“A
LOS OCHO DÍAS, LLEGÓ JESÚS”
ORACION COLECTA
Dios de eterna misericordia que en la
celebración anual de las fiestas pascuales reavivas la fe del Pueblo santo;
acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para comprender, verdaderamente,
la inestimable grandeza del bautismo que nos purifico del espíritu que nos
regenero y de la sangre que nos redimió. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos
de los apóstoles 4, 32-35
En el grupo de los creyentes
todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba
suyo propio nada de lo que tenía.
Los apóstoles daban testimonio de
la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.
Y Dios los miraba a todos con
mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas
las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego
se distribuía según lo que necesitaba cada uno.
SALMO
RESPONSORIAL (117)
Den gracias al Señor porque es bueno, porque es
eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna en su misericordia. Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor
es excelsa. No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me
castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte. R.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la
piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste
es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol
san Juan 5, 1-6
Queridos hermanos: Todo el que cree que
Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser
ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de
Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
Pues en esto consiste el amor a Dios: en
que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo
que ha nacido de Dios vence al mundo.
Y lo que ha conseguido la victoria sobre
el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que
Jesús es el Hijo de Dios?.
Éste es el que vino con agua y con sangre:
Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es
quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Juan 20, 19-31
Al
anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una
casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús,
se puso en medio y les dijo: «Paz a ustedes.».
Y,
diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron
de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a ustedes. Como el Padre me ha
enviado, así también os envío yo.».
Y, dicho
esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo; a
quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengan, les quedan retenidas.»
Tomás, uno
de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los
otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él
les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el
dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.».
A los ocho
días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llego Jesús,
estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a ustedes.».
Luego dijo
a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi
costado; y no seas incrédulo, sino creyente.».
Contestó
Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has
creído?. Dichosos los que crean sin haber visto.».
Muchos
otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los
discípulos. Éstos se han escrito para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo
de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.
COMENTARIO
Podemos distinguir tres partes. La primera la forman
los vs. 19-23. Se desarrolla en un lugar cerrado. Dentro se encuentran los
discípulos, en quienes ha hecho presa el miedo a los judíos. Llega Jesús y,
tras saludarles, se identifica. El autor comenta lacónicamente: Los discípulos
se llenaron de alegría al ver al Señor. El saludo repetido abre después las
palabras de Jesús, constituyendo a los discípulos en enviados suyos. Un suave
soplo de aire de Jesús es el símbolo de ese envío, que el propio Jesús explica.
La segunda parte está formada por los vs. 24-29, con Tomás como protagonista.
No cree lo que los demás le cuentan sobre Jesús. Más aún, pone condiciones para
su aceptación. A los ocho días se repite el hecho en las mismas circunstancias
de lugar y miedo. Tras el saludo a todos, Jesús se dirige directamente a Tomás,
a quien invita a dar crédito a la realidad de su persona. Tomás así lo hace,
pero Jesús le puntualiza que el camino que ha seguido para creer en él no es ni
el único ni el más dichoso. La tercera parte del texto son los vs. 30-31. Se
trata de una conclusión del autor a toda su obra, indicando las dos motivaciones
que ha tenido para escribirla. Tratan sencillamente de situar la fe, la
nuestra, en su verdadera dimensión. Y esta dimensión no es la de la evidencia
empírica, sino la de la significación o representación. El Diccionario de la
Real Academia Española define la palabra signo de la siguiente manera:
"cosa que por su naturaleza o convencionalmente evoca en el entendimiento
la idea de otra". Para el autor del cuarto Evangelio, creer en Jesús es
descubrir lo que sus hechos y palabras evocan y quieren decir. Esto es, sitúa
la fe en el plano de lo hondo a buscar y descubrir, porque a primera vista no
aparece ni se ve. Es entonces cuando se es discípulo, es decir, creyente. ¡Y la
vida empieza a brotar con fuerza! En realidad, así es como el autor del cuarto
Evangelio ha presentado la fe en Jesús resucitado por parte de los discípulos. Lo
veíamos el domingo pasado. A ella han llegado a partir de la profundización en
un signo, el sepulcro vacío. Por consiguiente, la primera parte del texto de
hoy no quiere ser una demostración de que Jesús vive. En el planteamiento de
Juan no entra la fe como apologética. Lo que Juan quiere poner de manifiesto en
esa primera parte es el papel de los discípulos en cuanto creyentes. Son los
enviados de Jesús, como él lo ha sido del Padre. Lo son, desde la íntima paz y
alegría nacidas de la efectiva y real presencia de Jesús. Pero no es esa
presencia lo que se quiere hacer resaltar, sino el envío de los discípulos. Como
el Padre me ha enviado, así también les envío yo. Los creyentes son una
comunidad con un aire nuevo, el aire de Jesús, simbolizado en su suave soplo
sobre ellos. Los creyentes son la comunidad del perdón de los pecados. ¡Lástima
del aire viejo y enrarecido que a veces se ha infiltrado en estas palabras!.
PLEGARIA UNIVERSAL
Como
santo Tomas, nuestra fe débil y necesitada de pruebas, se acerca a Cristo
resucitado temblorosa aun. Reconociendo sus manos llagadas y su costado
traspasado ponemos en ellas nuestras necesidades pidiendo al Padre que las
acoja y nos aumente la fe para seguir el camino que nace de la Pascua. Hoy
pedimos: Atiende, Padre de misericordia nuestra suplicas.
1.- Por el
Papa Francisco y por todas la Iglesia, nacida del costado de Cristo y guiada
por el Espíritu Santo para que sea fiel a su Maestro y Señor y propague sin
descanso la Buena Nueva de la Resurrección. Roguemos al Señor.
2.- Por
todos los que dirigen las suertes de los pueblos, para que ejerzan su poder
como servicio y sean constructores de paz y de justicia. Roguemos al Señor.
3.- Por
los enfermos y quienes cuidan de ellos para que encuentren en el Señor
resucitado fortaleza y consuelo. Roguemos al Señor.
4.- Por
todas las familias, para que al contemplar a Jesús que lleva siempre la marca
de sus heridas, descubran el verdadero valor de una vida entregada por amor. Roguemos
al Señor.
6.- Por
todos nosotros para que resucitando con Cristo abandonemos las costumbres del
hombre viejo y dejemos crecer la vida Nueva que llevamos dentro de nosotros. Roguemos
al Señor.
Padre,
que resucitaste a tu Hijo que cargo con nuestros pecados, concédenos, por sus méritos
estas necesidades que con fe te presentamos. Por el que resucitado, contigo
vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor las ofrendas que te presentamos 8juntto con los
recién bautizados), y haz que renovados por la confesión de tu nombre y por el
bautismo, lleguemos a la felicidad eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Dios todopoderoso, concédenos que los frutos del Sacramento
pascual que hemos recibido, permanezcan siempre en nuestros corazones. Por
Jesucristo nuestro Señor
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 09: Is 7, 10-14; 8, 10, Sal 39; Hb 10, 4-10; Lc 1, 26-38.
Martes 10: Hch 4, 32-37;
Sal 92; Jn 3, 5ª.7b-15.
Miércoles 11: Hch 5, 17-26;
Sal 33; Jn 3, 16-21.
Jueves 12: Hch 5, 27-33,
Sal 33; Jn 3, 31-36.
Viernes 13: Hch 5, 34-42;
Sal 26; Jn 6, 1-15.
Sábado 14: Hch 6, 1-7; Sal 32;Jn 6, 16-21.
Domingo 15: Hch 3, 13-15;
Sal 4; 1Jn 2, 1-5; Lc 24, 35-48.
COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Jn 20, 19-31
1.
Texto. Se compone de un relato en dos tiempos y de un epílogo o
comentario final del autor a todo el Evangelio. El relato arranca al atardecer
del mismo día en el que, de madrugada, Pedro y el discípulo amado habían
comprobado que el sepulcro de Jesús estaba vacío. El lugar es un espacio
cerrado a causa de un miedo al exterior humano. Jesús se hace presente en ese
espacio y su presencia comunica paz e infunde alegría a los encerrados. Y con
la paz y la alegría, el aliento de un envío a imagen y semejanza del envío de
Jesús por el Padre.
El segundo tiempo del relato se sitúa a la semana siguiente. Esta vez el
problema no es externo (miedo a los de fuera), sino interno: Tomás ha puesto
condiciones para poder creer que Jesús está vivo. De nuevo se hace Jesús
presente comunicando paz, e inmediatamente se dirige al hombre que había puesto
condiciones.
Jesús no le reprocha su actitud, pero declara superior la exhibida por
el discípulo amado en Jn. 20, 8: sin haberle visto a él, ha creído, sin embargo,
que él estaba vivo. La traducción litúrgica habla en perspectiva de futuro:
¡Dichosos los que crean sin haber visto! La lectura es correcta, pero a
condición de enraizarla en el presente del grupo, cuyo símbolo es el discípulo
amado, personaje no necesariamente individual, y que por eso mismo jamás tiene
nombre propio exclusivo. ¡Dichosos los que tienen fe sin haber visto! Los dos
últimos versículos no se refieren sólo al relato de hoy, sino que tienen en
cuenta la totalidad de la obra. Los interlocutores son el autor y sus lectores.
El autor se dirige directa y explícitamente a los lectores, nosotros por
ejemplo. Les -nos- habla de su labor de selección y del móvil que le ha llevado
a escribir.
Comentario. El primer tiempo del relato sugiere por evocación las
primeras línea del Génesis: "La tierra era un caos informe; sobre la faz
del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las
aguas" (/Gn/01/02). En ambos casos el aliento crea una situación buena
nueva, poniendo fin a otra anterior de tiniebla o de espacio cerrado.
Probablemente haya que buscar en esta evocación la clave de lectura de nuestro
texto. ¿No querrá hablarnos el autor de un nuevo comienzo, de una nueva
creación? Las primera creación llevaba aneja una bendición: "Creced y
multiplicaos". Bendecir a alguien es dotarle de una fuerza saludable.
También aquí los discípulos (en el cuarto Evangelio sinónimo de creyentes)
aparecen dotados con esa fuerza: "Recibid espíritu santo: a quienes les
perdonéis los pecados, les quedan perdonados: a quienes se los retengáis, les
quedan retenidos".
BENDICION-BIBLICA: Estas palabras no tienen sentido forense. Hay que interpretarlas en la
línea de la bendición bíblica. La bendición produce el engrandecimiento ante
los demás de la persona bendecida, a la vez que Dios hace depender su conducta
respecto de los hombres de la postura que éstos adopten frente a las personas
que él ha bendecido. El creyente en Jesús es recipiente y también cauce de
bendición; es fuerza saludable para los demás.
Tal vez esta grandeza explica el interés del autor del cuarto Evangelio
por el tema de la fe en Jesús y de las personas creyentes. El ha escrito, nos
dice, "para que creáis que Jesús es el Hijo de Dios. ¡Dichosos los que
tienen fe sin haber visto!" El autor sabe que esto no es una cuestión de
evidencia tajante. Tal vez por eso no habla él de milagros, sino de signos. El
signo hay que saber captarlo. Creer en Jesús es un proceso que se lleva a cabo
por descortezamiento o eliminación de capas. Pero por esto mismo no es un
proceso fácil, pues comporta siempre renovación de los hábitos mentales y de
comportamiento del que se dice creyente.
A.- Benito, Dabar 1988, 24
2.- Comentario. Lo que un eminente exégeta escribía hace treinta años
sobre el relato de la Pasión en el cuarto evangelio puede también aplicarse al
relato de la Pascua: "No se trata de una construcción hecha con miras a
ilustrar unas ideas, sino una interpretación teológica de una historia
verdadera". Esta historia parte de una situación de miedo a las
autoridades judías. La situación no es nueva en la obra. Es ya la cuarta vez
que el autor la menciona (las otras tres en Jn. 7, 13; 9, 22; 19, 38). Por Jn.
7. 11-13 se ve claro que el miedo no es al pueblo judío, sino a sus
autoridades. Este miedo encierra, incapacita, esteriliza. "En esto entra
Jesús". Al autor no le interesa el cómo ni el modo. Lo importante es el
hecho. Jesús está ahí, es la misma persona que había convivido antes con los
que ahora están incapacitados por el miedo. "Paz a vosotros". Por dos
veces resuena la frase. En vez del miedo, la paz. Esta debe ocupar el espacio
interior del que antes se adueñaba el miedo. El corazón de los discípulos se
distiende y la alegría termina por aflorar a sus rostros. "Paz a vosotros".
El cambio ya se ha producido. No tiene ningún sentido seguir encerrados.
"Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Padre, Jesús,
cristianos (el término discípulos tiene en Juan este sentido amplio). Los
cristianos son a Jesús lo que Jesús es al Padre. Jesús está ahí para
desvelarles su identidad. Son sus enviados, como El lo es, a su vez, del Padre.
Por eso deben tener su mismo talante. "Recibid espíritu santo". La
presencia del artículo determinado "el" en la traducción litúrgica puede
desorientar un poco. El autor no está escribiendo en términos trinitarios, sino
en términos de tipo o calidad de existencia. Es difícil condensar en unas línea
lo que Juan entiende por espíritu y que ha ido desentrañando a lo largo de su
obra. Algo, sin embargo, nos puede orientar el hecho de que Juan maneja el
lenguaje por oposición-negación. Jesús, por ejemplo, ha sido presentado de esta
manera en Jn. 1, 17. El cuarto evangelio se abre con la gran oposición
gracia-verdad por un lado y ley por otro. De ahí a la oposición espíritu-letra
media sólo un paso, el formulado explícitamente bajo espíritu-carne en Jn. 3,6.
Letra (autoridades judías) frente a espíritu (Jesús). Anquilosamiento frente a
movilidad; rigidez frente a fluidez. "El espíritu sopla donde quiere, oyes
el ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Eso pasa a todo el que ha
nacido del espíritu" (Jn/03/08). Estos son los cristianos en su calidad de
enviados de Jesús. Dan curso a una forma de existencia opuesta al atenazamiento
y al miedo, característicos de la forma de existencia bajo la ley.
La segunda parte del texto nos lleva a una problemática distinta, aunque
ya insinuada el domingo pasado en Jn. 20, 1-9. "¿Porque me has visto has
creído? Dichosos los que creen sin haber visto".
Por un lado Juan pone de manifiesto que la convivencia física con Jesús
no es criterio suficiente para entender a Jesús en profundidad. Por otro,
adelanta que esta inteligencia de Jesús puede darse en los que no han convivido
físicamente con El. Juan no niega ni minusvalora el papel de los testigos
oculares o, más concreto, de los Doce. Sencillamente, rompe una lanza en favor
de los que no han convivido con Jesús. Se trata de una problemática fundamental
vivida intensamente en las primeras comunidades cristianas. Exponentes de la
misma son el libro de los Hechos y las Cartas de Pablo. El texto de este
domingo nos proporciona la gran alegría de saber que hoy podemos entender a
Jesús incluso mejor que los que convivieron con El. Estamos realmente en el
tiempo pascual.
A.- Benito, Dabar 1985, 23
3. COR/PERSONA
No faltan comentaristas que establecen una relación entre
"credere" y "cor-dare", entendiendo el corazón como la
realidad que totaliza a la persona
4. DO/ORIGEN.
La liturgia invita a subrayar el sentido del domingo, manteniendo este
evangelio -que constituye un precioso tejido teológico- en cada uno de los tres
ciclos. El día del Señor es el día en que celebramos la fe pascual y la
irrupción de la eternidad de la Trinidad en nuestra historia, lo celebramos
alrededor de Jesús resucitado como centro de la vida de la comunidad de los
discípulos.
J. Fontbona, Misa Dominical 1990, 9
...............
Se podría considerar el evangelio de este día como el "lugar
teológico del domingo cristiano". La narración de dos apariciones del
Resucitado en dos domingos consecutivos nos hace casi asistir al nacimiento del
domingo cristiano: la comunidad de creyentes se acostumbra a reunirse en
domingo en memoria y en la espera del Resucitado. Nos permite presentar el
sentido originario del domingo: como memoria y presencia del Resucitado en
medio de los suyos; como el día de la Resurrección, Pascua semanal.
I. Oñatibia, Misa Dominical 1990, 9
5.- Son varios los temas que componen este Evangelio: las apariciones
del Señor ritman de ocho en ocho días la vida de las comunidades primitivas;
Cristo-Señor hace uso de su poder de Resucitado transmitiendo sus poderes a los
apóstoles; finalmente, los discípulos se ven llevados a descubrir, lo mismo que
Tomás, el desprendimiento de la fe. a) Las apariciones. Juan comienza por
resumir los datos que han llegado a su conocimiento seguramente a través de las
mismas fuentes que a San Lucas (24, 36-49): Cristo no es ya un hombre como los
demás, puesto que pasa a través de los muros; pero no es un espíritu, puesto
que se le puede ver y tocar sus manos y su costado (v. 20). Su resurrección ha
supuesto para El un nuevo modo de existencia corporal. Juan no insiste tanto
como Lucas en torno a la demostración: reemplaza la alusión a los pies por la
alusión al costado y no señala que Cristo tuvo que comer con los apóstoles para
que le reconocieran. Pero, mientras que en San Lucas el Señor está
completamente vuelto hacia el pasado con el fin de probar que su resurrección
estaba prevista, Juan le presenta más bien orientado hacia el futuro y
preocupado por "enviar" a sus apóstoles al mundo.
Este envío de los apóstoles al mundo es prolongación del envío que el
Padre ha hecho de su Hijo (Jn 17, 18). Los apóstoles están ya habilitados para
terminar la obra que Cristo ha iniciado durante su vida terrestre (Jn 17, 11).
La reunión de los discípulos en torno al Señor se hará en adelante en torno a
los mismos apóstoles.
Un tema importante de las apariciones es la preocupación de Cristo por
organizar los distintos elementos que prolongarán sobre la tierra su actividad
de Resucitado: la jerarquía, los sacramentos, el banquete, la asamblea
(adviértase la doble mención de la "reunión" de los apóstoles"
vv. 19 y 26, ya con su ritmo dominical: v. 26).
b) El don del Espíritu (PAS/PENT). ¿Cómo puede
Juan descubrir la venida del Espíritu sobre los apóstoles el domingo de Pascua,
mientras que Lucas la anuncia para Pentecontés? (Lc 24, 49). Realmente, Juan se
hace eco de una antigua idea de los medios judíos, en especial de los que se
movían en torno a Juan Bautista. En esos medios se esperaba a un
"Hombre" que "purgaría a los hombres de su espíritu de
impiedad" y les purificaría por medio de su "Espíritu Santo" de
toda acción impura, procediendo así a una nueva creación (Sal 50/51, 12-14; Ez
36, 25-27). Al "insuflar" su Espíritu, Cristo reproduce el gesto
creador de Gén 2, 7 (cf, 1 Cor 15, 42, 50, en donde Cristo debe su título de
segundo Adán al "Espíritu" que recibe de la resurrección; Rom 1, 4).
Mediante su resurrección, Cristo se ha convertido, pues, en el hombre
nuevo, animado por el soplo que presidirá los últimos tiempos y purificará la
humanidad. Al conferir a sus apóstoles el poder de remitir los pecados, el
Señor no instituye tan solo un sacramento de penitencia; comparte su triunfo
sobre el mal y el pecado.
Se comprende por qué San Juan ha querido asociar la transmisión del
poder de perdonar con el relato de la primera aparición del Resucitado. La
espiritualización que se ha producido en el Señor a través de la resurrección
se prolonga en la humanidad por medio de los sacramentos purificadores de la
Iglesia.
c) De la visión a la fe (J/PRESENCIA). La
forma de vida del Resucitado es de tal especie que no se le reconoce: María
Magdalena le toma primero por el jardinero (Jn 20, 11-18). Cuando le
"reconoce" (v.16) ve cómo se le prohíbe las muestras de respeto con
que trataba al Cristo pre-pascual (v. 17). Aun cuando este tema figura también
en San Lucas (Lc 24, 16, 31), adquiere en San Juan el evangelista del
"conocimiento" (Jn 21, 4), un relieve particular.
Esta pedagogía del Señor resucitado nos permite comprender la lección
dada a Tomás. La nueva forma de vida del Señor no permite ya que se le conozca
según la carne, es decir, a base tan solo de los medios humanos. Ya no se le
reconocerá como hombre terrestre, sino en los sacramentos y la vida de la
Iglesia, que son la emanación de su vida de resucitado. La "fe" que
se le pide a Tomás permite "ver" la presencia del resucitado en esos
elementos de la Iglesia, por oposición a toda experiencia física o histórica.
La fe está ligada al "misterio", en el sentido antiguo de la palabra.
d) No hay que perder de vista que esta aparición asocia el don del
Espíritu y la fe a la revelación del costado de Jesús (v.20). Ahora bien: Juan
ya había dicho, en el momento en que fue herido el costado de Cristo en la cruz
(Jn 19, 34-37), que la fe captaría a quienes vieran su costado herido. He aquí
lo que sucede: la contemplación de la muerte de Cristo provoca la fe en la
acción del Espíritu. Si Cristo muestra su costado no lo hace por simples
razones apologéticas: revela a los contemplativos la fuente de la nueva
economía.
En este sentido, el género de visión (v. 25) que los apóstoles han
tenido de Cristo resucitado no ha sido ese tipo de visión material (vv. 26-31)
exigida por Tomás. Si no hay diferencia entre estas dos experiencias, no se ve
por qué Cristo habría de reprocharle lo que no reprocha a los demás y por qué
habría que exigir al primero una fe que no les ha exigido a los segundos. En
realidad, los diez apóstoles han tenido una experiencia real del Señor
resucitado, pero probablemente fue más mística que la experiencia a que
aspiraba Tomás. Para evitar a los hombres a "creer sin ver", ¿no
deben, los apóstoles, los primeros, aprender a pasar las pruebas materiales? La
resurrección no es, desde luego, una cuestión de apologética ni un
acontecimiento maravilloso: ella no es signo más que en la medida en que la fe
la ilumina, y es, al mismo tiempo, interior a la fe.
Maertens-Frisque, Nueva guía de la Asamblea
Cristiana IV, Marova Madrid 1969.Pág. 36
6. CR/ELECCION
En los textos bíblicos, las denominaciones de elegido, ungido y enviado
son equivalentes. Cuando los primeros cristianos se llaman a sí mismos
elegidos, no están presumiendo por ningún privilegio, sino recordándose que han
sido enviados a cumplir una misión, en favor de los demás, que prolonga en
cierto sentido la del mismo Cristo: "Como el Padre me ha enviado, así os
envío yo".
Para la realización de esta tarea reciben también la fuerza del Espíritu.
El episodio de Tomás quiere animar la fe de todos aquellos que no vieron
directamente al Señor y para los que se han escrito todos los signos que Juan
narra en su evangelio. "Dichosos los que crean sin haber visto". De
cualquier modo, la simple contemplación de lo exterior de los acontecimientos
nos da su sentido profundo. Sólo la fe permite ver y entender la trascendencia
de lo que se está presentando.
En el resucitado reconocen los apóstoles al Jesús que anduvo con ellos
por los caminos de Palestina. Distinto, pero él mismo. El Jesús de la historia
es el Cristo de la fe, Jesús es el Cristo.
La más breve confesión cristiana quedará en esta palabra: Jesucristo.
Eucaristía 1990, 20
7.- Texto. La mañana del domingo del descubrimiento del sepulcro vacío
tiene su culminación en el cuarto Evangelio en la tarde de ese mismo domingo.
Si por la mañana el sepulcro vacío dominaba el relato, por la tarde lo domina
la presencia de Jesús en medio de sus discípulos. Esta presencia explica aquel
vacío, pero, sobre todo, restablece una continuidad de relación
Jesús-discípulos. De aquí arranca la intencionalidad del texto. Al servicio del
final de la relación está el miedo de los discípulos; al servicio de la
reanudación de la relación están el saludo, enfáticamente repetido, y la
identificación del propio Jesús como la misma persona que antes habían conocido
los discípulos. La reanudación de la relación se sella con la alegría de los
discípulos, quienes, a partir de ahora, hablan de Jesús como el Señor,
enraizándolo por completo con Dios. La aceptación de la identificación de Jesús
por los discípulos se plasma en la fórmula de confesión de fe "ver al
Señor".
Pero la reanudación de la relación es sólo un primer paso. El siguiente
es el envío de los discípulos por Jesús, en continuidad con el envío de Jesús
por el Padre. Los discípulos deben hacer presente a Jesús y prolongar su obra,
como Jesús ha hecho presente al Padre y prolongado su obra. Este envío no debe
entenderse limitado a los doce. En el cuarto Evangelio la denominación
discípulos es sinónima de creyentes. La comunidad creyente en su totalidad es
la enviada.
El tercer paso es la donación del Espíritu, que capacita para el envío.
El símbolo de exhalar el aliento significa la transmisión de vida. Aquí se
trataría, por consiguiente, de una participación en la vida de Jesús
resucitado, que posee personalmente el Espíritu de Dios y que lo transmite a la
comunidad creyente.
El último paso es la potestad de perdonar los pecados. La potestad se da
en el seno de la comunidad creyente, más allá y por encima de las concreciones
históricas que esa potestad ha asumido con posterioridad.
A partir del v. 24 el relato avanza con la conocida historia de Tomás,
al que el autor presenta como "uno de los doce", una expresión que en
el cuarto Evangelio se reserva para Tomás y para Judas el traidor. Los
discípulos hacen ante Tomás confesión de su fe: "hemos visto al
Señor". Tomás les responde que él hará suya esta misma confesión, siempre
y cuando tenga razones tangibles para hacerlo. Jesús en persona le aporta esas
razones y Tomás hace suya la confesión de fe. Jesús la acepta, pero reprocha a
Tomás el modo de llegar a ella, declarando, en cambio, bienaventurados a los
que crean sin necesidad de basarse en la comprobación tangible.
A través de esta bienaventuranza el texto se abre al futuro, a las
personas no contemporáneas de Jesús, a los lectores del cuarto Evangelio. Así
se pone explícitamente de manifiesto en los dos versículos finales, en los que
el autor da cuenta de la doble finalidad de su escrito.
Con la mayor parte de los exégetas, la frase "para que creáis"
no va dirigida a no creyentes, a quienes se intenta ganar, sino a creyentes, a
quienes se intenta afianzar en la fe que ya tienen.
Esta finalidad cristológica se completa con otra soteriológica:
"para que tengáis vida". El cuarto Evangelio es esencialmente un
mensaje de salvación, poniendo explícitamente de manifiesto que no hay
cristología separada de la soteriología.
Comentario. Más allá y por encima de las legítimas concreciones
históricas que, sobre todo en lo relativo a la potestad de perdonar los
pecados, ha ido asumiendo el texto de hoy, en él se plasman los componentes
fundamentales del ser cristiano, a los que una y otra vez hay que remitir
cuando de dar razón de lo que como Iglesia somos se trata.
Es bien sabido que el cuarto Evangelio no renuncia a los Doce, pero debe
también saberse que en el cuarto Evangelio se formulan serios reparos a los
Doce, cuando de entender a Jesús se trata.
En el cuarto Evangelio no son precisamente los Doce -Tomás es un
ejemplo- quienes más se distinguen por la prontitud y facilidad en captar a
Jesús. Y, sin embargo, la captación de Jesús constituye el rasgo básico y
fundamental del ser cristiano. Captar a Jesús es llegar a descubrir en él al
Hijo de Dios.
Nosotros estamos en condiciones de hacerlo con más facilidad incluso que
los Doce. Este es probablemente el mensaje que quiere transmitirnos el autor de
la historia de Tomás.
Del reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios surge la alegría,
componente esencial del ser cristiano, no siempre suficientemente resaltado.
Actitud existencial sin los miedos y temores radicalmente humanos; estado de
ánimo distendido y grato; fuerza vital desbordante. Todo lo anterior pertenece
al ámbito de lo individual y privado.
Con el componente esencial del envío el ser cristiano se hace social y
público. El envío no es proselitismo, sino presencia. El cristiano es otro
Cristo; a través suyo toma cuerpo una forma de ser, de organizarse y de vivir.
Una forma distinta, porque está animada por el Espíritu de Dios y porque en
ella existe el perdón de los pecados.
A. Benito, Dabar 1992, 26
8.- Texto.-Son fácilmente discernibles tres partes. La primera la forman
los vs. 19-23. Se desarrolla en un lugar cerrado. Dentro se encuentran los
discípulos, en quienes ha hecho presa el miedo a los judíos. Llega Jesús y,
tras saludarles, se identifica. El autor comenta lacónicamente: Los discípulos
se llenaron de alegría al ver al Señor. El saludo repetido abre después las palabras
de Jesús, constituyendo a los discípulos en enviados suyos. Un suave soplo de
aire de Jesús es el símbolo de ese envío, que el propio Jesús explica. La
segunda parte está formada por los vs. 24-29, con Tomás como protagonista. No
cree lo que los demás le cuentan sobre Jesús. Más aún, pone condiciones para su
aceptación. A los ocho días se repite el hecho en las mismas circunstancias de
lugar y miedo.
Tras el saludo a todos, Jesús se dirige directamente a Tomás, a quien
invita a dar crédito a la realidad de su persona. Tomás así lo hace, pero Jesús
le puntualiza que el camino que ha seguido para creer en él no es ni el único
ni el más dichoso.
La tercera parte del texto son los vs. 30-31. Se trata de una conclusión
del autor a toda su obra, indicando las dos motivaciones que ha tenido para
escribirla.
Comentario. -Cuando el cuarto Evangelio habla de judíos no emplea el
término en sentido nacional de pueblo judío, y cuando habla de discípulos no
está hablando de los doce. Judíos y discípulos representan una actitud y una
mentalidad religiosas que se ponen de manifiesto en el modo de entender el
sentido y el papel de Jesús. No parece tratarse de una cuestión tan simple como
la que presuponemos cuando denostamos a los judíos. El autor relaciona fe en
Jesús con signos realizados por él. Véase la tercera parte del texto de hoy.
Esta relación de fe y signo la encontramos desde Jn. 2, 11, es decir, desde el
comienzo de la obra. Ahora bien, la elección del término "signo" nos
está indicando que creer en Jesús no lo entiende el autor en un plano de
superficie o de solas evidencias empíricas. De ahí la crítica a Tomás por
querer aferrarse en exclusividad a este plano: ¿Porque me has visto has creído?
Dichosos los que crean sin haber visto. Estas palabras no pretenden quitar
importancia a los testigos oculares.
SIGNO/QUÉ-ES: Tratan sencillamente de situar la fe, la nuestra, en su verdadera
dimensión. Y esta dimensión no es la de la evidencia empírica, sino la de la
significación o representación. El Diccionario de la Real Academia Española
define la palabra signo de la siguiente manera: "cosa que por su
naturaleza o convencionalmente evoca en el entendimiento la idea de otra".
Para el autor del cuarto Evangelio, creer en Jesús es descubrir lo que sus
hechos y palabras evocan y quieren decir. Esto es, sitúa la fe en el plano de
lo hondo a buscar y descubrir, porque a primera vista no aparece ni se ve. Es
entonces cuando se es discípulo, es decir, creyente. ¡Y la vida empieza a
brotar con fuerza! En realidad, así es como el autor del cuarto Evangelio ha
presentado la fe en Jesús resucitado por parte de los discípulos.
Lo veíamos el domingo pasado. A ella han llegado a partir de la
profundización en un signo, el sepulcro vacío. Por consiguiente, la primera
parte del texto de hoy no quiere ser una demostración de que Jesús vive. En el
planteamiento de Juan no entra la fe como apologética. Lo que Juan quiere poner
de manifiesto en esa primera parte es el papel de los discípulos en cuanto
creyentes.
Son los enviados de Jesús, como él lo ha sido del Padre. Lo son, por
supuesto, desde la íntima paz y alegría nacidas de la efectiva y real presencia
de Jesús. Pero no es esa presencia lo que se quiere hacer resaltar, sino el
envío de los discípulos.
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Los creyentes son
una comunidad con un aire nuevo, el aire de Jesús, simbolizado en su suave
soplo sobre ellos. Los creyentes son la comunidad del perdón de los pecados.
¡Lástima del aire viejo y enrarecido que a veces se ha infiltrado en estas
palabras!
A. Benito, Dabar 1986, 23
9.- Cuando se escribe este evangelio, el domingo, el día del Señor, es
ya el día de la reunión de los cristianos. Estamos en el mismo día de la
resurrección y es el mismo día de la efusión del Espíritu. Juan muestra que el
misterio pascual es una unidad. Miedo y cerrazón. Unas actitudes de los
discípulos que Jesús resucitado supera. A pesar del miedo y la cerrazón, él se
les pone en medio. (Vale la pena tenerlo siempre presente: como una advertencia
y como un motivo de esperanza). El evangelio subraya que la presencia de Jesús
es real, pero distinta de la de antes, y que este Jesús es el crucificado: la
resurrección no quita nada de la absurdidad y el sufrimiento de la muerte; en
todo caso, nos hace ir más allá, nos la hace mirar con otra esperanza.
Jesús puede dar aquella paz que proviene de dar la vida. Jesús
resucitado, dador de la paz, lleva la alegría. Quizá podríamos decir: al
principio de la comunidad hay ya alegría... Jesús, enviado del Padre, envía a los
discípulos. La misión de los discípulos es la misma de Jesús: ser testimonios
del Padre, del Dios que ama tanto al mundo que le da la propia vida. Y el
evangelista no habla de unos cuantos discípulos privilegiados, sino de todos.
Empieza una nueva creación. Así como Dios había alentado sobre aquella figura
de barro para darle la vida, Jesús da el Espíritu a los discípulos para que
tengan su misma vida, una vida que se caracteriza por la reconciliación, por la
capacidad de ser corderos de Dios que quitan el pecado del mundo a base de dar
la propia vida por amor y con plena libertad. Tomás pide otros signos que no
son el testimonio de la comunidad creyente que habla en nombre del Señor. De
hecho, le bastará con el "reproche" que le dirige Jesús, y creerá como
los demás, por su palabra. Y no sólo eso: hará la confesión máxima de la fe.
¡Exclama que Jesús es Dios! La bienaventuranza final se dirige a todos aquellos
que creerán por la palabra y el testimonio.
J. M. Grané, Misa Dominical 1992, 6
10.- Sentido del texto. 1. Versículos 19-23. Como el antiguo Israel, los
discípulos, que habían comenzado su éxodo siguiendo a Jesús, se encuentran
desamparados en medio de un ambiente hostil. No tienen experiencia de Jesús
vivo. Pero están en la noche en que el Señor va a sacarlos de la opresión.
Jesús viene a liberar a los suyos. Su primer saludo de paz recuerda a los
discípulos su presencia anterior en medio de ellos y su victoria, eliminando el
miedo y la incertidumbre. Se les da a conocer como el que les demuestra su amor
hasta la muerte, con las señales que indican su poderío (manos) y la
permanencia de su amor (costado). El nuevo saludo en v. 21 sirve para
transmitir seguridad y valentía en la misión que comienza para ellos y que,
como la de Jesús, va a consistir en la actividad liberadora del hombre, hasta
la entrega total. La comunidad cristiana es la alternativa que Jesús ofrece
para dar testimonio ante el mundo de la realidad del amor del Padre. El
resultado de la misión de la comunidad viene formulado en términos positivo y
negativo en el v. 23. Ante el testimonio de amor que la comunidad tiene que
dar, sucederá lo mismo que sucedió con Jesús: habrá quienes lo acepten y den su
adhesión y quienes se endurezcan en su actitud hostil al hombre. Como Jesús,
pues, la comunidad es mediación de salvación o de condena, no porque ella
enjuicie a nadie, sino porque la actitud que se adopte ante ella refrendará lo
que cada uno es y decide de por sí.
2. Versículos 24-29. La fe en Jesús vivo y resucitado consiste en
reconocer su presencia en la comunidad de los creyentes, que es el lugar
natural donde él se manifiesta y de donde irradia su amor. Tomás representa la
figura de aquél que no hace caso del testimonio de la comunidad ni percibe los
signos de la nueva vida que en ella se manifiestan. En lugar de integrarse y
participar de la misma experiencia, pretende obtener una demostración
particular. No quiere aceptar que Jesús vive realmente y que la señal tangible
de ello es la comunidad transformada en la que ahora se encuentra. La comunidad
transformada es ahora lo importante: ella es el medio que las generaciones
posteriores tendrán para saber que Jesús vive realmente.
Dabar 1983, 23
11. PERDON/A.
Así como en la primera creación del hombre, Dios le infundió la vida,
así también el aliento de Jesús comunica la vida a la nueva creación
espiritual. Cristo, que murió para quitar el pecado del mundo, ya resucitado,
deja a los suyos el poder de perdonar. Así se realiza la esperanza del pueblo
de la Biblia. Dios lo había educado de modo que sintiera la presencia universal
del pueblo. En el templo se ofrecían animales en forma ininterrumpida para
aplacar a Dios. Pero ese río de sangre no lograba destruir el pecado, y los
mismos sacerdotes debían ofrecer sacrificios por sus propios pecados antes de
rogar a Dios por los demás. Las ceremonias y los ritos no limpiaban el corazón
ni daban el Espíritu Santo.
Pero ahora, en la persona de Jesús resucitado, ha llegado un mundo
nuevo. Aunque la humanidad siga pecando, ya el primero de sus hijos, el
"hermano mayor de todos ellos", ha ingresado en la vida santa de
Dios.
Los que se afanan por la vida espiritual, sufren sobre todo por la
presencia universal del pecado. Su tristeza profunda está en no hallarse aún
totalmente liberados de él. De ahí que el perdón de los pecados sea para ellos
la riqueza más grande de la iglesia. La capacidad de perdonar es la fuerza que
permite solucionar las grandes tensiones de la humanidad. Si bien penetra
difícilmente en los corazones, ella no deja de ser un gran secreto... Quien no
sabe perdonar, no sabe amar. En la reconciliación se muestra al prójimo el amor
más auténtico.
Eucaristía 1992, 21
12.- Cristo es percibido como presente entre sus discípulos reunidos en
la tarde del primer día de la semana (tal vez convenga ver aquí una alusión a
las reuniones cristianas que se celebraban en domingo). Este dato, confirmado
por 1 Cor 15, 4 (uno de los más antiguos relatos sobre la resurrección), no
parece que se refiera solamente a la costumbre literaria de hacer resucitar a
los dioses a los tres días. Sino que, dado el número, la confluencia de
testigos y la simplicidad de los relatos, podemos admitir que así fue.
Posteriormente los creyentes tomaron este día como el más significativo para
celebrar al misterio cristiano. Obligación de amor, que no de ley.
La misión de los discípulos se deriva del suceso de Pascua (cf. Mt 28,
16-20; Mc 16, 15-20; Lc 24,44-49); pero Juan lo encuadra en el conjunto de la
misión de Jesús (17, 17-19). Además no subraya el carácter universal de la
misión; tal vez porque esta meta ya ha sido conseguida a la hora en que se
escribe el evangelio de Juan (cf. 4, 35-38). Los apóstoles y todos los
discípulos son portadores de la misión de Jesús. La Iglesia, si cree de verdad
en la resurrección, tiene que acercarse a los extremos de la miseria humana;
allí está su campo de misión, su labor de hacer ver que el mensaje pascual es
coherente y válido.
A pesar de que en las diferentes Iglesias hay controversia sobre el
punto de quién ejerce el don del perdón, lo que sí es cierto es que la fuerza
perdonadora del resucitado reside en los creyentes, en los discípulos de Jesús
(cf. Mt 16, 19). Después de la resurrección es posible creer en el perdón
porque el poder de las tinieblas ya no volverá a reinar en el mundo. Creer en
esto y trabajar en consecuencia es ser cristiano.
En adelante, la fe reposa no sobre el "ver", sino sobre el
testimonio de los que han visto. Por esta fe es por la que los cristianos
llegamos a Cristo (17, 20). Y recreamos en nuestras vidas el mismo hecho
salvador de la cruz y la misma alegría de la resurrección. Así entramos en
comunión con los Apóstoles, que "vivieron", y participamos de su
experiencia pascual.
Eucaristía 1977, 20
13.- Podríamos llamar «oficiales», apariciones colectivas, a las de
Jesús resucitado a todos los discípulos juntos. De entre ellas, aquellas cuyo
día nos es señalado claramente, tienen lugar en domingo. La tarde del mismo día
de Pascua los discípulos de Emaús, después de la aparición con que ellos han sido
agraciados, se reúnen con los otros discípulos en Jerusalén (Lc. XXIV, 33),
Jesús se aparece a todo el grupo en ausencia de Tomás. Una semana más tarde se
aparece de nuevo y confunde el escepticismo de Tomás que no creyó lo que le
refirieron sus compañeros. El evangelio de este domingo nos relata punto por
punto estas dos primeras apariciones generales, separadas por una semana. La
elección de este pasaje para el domingo posterior a la Pascua está inspirada en
la concreta indicación que figura en medio del texto y que es como el quicio
del evangelio de este domingo: «ocho días más tarde» (v. 26).
DO/ANIVERSARIO: Este domingo después de Pascua es, verdaderamente, el primero de todos
los domingos. En efecto, la Resurrección de Jesús es un acontecimiento histórico,
único en el transcurso de los siglos. La reunión de los discípulos, justamente
una semana después, y la visita de Jesús que viene a solemnizar esta reunión
como si le confiriese un carácter oficial, hacen que el misterio de la
Resurrección deje de tener, si así se puede decir, carácter de acontecimiento
para adquirir el de institución. Se trata de algo que no basta recordar como un
hecho histórico, sino que es preciso celebrarlo, es decir, empaparse de su
realidad y de su riqueza espiritual. La primera celebración de la Pascua tuvo
lugar el primer domingo siguiente a la misma. De este modo, el domingo ha
venido a ser el «hebdoversario» de la Resurrección, su celebración
hebdomadaria.
Los discípulos del Señor, judíos de origen, tenían la costumbre de dedicar
al Señor un día por semana; pero ya estaba el sábado. Les era necesario
conservar el ritmo religioso hebdomadario, pero también les era necesario
indicar que convenía cambiar de día para que el día del Señor fuese el día de
la Resurrección del Señor. Jesús, con su aparición del primer domingo después
de Pascua, contribuyó a este desplazamiento del día consagrado y de descanso.
Con ocasión de la Pascua todos los cristianos han cumplido su "deber
pascual". Los inconstantes, los negligentes y los indiferentes también han
hecho el cumplimiento pascual. Es necesario ayudarles a permanecer fieles, a no
retornar a su negligencia... hasta la próxima Pascua. Muchos pastores toman
voluntariamente la negligencia como tema para su predicación del domingo in
albis. La celebración hebdomadaria inaugurada por el Señor, el pasaje del
acontecimiento único convertido en institución habitual, todos estos
pensamientos enmarcados en la liturgia del día, ¿no constituyen un buen punto
de partida para una tal predicación dirigida a los que han hecho el
cumplimiento pascual? San Gregorio Nacianceno escribió en el siglo IV a
propósito del domingo octava de la Pascua: «Después de ocho días, que la octava
sea para ti una gran fiesta... El domingo aquel (la Pascua) era el de la salud,
éste es el del aniversario de la salud; aquél era la frontera entre el sepulcro
y la resurrección; éste es sencillamente el de la segunda creación, a fin de
que, igual que la primera creación comenz6 en domingo, así también la segunda
creación comience en el mismo día, que es, al mismo tiempo, el primero en
relación con los que le siguen y el octavo con relación a los que le preceden,
más sublime que el día sublime y más admirable que el día admirable: él se
refiere, en efecto, a la vida de arriba».
L. Heuschen, La Biblia cada semana, Edic.
Marova/Madrid 1965.Pág 175 S.
14.- Nos encontramos ante el segundo grupo de episodios narrados por el
cuarto Evangelio en el contexto de la resurrección de Jesús. En este conjunto
hay claramente tres perícopas diversas: la aparición de Jesús a los discípulos,
sin Tomás (vv 19-23); la aparición de Jesús estando presente Tomás (24-29), y,
finalmente, la conclusión del Evangelio (30-31). Notemos que, con estos dos
versículos (30-31) aparece la conclusión original de la obra, ampliada más
tarde con la inclusión del capítulo 21. De esta forma, el enlace entre la
escena de Tomás y la conclusión resulta todavía más directo e importante. La
estructuración de las apariciones está hecha en paralelo con los dos primeros
episodios de este capítulo 20: por una parte, los discípulos y la fe; por otra,
la aparición a Tomás forma un claro paralelo con la aparición de Jesús a María
de Magdala, y el énfasis en este segundo caso se centra en la dificultad de
reconocer a Jesús y en la correspondencia de Jesús a la fe de los creyentes.
FE/VISION: Entre las muchas cosas que aparecen en estas escenas podríamos recoger
una: el tema de la fe y la visión. Por una parte parece que Jesús niega que la
visión haya de ser considerada por los cristianos como necesaria para la fe.
Pero, en cambio, la fe -según este Evangelio- comporta una visión («si tienes
fe, verás el poder de Dios», dice Jesús a Marta: /Jn/11/40). Hay, en este
Evangelio, una clara dialéctica entre visión y fe. Debemos destacar el carácter
simbólico de la escena del ciego de nacimiento para comprender la profundidad
de lo que se nos quiere decir: «Yo he venido a este mundo para abrir un
proceso; así, los que no ven, verán, y los que ven, quedarán ciegos»
(/Jn/09/39). El que se imagina que ve, el que ya tiene un conocimiento claro y
definido de lo que ha de pasar («a nosotros nos consta...»: 9,24.29.31), en
realidad ni ve ni sabe nada, es ciego. En cambio, el que todo lo ignora, el que
no ve, éste llegará a contemplar el poder de Dios en Jesús. La visión no lleva
necesariamente a la fe; en cambio, la fe sí que lleva a la visión.
Para aquellos que parecen conocerlo todo, para quienes no necesitan la
luz, pues piensan que ya la tienen, Jesús no actuará abriéndoles los ojos. En
cambio, el que se siente en la necesidad de la luz y de la claridad, que no se
fía de sí mismo, tal vez la fe en Jesús le puede llevar a contemplar la gloria
de Dios.
Oriol Tuñi, La Biblia día a día, Comentario
Exegético a las lecturas, de la Liturgia de las Horas, Ediciones
Cristiandad.Madrid-1981.Pág. 889 S.