jueves, 31 de mayo de 2018

LECTURA Y COMENTARIO CORPUS CHRISTI CICLO B - 3 JUNIO 2018


ESTE ES MI CUERPO, ESTE ES MI SANGRE


ORACION COLECTA

Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentenos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tu que vives y reinas con el Padre.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Éxodo 24, 3-8

En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: «Haremos todo lo que dice el Señor.».
Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos.».
Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: «Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con ustedes, sobre todos estos mandatos.».

SALMO RESPONSORIAL (115)

Cuando te invoque, Señor, me escuchaste

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta a los Hebreos 9, 11-15

Hermanos: Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado.
No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna.
Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.
Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26

El primer día de los Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: « ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».
Él envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan a la ciudad, encontraran un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y, en la casa en que entre, díganle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?". Les enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena.».
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomen, esto es mi cuerpo.». Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron.
Y les dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.». Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

COMENTARIO

El día de Corpus celebramos el misterio de la presencia real de Jesucristo en la eucaristía. Esta fiesta se remonta a finales del siglo XIII en Lieja, Bélgica, por un Movimiento Eucarístico cuyo centro fue la Abadía de Cornillón fundada en 1124 por el Obispo Albero de Lieja y que dio origen a varias costumbres eucarísticas, como por ejemplo la Exposición y Bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la Misa y la fiesta del Corpus Christi.
Jesús se hace presente en el pan y el vino para hacernos vivir con él y de él. Los primeros cristianos, en vez de pensar como nosotros: “Hay que ir a misa”, decían: “Necesitamos nuestro domingo”. La Eucaristía o misa será para nosotros el gozo y la fuerza de nuestra vida cuando tengamos este sentimiento de necesidad: “No puedo pasar sin ella”. Es una cuestión de fe despierta hasta su más alto grado. La riqueza de la misa sólo se puede ver en la fe; ir a misa es ante todo sacudir nuestra fe. En medio de pensamientos tan diversos, ponernos otra ropa, llegar a tiempo, encontramos con los demás, tener una función en la celebración, aguardar una buena homilía, sólo hay una cosa esencial: no faltar a nuestra cita con Jesucristo. Esa cita con el invisible depende por entero de nuestra fe, que es la única capaz de forzar lo invisible. Al ofrecernos su presencia eucarística, Jesús nos invita a trabajar en el mundo entero.  Nos dice: “Tomen”. Yo le digo: “Si Señor, quiero tomarte, quiero recibirte, a ti”. No vamos hacia otra cosa, vamos hacia ti, te tomamos a ti. Tomar a Jesús es aceptar entrar en las ideas de Dios en la valentía de aquel que vino a salvar al mundo. ¡Tomen! Es mi cuerpo, es mi vida. Sí, Señor, tomo tu vida para vivir como tú. Sabemos a qué nos compromete esto: vivir como Jesús es escoger amar. Cuando se comprende, se ve hasta qué punto es vano amar como Jesús sin la misa. ¡Él lo sabía bien! No somos nosotros los que inventamos la eucaristía, sino él: “Para poder vivir como yo, tómenme; soy yo”. Este domingo tenemos una cita con Jesús, la fiesta del Corpus Christi: celebremos la Eucaristía, recibámoslo en comunión y llevémoslo en procesión por nuestras calles con el fin de tributarle a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud.  Los cristianos atestiguamos nuestra gratitud y recuerdo por tan inefable y divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

PLEGARIA UNIVERSAL

Dirijamos a Dios nuestro Padre nuestras suplicas:

1.- Oremos por el Papa Francisco, los obispos y sacerdotes de la Iglesia, para que presidiendo la Celebración Eucarística con fe viva, nos ayuden a reconocernos como miembros vivos del Cuerpo de Cristo. Roguemos al Señor.

2.- Oremos por todos los creyentes, para que podamos descubrir el valor infinito de la Eucaristía y participemos en ella con la certeza, de que aquí recibimos salvación. Roguemos al Señor.

3.- Oremos por los ministros de la Eucaristía para que al llevar la santa comunión a los enfermos puedan trasmitirles con sus actitudes amorosas, la presencia viva del Señor que viene a su encuentro para fortalecerlos y consolarlos. Roguemos al Señor.

4.- Oremos por los padres de familia para que con su testimonio de fe, despierten en sus hijos el deseo de participar en la Santa Misa, fuente de paz y de alegría. Roguemos al Señor.

5.- Oremos por todos los niños que se preparan a la primera comunión para que puedan vivir un encuentro tan vivo con Jesús, que le conquiste para siempre el corazón. Roguemos al Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Señor, concede propicio a tu Iglesia los dones de la paz y de la unidad, místicamente representados en los dones que hemos ofrecido. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Concédenos Señor, saciarnos del gozo eterno de tu divinidad, anticipado en la recepción actual de tu precioso Cuerpo y Sangre, tu que vives y reinas con el Padre.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 04: 2P 1, 1-7; Sal 90; Mc 12, 1-12
Martes 05: 2P 3, 12-15ª.17-18; Sal 89; Mc 12, 13-17
Miércoles 06: 2Tm 1, 1-3.6-12; Sal 122; Mc 12, 18-27.
Jueves 07: 2Tm 2, 8-15; Sal 24; Mc 12, 28ª-34.
Viernes 08: Os 11, 1b.3-4.8c-9; Sal: Is 12, 2-6; Ef 3, 8-12.14-19; Jn 19, 31-37.
Sábado 09: Is 61, 9-11; Sal: 1S 1 4-8; Lc 2, 41-51.
Domingo 10: Gn 3, 9-15; Sal 129; 2Co 4, 13-5,1; Mc 3, 20-35.


COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mc 14, 12-16.22-26

-Texto:
Forma parte del relato de la pasión. El autor precisa el tiempo en clave cronológica griega. Para los griegos el día iba de salida de sol a salida de sol. Ello explica que el primer día de los ázimos o pascua a secas y matanza de los corderos puedan tener lugar en la misma fecha. La matanza comenzaba a las 14,30 horas y la pascua a las 18 horas. En cambio, en clave cronológica judía la coincidencia en la misma fecha es imposible, pues las 14,30 horas pertenecían al final de un día y las 18 horas marcaban el comienzo del siguiente.
Lo mismo que los preparativos de la entrada en Jerusalén en Mc. 11, 1-6, los preparativos de la cena reproducen un modelo de actitud soberana, dueña en todo momento de la situación.
Ya en la cena, el autor se centra en dos gestos de Jesús; el pan partido y repartido; el vino repartido. En ambos casos a la notificación del gesto por parte del autor sigue la interpretación del gesto a cargo de Jesús. A la interpretación del gesto de la copa siguen otras palabras de Jesús sobre su destino personal en perspectiva de futuro glorioso. El texto se cierra con una indicación del autor, preparatoria del arresto de Jesús en Mc 14, 32.
-Comentario:
Un acontecimiento judío es traducido a una clave cronológica no judía. Esto tiene indudablemente un significado. En la intención del autor el acontecimiento que va a referir no es exclusivo de un tiempo, sino que se adentra en todos los tiempos y se repite en todos ellos. Se repite hoy, 2 de junio 1991.
El acontecimiento que hoy se repite tiene que ver con un Jesús que va a morir, más exacto, a quien se va a matar. Pero Marcos nos dice que Jesús es víctima consciente, Jesús sabe lo que le va a suceder y por qué le va a suceder. El acontecimiento se repite en nuestra Eucaristía. A Jesús lo representan el pan y el vino de los que participamos los comensales.
Al comer el pan y beber el vino entramos en comunión con un Jesús que va a la muerte, más exacto, a quien se va a matar.
Al comer el pan y beber el vino sabemos también que entramos en comunión con lo que parece imposible entre nosotros, pero que es absolutamente real en Dios. Entre nosotros utopía se ha convertido en sinónimo de imposible. ¡Pero en Dios la utopía es la realidad! Si la expresión "en Dios" te parece difícil, cámbiala por esta otra que conoces más: gracias a Dios. Con todo, y de momento, a lo mejor debemos salir para el monte de los olivos.
Alberto Benito, Dabar 1991, 30



Según el entender de Marcos, la última cena de Jesús fue una cena de Pascua. Y como la cena de pascua sólo se podía tomar en la ciudad santa, era necesario que todos los peregrinos se procurasen un espacio (una sala), en el que se consumiese el cordero sacrificado en el templo; consumición que regularmente debía ser hecha por una comunidad de al menos diez participantes.
Para que tales comunidades fueran posibles, los habitantes de Jerusalén debían poner a disposición gratuitamente los salones de sus casas y ofrecerlos. Sabemos por muchos testimonios que los habitantes de Jerusalén hacían esto gustosamente para con los peregrinos. Así, pues, se explica que los dos discípulos enviados por delante pudieran preparar la cena como se indica.
En la cena, primeramente, todo discurre con normalidad, como era costumbre. Jesús, como presidente ("padre de la familia o de la casa"), pronuncia la bendición sobre el pan, a lo que los discípulos tuvieron que contestar "¡amén!", como signo de que tal bendición también se hacía en su nombre. Después, Jesús parte el pan y acontece lo sorprendente. Mientras que lo normal, tanto en una cena de pascua como en otra, era que el "padre de la casa" no dijera nada al entregar el pan bendecido y partido, Jesús dice: "Tomad, esto es mi cuerpo". Y como los discípulos ya sabían, por su Biblia, que, hablando del "cuerpo", uno se refería al hombre entero, comprendieron perfectamente que Jesús, su Señor, se les quería entregar en ese pan. Después de esta sorpresa, la cena volvió a tomar su curso normal.
Jesús también sabía, por la Sagrada Escritura, que los hombres podemos cargar representativamente con las calamidades que amenazan a los demás y así defenderlos. Y como esto era lo importante para él, ya que, "a pesar de que mi pueblo rechace de momento la oferta del Reino de Dios, no tendrá por qué acabar mal: el presente y el futuro de ese reino dependen ahora de mí absolutamente", es entonces cuando sorprende por segunda vez a sus discípulos y les invita (cf. 1 Cor 11, 25) a beber todos juntos de su cáliz.
Eucaristía 1988, 27



3. Los preparativos de la Cena de Pascua (vs. 12-16). Propiamente hablando, Pascua y Ácimos eran fiestas contiguas pero diferentes. Los Ácimos comenzaban finalizado el día de pascua y duraban siete días. Sin embargo, el sentir popular, tal como lo conocemos por Flavio Josefo, unificaba ambas fiestas. Es este sentir popular el que recoge Marcos en el v. 12. A partir de aquí el relato tiene una estructura igual a la de los preparativos para la entrada en Jerusalén (cfr. Mc 11, 1-4). Con clarividencia sobrehumana Jesús prevé el curso de las situaciones. Estas acontecen tal y como él las ha dispuesto. En los preparativos para la entrada en Jerusalén Jesús era el Señor, en los preparativos de la Pascua es el Maestro. El Maestro dispone su espacio de enseñanza, su sala, su escuela. Es probablemente el homenaje literario de Marcos escritor a Jesús, el gran desconocido. Es probablemente la protesta de Marcos escritor por la injusta crueldad de los hechos. Preciosa página, henchida de ternura y amor, cuando la incomprensión y la cerrazón parecen ser más bien los dueños de los acontecimientos. El maestro es Jesús.
La Cena (vs. 22-26). El Maestro basa su enseñanza en el pan partido en trozos y el vino bebido a sorbos. Esto es mi cuerpo. Esto es mi sangre. Así es mi cuerpo. Así es mi sangre. Cuerpo y sangre como expresión de la totalidad de la persona según la antropología bíblica. El cuerpo es la dimensión empírica de la persona; sangre es su dimensión espiritual. Un pan partido en trozos, un vino dividido en sorbos: esto es el cuerpo del Maestro, esto es su sangre. Esto es su persona, rota y ensangrentada. El Maestro ve, describe su inminente y cruel fin.
Pero este fin no es un final. La historia sigue, su historia personal sigue. El Maestro ve y describe el triunfo del Reino de Dios. Allí estará él, brindando con vino nuevo. La Cena, pues, se abre a la esperanza, a la vida, a la apoteosis. Por eso, a la salida de la Cena el autor le da rasgos de salida triunfal.
Alberto Benito, Dabar 1985, 31



4. El texto evangélico nos presenta el relato de la última cena de Jesús omitiendo los versículos referentes a la traición de Judas (vv 17-21). Esta cena inaugura el relato de la pasión en los cuatro evangelistas. La víspera de su martirio, Jesús se prepara a interpretar el sentido de su muerte ante sus discípulos.
Toda su vida entregada a la voluntad del Padre en el anuncio del Reino desemboca en el rechazo de los hombres. Jesús asume este rechazo, incluso a costa de su propia vida, por fidelidad a su donación a la voluntad del Padre. El recuerdo del Éxodo, la muerte del cordero inmolado, el simbolismo del vino-sangre... y del pan partido... son los elementos de la cena pascual que sirven a Jesús para presentar el sentido salvífico de su muerte.
"Esto es mi cuerpo... esta es mi sangre... de la alianza". Jesús se mueve en un clima estrechamente sacrificial. En los antiguos sacrificios la víctima era el vínculo de unión entre los hombres y la divinidad. Con la entrega sacrificial de su propia vida, Cristo quiere ser el instrumento de unidad entre Dios y los suyos. La mención de la sangre "de la alianza" une este texto a la primera lectura de hoy (Ex 24,8).
"Derramada por todos". Del mismo modo que en los sacrificios era derramada la sangre sobre el altar, así Cristo derrama la suya en su muerte martirial. La sangre de los sacrificios tenía carácter expiatorio: cubre los pecados y reconcilia al oferente con Dios. La muerte de cristo lo introduce en la plena comunión con Dios que es la vida del Resucitado, por eso no le afecta tan sólo a él, sino que repercute en "todos", es decir, en la humanidad entera.
" ... beberé el vino nuevo en el Reino de Dios". La era mesiánica se compara con frecuencia con un banquete (cf. Is 25,6; 65,13; Mt 8,11; 22.1-14; Lc 14,16-24; Ap 19,9). Jesús volverá a beber el vino de la bendición en la Pascua eterna que celebrará en el Reino de su Padre con todos los redimidos.
Las lecturas de hoy centran la festividad en el tema de la sangre derramada, como expresión de la entrega generosa y voluntaria de la vida de Cristo, lo cual inaugura una nueva "alianza" o estilo de relación del hombre con Dios: la de la disponibilidad total a su voluntad.
Jordi Latorre, Misa Dominical 2000, 8, 38



5. ACI DIGITAL 2003
14. Comer la Pascua, es decir, el cordero pascual prescrito por la Ley. (Ex. 12, 3 ss.). Jesús, que no había venido a derogarla (Mat. 5, 17), no ve inconveniente en observarla, como lo hizo con la circuncisión (cf. Rom. 15, 8), aunque El había de ser, por su Pasión y Muerte en la Cruz, la suma Realidad en quien se cumplirían aquellas figuras; el Cordero divino que se entregó "en manos de los hombres" (9, 31) sin abrir su boca (Is. 53, 7); el que San Juan nos presenta como inmolado junto al trono de Dios (Apoc. 5, 6), y que S. Pablo nos muestra como eterno Sacerdote y eterna Víctima. Cf. Hebr. caps. 5 - 10; S. 109, 4. 

24. Véase Mat. 20, 28 y nota. No significa aquí: derramada "por obra de" muchos (aunque esto también sea verdad en el sentido de que todos somos pecadores), sino que se derrama como un bautismo de redención sobre todos los que lo aprovechen, según la palabra del Apocalipsis 22, 14 (Vulgata) coincidente con Ef. 1, 7; Col. 1, 14 y 20; Hebr. 9, 12 ss.; 13, 12; I Pedro 1, 19; I Juan 5, 6; Apoc. 12, 11.