DAME OJOS PARA
VERTE
ORACION COLECTA
Señor, que reconcilias contigo a
los hombres por tu Palabra, hecha carne, haz que el pueblo cristiano se
apresure, con fe viva y entrega generosa, a celebrar las próximas fiestas
pascuales. Por Nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del primer Libro de
Samuel 16, 1b. 6-7. 10-13a
En aquellos días, dijo el Señor a
Samuel: Llena tu cuerno de aceite y vete. Voy a enviarte a Jesé, de Belén,
porque he visto entre sus hijos un rey para mí. Cuando se presentó vio a Eliab
y se dijo: «Sin duda está ante el Señor su ungido.».
Pero el Señor dijo a Samuel: No
mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo le he descartado. La mirada de
Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero
el Señor mira el corazón. Hizo pasar Jesé a sus siete hijos ante Samuel, pero
Samuel dijo: A ninguno de éstos ha elegido el Señor. Preguntó, pues, Samuel a
Jesé: ¿No quedan ya más muchachos?. El respondió: Todavía falta el más pequeño,
que está guardando el rebaño. Dijo entonces Samuel a Jesé: Manda que lo
traigan, porque no comeremos hasta que haya venido. Mandó, pues, que lo
trajeran; era rubio, de bellos ojos y hermosa presencia. Dijo el Señor: Levántate y úngelo, porque
éste es. Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió en medio de sus hermanos.
SALMO
RESPONSORIAL (22)
El Señor es mi pastor, nada me falta.
El
Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me
conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el sendero justo, por el honor de
su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R
Preparas
una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y
mi copa rebosa. R.
Tu
bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en
la casa del Señor por años sin término. R
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo
a los Efesios 5, 8-14.
Hermanos: En otro tiempo
eran tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz, (toda
bondad, justicia y verdad son fruto de la luz) buscando lo que agrada al Señor,
sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien
poniéndolas en evidencia.
Pues hasta ahora da
vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz,
denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso
dice: «despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será
tu luz».
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Juan 9, 1-41.
En
aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus
discípulos le preguntaron: Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que
naciera ciego?. Jesús contestó: Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se
manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las
obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras
estoy en el mundo, soy la luz del mundo.
Dicho
esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al
ciego, y le dijo: Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo
pedir limosna preguntaban: ¿No es ése el que se sentaba a pedir?. Unos decían:
El mismo. Otros decían: No es él, pero se le parece.
El
respondía: Soy yo. Y le preguntaban: ¿Y cómo se te han abierto los ojos?. Él
contestó: Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me
dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.
Le preguntaron: ¿Dónde está él?. Contestó: No sé. Llevaron ante los fariseos al
que había sido ciego. (Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los
ojos.) También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él
les contestó: Me puso barro en los ojos, me lavé y veo. Algunos de los fariseos
comentaban: Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.
Otros
replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?.
Y
estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: Y tú ¿qué dices del que
te ha abierto los ojos?. Él contestó: Que es un profeta.
Pero
los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista,
hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: ¿Es éste vuestro hijo, de
quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?.
Sus
padres contestaron: Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero
cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros
tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse. Sus
padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya
habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por
eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.». Llamaron por
segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: Confiésalo ante Dios:
nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. Contestó él: Si es un pecador,
no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo:
Le
preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?. Les contestó: Les he
dicho ya, y no me han hecho caso: ¿para qué quieren oírlo otra vez?, ¿también
ustedes quieren hacerles discípulos suyos?. Ellos lo llenaron de improperios y
le dijeron: Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés.
Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde
viene.
Replicó
él: Pues eso es lo raro: que ustedes no saben de dónde viene, y, sin embargo,
me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al
que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera
los ojos a un ciego de nacimiento, si éste no viniera de Dios, no tendría
ningún poder. Le replicaron: Empecatado
naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?. Y lo
expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: ¿Crees tú
en el Hijo del hombre?.
Él
contestó: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?. Jesús le dijo: Lo estás
viendo: el que te está hablando ese es. Él dijo: Creo, Señor. Y se postró ante
él. Dijo Jesús: Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no
ven, vean, y los que ven, se queden ciegos.
Los
fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: ¿También nosotros
estamos ciegos?. Jesús les contestó: Si estaban ciegos, no tendrían pecado;
pero como dicen que ven, su pecado persiste.
COMENTARIO
Juan pone el milagro en un par de versículos de los 41 del relato.
Narra despacio el proceso de la fe. Al principio, todos ciegos. Al final, uno
curado y muchos ciegos. Tenemos una cita con unas noches y con Jesús-luz.
Noches del mal y del pecado. Tenemos una cita con unas noches y con Jesús-luz.
¿Cómo es posible ser ciego desde que uno nace? ¿Qué pecado ha cometido?.. Jesús elimina una
falsa manera de ver las cosas: establecer un vínculo entre las personas
inválida y el pecado. Pero no propone otra explicación; quiere ser solamente
luz para que podamos vivir lo que hay que vivir. El mal más terrible, la noche
más terrible, es carecer de luz: “Llega la noche y yo soy luz”.
El milagro será ese gran signo: Jesús da ojos. Pero, a partir de ese
mismo signo, el ciego tendrá un éxito completo en su cita con Jesús-luz.
Mientras que los “judíos” (los adversarios) fracasará. El ciego sale de la
noche: “¡Creo en ti, Señor!”. Los judíos se sumergen en la noche: “Es Jesús es
un pecador”. ¡Un ciego maravilloso!. Patrono de los que buscan la luz. Sube
obstinadamente hacia el misterio de
Jesús, sin dejarse de asustar por los que “saben”, y bromeando con ellos
cuando los demás tiemblan. Juan escribe aquí su página más viva, salpicada de
preguntas y sobresaltos: ¿Quién es ese? ¿Qué ha hecho?. ¿Dónde está? ¿Quién es?
Y tú, ¿qué dices de él? ¿Eres tú
discípulo de ese hombre? ¡Desde el nacimiento eres pecador!. Ellos
dicen: “nosotros sabemos”, y se ciegan a sí mismos. El responde “yo no sé nada”
y ve surgir poco a poco la luz; dice: “El hombre”, luego, “viene de Dios; y
finalmente “¡Señor!”. Puede leerse una mil veces el evangelio sin ver a Jesús.
Desde el comienzo, Juan no deja de repetirlo: “La Luz brilla en la noche, pero la noche no capta la
luz” (Jn 1 5). Ante el ciego que lo “ve” y los fariseos que lo miran sin verlo,
Jesús se siente obligado a constatar lo que ocurre cuando él aparece: “Los
ciegos ven y los que ven se hacen ciegos”.
¡Pero yo sé! ¡Yo veo!. No; “intentamos” ver. En cada página, día tras
día. Somos ese ciego a quien Jesús da ojos dos veces: primero para mirarlo y
luego para verlo. Hasta el último momento de nuestra vida, no dejemos de
repetir la misma oración: “Jesús, dame ojos para verte”. Hagamos una anotación:
La saliva se consideraba una medicina. Jesús la
utiliza alguna vez como signo de sus curaciones (cf. Mc 7. 33; 8. 23). El
Talmud prohibía expresamente curar con saliva en día de sábado. También se
prohibía expresamente hacer barro en día de sábado. Ambos detalles son
necesarios para que surja la controversia en la que va a mostrarse la pertinaz
obcecación de los judíos y la progresiva lucidez del ciego de nacimiento.
Jesús, al untar con el barro los ojos del ciego, resalta su ceguera y despierta
también su esperanza de curación.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos al Señor nuestro Dios, que nos ha sacado de las tinieblas y
nos ha llamado al reino de su luz. Respondemos: Escúchanos Señor.
1.-
Por todos los que en la Iglesia han recibido la misión de anunciar la palabra
de Dios y tienen el carisma de iluminar con la enseñanza de la fe y la
exhortación profética. Escúchanos Señor.
2.-
Por los catecúmenos que se preparan durante la cuaresma para recibir el
bautismo en la noche de pascua. Escúchanos Señor.
3.-
Por los responsables de la educación, los que dedican su vida a la docencia,
los que controlan los medios de la información pública. Escúchanos Señor.
4.-
Por los que viven en la ceguera de la falsa cultura y la ignorancia sin
capacidad de pensar y decidir por falta de la debida luz. Escúchanos Señor.
5.-
Por nosotros llamados a dar testimonio de la luz de Cristo. Escúchanos
Señor.
Señor Dios nuestro que nos has enviado a Jesucristo luz del mundo
para iluminar las tinieblas de nuestra ignorancia y nuestro pecado, escucha
nuestras suplicas y cura nuestra ceguera. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Al ofrecerte Señor, en la celebración gozosa de este
domingo, los dones que nos traen la salvación te rogamos nos ayudes a celebrar
estos santos misterios con fe verdadera y a saber ofrecértelos por la salvación
del mundo. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Señor, Dios luz que alumbra a todo
hombre que viene a este mundo, ilumina nuestro espíritu con la claridad de tu
gracia, para que nuestros pensamientos sean dignos de ti y aprendamos a amarte
de todo corazón. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA
DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 27: Is. 65, 17-21; Sal 29; Jn. 4,
43-54.
Martes 28: Ez. 47, 1-9.12;
Sal 45; Jn. 5, 1-3.5-16.
Miércoles 29: Is. 49, 8-15; Sal
144; Jn. 5, 17-30.
Jueves 30: Ex. 32, 7-14; Sal
105; Jn. 5, 13-47.
Viernes 31: Sb. 2, 1ª.12-22; Sal 33; Jn. 7,
1-2ª10.25-30.
Sábado 01: Jr. 11, 18-20; Sal
7; Jn. 7, 40-53.
Domingo 02: Ez. 37, 12-14; Sal 129; Rom. 8, 8-11; Jn.
11, 1-45.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 9, 1-41
1. GRACIA/LEY.
vv. 6-7:Detalle de la piscina y de la interpretación que de su nombre se
hace. Esta interpretación no se basa en la filología. Esta piscina (el Enviado)
contrasta con la de Jn 5. 2-7, la piscina de los Cinco Pórticos (la Ley), donde
era muy difícil obtener la curación. En clave simbólica el autor nos dice lo
siguiente: Jesús es la Luz; la Ley la oscuridad. El invidente ve porque acude a
Jesús; en cambio, 38 años llevaba inválido el que acudía a la Ley y además sin
esperanza de curación. Lo que sigue no es sino una dramatización de esta
lección.
En todos nosotros hay zonas oscuras que se ocultan, muchas veces, por
miedo a la verdad, y no se abren a la luz del evangelio. La luz y las tinieblas
no es, por lo tanto, un esquema para dividir a los hombres en buenos y malos,
sino que en cada uno de nosotros experimentamos el antagonismo de la luz contra
las tinieblas. Los que reconocen este hecho y no se consideran a sí mismos
plenamente iluminados son los que se abren a la luz de Cristo, los ciegos que
comienzan a ver. Pero aquellos que lo ven todo claro, que se consideran
poseedores de la misma verdad, que no saben dudar ni preguntar, se cierran cada
vez más en su propia oscuridad.
Eucaristía 1978/11
4.- Es importante leerla entera. El evangelista, a lo largo del cuarto
evangelio, nos plantea una pregunta fundamental: "¿quién es este Hombre?
¿Quién es Jesús de Nazaret?" y la responde desde la propia experiencia de
la comunidad. Hoy nos responde: Jesús es la luz del mundo. Se trata de una
catequesis sobre el proceso de la fe, tanto personal como de la comunidad
joánica (que vivió un largo proceso de fe en Jesús). Podemos distinguir: el
hecho de la curación, vv. 1-7; el discurso entre los vecinos y el primer
interrogatorio del ex-ciego por los "fariseos", vv. 8-17; la
declaración de los padres y el segundo interrogatorio, vv. 18-34; y la fe del
hombre curado de la ceguera y la ceguera de los "fariseos", vv.
35-41.
Jesús se revela como luz del mundo. Parece como si Jesús quedara en un
segundo plano, pero es él quien está desde el principio -toma la iniciativa,
"Jesús vio"- en el centro del relato: "¿quién es este
hombre?" y al final como Señor de la vida y de la historia, ante el cual
hay que tomar partido: quedarse en las tinieblas (ceguera) o estar en la luz
(creer). El evangelista introduce, en este relato, algunos
"anacronismos" significativos:
-el hecho de la expulsión de los cristianos joánicos de la sinagoga (v.
22);
-los interlocutores de Jesús (los que interrogan a la comunidad, la fe
del creyente, "el que ve") son llamados "fariseos", que son
los que dominaron el judaísmo después de la destrucción del templo de
Jerusalén, el año 70. La comunidad joánica se enfrenta con la sinagoga. Hay que
subrayar la importancia de la fe y del hecho de vivirla en comunidad. Es en el
seno de la comunidad donde se puede hacer la experiencia de la
relación-encuentro con Jesús, el Señor.
El texto de hoy facilita destacar el proceso de la fe, el don de ver, de
permanecer en la luz. El ciego de nacimiento ("para que se manifiesten en
él las obras de Dios"), primero, no sabe quién es el que le ha hecho el
don de ver (creer), no sabe dónde está (está presente-vivo en la comunidad);
después, motivado por las interpelaciones (de los de fuera) reconoce que Jesús
"es un profeta". Ha dado un paso más, pero aún tiene que superar las
dificultades: de no ser reconocido por los propios padres (no le reconocen por
miedo a ser expulsados de la sinagoga, cuando los cristianos ya lo han sido) y
de mantenerse firme en la opción. Es entonces cuando Jesús le sale al encuentro
y se produce la confesión de fe: "Creo, Señor". Es el encuentro con
Jesús vivo.
Jaume Fontbona,
Misa Dominical 1990/07
Paralelamente al proceso de recuperación de la vista y conversión del
ciego, Juan describe también los distintos tipos de prejuicios que impiden al
hombre llegar a la fe. La masa, como siempre anda dividida. Unos, al ver al
ciego que ve, dicen que es él; otros, en cambio, dicen que sólo es uno
parecido. La gente discute y se entretiene, pero no pasa de ahí, del nivel de
la noticia de periódico. No tiene interés, sólo se guía por la curiosidad. y
así va de flor en flor, superficialmente, sin llegar a ninguna parte. También
los intelectuales y notables del pueblo andan divididos: unos ponen en cuestión
la veracidad del relato, otros la del hecho, alguno incluso la de su
posibilidad. Y todos coinciden en que eso no puede ser científicamente. Y
rechazan la evidencia por falta de lógica, porque no cabe en su razón.
Finalmente, están los padres del ciego. Obviamente, están a favor del hijo,
pero tienen miedo a las represalias de los fariseos, y así optan por zafarse,
sin querer comprometerse. Que se lo pregunten a él, que ya es mayorcito. El
ciego, recobrada la vista, se queda solo, como se queda solo el creyente. La fe
deslumbra en un mundo que no quiere ver, porque prefiere otras cosas, todas
esas cosas que espera le den la felicidad.
-Sólo miramos las apariencias.
El más frecuente de todos los prejuicios es la superficialidad, el
detenerse en las apariencias. Así nos lo manifiesta la primera lectura. Samuel
debe ungir al sucesor del rey Saúl. Todos apuestan por un hombre adulto,
fuerte, experimentado y de presencia. Pero el Señor se ha fijado en la
debilidad, la inexperiencia y la fragilidad de un jovenzuelo pastor. Y cuando
Samuel intenta hacer valer sus razones, he aquí que el Señor le advierte: el
hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón. Y ése es nuestro
problema. Nos dejamos llevar de las apariencias, del texto literario, incluso
del contexto histórico, pero se nos escapa lo profundo, el sentido, el mensaje.
La fe no es una mirada superficial, sino profunda. El creyente mira desde lo
hondo y cala hasta lo más íntimo de la realidad. Creer es ya ver de algún modo
y como en anticipo lo que aún está por ver y descubrir.
Eucaristía 1990/15
Contexto. Mi Padre hasta el presente sigue trabajando y yo también
trabajo (Jn. 5, 17). He realizado un trabajo y todos os extrañáis (Jn. 7, 21).
Este trabajo al que se refiere está relatado en lenguaje figurado en Jn. 5,
1-9. En lenguaje no figurado el trabajo de Jesús consiste en devolver al hombre
la autonomía de movimientos y la emancipación que los responsables de Templo y
de la Ley le habían escamoteado. Por eso, esos responsables deciden eliminar a
su competidor (cfr. Jn. 5,1 7).
Comentario. La presencia de un ciego de nacimiento es enjuiciada por los
discípulos desde un esquema moral. Es el mismo esquema con que operan los
fariseos (léase el v. 34).
Jesús nos invita a ver esa presencia desde una óptica laboral:
"para que se manifiesten en él las obras de Dios".
Sustituyamos la expresión "obras de Dios" por esta otra:
"trabajos que Dios quiere". Es más clara y responde al original.
Desde Jn. 6, 29 el lector del cuarto evangelio sabe cuál es la obra de
Dios, es decir, el trabajo que Dios quiere: la adhesión a Jesús. Es precisamente
esta adhesión la que el autor tipifica en los vs. 35-38 de hoy, después de
haberla formulado figurativamente en los vs. 6-7. De la mano del autor del
relato, el ciego funciona como autor-tipo del trabajo que Dios quiere que cada
uno de nosotros realice. Este es el significado de la difícil expresión
"para que se manifiesten en él las obras de Dios". A este trabajo es
al que nos invita el v.4. Este trabajo, es decir, esta adhesión a Jesús, crea
personas autónomas, emancipadas. En una palabra: personas mayores (cfr. v. 23).
Pero en el relato hay otros protagonistas, otros actores con otro tipo
de trabajo: los fariseos. En el relato funcionan como contra-actores: rechazan
al ex ciego. Este rechazo lo tipifica también el autor: léanse los vs. 40-41.
Su pecado consiste en no prestar adhesión a Jesús. Por consiguiente, no
realizan el trabajo que Dios quiere.
¿Qué trabajo realizan, que hace de ellos unos pecadores? El lector del
cuarto evangelio lo sabe por los capítulos anteriores. El autor ha presentado a
los fariseos como representantes del agua de las purificaciones, del templo,
del sábado, de la ley. Es también un trabajo religioso. Pero, al contrario del
trabajo que Jesús realiza, el trabajo de los fariseos tiene como resultado una
multitud de inválidos: ciegos, cojos, paralíticos. (Léase Jn. 5, 2-3. Estos
yacen junto a una piscina que se llama la Fosa. El ciego de nacimiento, en
cambio, se lava en una piscina "que significa Enviado"). El trabajo
religioso de los fariseos crea hombres incapaces de autonomía propia, personas
incapaces de movimiento, subdesarrolladas.
"He venido para un juicio: para que los que no ven, vean, y los que
ven, queden ciegos" (v. 35). Es la conclusión que el lector debe sacar de
todo el relato. Hay dos tipos de trabajos y de hombres religiosos, cada uno con
su propio concepto de pecado. Una conclusión y una pregunta: el tipo de trabajo
religioso, la imagen de hombre religioso y el concepto de pecado con que
habitualmente operamos, ¿no son tal vez los cuestionados y enjuiciados por Jesús?
Dabar 1981/21
7.
La ilustración de las palabras de Jesús Yo soy la luz del mundo (cfr. Jn
8, 12) -hecha a través del signo y del diálogo- y de la lucha entre la luz y
las tinieblas, con la victoria final de aquélla, es el tema central de este
capítulo de Juan. Veamos los aspectos más destacados.
Presentación. La pregunta inicial de los discípulos sobre la causa de la
ceguera nos introduce ya en la interpretación teológica que va a tener el
signo. Jesús rechaza la creencia popular de que la enfermedad sea la
consecuencia directa de los pecados personales o de los antepasados. Se refiere
solamente a la urgencia de hacer el bien "mientras es de día", puesto
que ve acercarse la hora de su muerte. El dolor continúa en el misterio.
El signo. La curación del ciego se hace ungiéndole los ojos con barro
hecho con saliva, considerada con propiedades curativas, y mandándole a lavarse
a Siloé. Es importante, teológicamente, el nombre de la piscina:
"Enviado". De esta piscina se sacaba el agua para las abluciones de
la fiesta de los tabernáculos, un agua que Jesús sustituirá por los ríos de
agua viva que él, el verdadero enviado del Padre va a dar a los creyentes (cfr.
7, 27-39).
ILUMINACIÓN: Iluminación progresiva. El que había sido ciego experimenta
un proceso de crecimiento de su fe en Jesús. Cuando se identifica ante los
conocidos como el ciego mendicante, únicamente puede decir que le dio la vista
"ese hombre que se llama Jesús". En el primer interrogatorio ante los
fariseos, donde le condujeron para que juzgaran el caso, reconoce a Jesús como
"un profeta", y cuando en el siguiente interrogatorio pretenden
acorralarlo a base de hacerle repetir los detalles, él no puede dejar de
afirmar claramente que Jesús le ha abierto los ojos y que "si éste no
viniera de Dios, no tendría ningún poder". Su fe llega a la última etapa
cuando es el propio Jesús quien le sale al encuentro preguntándole si cree en
el Hijo del hombre. La respuesta no puede ser más clara: "Creo, Señor. Y
se postró ante él".
Ceguera progresiva. Después de la curación, los fariseos se convierten
en jueces y árbitros de la misma. En realidad a quien se juzga es a Jesús: ¿es
un pecador o un enviado de Dios? En el primer interrogatorio algunos se
muestran dispuestos a aceptar a Jesús como un hombre de Dios; pero su cerrazón
aumenta progresivamente, empeñándose en mantener que Jesús es un pecador porque
ha violado el reposo sabático y queriendo que así lo confiese el que había sido
ciego. Su conclusión final es que el ciego había nacido en pecado y que cuanto
pueda decirles no tiene valor alguno. Al final del capítulo es Jesús quien los
juzga a ellos, que se habían erigido en jueces.
Fe y testimonio de la Iglesia. Partiendo de unos hechos y situaciones
iniciados durante el ministerio público de Jesús, el evangelista nos presenta
su desarrollo posterior: el testimonio de fe que da el ciego es el que deben
dar todos los creyentes. La oposición que aparece aquí entre los
"judíos" seguidores de Moisés como enviado de Dios y los seguidores
de Jesús como Mesías, refleja la situación a que se llegó a fines del siglo I.
J. Roca, Misa
Dominical 1981/07
8. P/CEGUERA
El tema de la luz y de la vida tiene en el evangelio de Juan un
tratamiento cuidadoso y que se repite desde variados puntos de vista. Ambos
temas constituyen, desde luego, puntos de reflexión importantes para comprender
la nueva realidad del hombre transformado por la fe y por el bautismo. La
perícopa de hoy desarrolla, sobre todo, el tema de la luz y, como hacíamos
notar el domingo anterior, su lectura goza de una larga tradición en estos
domingos antes de Pascua.
Pero dejando este aspecto vinculado a la tradición litúrgica de la
Iglesia, son muchos los exegetas actuales que ven en la narración del milagro
del ciego de nacimiento una clara referencia de Juan al milagro que se realiza
en el bautismo de todo cristiano, al pasar de la no-fe a la fe. Sin duda el
evangelista toma como punto de referencia un hecho singular de la vida de
Jesús, pero a la luz de la experiencia eclesial vivida por el mismo apóstol,
aquel hecho se convierte en objeto de una reflexión profundizada con una
incidencia que sobrepasa el momento concreto del hecho histórico. La estructura
de esta narración tiene semejanza con la curación del paralítico (Jn 5). Los
dos enfermos curan gracias al agua de una piscina; en las dos narraciones, el
día del milagro es el sábado; la discusión de Jesús con los fariseos después
del milagro tiene también un paralelismo: en la primera, Jesús se manifiesta
como el que da la vida; en la de hoy, él mismo dice: "Mientras estoy en el
mundo, soy la luz del mundo" (v. 5). Así pues, Juan repite un esquema
catequético que, posiblemente, se funda en una práctica litúrgica de la
Iglesia.
-Según el evangelista, "Siloé" significa "enviado",
relacionando de este modo el agua de la piscina y la persona de Jesús. El
milagro es obra de Jesús por medio del agua. El sigue dando su Espíritu a los
que se bautizan.
-El milagro es pasar de las tinieblas a la luz; de la confianza en el
hombre Jesús a la fe en el Cristo ("el Hijo del Hombre", vv. 35-38),
de la incredulidad a la fe.
-El ciego reconoce repetidamente su condición pasada de ciego, ahora que
ya ve (vv. 9, 11, 15, 25, 32) y toda la narración es deudora de la mentalidad
según la cual la ceguera se relaciona con el pecado (vv. 2 y 34). El
reconocimiento del propio pecado es condición indispensable para recibir el
bautismo y la salvación.
-El milagro y el testimonio del ciego tienen como conclusión la
exclusión de la sinagoga (v. 34). La salvación de Cristo, consistente en la fe
en él, sustituye y supera cualquier otra salvación.
-El juicio de
Dios ya ha empezado. El que no cree en Cristo, por este sólo hecho, está ya
condenado. La ceguera incurable es la no aceptación de la luz nueva que es el
mismo Cristo (vv. 39-41).
Anton Ramon
Sastre, Misa Dominical 1978/05
9.
Relato de la curación del ciego de nacimiento y crónica de la discusión
que siguió. Es fácil reconocer la pluma de Juan en este relato, que se asemeja
de manera singular al de la curación del paralítico.
En ambos casos, efectivamente, la misma realización del milagro un día
de sábado (Jn. 5, 9; 9, 14), en beneficio de un enfermo incurable (Jn. 5, 5; 9,
19-20) y no lejos de una piscina (Jn. 5, 2; 9, 7). Los beneficiarios de las
curaciones reaccionan de la misma forma, con el buen sentido popular (Jn. 5,
11; 9, 25-27, 30-33), y, sin embargo, no conocen a Jesús (Jn. 5, 12-13; 9, 11).
Después, de forma curiosa, Jesús vuelve a encontrar al curado después del
milagro para ayudarle a reflexionar sobre él (Jn. 5, 14; 9, 35); los dos
beneficiarios del milagro plantean el problema de Jesús ante los fariseos (Jn.
5, 15; 9, 11, 15). Este desarrollo de los hechos es evidentemente más teológico
que histórico y nos permite precisar la idea esencial de Juan.
* * * *
a) El primer problema del cuarto Evangelio es el del conocimiento. En la
curación del ciego, Juan pone de relieve el avance del conocimiento progresivo
del ciego y contrapone la fe a la que accede al "conocimiento" de su
entorno (parientes, vecinos y, sobre todo, fariseos).
El ciego empieza por ceñirse a motivaciones insuficientes: no sabe quién
es Jesús (v. 12), sino que se pone al lado de quien le ha curado (como quienes
se conviertan hoy a la Iglesia por su acción social o cultural). Inmediatamente
después de esta conversión, todavía muy limitada, la fe del ciego de nacimiento
es sometida a prueba: choca con el conocimiento libresco, teológico y moral de
las altas esferas de la sinagoga: un conocimiento tan libresco que no consigue
siquiera explicar hechos tan evidentes como su curación. De igual modo, el
neoconverso ve muchas veces su entusiasmo roto por el escándalo de sistemas
teológicos o moralistas a los que preocupa poco la persona de Jesús.
La fe del ciego curado inicia entonces una tercera etapa en su
progresión, la que le permite encontrar a la persona misma de Jesús y vivir en
su conversión al Padre (vv. 35-38). En este momento, el convertido ha llegado a
la religión de la persona y de la comuniòn con Dios; está muy por encima del
libro de los teólogos y puede relativizar la institución.
El ciego ha aceptado el laborioso caminar de su fe; pero hay otros a su
alrededor, y entre ellos quienes hubieran debido aprovechar su ciencia para
profundizar en la fe, que rechazan deliberadamente esa forma de conocimiento.
Están, en primer lugar, los parientes (vv. 18-23), para quienes la
pertenencia al Pueblo de Dios es tan sólo sociología y que soslayan el hacerse
preguntas por miedo a tener que tomar partido o ser expulsados por las
autoridades: de igual modo, cierto espíritu borreguil, un falso concepto de la
obediencia y el miedo a las consecuencias de sus actos impiden a muchos
cristianos el que crean.
Y están, sobre todo, los teólogos fariseos que se pierden en discusiones
alambicadas y disquisiciones interminables, mientras que al ciego le bastan
tres palabras, repetidas como un estribillo (vv. 7, 11, 15) para expresar la
realidad. Como su dogmatismo no puede equivocarse, discuten los hechos hasta el
punto de caer en el ridículo. Y cuando se encuentran entre la espada y la pared
no encuentran otra salida que la injuria (versículo 28) y la excomunión (v.
34).
Entonces aparece claro el juicio de Dios (v. 39): quienes creen ver no
ven y siguen en sus tinieblas; los ciegos, por el contrario, llegan hasta la
luz, que es, para San Juan, la vida en comunión con Jesús resucitado, luz del
mundo.
b)En este pasaje hay algunos otros temas secundarios. Juan subraya, en
primer término, que el ciego lo era de nacimiento (vv. 19-20 y 32-34). Con esta
precisión expresa su intención de introducir el tema del nuevo nacimiento (3,
3-7).
Este nuevo nacimiento es tanto más importante cuanto que pone en tela de
juicio lo que parecía irreformable en el primero: las injusticias nativas de la
vida humana. Aceptar un "nuevo nacimiento" equivale, pues, a negarse
a una aceptación de las alienaciones contenidas en el primero, equivale a poner
mucho amor en la lucha contra las taras nativas de la humanidad y a hacer de la
fe un motor en pro de una humanidad mejor.
c) Otro tema; el del envío. Cristo es "enviado" (vv. 4, 7)
para realizar las obras de la salvación (vv. 3, 17). Entre esas obras figura la
iluminación de los hombres; no es tanto la "luz" intelectual, en el
sentido occidental de la palabra, como la "luz" de la salvación en
sentido bíblico.
Al proclamarse luz del mundo (v. 5), Cristo da a entender que, sacando a
los hombres de sus tinieblas, da cumplimiento a las Escrituras (Is. 9, 1-6; 42,
6-9; 55, 1-9). Pero no todo se reduce exclusivamente al aspecto mesiánico. Juan
insinúa que esta luz es la vida misma de Dios hablando de las "obras del
Padre" y del envío: Cristo es luz porque es el Hijo de Dios y en este
sentido reclama la fe (vv. 33-36).
d) El tema de la luz surge de las simples observaciones naturales. La
luz es el símbolo de la vida como las tinieblas lo son de la muerte y del sueño
(Gén. 1, 3-18; Sal 103/104, 19-24; Is. 8, 21-9, 2), un símbolo tanto más
cargado de sentido cuanto que, entonces, no se disponía como hoy de medios para
luchar contra la noche.
Dentro de esta perspectiva se comprende que los profetas hayan
presentado frecuentemente el quebrantamiento del ritmo del día y de la noche y
la invasión de las tinieblas como un castigo (Ex. 11, 4-8; Sab. 17-18, 4; Am.
8, 9; 5, 18-20; Is. 13, 9-10). Desde entonces las tinieblas se identifican con
el pecado; la luz con la vida según la ley (Prov. 4, 18-19; Sal. 17/18, 29;
106/107, 10-16; Is. 59, 9-10). Mas este plano moral ha quedado superado por el
de la historia de la salvación: la luz se convierte en el acontecimiento-Cristo
que viene a juzgar a las tinieblas y terminar con ellas (1 Pe. 2, 8-10; Rom.
13, 12-14; Jn. 3, 17-21) Estar en la luz consiste, de ahora en adelante, en
estar injertado a Cristo resucitado (Jn. 12, 46-47; Act. 13, 46-47; 26, 22-23;
2 Cor. 4, 4-6). La fe es la expresión de ese nexo con la luz (Lc. 18, 39-43;
Jn. 9). Portador de luz, el cristiano debe llevársela a los demás (Ef. 5, 8-14;
Mt. 5, 15-16; Rom. 13, 11-14). Luz de Cristo y luz de los cristianos triunfarán
definitivamente de las tinieblas con la victoria escatológica (1 Tes. 5, 2-7;
Ap. 21, 22-27; 22, 16).
* * * *
COMUNICACIÓN: Jesús acepta, pues, la totalidad de la condición humana y,
en particular, la ambigüedad de la comunicación interpersonal. No es raro que
una persona acceda al misterio de otra persona y comulgue con ella. La amistad
y el amor conyugal son excepciones; la mayoría de la gente os conoce tan sólo
desde fuera; piensan de vosotros lo que piensa su medio; no os conocen más que
por vuestros libros y vuestros artículos. Lo mismo sucede con Cristo: pocos son
los que establecen con El una relación interpersonal (el ciego, la
pecadora...); la mayoría no le conoce sino a través del Libro (escribas,
fariseos, Nicodemo) o con una fe popular y sociológica (sus
"hermanos", la Samaritana); los unos pasan a lo explícito, otros se
quedan en lo implícito. Unos le toman por un curandero o por un profeta, otros
por el Mesías o el Hijo del hombre...; algunos vislumbran el misterio del
Hombre-Dios.
Pero todos forman parte de un mismo movimiento de búsqueda, y Mt. 25, 31-46
deja bien sentado que hombres que no han conocido claramente al Señor podrán,
sin embargo, formar parte del Reino, con tal que no transformen en absoluto sus
débiles verdades, como los escribas del Evangelio.
Maertens-Frisque,
Nueva Guia de la Asamblea Cristiana III,
Marova Madrid 1969.Págs. 159-162
No es el relato de un milagro que Jn despacha en un par de versículos.
Narra despacio el proceso de la fe. Al principio, todos ciegos. Al final, uno
curado y muchos ciegos.
El ciego sale de la noche: "Creo en ti, Señor". Los judíos se
sumergen en la noche: "ese Jesús es un pecador".
Un ciego maravilloso. Patrono de los que buscan la luz. No se deja
asustar por los que "saben" y bromea con ellos cuando los demás
tiemblan.
Ellos dicen "nosotros sabemos" y se ciegan a sí mismos. El
responde "yo no sé nada" y ve surgir poco a poco la luz; dice:
hombre; luego: viene de Dios; y finalmente: Señor. Jesús da ojos: primero para
mirarlo, luego para verlo.
Hasta el último momento de nuestra vida, no dejemos de repetir la misma
oración: Jesús, dame ojos para verte.
11.- Curación del ciego de nacimiento. Una bella historia, en la que se
dramatiza el paso de las tinieblas a la luz, las etapas de un encuentro con
Cristo en la fe, lo que es y lo que significa el bautismo.
Esta ceguera no es originada por el pecado, sino que viene a representar
la condición de la naturaleza humana. Dios ha permitido esta situación, porque
Cristo viene a su encuentro, y así se podrán manifestar «las obras de Dios», la
misericordia de Dios.
Y empieza la acción salvadora, la iluminación del ciego, el proceso de
la fe: la saliva, el barro, el toque de los ojos, el lavado en la piscina del
Enviado, la docilidad del ciego, el milagro, la fe, el amor. «Y se postró ante
él».
No tardará en venir la persecución y la condena; pero este ciego ya era
un hombre libre. La segunda parte de la historia se refiere a los ciegos, no de
nacimiento sino por enfermedad o por maldad, por ofuscación. A éstos, Cristo,
el Sol, no los pudo curar. Cerraron todas sus ventanas y quedaron más ciegos
que antes, más fanáticos que antes, más violentos que antes. No pudieron ser
curados, porque no se creían ciegos, y, en vez de aceptar a la luz, terminarían
revolviéndose contra ella.
Caritas, Rios
Del Corazon, Cuaresma y Pascua 1993.Pág. 95
12.
En este capítulo del evangelio de Juan se nos muestran de manera clara
algunas características propias de este evangelio: la presentación de la acción
de Jesús como un proceso judicial en el que parece que sea Jesús el que es
juzgado pero que, de hecho, es él quien juzga; el método de la discusión, que
en este caso es sobre Jesús, sin que él intervenga directamente; un doble nivel
de comprensión: se habla de Jesús pero a la vez se habla de la comunidad a la
que se dirige este escrito.
La pregunta de los discípulos responde a una mentalidad muy extendida
según la cual las enfermedades eran consecuencia de los pecados cometidos.
Jesús va más allá de la cuestión, y asegura que en aquel ciego de nacimiento se
revelará la manera de obrar de Dios.
Jesús es presentado como la luz del mundo, al comienzo y al final del
capítulo. Sólo aceptando esta luz es posible superar la ceguera. El ciego, una
vez curado, va llegando a la luz plena de la fe progresivamente: primero afirma
que Jesús es el Hijo del hombre, es decir, el que viene de Dios para llevar a
los hombres a la plenitud de la vida en Dios, y finalmente afirma que es el
Señor y le adora (¡sólo Dios puede ser adorado!). Por otro lado, hay que
señalar que el ciego también afirma que Jesús es "aquel hombre", tema
fundamental también en el evangelio de Juan. ¡El gran escándalo es que
"aquel hombre" sea Dios!
Se creía que la saliva tenía propiedades curativas. Jesús actúa como
taumaturgo, pero mandando al ciego a la piscina de Siloé, aporta un elemento
simbólico: "el enviado" verdadero es Jesús; él es quien trae la luz
de parte de Dios.
El diálogo con los padres del ciego, el miedo a ser excluidos de la
sinagoga y la exclusión del ciego curado, así como la referencia a Moisés, nos
sitúan en la época de la redacción del evangelio y no en el tiempo de Jesús. La
discusión sobre la primacía de Moisés y sobre la mesianidad de Jesús provocó la
rotura con el judaísmo posterior en el año 70.
La afirmación final de Jesús acaba de aclarar toda la discusión
anterior: su juicio consiste en traer la luz y, ante la luz, hay quien la
acepta porque sabe que está necesitado de ella y hay quien la rechaza porque
considera que ya ve...
J. M. Grané, Misa Dominical 1993/04