OJOS PARA VER LOS MILAGROS
ORACION COLECTA
Oh Dios, por ti nos ha venido la
redención y se nos ofrece la adopción filial, mira con bondad a los hijos de tu
amor, para que cuantos creemos en Cristo alcancemos la libertad verdadera y la
herencia eterna. Por Nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 35, 4-7a
Digan a los cobardes de corazón: «Sean
fuertes, no teman. Miren a su Dios que trae el desquite, viene en persona,
resarcirá y los salvará».
Se despegarán los ojos del ciego,
los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del
mudo cantará.
Porque han brotado aguas en el
desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco un
manantial.
SALMO
RESPONSORIAL (145)
Alaba, alma mía, al Señor.
Que
mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da
pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. R.
El
Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el
Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. R.
Sustenta
al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina
eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol Santiago 2,
1-5
Hermanos míos: No junten
la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo.
Por ejemplo: llegan dos
hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los
dedos; el otro es un pobre andrajoso.
Ven al bien vestido y le
digan: «Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado.» Al pobre, en cambio:
«Estén ahí de pie o siéntate en el suelo.».
Si hacen eso, ¿no son
inconsecuentes y juzgan con criterios malos?
Queridos hermanos,
escuchen: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos
en la fe y herederos del reino, que prometió a los que lo aman?
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 31-37
En
aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago
de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además,
apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
Él,
apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la
saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá»,
esto es: «Ábrete.».
Y
al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y
hablaba sin dificultad.
É1
les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más
insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha
hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.».
COMENTARIO
En ese conjunto de acciones
y de palabras que constituyen el evangelio, todo tiene un valor de enseñanza
todo tiene que suscitar en nosotros la pregunta de Marcos, la cuestión de las
cuestiones sobre Jesús: ¿Quién eres? ¿Qué es lo que nos traes?”. El mismo Jesús
quiso contestar a ella, cuando vacilaba Juan bautista: “¿Eres tú el que se
esperaba?”.
Y la respuesta fue una serie
de milagros, repitiendo el texto de Isaías que comienza con una noticia alentadora
pero imprecisa: “Dios mismo viene a salvarnos”. Pero Isaías se apresura a
concretarla: “Los ciegos verán, los sordos oirán, los cojos saltarán, los mudos
gritarán, el agua manará para
los que se
morían de sed”. Esto es a la vez muy concreto y simbólico: Mediante
estos ejemplos. Isaías quiere describir toda la miseria humana y la bondad
poderosa de Dios.
Nos ofrece de este modo la
clave para leer bien los milagros de Jesús. Cristo lleva a cabo realmente
curaciones y otras acciones milagrosas, pero como signos de que Dios mismo
viene a salvarnos por medio de él, de Jesús: todas las miserias físicas y
morales se acabarán. Cada milagro es una especie de cartel. Dios nos salva, es
capaz de hacerlo y lo hace por medio de su Hijo Jesús. Por consiguiente, este
acto espectacular no es un prodigio que discutir como posible o imposible.
¿Quién puede dictar al creador los límites de
lo posible? Es un acto
poderosamente real, pero sobre todo poderosamente signo, que hay que meditar
como signo.
Nadie supo leer los milagros
de Jesús cuando los realizaba. La prueba es que la misma gente que los admiraba
los empujaría hacia la cruz y que sus mismos discípulos estuvieron hasta el fin
“faltos de inteligencia”.
La curación del sordomudos forma parte precisamente de una agrupación
de textos sobre su inteligencia y este conjunto termina con un
buen jarro de agua fría: “¿No acaban
de entender ni de comprender?
¿Están ciegos? ¿Para qué tienen ojos,
si no ven, y oídos,
si no oyen?”. (Mc 8, 17-18). Cuando Jesús se
enfada hasta ese punto, la cosa es grave.
Era después del milagro de la multiplicación que revelaba con tanta
claridad la bondad de Dios y su poder de salvación.
Pero este paso de un milagro a una meditación sobre el poder de Dios en
acción sólo se dio después de la resurrección.
Entonces comprendieron hasta qué punto Jesús es ese poder de
salvación. ¿Quién eres, Señor?
Lo que los milagros dicen de
mí. ¿Lo comprendemos? ¿Sabemos leer los milagros?
En todas las partes del
mundo en donde actúa Jesús resucitado, los sordos oyen, los mudos hablan, la
vida resucita. Pero se necesitan ojos para ver.
PLEGARIA UNIVERSAL
Elevemos a Dios Padre nuestras plegarias, para que nos de la sabiduría
necesaria para seguirlo y conocer siempre lo que es su voluntad, por eso
decimos: Señor, danos la sabiduría para seguirte.
1.- Por el Papa Francisco, para que el Señor lo llene de la sabiduría
necesaria para seguirlo y conocer siempre lo que es su voluntad, por eso
decimos: Señor, danos la sabiduría para seguirte. Oremos al Señor.
1.- Por el Papa Francisco, para que el Señor lo llene de la sabiduría
que viene de lo alto, y puedas seguir renovando la vida de la Iglesia. Oremos
al Señor.
2.- Por los gobernantes del mundo, para que en sus decisiones siempre
prime el respeto y la libertad de los hijos de Dios, sobre todo de los más
pobres y necesitados. Oremos al Señor.
3.- Para que el Señor nos de la sabiduría para buscar la voluntad de
Dios, en los acontecimientos de nuestra ida cotidiana. Oremos al Señor.
4.- Por los enfermos de nuestra comunidad, para que en nuestras
actitudes y gestos de bondad puedan ver al Señor que los visita y les ofrece su
consuelo. Oremos al Señor.
5.- Por nuestro párroco, para que el Señor, lo asista siempre con su
sabiduría y así pueda conocer la voluntad de Dios y acercarse a las personas
con el amor y la ternura del Señor. Oremos al Señor.
6.- Por todos nosotros reunidos en este día del Señor, para que
reconociendo su amor por nosotros estemos dispuestos a renunciar a todo lo que
nos separa de Él. Oremos al Señor.
Escucha Padre amado, las intenciones que te hemos presentado y las que
han quedado en nuestros corazones, por Cristo tu hijo y nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Oh, Dios, auto5r de la piedad sincera y de la
paz, te pedimos que con esta ofrenda veneremos dignamente tu grandeza y nuestra
unión se haga más fuerte por la participación en este sagrado misterio. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Concede, Señor, a tus fieles,
alimentos con tu palabra y vivificados con el sacramento del cielo,
beneficiarse de los dones de tu hijo amado, de tal manera que merezcamos
participar siempre de su vida. El que vie y reina por los siglos de los siglos.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 10: 1Co 5, 1-8;
Sal 5; Lc 6, 6-11
Martes 11: 1Co 6, 1-11;
Sal 149; Lc 6, 12-19.
Miércoles 12: 1Co 7, 25-31; Sal 44; Lc 6, 20-26
Jueves 13: 1Co 7, 25-31;
Sal 44; Lc 6, 20-26.
Viernes 14: 1Co 9, 16-19,
22b-27; Sal 83; Lc 6, 39-42
Sábado 15: Hb 5, 7-9; Sal
30; Jn 19, 25-27 (o bien: Lc 2, 33-35)
Domingo 16: Is 50, 5-9ª;
Sal 114; St 2, 14-18; Mc 8, 27-35.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Marcos 7, 31-37
1.- Marcos presenta el relato de
la curación del sordomudo ("mogilalos") de una manera bastante
original. Establece, por ejemplo, un paralelo estrecho entre el episodio del
sordomudo y el del ciego (Mc 8, 22-26), ya subrayado por estar ambos recogidos
en el conjunto llamado la "sección de los panes" (Mc 6, 30-8, 26). En
ambos casos encontramos sucesivamente un mismo "apartamiento" del
enfermo (7, 33; 8, 23), una misma insalivación (7, 33; 8, 23), la misma
insistencia de Cristo en recomendar silencio al beneficiario del milagro (7,
36ñ; 8, 26), una misma imposición de las manos (7, 32ñ; 8, 22, 23), una misma
reacción de los amigos que "llevan" al enfermo (7, 32; 8, 22).
De ambos relatos se desprende,
pues, una misma lección: no oír y no ver son signos de castigo (Mc 4, 10-12; 8,
22): la curación de la vista y la del oído son signos de salvación. Pero la
salvación otorgada por Dios supone una ruptura respecto al mundo: si Cristo
"lleva" al mudo y al ciego "fuera" para que vean y oigan,
es porque la multitud, en cuanto tal, es incapaz de ver y de oir.
a) El relato de la curación del
mudo se nos ofrece, en primer lugar, como una réplica de Is 35, 2-6. El profeta
anunciaba al pueblo, exiliado en Babilonia, un destino en el que no se atrevía
a soñar: sería investido con la "gloria del Líbano" y los mudos
mismos gritarían de alegría.
Ahora bien: Jesús se encuentra en
las fronteras del Líbano en un país pagano, y allí realiza un milagro en
beneficio de un mudo cuya palabra no podrá ya contenerse. El pueblo va a volver
del destierro, enriquecido con la fama de los países paganos y con una alegría
incomparable. El milagro anuncia así la era inminente de la salvación. Esta
salvación será también un juicio; los sordos oirán (cf. Is 29, 18-23), pero
otros se volverán sordos a la Palabra.
b) Es casi seguro que Marcos ha incorporado
este milagro dentro de un ritual de iniciación al bautismo ya existente. La
actitud de Cristo levantando la vista al cielo antes de curar al mudo (v. 34)
no aparece más que en el relato de la multiplicación de los panes (Mc 6, 41).
¿No es esto un indicio del carácter litúrgico de este episodio? Este pasaje
parece ser, efectivamente, un eco del primer ritual de iniciación cristiana.
Los más antiguos rituales bautismales preveían ya un rito para los sentidos
(ojos, en Act 9, 18; nariz y oídos, en la Tradición de Hipólito, núm. 20, etc.).
Si se tiene en cuenta que, para la mentalidad judía, la saliva es una especie
de soplo solidificado, podría significar el don del Espíritu característico de
una nueva creación (Gen 2, 7; 7, 22; Sab 15, 15-16). Marcos conserva, sin duda,
la palabra aramea pronunciada por Cristo, Ephpheta (v. 34), porque así la había
conservado la tradición.
Los elementos de este ritual de
iniciación podrían ser, pues, un exorcismo (Mc 7, 29, inmediatamente antes de
este evangelio), un padrinazgo de "quienes les llevan", un rito de
imposición de las manos (v. 32), un "apartamiento" (v. 33, sin ser el
arcano, más tardío, refleja ya la toma de conciencia de la originalidad de la
fe), un rito sobre los sentidos (v. 34), tres días de ayuno preparatorio (Mc 8,
3; Act 9, 9), y después la participación en la Eucaristía.
Para terminar, Marcos vuelve a la
tradición sinóptica (vv. 36-37) cuando hace mención de las alabanzas de la
multitud que reconoce en este milagro la llegada de la era mesiánica (Mt 15,
30-31), puesto que da cumplimiento a las profecías de Is 61, 1-2, ya
interpretadas por Cristo en este sentido (Mt 11, 5).
Volveremos aquí, a propósito del
aspecto particular de las curaciones de mudos en la Biblia, al tema de la fe,
que es el punto principal de esta perícopa. La mayoría de los relatos que
tratan de la vocación de profetas, es decir, de personajes que han de ser
portadores de la Palabra de Dios, refieren al mismo tiempo curaciones de mudos
o tartamudos (Ex 4, 10-17; Is 6; Jer 1). Se trata de un procedimiento literario
cuya finalidad es dar a entender que el profeta es incapaz, apoyado tan solo en
sus facultades naturales, de comenzar siquiera a hablar, sino que recibe de
Otro una palabra que hay que transmitir. Por eso, la curación de un mudo, que
proclama la Palabra, es considerada como un signo evidente de lo que es la fe:
una virtud infusa que no depende de las cualidades humanas.
Hay otro elemento que interviene
con frecuencia en las curaciones de mudos. En periodos de castigo divino, los
profetas permanecían mudos: no se proclamaba la Palabra de Dios porque el
pueblo se tapaba los oídos para no oírla (1 Sam 3, 1; Is 28, 7-13: Lam 2, 9-10:
Ez 3, 22-27; Am 8, 11-12; Gen 11, 1-9). El mutismo está pues, ligado a la falta
de fe: el mudo es muchas veces sordo con anterioridad. Pero si los profetas
hablan, y hablan abundantemente, es señal de que han llegado los tiempos
mesiánicos y de que Dios está presente y la fe ampliamente extendida (cf. Lc 1,
65; 2, 27-29).
Hay un texto profético muy
significativo a este respecto: Jl 3, 1-2, que se verá precisamente cumplido con
el milagro de Pentecostés (Act 2, 1-3). El crecido número de curaciones de
sordos y mudos operadas por Cristo es signo de la inauguración de la era
mesiánica (Lc 1, 64-67; 11, 14-28; Mt 9, 32-34; 12, 22-24; Mc 7, 31-37; 9,
16-28).
Al final de los Evangelios se
presenta también en forma de una vocación profética el envío de los apóstoles a
predicar, puesto que se les otorga una lengua nueva (Mt 10, 19-20; Rom 10,
14-18), como si también ellos tuvieran que salir del mutismo.
Este evangelio quiere darnos,
pues, a entender que debemos tomar conciencia de que la fe es un bien
mesiánico. Más, al relatar esta curación, Marcos quiere hacer suyo el tema del
Antiguo Testamento que relaciona mutismo y falta de fe. El evangelista subraya
repetidas veces que la multitud tiene oídos y no oye, y tiene ojos y no ve (Mc
4, 10-12, repetido en 8, 18). Por otra parte, toda la "sección de los
panes" (Mc 6, 30-8, 26) es la sección de la no inteligencia (Mc 6, 52; 7,
7, 18; 8, 17, 21).
Ahora bien: para curar al
sordomudo, Cristo le lleva fuera de la multitud (Mc 7, 33), como para subrayar
que el mutismo es característica de la multitud y que es necesario apartarse de
su manera de juzgar las cosas para abrirse a la fe.
La característica de los últimos
tiempos es la de situarnos en un clima de relaciones filiales con Dios,
capacitarnos para oír su palabra, corresponderle y hablar de El a los demás. El
cristiano que vive estos últimos tiempos se convierte así, en cierto modo, en
profeta, especialista de la Palabra, familiar de Dios. Para ello debe poder
escuchar esa Palabra y proclamarla: para hacerlo necesita los oídos y los
labios de la fe.
Maertens-Frisque, Nueva Guía De La Asamblea Cristiana VII, Marova
Madrid 1969.Pág. 43
2.- Suspiro de Jesús mientras mira
al cielo. Es difícil precisar el matiz de este suspiro, pero tratándose del
evangelio de Marcos no sería incorrecto interpretarlo como expresión de una
"queja-cansancio" de Jesús por la situación.
..............
Comentario. El relato de hoy tiene
su continuación-culminación en Mc. 8, 22-26. Ambos son relatos propios y
exclusivos de Marcos, a través de los cuales el autor pone de manifiesto de una
manera gráfica lo inadecuado de un acercamiento a Jesús superficial, interesado
y falto de fe. El resultado de este acercamiento sería un Jesús ritualizado, a
disgusto y casi maniatado en su poder curativo. Espero que se me interprete
bien. Se trata de la crítica del autor a un determinado tipo de acercamiento a
Jesús, cuyo resultado no sería otro que un Jesús distorsionado, ritualizado y
mágico. Así sería Jesús, viene a decirnos Marcos, si hubiera que hacer caso de
lo que la gente busca en él.
ORA/RD: Marcos es un autor muy pesimista
en lo referente al seguimiento religioso. Detrás de este seguimiento, en
efecto, se esconde con demasiada frecuencia la búsqueda a una solución a los
propios problemas, sin atisbo alguno de planteamiento altruista y
desinteresado. Para convencernos de esto bastaría con formular entre nosotros
la siguiente pregunta: ¿Qué lugar ocupa en nuestra plegaria espontánea el Reino
de Dios y qué lugar ocupa, por ejemplo, la salud? El Padre nuestro lo rezamos
todos, pero ¿es el Padre nuestro el contenido de nuestros rezos?
Alberto Benito, Dabar 1991, 44
3.- Jesús vuelve del extranjero.
¿Por qué se fue? Según Marcos, dos parecen haber sido los motivos: la creciente
conflictividad con la autoridad religiosa central y el seguimiento
"interesado" de la población judía. Ambos motivos han condicionado la
estrategia de Jesús: alejamiento, ocultamiento. Esta característica de la
actividad de Jesús vuelve a ser resaltada por Marcos: v. 33a y 36a. Pero una
vez más la estrategia falla: v. 36b. Es cierto que la gente interpreta la
actuación de Jesús como un cumplimiento de la profecía de Isaías (35, 5-6): v.
37; pero, según Marcos, esta interpretación se queda en lo anecdótico y
superficial, porque no les lleva a una reflexión seria y a la fe.
Este estado de cosas provoca en
Jesús una enorme tensión interna, que sólo esporádicamente la refleja Marcos,
como en esta ocasión: "mirando al cielo, suspiró" (v. 34).
En este momento del evangelio,
Marcos es ya decididamente pesimista acerca de las posibilidades reales de
cambio por parte de los judíos (de los hombres). Resaltando la profunda
conmoción de Jesús, Marcos no apunta tanto a su estado de ánimo cuanto a unas
condiciones objetivas que lo han provocado.
Por extraño que pueda resultarnos
el relato de la curación del sordomudo -narrado con la mentalidad propia de
aquella época-, el cuadro constituye una imagen adecuada del programa de Jesús:
todo el hombre queda sanado. Las dolencias que deforman la creación de Dios
quedan eliminadas y vuelve a brillar el esplendor original.
Es un signo de la creación nueva que
Dios realizará algún día. En la mañana de la creación todo lo hizo bien (Gen
1), en el día de la consumación todo lo hará nuevo (Ap 21, 5).
Sólo que Marcos tiene serias dudas
de que los oyentes de Jesús estemos dispuestos a secundar este programa de transformación.
Eucaristía 1988, 43
4.- Texto. Entre el texto del
domingo pasado y el de hoy Marcos intercala un episodio que se desarrolla en
tierra no judía (Mc 7, 24-30). Es un episodio en el que se desvela con la
práctica una de las dimensiones del misterio del Reino de Dios, es decir, que
el Reino de Dios es una realidad abierta a todos, sean o no miembros del pueblo
oficial de Dios.
Desde este presupuesto Marcos
retoma la tierra judía. A decir verdad el episodio de hoy carece de
localización concreta y todo él se desarrolla de acuerdo a unas coordenadas muy
típicas de Marcos: traída anónima del enfermo, curación evitando la presencia
de la gente, encargo de no divulgar el hecho, incumplimiento del encargo a
causa del asombro. Relato paradójico entre una primera parte de facilitación
del habla y una segunda de prohibición del habla. El resultado es el habla
asombrada, mezcla del todo era bueno del Génesis 1, 31 y de las imágenes
esperanzandoras de Isaías 35, 5-6 (primera lectura de hoy).
Comentario. La historia exegética
del texto demuestra que nos hallamos ante un texto simbólico: el sordomudo al
que se abren los oídos y la boca representa al hombre que recibe la fe. Beda el
Venerable, autor en el siglo VIII del primer comentario conocido de Marcos, opera
con la siguiente simbología, de gran influjo posterior: sordo es el que no oye
la Palabra de Dios; mudo, el que no divulga la fe.
Dentro de su verdad de fondo, hay
que decir una vez más que la debilidad de esta simbología radica en no tener su
origen en la globalidad de la obra o macrotexto de Marcos. En el episodio
anterior al de hoy Marcos ha desvelado parte del misterio escondido desde el
origen de las edades y de las generaciones. Las palabras son de Pablo a los
Colosenses 1, 26.
La parte del misterio revelada es
que "los paganos entran en la misma herencia (que los judíos), forman un
mismo cuerpo y tienen parte en la misma promesa". Las palabras son también
de Pablo, esta vez a los Efesios 3, 6.
Este es el mensaje que Marcos nos
invita hoy a escuchar. El sordo del relato simboliza al pueblo de Dios incapaz
de escuchar este mensaje. El sordo son los integrismos religiosos, tal vez
también los llamados cristianos de presencia: en mayor o menor grado todos
ellos parecen no percibir los gritos de dolor de la madre en parto que es la
humanidad. La imagen es también de Pablo, esta vez en Romanos 8, 22:
"Sabemos bien que hasta el presente la humanidad entera sigue lanzando un
gemido universal con los dolores de su parto".
Tal vez todos tenemos algo de
integrismo religioso y estamos necesitados de que Jesús abra nuestros oídos.
Hay otra parte del misterio
todavía sin desvelar. A ello se debe el sorprendente encargo de guardar
silencio, típico de Marcos en los relatos de curación. Marcos prefiere que se
guarde silencio sobre las curaciones hasta tanto no desvele la otra parte del
misterio del Reino de Dios. Un hablar ahora de la curación podría llevarnos a
forjarnos una falsa imagen de Jesús y del Reino de Dios, cuya llegada proclama
Jesús. La curación debe realizarse sin presencia de gente mientras tanto no se
desvele la otra parte del misterio. Sin embargo, hay algo que sí se puede ya
decir: Jesús recrea el espacio bueno que desde el principio Dios ha soñado y ha
buscado para el hombre. El vio Dios que era bueno de Gen. 1, 31 vuelve a
resonar este domingo. De la Eucaristía de hoy tenemos motivos para salir
contentos y esperanzados.
Alberto Benito, Dabar 1988, 46
5.- Jesús marcha con sus
discípulos hacia el norte, hacia la ciudad de Sión, para descender después, por
la parte oriental, al valle del Jordán y llegar hasta la Decápolis, junto al
lago de Galilea.
Evita intencionadamente pisar
tierra de Israel, y da un gran rodeo, huye de las multitudes y busca la ocasión
de estar a solas con sus discípulos. Este alejamiento de Jesús de Galilea y,
esta huida de las multitudes señalan un cambio en su actividad, que se va a
concentrar en adelante en el pequeño grupo de sus seguidores. Sin embargo, al
llegar a la Decápolis, en donde ya era conocido después de la curación del
poseso de Gerasa (cfr. 5, 20), los nativos notan su presencia y acuden a él
para pedirle otro milagro. La curación de un sordomudo.
La imposición de manos, conocida
ya en el Génesis (48, 14-19) como rito de bendición, es utilizada
frecuentemente por Jesús en sus curaciones (6, 5; 8, 23 y 25). Este gesto
significaba también la comunicación del Espíritu de Dios, y como tal ha pasado
a la liturgia de la iglesia. Recordemos que el Espíritu, que descendió
abundantemente sobre Jesús en el Jordán, es la fuerza vivificante y el
"dedo de Dios" con el que Jesús realiza todos los milagros.
Jesús no quiere despertar un
entusiasmo ciego y fomentar el sensacionalismo en las multitudes. Jesús retira
al enfermo de la multitud curiosa. Aunque generalmente Jesús cura a los
enfermos imponiendo las manos y pronunciando su palabra eficaz, aquí realiza
también una serie de gestos simbólicos que dan a todo el proceso una solemnidad
especial. Por otra parte, son señales necesarias para comunicarse con el
sordomudo. La liturgia bautismal ha recogido estos gestos de Jesús, con lo que
reconoce que todo hombre debe ser abierto por Dios para que pueda escuchar el
evangelio.
Elevar los ojos al cielo es la
expresión de una oración en silencio, de una súplica y con frecuencia también
de acción de gracias.
Marcos ha conservado en su
original arameo la palabra de Jesús al sordomudo "effetá".
También esta palabra ha pasado a la liturgia bautismal. Tanto Jesús como la
iglesia dirigen esta palabra al hombre, para que se abra a la comunicación y se
disponga a recibir el evangelio. Ni el milagro de Jesús ni el rito bautismal
son acciones mágicas que actúen en virtud de unos gestos determinados y gracias
al poder de una fórmula. Los gestos y las palabras tienen en ambos casos un
significado y son, por tanto, apelación de quien ve y escucha. El milagro de
Jesús se hace entender primero con gestos visibles por el sordomudo y así lo
dispone para la fe, después pronuncia la palabra eficaz. Pero la eficaz de esta
palabra no depende de ser precisamente tal, sino que sea la palabra de Jesús
escuchada por el sordomudo.
Hay una relación entre la sordera
y la mudez. No se puede hablar si no se puede escuchar. Y esto vale también
respecto a la audición y confesión del evangelio. Sólo el que cree, el que
escucha, puede después proclamar y confesar auténticamente el evangelio. Como
dice Pablo: "porque creemos, por eso hablamos".
Aunque Jesús ha realizado el
milagro apartándose del pueblo, pronto se conoce lo sucedido y todos se hacen
lenguas de lo que ha ocurrido. Este milagro es una de las señales anunciadas
por Isaías para los tiempos mesiánicos (cfr. primera lectura de hoy). Es
posible que Jesús imponga silencio a estas gentes precisamente por eso,
temiendo que la falsa concepción mesiánica que poseían comprometiera su
actuación ante los poderes públicos.
Eucaristía 1982, 41
6. Hace oír a los sordos y hablar
a los mudos
La curación del sordomudo es uno
de los pocos episodios exclusivos de Marcos. Jesús sale del círculo
exclusivamente judío y se dirige a tierras de "paganos", donde más
tarde se desarrollará la primitiva Iglesia: Tiro, Sidón, Decápolis. Así que
llega le presentan al enfermo para que lo cure, lo cual nos da a entender que
la gran fama de taumaturgo ya había llegado a aquellas tierras.
El comportamiento de Jesús nos
resulta raro. Por un lado, al contrario que los curanderos de la época que
hacían sus actos con gran ostentación, Jesús se retira, en solitario, lejos de
la gente. Busca el contacto personal con el enfermo. Y por el otro lado, Jesús
rompe con su costumbre de curar de palabra y se vale del contacto físico, la
saliva (cf. Mc 8,23 y Jn 9,6) y la oración (cf. Mc 6,41; 1 Jn 11,41; 17,1).
La plegaria de Jesús
"Effetá" (ábrete) es uno de los términos arameos que Marcos
transcribe y traduce para sus lectores (cf.14, 36), lo cual india antigüedad
del relato. Abrir es, en esta ocasión, sinónimo de curar, ya que la mentalidad
de la época creía que los órganos paralizados permanecían "cerrados"
para ser usados. La palabra de Jesús posee una eficacia creadora, como la de
Dios en el Antiguo Testamento, lo que provoca un estupor religioso entre los
presentes.
La expresión de la gente se
inspira en el texto de Isaías que hemos leído como primera lectura (cf. también
Is 29,18-23 y Salmo 38,14) y nos recuerda la respuesta de Jesús a los enviados
del Bautista (Mt 11,5-6 y Lc 7,22). Por otra parte, tiene resonancias de la
primera palabra creadora: "Y vio Dios que era bueno" (Gen 1,31).
Jesús se acerca, ofrece su
contacto personal y salutífero a un enfermo bloqueado en su relación
comunicativa con los demás (sordo y mudo). La palabra de Jesús crea una nueva
situación, comparable a la del pueblo venido del Exilio.
Jordi Latorre, Misa Dominical 2000, 11, 50