ESTE
ES MI HIJO AMADO, ¡ESCÚCHENLO!
ORACION COLECTA
Padre santo, que nos mandaste escuchar a
tu Hijo amado, alimenta nuestro espíritu con tu Palabra, para que, después de
haber purificado nuestra mirada interior, contemplar gozosos la gloria de su
rostro. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro del Génesis 22, 1-2.
9a. 15-18.
En aquel tiempo Dios puso a
prueba a Abrahán llamándole: ¡Abrahán! El respondió: Aquí me tienes. Dios le
dijo: Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moría y
ofrécemelo allí en sacrificio, sobre uno de los montes que yo te indicaré.
Cuando llegaron al sitio que le
había dicho Dios, Abrahán levantó allí un altar y apiló la leña, luego ató a su
hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó
el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor gritó desde el
cielo: ¡Abrahán, Abrahán!.
Él contestó: Aquí me tienes. Dios
le ordenó: No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que
temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo. Abrahán
levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se
acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a gritar
a Abrahán desde el cielo: Juro por mi mismo— oráculo del Señor—: Por haber
hecho eso, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te bendeciré,
multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena
de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades
enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque
me has obedecido.
SALMO
RESPONSORIAL (115)
Caminaré en
presencia del Señor.
Tenía fe, aun cuando dije: «Qué
desgraciado soy.». Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. R.
Señor, yo soy tu siervo, siervo
tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de
alabanza, invocando tu nombre, Señor. R.
Cumpliré al Señor mis votos, en
presencia de todo el pueblo; en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti,
Jerusalén. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo
a los Romanos 8, 31b-34.
Hermanos: Si Dios está con nosotros,
¿quién estará contra nosotros ?. El que no perdonó a su propio Hijo, sino que
lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él?. ¿Quién
acusará a los elegidos de Dios?. Dios es el que justifica. ¿Quién condenará ?. ¿Será
acaso Cristo que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que
intercede por nosotros?.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San
Marcos 9, 2-9.
En aquel tiempo Jesús se llevó a Pedro, a
Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró
delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no
puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés
conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: Maestro.
¡Qué bien se está aquí!. Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías. Estaban asustados y no sabía lo que decía. Se formó
una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: Este es mi Hijo amado;
escúchenlo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a
nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les
mandó: No cuenten a nadie lo que han visto hasta que el Hijo del Hombre
resucite de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado y discutían qué
querría decir aquello de resucitar de entre los muertos.
COMENTARIO
No
vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos”. No sé si les impresiona ese
“solo”. Marcos acaba así su relato de la transfiguración después de haberlo
empezado con la misma idea de soledad: “Cogió Jesús a Pedro, a Santiago y a
Juan y subió con ellos solos”.
Tenemos
la impresión de una escena de iniciación, reservada a los tres íntimos que
tendrá a su lado en Getsemaní. La consigna habitual, pero más severa en este
caso, viene a acentuar este ambiente de secreto: “No cuenten a nadie lo que han
viso”. Hay que preservar en toda su pureza
un misterio al que es imposible llegar sino después de una dura subida: “Subió
con ellos solos a una montaña alta y apartada”.
Dios
mismo revela el misterio: “Ese hombre con quien viven, a quien escuchan, al que
admiran, pero que tanto les desconcierta, ¡es Hijo mío!”.
La aparición de Elías y de Moisés trae
algo más: ese hombre es ciertamente el prometido, el esperado, aquél hacia
quien avanzaba toda la historia. Antes
de él fueron muchos los que hablaron, pero él es la palabra definitiva,
absolutamente única. He aquí por qué se retira tan soberanamente solo a la
soledad más alta. Sin embargo, es él mismo todo un mundo de presencias. Vuelto
hacia el Padre y empapado del Espíritu,
manifiesta la vida trinitaria, el mundo de Dios.
En él habita también el mundo de la Biblia : “Comenzando por
Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería en toda las
escrituras” (Lc 34, 27). En él vibran las esperanzas y los sufrimientos de los
hombres; él se prepara al acontecimiento que va a salvarnos a todos, su
muerte-resurrección. Y si nuestra mirada se dirige más allá todavía, hasta el
fin del mundo, Jesús se nos presenta entonces “en poder” (Mc 9, 1). Verbo de
Dios, hijo del Hombre, reuniendo a todos los hombres ante los ángeles, inaugurando las nuevas tierras y
los cielos nuevos.
Contemplar de este modo a Jesús, en esta soledad de
una plenitud única, puede llevarnos a recibir un mandato-consejo cuya fuerza
quizás no habíamos percibido aún por completo: “Escúchenlo”.
La única consigna del Padre recibida casi en directo.
Esa consigna puede decidir de nuestras vidas. Cuando escuchamos a Jesús, ¿a
quién escuchamos?.
Volvamos a nuestra contemplación, quedemos en nuestra
contemplación.
Cuanto más veamos a quién escuchamos, más se convierta
nuestra cita en gozo y más ensanchará nuestra vida
PLEGARIA UNIVERSAL
Jesús
ha mostrado hoy su Gloria. Cristo da
plenitud a todo el Antiguo Testamento y nos lleva al Padre. Hoy pedimos a
través de El, que no nos cieguen los reflejos de este mundo y vivamos siempre
guiados por la luz de la Transfiguración. Hoy repetimos: R.- Padre, que nos
guie la luz de tu gloria.
1.- Por el
Papa Francisco y los obispos, para que como Pedro, Santiago y Juan, contemplen
la dicha que nos espera y nos la hagan llegar por medio de su incansable
predicación. Oremos al Señor.
2.- Por
los pueblos del mundo, para que aumente su fe en Cristo Salvador del mundo y
aumente también la caridad entre unos y otros. Oremos al Señor.
3.- Por
los que predicen a Cristo en tierras de misión, para que lleven con claridad el
mensaje de Amor y Cruz en sus palabras y obras. Oremos al Señor.
4.- Por
todos los que viven confundidos por otras voces y siguen otras sendas, para que
descubran que el único camino que lleva a la resurrección es el camino de la
Cruz. Oremos al Señor.
5.- Por
los enfermos, los pobres, los necesitados, los que viven en soledad, para que
sean atendidos con el amor y el respeto que merece cada hombre por ser hijo de
Dios. Oremos al Señor.
6.- Por
los que celebramos esta Eucaristía, para que nuestro corazón se transfigure en este
alimento celestial y nos ayude en el día a día a perseverar en el amor a Dios y
a los hermanos. Oremos al Señor.
Padre,
transfigura nuestro corazón para que al finalizar la cuaresma podamos subir con
tu Hijo camino del calvario hacia la resurrección. Te lo pedimos por Jesucristo
nuestro Señor. Amen.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Te pedimos, Padre, que este sacrificio borre nuestros pecados y
santifique el cuerpo y el alma de tus fieles para poder celebrar dignamente las
fiestas pascuales. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Después
de haber recibido estos gloriosos misterios, Padre te damos gracias, porque a
un viviendo en la tierra, ya nos haces participes de los bienes del cielo. Por
Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 26: Dn 9, 4b-10; Sal 78; c 6, 36-38.
Martes 27: Is 1, 10.16-20; Sal 49, Mt 23, 1-12.
Miércoles 28: Jr 18, 18-20,
Sal 30; Mt 20, 17-28.
Jueves 01: Jr. 17, 5-10;
Sal 1; Lc 16, 19-31.
Viernes 02: Gn 37, 3-4.12-13ª.17b-28, Sal 104; Mt 21, 33-43.
45-46.
Sábado 03: Mi 7, 14-15.
18-20; Sal 102; Lc 15, 1-3.11-32.
Domingo 04: Ex 20, 1-7;
Sal 18; 1Co 1, 22-25, Jn 2, 13-25.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Mc 9. 2-10
Paralelos:
Mt 17, 1-8 Lc 9, 28-36
Mt 17, 1-8 Lc 9, 28-36
1.- Dos observaciones literarias pueden ayudarnos a comprender el
significado de la transfiguración en la vida de Jesús y en la trama del
evangelio de Marcos. Este episodio (9, 2-13) está colocado intencionadamente
entre la primera y la segunda predicción de la pasión. Y los diversos detalles
de la narración (el vocabulario, las imágenes, las referencias al Antiguo
Testamento) demuestran que pertenece al género epifánico-apocalíptico: intenta
ser una revelación dirigida a los discípulos, revelación que tiene como objeto
el significado profundo y escondido de la persona de Jesús y de su
"camino".
Algunos elementos, como la nube y la voz celestial, la presencia
de Moisés y de Elías, evocan la presencia en el Sinaí. Con esto se quiere
afirmar que Jesús es el "nuevo Moisés", que en él llegan a su cumplimiento
las esperanzas, la alianza y la ley.
Otros elementos, como la transfiguración de su rostro, las
vestiduras blancas, evocan al Hijo del Hombre del profeta Daniel, glorioso y
vencedor, y parecen ser un anticipo de la resurrección: intentan revelarnos el
significado escondido de la vida de Jesús, su destino personal.
Jesús, el que camina hacia la cruz, es realmente el Señor. En este
camino hacia la cruz es donde hay que insistir ante todo. Precisamente en este
Jesús que marcha hacia la cruz es donde encontramos el cumplimiento de todas
las esperanzas. Y es precisamente este camino mesiánico el que encierra un
significado pascual. Y todo esto con una indicación: el género
epifánico-apocalíptico al que pertenece nuestro relato no se limita a revelar
el futuro, a señalar la conclusión inesperada de lo que ahora está sucediendo;
pretende más bien manifestar el significado profundo que la realidad tiene ya
ahora, un significado escondido que no descubre la mayoría y que las
apariencias parecen desmentir. De esta forma la transfiguración se convierte en
la revelación no sólo de lo que será Jesús después de la cruz, sino lo que él
es a lo largo del viaje hacia Jerusalén. Es ésta una clave que nos permite
captar la verdadera naturaleza de Jesús detrás de lo que podríamos llamar su
realidad fenoménica.
Pero la transfiguración no tiene sólo un significado cristológico.
En la intención de Marcos asume un papel importante también en la experiencia
de fe del discípulo. Los discípulos han comprendido que Jesús es el Mesías y
están ya convencidos de que su camino conduce a la cruz; pero no llegan a
comprender que la cruz esconde la gloria. A este propósito tienen necesidad de
una experiencia, aunque sea fugaz y provisional: tienen necesidad de que se
descorra un poco el velo. Y éste es el significado de la transfiguración en la
vida de fe del discípulo: es una verificación. Dios les concede a los
discípulos, por un instante, contemplar la gloria del Hijo, anticipar la
pascua.
El velo que se descorre no revela únicamente la realidad de Jesús,
sino también la realidad del discípulo que camina con él hacia la cruz y
también hacia la resurrección, y está con él en posesión -por encima de la
realidad fenoménica engañosa- de la presencia victoriosa de Dios. En otras
palabras, podemos comparar a la transfiguración con lo que solemos llamar las
"comprobaciones", esos momentos luminosos que encontramos a veces en
el viaje de la fe, momentos gozosos dentro de la fatiga cristiana. No son
momentos que se encuentran automáticamente y de cualquier manera; hay que saber
descubrirlos. Y sobre todo no hay que olvidar que su presencia es fugaz y
provisional. EL discípulo tiene que saber contentarse con ellos; esas
experiencias tendrán que ser escasas y breves. A Pedro le habría gustado eternizar
aquella visión clara e imprevista, aquella experiencia gloriosa. Se trata de un
deseo que manifiesta una incomprensión de aquel suceso, que no es el comienzo
de lo definitivo, que no es la meta, sino sólo una anticipación profética de la
misma. El camino del discípulo sigue siendo todavía el camino de la cruz. Dios
le ofrece una comprobación, una prenda, y es preciso aceptar esa prenda, sin
exigencias de ningún género.
Finalmente, hay un aspecto sobre el que hay que reflexionar y que
en cierto sentido parece constituir el punto central del texto: la orden de
"escucharlo". Escuchar es lo que caracteriza al discípulo. Su
ambición no es la de ser original, sino la de ser servidor de la verdad, en
posición de escucha.
En conformidad con toda la tradición bíblica, la palabra de Dios
que hay que escuchar no tiene sólo un aspecto cognoscitivo, vehículo de ideas y
de conocimientos (en el sentido de que nos revela el plan de Dios: quién es él,
qué somos nosotros, cuál es el sentido de la historia en que estamos insertos),
sino además un aspecto imperativo (lo que tenemos que hacer, la regla que hay
que seguir, el punto de vista que hemos de asumir en nuestras relaciones con
los demás y con la historia); finalmente, la palabra de Dios es una fuerza, un
promesa fiel que alcanza su objetivo, a pesar de todos los obstáculos.
Comprendemos entonces cómo esta invitación a escuchar es invitación a la
obediencia, a la conversión y a la esperanza.
Exige no solamente inteligencia para comprender, sino también
coraje para decidirse. En efecto, la palabra que escuchamos es una palabra que
nos compromete y que nos arranca de nosotros mismos.
BRUNO MAGGIONI, EL
RELATO DE MARCOS, EDIC. PAULINAS/MADRID 1981, Pág. 128ss.
2. - Como cada año, el evangelio de este domingo nos describe
la transfiguración del Señor, y, como cada año, esta descripción está orientada
a preparar nuestros espíritus para una comprensión más profunda del misterio
pascual. El relato de Mc es más breve que el de los otros dos sinópticos, pero
contiene como elemento propio (aparte del detalle del blanco de los vestidos
que ningún batanero -¿por qué no traducir "ningún detergente puede
imitar"?- la insistencia en el hecho de que los apóstoles no entendieron
del todo qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos. Se podría
basar la homilía en esta realidad: nosotros tampoco -pese a la fe en la
resurrección de Xto y en la nuestra- no llegamos tampoco a entender todo el
sentido del misterio pascual.
La realidad que se expresa a través de la descripción poética y
llena de imágenes del episodio de la transfiguración, es una experiencia
profunda de fe tenida por los amigos más íntimos de Jesús. En un momento de
comunicación profunda, tuvieron la impresión de percibir a Jesús en su
verdadera identidad. Fue un instante de éxtasis, que les hizo entrever la
realidad gloriosa de Jesús, pero que aún no les mostró toda la profundidad de
su misterio. Para llegar a entenderlo, de algún modo, fue necesario el contacto
real con la vida, fue necesario que, a través de los sufrimientos y muerte de
Jesús -y a través de sus propios sufrimientos y, más adelante, de su propia
muerte-, comprendieran que hay que pasar por la muerte para llegar a la vida
(cf. el prefacio propio de este domingo), médula de la realidad del misterio
pascual. Tampoco nosotros entenderemos qué significa "resucitar" si
nos quedamos sólo en el terreno de la fe contemplativa -y es muy posible que,
en el nivel teórico, se nos presenten grandes dificultades para aceptar este
misterio-. En cambio, si descendemos de la montaña de las ideas a la tierra
firme de las realidades diarias, experimentaremos en carne viva lo que
significa morir a nosotros mismos y vivir hacia Dios y hacia los hermanos;
entenderemos qué es la resurrección.
J. LLOPIS, MISA
DOMINICAL 1973/02
La tentación de "hacer tres tiendas" está siempre
presente. Es curioso que el hombre se preocupe siempre por construirle una casa
a Dios, cuando el mismo Dios ha bajado a la tierra para vivir en las casas de
los hombres. Dios no tiene tanta necesidad de metros cuadrados para iglesias
como de acogida en el corazón humano. Dios no quiere vivir en un "hotel
para dioses" relegado como nuestros ancianos, en una especie de parkings.
Dios quiere vivir en familia con los hombres, andar entre sus pucheros. Por
ambientados que estén nuestros templos, siempre le resultarán fríos a un Dios
que busca el cobijo de los hombres.
El Dios-con-nosotros no puede quedar en una especie de producto
situado en un mercado al que se acude cuando se necesitan servicios religiosos.
Dios no es un objeto de consumo. Él es la vida misma del hombre, pero nosotros
nos empeñamos en confinarlo en su casa en lugar de tenerlo como compañero continuo
en el camino de la vida.
El Dios de Jesús no se mantiene en alturas celestiales, sino que
nos señala en dirección al mundo y quiere que como él nos encarnemos -valga la
expresión- en nuestra propia carne. Además de nuestra condición de hombres, hay
algo que refuerza nuestro interés por el mundo: nuestra fe. "Los gozos y
las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo,
sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez los gozos y las
esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo" (G.S. núm.
1).
EUCARISTÍA 1985/10
4.- El segundo Evangelio sitúa la transfiguración dentro de un
contexto en el que, con más claridad que en los otros sinópticos, se afirman
los presentimientos de Cristo relativos a su muerte y a su gloria. Jesús acaba
precisamente de anunciar su Pascua próxima (Mc. 8, 31-32), pero Pedro se ha
opuesto audazmente: no puede admitir que el reino de la gloria y del poder
anunciado por los profetas pase por el sufrimiento y la muerte (Mc. 8, 32-33).
Jesús se sirve entonces del ritual de la entronización del Mesías doliente en
la fiesta de los Tabernáculos para convencer a los suyos que solo será mediante
el sufrimiento como conseguirá su mesianidad.
* * * *
a) El primer versículo recuerda hábilmente ese contexto: a pesar
de una traducción un tanto confusa, parece que Jesús quiere decir, en un tono
un tanto triste: "Esperan de tal forma un reino de poder que ni uno de
entre ellos querría pagar con su vida la venida de ese reino". Por eso, a
los ojos de Marcos, el episodio de la transfiguración se presenta ante todo
como revelación, por parte de Cristo, de la totalidad de su misterio pascual al
grupo elegido de sus apóstoles (los mismos que estarán junto a El en Getsemaní:
Mc. 14, 33). De ahí que Marcos dé prioridad a Elías sobre Moisés (v. 4), porque
si Elías es Juan Bautista, está claro que anuncia el sufrimiento del Mesías a
través de sus propios sufrimientos (cf. la explicación de Jesús en Mc. 9,
12-13). Parece, pues, estar claro que lo que constituye el centro del Evangelio
de Marcos es la perspectiva del Mesías paciente.
b) La transfiguración consiste esencialmente en la toma de
conciencia, por parte de los tres apóstoles, de que Jesús es verdaderamente el
Mesías que entroniza la fiesta de los Tabernáculos. La mención "seis
días" (v.2) alude a la duración clásica de esta fiesta, la montaña y la
nube son elementos tradicionales propios también de esta fiesta, así como
especialmente la construcción de tiendas que sugiere Pedro (v.5). En este
sentido el relato de la transfiguración es absolutamente paralelo al de la
entrada de Jesús en Jerusalén (Mt. 21). Jesús es ciertamente el Mesías al que
todos los años la fiesta de los Tabernáculos espera y entroniza revistiéndolo
de blancura y de luz (v. 3) e invistiéndolo de la misma palabra de Dios (v. 7).
Pero el libro judío de los Jubileos, casi contemporáneo de los Evangelios,
anunciaba ya que el Mesías esperado durante la fiesta de los Tabernáculos sería
un Mesías sufriente. Ahora bien: Cristo acaba precisamente de anunciar a los
suyos su próxima pasión (Mc. 8, 31-38); sin duda aprovechó la ocasión de un
ritual de investidura de la fiesta de los Tabernáculos para convencer a los
apóstoles de que este camino era normal, ya que correspondía a la misma
liturgia.
* * * *
La transfiguración es, pues, una exhortación de urgencia hecha de
manera especial a Pedro para que se avenga a escuchar a Jesús (v.7) cuando
habla de sus sufrimientos y de su muerte, sin dejar de reconocerle por eso como
Mesías definitivo, a la manera del Siervo ideal (Is. 42, 1).
La fe exigida a los espectadores de la transfiguración impulsa hoy
a la Iglesia a no huir de las necesarias encarnaciones y del desprendimiento
que implican para no buscar más que un Reino de poder que prescindiera de la
muerte; pero la impulsa también a no querer una encarnación sin las
correspondientes transfiguraciones. La Iglesia no es llamada a estar presente
en la estructuras del mundo más que para transformarlas; y no es llamada a
transformarlas si no es aceptando morir a todo confort y a toda autoseguridad;
conoce también las alternancias de gloria y de humillación y sabe que su
victoria no será una clamorosa realidad hasta tanto, rota por la muerte, no
surja en un mundo al que habrá ayudado a transfigurarse.
MAERTENS-FRISQUE,
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III,
MAROVA MADRID 1969.Pág. 72-74
MAROVA MADRID 1969.Pág. 72-74
5.- -"Jesús.. subió con ellos solos a una montaña alta, y se
transfiguró": En una montaña, lugar de revelación y de manifestación de
Dios, Jesús se revela a tres discípulos, y los hace portadores especiales de
esta revelación. La descripción de la transfiguración se hace a través de una
frase popular al referirse al color blanco. "Se les aparecieron Elías y
Moisés...": Elías que fue arrebatado al cielo y Moisés que en el Sinaí
quedó transfigurado por su contacto con Dios. El profeta y el legislador por
excelencia, y los dos que habían entrado en la experiencia de Dios en el Sinaí.
El hecho de que aparezca primero Elías, puede ser un indicativo de Marcos que
con Jesús ya estamos en el tiempo final.
-"Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
"Maestro, ¡qué bien se está aquí!": Los discípulos lo viven como una
anticipación de la vida celestial. En este sentido las tiendas que quieren
hacer ser refieren a las estancias de los bienaventurados. Quieren que la
visión siga. Pero el juicio del evangelista es negativo ante esta actitud:
"Estaban asustados, y no sabía lo que decía" "Estar
asustados" más que admiración por la transfiguración, significa miedo,
indecisión y, sobre todo, falta de comprensión del acontecimiento. Quieren
retener la visión para huir de la cruz.
-"Este es mi Hijo amado; escuchadlo": la nube y la voz
divina explican la transfiguración y dan una respuesta a los discípulos.
La nube es signo de la presencia de Dios. Tal como aparecía en el
éxodo sobre el tabernáculo, ahora aparece sobre Jesús. Los discípulos son los
destinatarios de esta revelación sobre Jesús.
Lo deben escuchar, para después ser sus testigos. Pero Marcos
indica que la revelación sobre el Hijo y también el testimonio sobre él, están
estrechamente relacionados con el silencio de la cruz: ven a Jesús "solo
con ellos" y se les manda silencio, pues no pueden captar ni testimoniar
el misterio de Jesús sin la pasión y la muerte.
J. NASPLEDA, MISA
DOMINICAL 1988/05
6.- Esta acción de Jesús en torno al templo tuvo una importancia
decisiva, porque tocaba el núcleo más importante de toda la religión judía: por
el culto, por la estructura, por el mercado. Jesús defiende el templo con una
acción significativa, que incluye varios niveles de significación. No sólo
quiere purificarle de la profanación mercantilista, sino de la concepción
estrecha y materialista del mismo. El templo no será para un pueblo, sino para
todos los pueblos: "Mi casa será llamada casa de oración para todos los
pueblos" (Is. S6,7; Jn. 4,23). El templo no será ya un lugar cerrado de
piedras, sino una persona viva, toda persona humana. «Destruid este templo y en
tres días lo levantaré~. El hablaba del templo de su cuerpo. La postura de
Jesús respecto al templo es delicada y atrevida. Las autoridades del templo
anotarán bien estas palabras.
CARITAS, UNA
CARGA LIGERA, CUARESMA Y PASCUA 19887.Pág. 55
7.- -PREDICACIÓN CENTRADA EN EL EVANGELIO
La narración de la transfiguraci6n según san Marcos es
sensiblemente igual que la de los otros dos sinópticos, si bien añade el
detalle pintoresco de que "sus vestidos se volvieron de un blanco
deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo".
La transfiguración de Cristo es una manifestación o epifanía de la
presencia de Dios entre los hombres, parecido a las que tuvieron lugar a lo
largo de la historia del pueblo de Israel.
Así como Dios se había aparecido en el Sinaí, sobre el tabernáculo
de la Alianza y sobre el templo de Salomón, así también se apareció sobre
Jesús, en quien tenemos la revelación definitiva de Dios. Revelación que
llegará a su plenitud en la resurrección de Cristo, de la que la
transfiguración era un anticipo.
Es importante destacar que esta manifestación de Dios se realiza a
través de una humanidad, en todo igual a la nuestra. La transfiguración
luminosa del cuerpo de Cristo nos hace ver que es toda la humanidad la que ha
sido elevada a la categoría de instrumento y vehículo de la divinización del
mundo. La luz divina, manifestada en la humanidad de Cristo gracias al misterio
de la transfiguración (y, sobre todo, al de la resurrección y glorificación),
estalla también en todos los hombres que se unen a Cristo por la fe y el amor,
y rezuma misteriosamente en todos los demás y también en todas las realidades
materiales que estos hombres divinizados utilizan.
El mundo entero es el que queda transfigurado. Transfiguración que
se da de una manera velada -pero patente a los ojos de la fe- especialmente en
todas aquellas realidades que se convierten en símbolos sacramentales. Es bueno
ver bajo esta luz las realidades materiales del pan y el vino que constituyen
el signo básico de la Eucaristía.
J. LLOPIS, MISA
DOMINICAL 1994/03
8. ACI DIGITAL 2003
1. Colocado al principio del capítulo, este v. (que en la Vulgata
figura como 39 del cap. 8) muestra claramente que el anuncio de Jesús se
refiere a su gloriosa Transfiguración, relatada en los vv. que siguen, y en la
cual Jesús mostró un anticipo de la gloria con que volverá al fin de los
tiempos. Tal es la gloria cuya visión nos refieren S. Juan en su Evangelio (1,
14), y S. Pedro en su segunda Epístola (1, 16 ss.). Cf. Mat. 16, 28 y nota:
"En verdad, os digo, algunos de los que están aquí no gustarán la muerte
sin que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su Reino". Algunos
discuten el sentido de este pasaje. La opinión de San Jerónimo y San
Crisóstomo, que refieren estas palabras a la Transfiguración de Jesús, la cual
es una visión anticipada de su futura gloria, está abonada por lo que dicen los
apóstoles (Juan 1, 14; II Pedro 1, 16 - 19). Véase Marc. 8, 38 y 9, 1; Luc. 9,
27.
2. Véase Mat. 17, 1 - 8; Luc. 9, 28 - 36. Un alto monte: según la tradición, el monte Tabor en Galilea.
7. Aquí, como en el Bautismo de Jesús, el Padre da solemne testimonio de la filiación divina del Mesías, y añade el único mandamiento que el Padre formula personalmente en todo el Evangelio: que escuchemos a Jesús. Por eso, el Maestro nos dice: "Esta es la obra de Dios: que creáis en Aquel que El os envió" (Juan 6, 29).
9. El monte Tabor y el Gólgota se complementan mostrándonos el
doble misterio de Jesús que anunciaban las profecías (I Pedr. 1, 11). Aquí
Jesús aparece en la gloria, con que vendrá en su triunfo (v. 1); allá lo verán
sumido en un mar de penas y angustias. "En la transfiguración se trataba
en primer lugar de quitar de los corazones de los discípulos el escándalo de la
Cruz" (S. León Magno).