“YO SOY TU RESURRECCIÓN”
ORACION COLECTA
Te rogamos, Señor Dios nuestro que
tu gracia nos ayude, para que vivamos siempre de aquel mismo amor que movió a
tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo. Por Nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de
Ezequiel 37,12-14
Así dice el Señor: «Yo mismo
abriré sus sepulcros, y los haré salir de sus sepulcros, pueblo mío, y los
traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra sus sepulcros y los saque de sus
sepulcros, pueblo mío, sabrán que soy el Señor. Les infundiré mi espíritu, y vivirán;
los colocaré en su tierra y sabrán que yo, el Señor, lo digo y lo hago.»
Oráculo del Señor.
SALMO
RESPONSORIAL (129)
Del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa
Desde
lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz, estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. R.
Si
llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?. Pero de ti
procede el perdón, y así infundes respeto. R.
Mi
alma espera en el Señor, espera en su
palabra; mi alma aguarda al Señor, más
que el centinela la aurora. Aguarde
Israel al Señor, como el centinela la
aurora. R.
Porque
del Señor viene la misericordia,
la
redención copiosa; y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Romanos 8,8-11
Los que viven sujetos a
la carne no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están sujetos a la carne,
sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no
tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en ustedes,
el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación
obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita
en ustedes, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará
también sus cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en ustedes
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Juan 11, 1-45.
En
aquel tiempo, [un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su
hermana, había caído enfermo. (María era la que ungió al Señor con perfume y le
enjugó los pies con su cabellera: el enfermo era su hermano Lázaro).
Las
hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo: Señor, tu amigo está enfermo.
Jesús,
al oírlo, dijo: Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para
la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús
amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo,
se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo
entonces dice a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea. [Los discípulos le
replican: Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver
allí? Jesús contestó: ¿No tiene el día doce horas?. Si uno camina de día, no
tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza,
porque le falta la luz.
Dicho
esto añadió: Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo.
Entonces
le dijeron sus discípulos: Señor, si duerme, se salvará. (Jesús se refería a su
muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.).
Entonces
Jesús les replicó claramente: Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de que
no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.
Entonces
Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: Vamos también nosotros,
y muramos con él. ].
Cuando
Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. [Betania distaba poco de
Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a
María, para darles el pésame por su hermano. ] Cuando Marta se enteró de que
llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo
Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero
aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.
Jesús
le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta
respondió: Sé que resucitará en la resurrección del último día.
Jesús
le dice: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees
esto?.
Ella
le contestó: Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que
tenía que venir al mundo.
[Y
dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: El Maestro
está ahí, y te llama.
Apenas
lo oyó, se levantó y salió a donde estaba él: porque Jesús no había entrado
todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los
judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba
y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí.
Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. ].
Jesús,
[viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban,
sollozó y] muy conmovido preguntó: ¿Dónde lo habéis enterrado?. Le contestaron:
Señor, ven a verlo. Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡Cómo lo
quería!.
Pero
algunos dijeron: Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber
impedido que muriera éste?
Jesús,
sollozando de nuevo, llegó a la tumba. (Era una cavidad cubierta con una losa.).
Dijo Jesús: Quitad la losa.
Marta,
la hermana del muerto, le dijo: Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días. Jesús
le dijo: ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?.
Entonces
quitaron la losa.
Jesús,
levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has
escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me
rodea para que crean que tú me has enviado.
Y
dicho esto, gritó con voz potente: Lázaro, ven afuera.
El
muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un
sudario. Jesús les dijo: Desatadlo y dejadlo andar.
Y
muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho
Jesús, creyeron en él.
COMENTARIO
En su diálogo con Martha, Jesús pide un sí que es capital para nuestras
relaciones con él: “Yo soy la resurrección y la vida. El que tiene fe en mí,
aunque muera, vivirá. Y todo el que está vivo y tiene fe en mí, no morirá
nunca. ¿Crees esto?”. Como es lógico, nos apresuramos a responder: ¡Espera! Tú
eres la vida”.
Pero. ¿Qué clase de vida? Nosotros somos seres vivos. ¿Qué añade él a
nuestra vida? En realidad, somos pequeños vivientes, bajo la asechanza de la
muerte. Jesús quiere hacer de nosotros vencedores de la muerte. En el largo y
dramático relato de la resurrección de Lázaro, se evocan y se entremezclan tres
tipos de muerte: la de Lázaro, la de Jesús y la nuestra. Cuando emprende su ida
a casa de Lázaro, Jesús sabe que la muerte planea también sobre él: “Hace nada
querían apedrearte los judíos, ¿y vas a ir allí otra vez?”.
Cuando ve la enorme pena de María, Jesús también se siente conmovido y
apenado. Siente profundamente toda la miseria de la condición humana, llora al
amigo, comulga de la pena de sus hermanas y piensa en su muerte que esta ya
cercana. Nunca había estado tan sumergido en
nuestras tristezas.
Los que estaban a su lado se dijeron: “Vean cuanto quería a su amigo”.
Pero también se extrañan, lo mismo que nosotros: “¿Es este aquel hombre tan
poderoso que decía: “Vengo a traerles la
vida. Yo soy la resurrección y la vida?”. No es al margen de
nuestras penas, de nuestros dramas ni hasta de la muerte como quiere
Jesús hacernos vivir en plenitud.
En lo más profundo de esta miseria que él soporta con nosotros, va a
dar una señal esplendorosa de la vida
que vence a la muerte.
Se pone en pie y grita: “¡Sal fuera!”. Como siempre, ante un signo
hemos de comprender que se trata de un signo, es decir de una invitación a ir más lejos.
La resurrección de Lázaro es una victoria sobre la muerte, pero una
victoria provisional. Jesús no resucitará como Lázaro. ¡Es algo muy distinto!
Esta vez se tratará de una victoria total sobre la muerte.
La entrada en una vida “eterna”, no solamente en el sentido de
ilimitada sino de vida distinta. Humana, desde luego, pero con características
y dimensiones diferentes. Esta vida distinta es la que nos ofrece: ¡Enseguida!
De ahí precisamente aquel: “he venido para que vivan”. Y también aquella
afirmación extraordinaria porque está en presente: “Quién oye mi mensaje, posee
vida eterna, ya ha pasado de la muerte a la vida” (Jn 5, 24). Jesús fue
“resurrección” para él y será “resurrección” para nosotros. Acto de fe difícil,
pero que todos hacemos.
O que no acabamos de ver bien es como Jesús es ya resurrección. No son
cosas fáciles de concebir. Creemos que María
los santos pasaron de este modo inmediatamente de una pura y luminosa
vida de amor aquí abajo a la plenitud eterna, pero nosotros probablemente
arrastraremos hasta el final una vida mezclada de muerte, porque no abrimos
suficientemente nuestra compuertas a la vida de Cristo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos al Señor nuestro Dios. Él es Dios de vivos y no de muertos, digámosle: Señor,
tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, intercede por nosotros.
1.-
Por la Iglesia, que ha recibido la misión de anunciar al que es la resurrección
y la vida. Roguemos al Señor.
2.-Por
los que viven su vida disminuida, en condiciones deplorables, lo que carecen de
lo necesario, los enfermos, los drogadictos, los presos y condenados a trabajos
forzados, los que son víctimas de odio y la represión, los que están
desesperados. Roguemos al Señor.
3.-
Por los responsables de tantos crímenes por los que, llevados por el odio y la
venganza, dan muerte en su corazón al prójimo. Roguemos al Señor.
4.-
Por los médicos y todos los hombres de ciencia que trabajan por mejorar la
calidad de vida de las personas y para prologarla. Roguemos al Señor.
5.-
Por los que entregan su vida por amor a los demás. Roguemos al Señor.
6.- Por nosotros aquí presentes, por nuestras
intenciones. Roguemos al Señor.
Señor Dios nuestro: tu Hijo Jesús entrego subida por nosotros para
que tengamos vida, vida en plenitud; desde lo
hondo gritamos a ti, escucha nuestra voz. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Escúchanos, Dios Todopoderoso, tu que nos has iniciado en
la fe cristiana, y purifícanos por la acción de este sacrificio. Por Jesucristo
nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Te pedimos, Dios Todopoderoso que
nos consideres siempre entre los miembros de Cristo, cuyo Cuerpo y Sangre hemos
comulgado. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA
DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 03: Dn.13,
1-9.15-17.19-30.33-62; Sal 22; Jn. 8, 1-11.
Martes 04: Nm 21, 4-9; Sal
101; Jn. 8, 21-30.
Miércoles 05: Dn. 3,
14-20.91-92.95; Dn 3, 52-56; Jn. 8, 31-42.
Jueves 06: Gn. 17, 3-9, Sal
104; Jn. 8, 21-59.
Viernes 07: Jr. 20, 10-13;
Sal 17; Jn. 10, 31-42.
Sábado 08: Ez. 37, 21-28;
Jr. 31, 10-13; Jn. 11, 45-57.
Domingo 09: Is. 50, 4-7; Sal
21; Flp. 2, 6-11; Mt. 27, 11-54.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Jn 11. 1-45
A la hora de interpretar un texto del cuarto evangelio hay que tener en
cuenta la peculiar técnica de composición empleada por su autor: yuxtaposición
de un doble plano, de superficie y profundo. El plano de superficie es el de la
dimensión empírica de los acontecimientos: es el plano de los interlocutores de
Jesús. El plano profundo es el del significado que los acontecimientos
encierran dentro de sí. El significado nunca es empírico ni verbal; hay que descubrirlo
y hacerlo palabra y esto es obra del intérprete. En el cuarto evangelio Jesús
se mueve habitualmente en este plano profundo; sus palabras representan la
labor interpretativa y verbalizadora de Juan del significado de la persona de
Jesús. No son, pues, una reproducción del lenguaje materialmente empleado por
Jesús, ni deben situarse al mismo nivel que las palabras de los interlocutores;
en otras palabras: Jesús nunca habló como lo hace en el cuarto evangelio y, sin
embargo, es profundamente verdad todo lo que el "dice" en el cuarto
evangelio.
Una buena metodología para entender un texto de Juan será, pues, separar
los dos niveles de lenguaje que en él se entremezclan. En el texto de hoy
tendríamos las siguientes secuencias. Nivel de superficie: vs. 1-3. 5-8. 12-13.
16-22. 24. 28-39. 41a. 43-45. Nivel de significado: vs. 4. 9-11. 14-15. 23.
25-27. 40. 41b-42.
v. 4:El sentido de estas palabras no es inmediatamente evidente. Se
esclarecerá más adelante a través de la siguiente afirmación: "No hay amor
más grande que dar la vida por los amigos" (Jn 15.13). Juan puede poner
legítimamente esta afirmación en labios de Jesús, porque responde a algo
concreto vivido por Jesús. En efecto, la muerte de Lázaro va a ser el motivo
determinante de que Jesús vaya a Judea (Betania dista unos tres kilómetros de
Jerusalén, v. 18). Ahora bien, dadas las circunstancias (cf. vv. 8 y 16), Jesús
no puede ir a Judea sin grave riesgo para su vida.
La demora de dos días en ir a visitar al amigo (v. 6) no obedece a una
conciencia sabedora de su poder; sería un juego sádico por parte de Jesús y no
explicaría adecuadamente su llanto posterior.
La demora tiene otra explicación: el cerco mortal que los adversarios de
Jesús han montado en torno a Él. Por eso nos estremece tanto el llanto de Jesús
por su amigo muerto: expresión dramática de amor y confesión impotente de una
forzada tardanza (v. 35; cf. vv. 21 y 32). Pero el amor por su amigo puede más
que el cerco y al fin Jesús consigue burlarlo; aunque sólo momentáneamente,
porque la visita la terminará pagando con su propia vida (cf. Jn 11. 49-50/53).
Para Jesús es más importante un amigo que la propia vida. Esto lo demuestra
prácticamente: desafía a la muerte yendo a ver a Lázaro.
Ahora bien, para Juan el amor constituye la esencia misma de Dios (cf. 1
Jn 4. 8); el amor es la gloria de Dios. El desafío a la muerte que supone el ir
a ver a Lázaro es el timbre de gloria que manifiesta quién es Jesús. Ahora
podemos entender el v. 4. La enfermedad de Lázaro no es para muerte, sino para
manifestar palpablemente la gloria de Dios, es decir, el amor que Dios tiene,
revelado a través de su Hijo (cf. v. 42). La visita a Lázaro es la ocasión de
la glorificación de Jesús, es decir, la ocasión que va a propiciar la
posibilidad de amar desafiando a la muerte. De ahí que en el cuarto evangelio
la glorificación vaya unida a la muerte; más aún, en la muerte consiste
precisamente la glorificación (cf. Jn 12. 24/27-28/32-33; 13. 31-32; 17. 1-2).
De esta manera, el relato de la muerte y resurrección de Lázaro, Juan lo
ha compuesto en clave simbólica: Lázaro es símbolo de Jesús. Y lo que es más
importante para el hombre: Lázaro es símbolo de la destrucción del destino
inexorable y de la fatalidad. El hombre no es ya un ser para la muerte. El
símbolo es una realidad en Jesús: El es la resurrección y la vida (v. 25). ¡Qué
fantástico sería si a la pregunta "¿Crees esto?", respondiéramos como
Marta: "¡Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que
tenía que venir al mundo!" (v. 27).
Dabar 1978/18
2. MU/RS
Jesús inicia la subida a Jerusalén que, sus discípulos ya lo saben, es
una marcha hacia la muerte (cf. Jn 7.1/8). Y no sin reticencia ni humor negro
aceptan los discípulos el seguir a Jesús en ese viaje (vv. 8/12/16) Pero Jesús
quiere hacer comprender de entrada a sus apóstoles incrédulos que esa subida a
Jerusalén se terminará con la victoria de la vida sobre la muerte y el don de
la vida a través de la muerte misma.
a)El relato de la resurrección de Lázaro está pensado todo él como la
más adecuada ilustración de esa paradoja entre la vida y la muerte. Jesús
espera a que su amigo enfermo haya muerto realmente (vv. 5/17/39): quiere
revelar así su imperio sobre la muerte en el momento en que la muerte se va a
apoderar de él.
Otra paradoja es el hecho de que el haber devuelto la vida a un muerto
precipite su propia muerte (v. 47).
b)Como sucede siempre en san Juan, la obra realizada por Jesús está
destinada sobre todo a revelar su personalidad divina (tema de la gloria en el
v. 40). El relato de la resurrección de Lázaro no se sustrae a esa ley.
Mientras que Marta cree sólo en una resurrección al final de los tiempos (v.
24), Jesús revela que es Él mismo esa resurrección (Yo soy:v. 25): no sólo
ahora, sino sobre todo más tarde, en el momento de su propia victoria sobre la
muerte a la que, para Juan, le prepara su divinidad.
c)El relato que Juan hace de la reanimación de Lázaro está evidentemente
compuesto con la intención de prefigurar el drama pascual: en el deceso de su
amigo Lázaro es la muerte la que se presenta ante Jesús y este se
"turba" ya como en Getsemaní (v. 33). Pero los signos de la
resurrección de Jesús están ya reunidos en el relato de Lázaro: las lágrimas de
María ante la tumba (v.33; cf. Jn 20. 11), el sepulcro y la pesada piedra (vv.
38-40; cf. Jn 20. 1), las vendas (v. 43; cf. Jn 20. 5), y sobre todo el hecho
de que se hubiera "dejado" a Lázaro irse (v. 44; cf. Jn 20. 17). S.
Juan, que creyó ante el sepulcro vacío de Pascua, descifra ya en la muerte y la
reanimación de Lázaro la Pascua de Jesús. Juan no nos ofrece el menor detalle
sobre las impresiones de Lázaro resucitado, sobre lo que ha podido ver en la
muerte, sobre lo que experimenta al ser devuelto (provisionalmente por lo
demás) a la vida terrestre. Esto no tiene para él interés alguno: no piensa en
absoluto que la vida cristiana sea una especie de estado paradisíaco prematuro
concedido al hombre por simple arbitrariedad de un Señor todopoderoso e
independientemente de toda decisión del hombre mismo.
Para Juan, las "vueltas a la vida" operadas por Jesús son ante
todo "signos" de la actividad misma de Dios, que es vida, en el seno
de todas las actividades humanas, comprendida la muerte. La lectura del milagro
de la resurrección no tiene, pues, sentido, si no es animada por la intencionalidad
religiosa de la fe.
Dentro de esta perspectiva interesa más saber quién es Jesús que lo que
fue de Lázaro; interesa más saber que en Jesús ha encontrado Lázaro un medio de
comulgar con la vida en el seno mismo de la muerte: en eso radica la fe y ese
conocimiento es muy distinto del que manifiestan Marta y María cuando afirman
su creencia en una resurrección escatológica.
Maertens-Frisque,
Nueva Guia de la Asamblea Cristiana III, Marova Madrid 1969.Pág. 199
3. D/V.
El relato nos presenta la acción significativa de un Dios que se
manifiesta partidario de la vida. Jesús se expresa como alguien tremendamente
humano a quien un profundo dolor le hace llorar.
Dios se duele por la muerte de los hombres. Sin embargo, es frecuente
que el hombre mate, física o moralmente, en nombre de Dios. Las mismas personas
que leían en la sinagoga lo escrito por el profeta: "No quiero la muerte
del pecador, sino que se convierta y viva", mataban a pedradas a ciertos
predicadores y, sobre todo, a pecadoras. Al grito de ¡Dios lo quiere!, los
cruzados de todos los tiempos han practicado algo tan sin sentido como matar
"en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" a quienes
llamaban infieles. Así, el mártir Santiago se convierte en modélico
"matamoros". Aún hoy, podemos encontrarnos pidiéndole a Dios que baje
cierto fuego del cielo para castigar a sus enemigos, sin pensar que él no tiene
enemigos, sino hijos. Todavía seguimos usándolo como instrumento de dominio
sobre los hijos o los inferiores: el niño Jesús no haría eso, la voz del
superior es la voz de Dios...
Eucaristía 1990/16
La distancia y el riesgo puede ser razón explicativa de la tardanza de
Jesús en acudir a ver a su amigo, pero no son razón para esperar "dos
días", como se afirma en el v. 6. Este v. es un caso concreto de
formulación no empírica, sino interpretativa.
Hace dos domingos veíamos que Jesús se quedaba también "dos
días" en el pueblo de los samaritanos (Jn 4. 40). A continuación de esos
dos días el autor presenta a Jesús curando a una persona que está a punto de
morir (Jn 4. 46-54). Los dos días son un recurso del autor para poner a Jesús a
las puertas del tercer día y de lo que esta expresión significaba en la
tradición cristiana cuando él escribía su Evangelio. Jesús es lo que significa
el tercer día, es decir, resurrección, vida. Los dos días de espera no obedecen
a la crónica de los hechos, sino al quehacer teológico del autor.
-Gloria no tiene en esta frase el sentido sociológico de la fama y honor
resultantes del hecho de resucitar a Lázaro, sino el sentido esencial de lo que
son Dios y su Hijo. El término castellano gloria está usado en el sentido
etimológico del término hebreo correspondiente y significa peso, consistencia.
El autor quiere que leamos este relato como una manifestación de lo que son en
sí mismos Dios y Jesús, una manifestación de lo que es su esencia de personas y
que como tal les caracteriza. En otras palabras, el relato quiere poner de
manifiesto que Dios y Jesús son vida.
El diálogo de Jesús con sus discípulos en los vs. 7-16 es el primer acto
de la manifestación. Un acto en el que coexisten, sin invalidarse mutuamente,
los dos niveles de la realidad: el empírico (Lázaro ha muerto) y el profundo
(Lázaro está dormido). Crudeza y dulzura. Un acto en el que, decidiendo acudir
a donde está Lázaro, el portador de vida sume la posibilidad de su propia
muerte.
El segundo acto es el diálogo de Marta y de Jesús (vs. 17-27). El acto
se abre con la crudeza de lo empírico. Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya
cuatro días enterrado. Y con la muerte, la tristeza y la solidaridad humanas
ante lo inevitable. En este contexto Marta representa lo máximo a lo que un
creyente judío podía llegar: la fe en una resurrección al final de los tiempos.
Marta cree, en definitiva, que lo inevitable no es definitivo, pero su
perspectiva es a largo plazo, en el futuro. Es en estas coordenadas cuando
suena nítida la frase: Yo soy la resurrección y la vida. En esta frase nada es
futuro: todo es presente, con la presencia empírica y constatable de la persona
que la pronuncia.
El futuro del que habla Marta se adelanta y se acerca al presente hasta
hacerse uno con él. Yo soy la resurrección y la vida. Aquí no hay ya espera,
sólo hay acontecimiento. ¿Crees esto? Es la pregunta crucial del relato.
El tercer y definitivo acto es la realización de lo formulado
verbalmente en los dos anteriores, la verificación de las palabras de Jesús.
Retorna al esquema narrativo de salir de algo para acudir a donde está Jesús,
que veíamos hace dos domingos. Retorna el caso del invidente del domingo
pasado. Da la sensación que el autor quiere hacer confluir aquí todo lo escrito
con anterioridad. Aquí están efectivamente los judíos y los discípulos, es
decir, dos personajes clave en la obra. Aquí están, sobre todo, Jesús y el
Padre. Es el momento culminante en lo que llevamos de Evangelio. La reiterada
conmoción de Jesús así lo resalta. Es la única vez que aparece este dato en
todo el cuarto evangelio. La crudeza de lo empírico es tan total que se hace llanto
en el portador de vida. Pero con el mismo realismo de lo empírico emerge lo que
Jesús y el Padre son y transmiten: Lázaro vive.
Comentario: No nos hallamos ante un texto prepotente, sino ante un texto
indefenso, con la indefensión de quien pregunta. ¿Crees esto? El texto nos dice
que Dios es vida en el sentido más literal del término y que esta vida la hace
creíble Jesús. ¿Crees esto? El texto es fundamentalmente una invitación a ir al
encuentro de Jesús y a descubrir la realidad plena de su persona. Sí, Señor: yo
creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Tres facetas diferentes de la persona de Jesús.
Sólo después del encuentro con Jesús podremos entender una frase tan
inaudita como la siguiente: no morirnos nunca. Entenderla y tener certeza de
ella. ¿Crees esto? El texto no niega nada de la realidad; sencillamente ahonda
en ella y amplía su alcance allí donde éste parece tener un límite: la muerte.
El texto no niega la muerte: sencillamente afirma que la muerte no es el límite
de la realidad humana. ¿Crees esto? Sal al encuentro de Jesús y descubrirás que
todo es real y verdadero.
Dabar 1990/21
5. FE/RS.
Como a Marta, me queda una etapa por franquear. Sé muy bien por todo lo
que he aprendido, que resucitaremos en el último día. Ante el sufrimiento y la
muerte, puedo apoyarme en el dogma; puedo recitar mi catecismo, como lo recita
Marta: "Le dice Jesús: Tu hermano resucitará. Le respondió Marta: Ya sé
que resucitará en la resurrección, el último día", pero el dogma no me
aporta nada si no descubro que la resurrección no es un momento en el tiempo
sino que es alguien. "Jesús le respondió: Yo soy la resurrección".
Comprendo entonces que puedo sobrevivir más allá de la muerte si existe otro,
eterno, que me ame con un amor tan grande que me acoja en él. Sólo puedo ser
inmortal en Dios porque Dios es amor. "El que cree en mí, aunque muera
vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás, ¿crees esto?".
Alain Grzybowski, Bajo el signo de la Alianza, Narcea /Madrid 1988.Pág.
95
6. J/V
Sería desconocer lo más elemental del cuarto evangelio quedarse en la
simple consideración de la escena como tal. El evangelista ha seleccionado este
gesto de Jesús para acentuar lo que en el signo se halla significado. No se
trata simplemente de afirmar el poder de Jesús sobre la muerte. La enseñanza va
en la dirección siguiente: los discípulos, los creyentes, se hallan tan
íntimamente unidos a Cristo que ni la muerte puede separarlos.
Dicho con las palabras del evangelista: el creyente no morirá para
siempre. Esta enseñanza se halla concentrada en la conversación entre Marta y
Jesús cuando dice: Yo soy la resurrección y la vida.
Precisamente por eso, la resurrección de Lázaro no puede ser considerada
simplemente como un milagro realizado por Jesús, sino como un signo que
demuestra el poder eficaz de la fe: el resultado de la fe es la posesión de la
vida eterna ya en el momento presente, por parte del creyente. No es necesario
esperar hasta el "último día" para la posesión de la vida eterna,
como lo pensaba Marta participando de la creencia del judaísmo.
El significado que acabamos de apuntar no se halla condicionado por la
historicidad de lo ocurrido en aquel pequeño pueblo llamado Betania. Pero, por
otra parte, es imprescindible remitir a las resurrecciones enumeradas por los
Sinópticos (Mc 5. 15ss; Lc 7. 11ss.). Más aún, Juan no hubiese recordado la
historia si no hubiese creído que había tenido lugar. Y ello porque su
convicción más profunda es que el Verbo se hizo hombre y manifestó su gloria en
sucesos históricos. No se trata, por tanto, de una simple alegoría inventada en
función de una enseñanza.
En esta historia, como es habitual en el cuarto evangelio, se recurre
con frecuencia a la ambigüedad de las afirmaciones. Por ejemplo: esta enfermedad
no es para la muerte. Lázaro, sin embargo, murió. Pero se halla latente otro
pensamiento: la muerte no tendrá poder sobre él, cuando Jesús haga acto de
presencia en Betania. Jesús se presenta como la vida desafiando la muerte y
venciéndola en su terreno, en un hombre del que ya se había adueñado.
El pensamiento del evangelista no se agota ahí. La resurrección de
Lázaro provoca en los enemigos de Jesús el deseo y la decisión de darle muerte.
Matar al que es capaz de dar la vida a un muerto arrancándolo del sepulcro.
Otra ambigüedad tenemos en el uso que se hace de la palabra
"sueño" (vv. 11ss.). Los discípulos no entienden este lenguaje
ambiguo: el sueño significaba la muerte; el despertarlo, significaba la
resurrección.
Notemos, finalmente, la aparición de las dos clases de escatologías: la
futurista, representada en las palabras de Marta, "resucitará en el último
día", y la realizada, aunque no final, que se halla provocada por la
presencia de Jesús y su fe en él.
Comentarios a
la Biblia Liturgica NT, Edic Marova/Madrid 1976.Pág. 1512
7.- Marta y María anuncian a Jesús que su amigo Lázaro está enfermo.
Jesús responde que esta enfermedad no es para la muerte, sino para que en ella
se manifieste la gloria de Dios. Con estas palabras alimentaba en las dos
hermanas la esperanza de una posible curación milagrosa. Además, revela el
propósito de querer dar una prueba ostensible de su misión divina.
Marta cree que Jesús puede curar a los enfermos sólo con su presencia,
por eso se lamenta ahora de que llegue después de haber enterrado a su hermano.
Cree también en general que Dios escucha siempre la oración de Jesús y que Dios
puede resucitar a los muertos.
Con todo, la respuesta de Jesús es tan sorprendente que Marta piensa que
Jesús se refiere a la resurrección de los muertos al fin de los tiempos. En esa
resurrección creían todos los judíos con la sola excepción de los saduceos (Mt
22, 23).
Jesús dice que él mismo es "la resurrección y la vida"; es
decir, que tiene poder para resucitar y dar la vida a cuantos crean en él. Los
que creen en Jesús viven ya ahora la "vida eterna", y no morirán para
siempre. Esta vida es un don que no puede arrebatar al creyente la muerte
corporal. Por lo que la muerte, toda muerte, ya ha sido vencida y ha perdido su
virulencia. La muerte de los que creen en Jesús es el paso necesario para que
se manifieste plenamente en ellos la vida que ya han recibido.
Marta no puede comprender todo lo que escucha, pero cree que Jesús es el
mesías. Esto le basta para aceptar cuanto le dice.
Esta oración de acción de gracias presupone otra de petición. Jesús oró
de las dos maneras, pidiendo y dando gracias al Padre. Pero la oración de Jesús
difiere en un punto esencial de la que nosotros hacemos: Jesús tiene conciencia
de su íntima y singularísima unión con el Padre (cf. 10, 30) y sabe que su
oración es, por ello mismo, escuchada; además, Jesús pide siempre que se haga
la voluntad del Padre, es para que todos cuantos vean después el milagro crean
que él es el enviado del Padre.
El milagro es siempre milagro para la fe, para que los hombres crean y
tengan vida creyendo. Pero no todos los que vieron creyeron. Algunos de los
testigos fueron enseguida a contar lo sucedido a los fariseos, los enemigos de
Jesús. Y éstos decidieron acabar con él.
En la dura lucha que Jesús mantuvo contra la incredulidad de los judíos
su última palabra fue ésta: "Yo soy la resurrección y la vida". En
torno a esta palabra se cuenta la resurrección de Lázaro, la señal más
portentosa y la explicación visible de lo que Jesús es para todos los que creen
en él. Cualquiera que sea la fuente de esta narración, Juan la sitúa en su
evangelio dentro de un contexto polémico. Por eso no se trata simplemente de un
milagro para socorrer la necesidad de una vida abandonada (como en Naím) o atender
las súplicas de un padre afligido (Jairo), sino de una demostración pública y
solemne de la verdad de Jesús y en un momento crítico y definitivo. No es
casual que en el mismo instante en el que el Hijo de Dios manifiesta de forma
suprema su poder como autor de la vida, los incrédulos decidan su muerte y
tomen las medidas necesarias para realizar su crimen.
Eucaristía 1981/17
8.- Lázaro era el pobre, el desposeído de todo, privado de la gracia,
privado de la vida, privado del Padre celestial. Se hallaba en el pecado, en la
muerte, en la sepultura. No era sólo el leproso, no era sólo el hambriento;
era, incluso, el alimento de los gusanos; se encontraba en el reino de la
muerte y de la corrupción, en el hedor de la putrefacción. Lázaro, el desposeído
de todo, el hombre en el pecado. Adán después de la caída, el género humano que
suspira por la redención.
Emiliana Löhr, El
Año del Señor, El Misterio de Cristo en el Año Liturgico I Edic.Guadarrama
Madrid 1962.Pág. 402
9.- Cristo convierte en realidad la metáfora de Ezequiel. Cristo pasó
por la vida abriendo sepulcros y resucitando muertos. Todo tipo de muertos. El
es la Resurrección. Un cuadro plástico inmortal: Vida y Muerte enfrentados en
el sepulcro de Lázaro. Un signo concentrado de esa interminable partida de
ajedrez entre la muerte y la vida. ¿Qué hay que destacar más en Jesús: sus
gestos humanos o su poder divino? Jesús es el que llora por un amigo y es el
"Yo soy". ¿Quieres ser amigo de Jesús, el que abre los sepulcros?
Pues sólo te pide una cosa: creer.
Caritas, La más
urgente reconversión, Cuaresma 1984.Pág. 59
10.
Cristo convierte en realidad la metáfora de Ezequiel. «Yo mismo abriré
tu sepulcro», amigo mío; yo te rescataré del lugar de los muertos; yo te
llenaré de espíritu de vida; yo venceré tu muerte; yo derrotaré toda muerte.
En un cuadro plástico de gran belleza, se nos pinta la Vida y la Muerte
enfrentados en el sepulcro de Lázaro. La resurrección del amigo es parábola y
profecía de futuras victorias sobre todo tipo de muertes: Cristo ha venido para
que «tengamos vida y la tengamos en abundancia» y la tengamos para siempre. El
nos repite: «Amigo mío, pueblo mío, yo abriré vuestros sepulcros»; yo abriré
todos los sepulcros.
En la narración evangélica no sabemos qué admirar más en Jesús: sus sentimientos
humanos o su poder divino, al Jesús que llora o al que se proclama
«resurrección y vida». Ambas dimensiones nos convencen de su verdad.
Caritas, La mano
amiga de Dios, Cuaresma y Pascua 1990.Pág. 100