Naspleda, Misa Dominical 1990/04



-El v. 17 de MATEO, es una declaración de la actitud fundamental de Jesús respecto a "ley y los profetas", es decir, el A. T. en su totalidad. Jesús reconoce el A. T. como palabra de Dios; pero no como palabra definitiva, ya que precisamente para pronunciar esta palabra definitiva vino él al mundo. En consecuencia, Jesús no se presenta como un revolucionario religioso que rompa drásticamente con la herencia de Israel: "No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud".
Jesús da cumplimiento en su vida a todas las profecías, cosa que San Mateo no pasa por alto y constata aquí y allá a lo largo de su evangelio. Por otra parte, supuesta la ordenación a Cristo del A. T., todo lo que en él tenía un carácter transitorio, queda ya cumplido con la venida de Cristo y, por lo tanto, superado; por ejemplo, todo el culto véterotestamentario cede ante el sacrificio insuperable de la cruz.
Los preceptos morales de la Ley llegan a su plenitud en Cristo en un doble sentido: a) Porque Jesús es aquel que hace realmente toda la voluntad de Dios expresada en aquellos preceptos, de suerte que ahora cumplir la voluntad de Dios es para nosotros seguir a Cristo; b) Porque Jesús restituye los mandamientos divinos a su pureza proclamándolos con toda claridad y profundidad, derogando aquello que había sido ordenado a título de simple concesión por la dureza del corazón de Israel y reduciendo todos los preceptos al mandamiento del amor a Dios y al prójimo.
La justicia de los letrados (escribas) y fariseos que Jesús declara insuficiente para entrar en el Reino, era una justicia meramente exterior: la justicia de los "sepulcros blanqueados" (cfr. Mt. 23, 1-36; Lc 11 3-52). La ley mosaica era normativa para la vida pública de Israel y no sólo una ley civil. Por eso pudo llegarse en la práctica a una valoración excesiva de las obras exteriores y a un menosprecio de las actitudes interiores. Jesús vendría a corregir este defecto subrayando el valor de la intención: el que odia es ya un criminal, aunque no ejecute exteriormente el crimen y sea por ello jurídicamente punible. La Ley es sometida por Jesús a un proceso de interiorización a la par que es asentada en un nuevo principio: el amor que Dios derrama en nuestros corazones. De esta suerte, el imperativo ético se funda para los cristianos en el indicativo evangélico, es decir, el deber en el ser hijos de Dios. Es como si dijera: "Habéis oído en las sinagogas que Dios dijo a vuestros padres por medio de Moisés... Yo en cambio digo..." Así no habló nunca ningún rabí cuya misión era transmitir lo que él había aprendido y, a lo sumo, intentar una explicación de la Ley sin alterar o ampliar su sentido literal. Pero Jesús habla «como quien tiene autoridad» para corregir lo que la Ley contenía de provisional y para ampliar su sentido en lo que debía ser perfeccionada.
-En el sexto mandamiento Jesús ve algo más que la prohibición del adulterio, ve también la prohibición de cualquier deseo de adulterio.
También en el A. T. (Ex. 20, 17; Dt. 5, 21, en nuestro noveno mandamiento del Decálogo), se prohibía desear la mujer del prójimo; pero esto se entendía como un atentado contra la propiedad ajena.
Jesús subraya el aspecto moral y no tiene ya en cuenta aquella vieja concepción que hacía de la esposa una propiedad privada de su marido. Como diría San Pablo, en Cristo ya no hay diferencia entre judío y gentil, hombre y mujer; las discriminaciones son superadas en Cristo.
-El juramento es de suyo un reconocimiento y una confesión pública de la veracidad de Dios. Ahora bien, su uso sólo tiene sentido allí donde se supone un ambiente dominado por la mentira. El A.T. prohibía el perjurio y obligaba a cumplir las promesas hechas bajo juramento; pero Jesús quiere que sus discípulos sean hasta tal punto sinceros y veraces que no tengan ya por qué recurrir a juramentos. El mismo nunca usó en su vida el juramento.
Eucaristía 1972/16



13.- Quizá sorprenda encontrar un elogio tan preciso de la observancia de la ley en el Nuevo Testamento que nos tiene acostumbrados más bien a las diatribas de San Pablo y de Cristo contra la ley (cf. también: Jr 9, 23-24). Pero la interpretación escatológica dada por Mateo al tema del cumplimiento permite disipar esa sorpresa.
De hecho, la justicia del fariseo que obedece a la ley se limita a su observancia. No está en comunión con Dios, sino sólo con su observancia, y su tentación será siempre la de divinizar la ley.
La justicia del cristiano depende, a su vez, no principalmente de su observancia de la ley, sino del hecho de que los últimos tiempos se han cumplido en Jesús, puesto que ha sido el primero en lograr la obediencia a la ley en comunión con Dios. De ahí que sea importante que Mateo haya colocado el v. 17 antes de los vv. 18-19: así, entre el cristiano y la ley existe en adelante una mediación: la justicia que Cristo concede a los suyos, de tal suerte que el cristiano que obedece a la ley no lo hace para extraer de ella su justicia, sino más bien para poner de manifiesto la justicia adquirida en Jesucristo y que caracteriza los últimos tiempos porque es comunión con Dios.
Esta pretensión arrebata a la ley una de sus prerrogativas: su capacidad de justificar, confiada ahora a la comunión con Dios en Jesucristo. Esta justicia ha sido considerada blasfema por los fariseos que han clavado a Cristo en la cruz. Ahí es donde el cumplimiento de la ley ha sido llevado a su culminación porque Cristo ha obedecido a la sentencia de la ley, pero dentro de la más total comunión con su Padre. La Eucaristía nos proporciona la justicia de la cruz que suplanta la justicia de la ley en la medida en que ella nos permite observar la ley en la comunión con el Padre.
Maertens-Frisque, Nueva Guia De La Asamblea Cristiana Vi, Marova Madrid 1969.Pág. 42



14.- En el Reino de Dios uno será tal y como aquí haya vivido y enseñado. No solamente aquí en la tierra, sino también allí en el Reino de Dios hay cosas pequeñas y cosas grandes. La solicitud incluso en las cosas pequeñas determina la categoría en el reino de los cielos. Uno será tal como haya vivido y enseñado.
Jesús resalta firmemente el acto, el "hacer", el "practicar". Todo esto está lejos del orgullo intelectual: discutir de todo lo humano y lo divino.
La verdadera santidad no está "en la mente" se encarna en la humilde realidad cotidiana.



-¡No penséis que he venido a derogar la Ley o los Profetas!
La Ley y los Profetas era lo esencial de la Sagrada Escritura: expresión de la voluntad de Dios. Sería impensable que Jesús viniera a abolir lo que, durante siglos, había sido la concretización de la voluntad divina para todo un pueblo.
Y sin embargo, una cuestión grave surgía en tiempo de Jesús y durante los primeros años de la Iglesia: ¿qué debía conservarse de las costumbres antiguas y de las leyes de Moisés? ¿Había que continuar circuncidando a los niños? ¿era necesario santificar el sábado? ¿era preciso continuar ofreciendo sacrificios de animales degollados en el Templo de Jerusalén... cuando se era un discípulo de Jesús? ¿Se tenía que seguir absteniéndose de ciertas comidas prohibidas?
Es también una de las cuestiones más graves de todos los tiempos: ¿qué hay que conservar del pasado? ¿qué se debe cambiar? En los períodos de grandes mutaciones, cuando se agudizan los conflictos entre antiguos y modernos, entre tradicionalistas y progresistas.
Y esto sucede en todas partes: en los oficios y profesiones, en las familias, en la Iglesia. Escuchemos la respuesta de Jesús a esta cuestión capital.
-No he venido a "derogar", sino a "dar cumplimiento".
Para Jesús, no se trata ni de "conservadurismo estereotipado", ni tampoco de "revolución que lo cambia todo"... se trata de dar una vida nueva a lo que procede del pasado.
Una tradición no es forzosamente buena por el hecho de ser antigua. Del mismo modo una idea no es forzosamente buena por el hecho de ser moderna. Jesús nos dará múltiples ejemplos en las páginas siguientes de su sermón. Jesús propone una especie de síntesis armoniosa entre la tradición y el progreso: ¡el cumplimiento!
1. No reniega del pasado. El plan de Dios es "uno~. Lo que los antepasados vivieron y codificaron en épocas lejanas de la historia, era respetable... era un esbozo, un inicio. 2. Pero Jesús pretende "completar", "hacer que progresen" todas estas tradiciones. El plan de Dios se inserta en una evolución histórica. La vida, para progresar se desprende continuamente de las cáscaras viejas y de los vestidos usados.
Por muy paradójico que esto parezca, es evidente que el cristianismo, en relación al judaísmo, es a la vez ¡su perfecta continuidad y también su total novedad! La Iglesia se ha visto obligada a abandonar muchos de los usos y costumbres judías. Y, sin embargo, la Nueva Alianza es continuación de la antigua.
¡Señor! ayúdanos, con la Iglesia de HOY a saber unir esta doble exigencia: fidelidad a las tradiciones... audacia para la renovación.
-Os aseguro que no desaparecerá una sola iota o un solo acento de la Ley antes que desaparezcan el cielo y la tierra, antes que se realice todo.
La iota es la letra más pequeña del alfabeto hebreo. Importancia de las fidelidades. Jesús viene a "realizar" lo que sólo estaba "anunciado". No se puede volver atrás. Dios ha dicho su Palabra definitiva: "Después de haber hablado varias veces y de diversas maneras a los antepasados a través de los profetas, Dios, en el período final en que estamos, nos ha hablado por su Hijo que estableció heredero de todas las cosas..." (Hebreos 1, 1).
Así el Evangelio realiza y da cumplimiento a la Biblia: la revelación de Jesús aclara los pasajes del Antiguo Testamento.
Jesús no es el fundador de una nueva secta, es la Palabra última de Dios, Aquel que revela definitivamente la voluntad del Padre.
-El que cumpla y enseñe los más pequeños de estos preceptos será declarado grande en el Reino de Dios.
Una vez más, ¡Jesús subraya firmemente el acto, el "hacer", el "practicar"! Todo ello está muy lejos de ciertos orgullos intelectuales: la verdadera religión no está "en la mente", se encarna en la humilde realidad cotidiana.
Noel Quesson, Palabra De Dios Para Cada Dia 2, Evang. De Pentecostes A Adviento, Edit. Claret/Barcelona 1983.Pág. 12 S.



16.- Jesús intenta mostrar que el camino del cumplimiento profundo de la Ley no es el legalismo (que trata de interpretar, aprenderse y cumplir la letra de la Ley hasta el último detalle), sino el radicalismo que procede de interiorizar el talante y manera de actuar del Dios revelado en la Ley y los Profetas. Se trata de encontrar la clave que todo lo simplifica. Jesús nos presenta como botón de muestra una serie de casos: homicidio, adulterio, divorcio, perjurio. En ninguno de ellos se "facilita" la ley, se hace la vista gorda, se propone manga ancha. Pero, en lugar de fijar la atención sobre la "norma", el "precepto", cobra tal relieve la figura del hermano (obsérvese cuántas veces se repite esta palabra), de la mujer (tan injustamente discriminada y considerada) y de uno mismo (que tiene derecho a mostrarse con sencillez y sinceridad como es, sin necesidad de juramentos), que el respeto al hermano, a la mujer, a uno mismo, se hace radical, es decir, llega a introducirse y adueñarse de aquel lugar donde está la raíz de todo comportamiento, nuestro mismo corazón.
La plenitud de la Ley no consiste sólo en la bondad de la acciones, sino en la bondad del propio corazón, cuyas actitudes han interiorizado las de Dios y su proyecto del Reino.
Jesús María Alemany, Dabar 1987/15