martes, 6 de noviembre de 2012

LECTURA Y COMENTARIO DEL DOMINGO 11 DE NOVIEMBRE DEL 2012

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B - 11 DE NOVIEMBRE DEL 2012


LA POBRE VIUDA HA ECHADO MÁS QUE NADIE


PRIMERA LECTURA

Lectura del primer libro de los Reyes (17,10-16):

En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»
Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.».
Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»
Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: "La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra."».
Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 145,7.8-9a.9bc-10)

Alaba, alma mía, al Señor

Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R.

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos. R.

Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta a los Hebreos (9,24-28):

Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.
Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,38-44):

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.».
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo: «Les aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.».

COMENTARIO DEL EVANGELIO

En la segunda parte de este evangelio, Jesús quiere llevarnos a un terreno que nos da miedo: el terreno de la generosidad loca. La generosidad la practicamos todos, pero una generosidad sensata. Jesús se divierte observando a la gente que va echando dinero en una de las trece alcancías del templo. Comprueba que “muchos ricos echaban en cantidad”, pero eso le dejaba bastante frío. Y de pronto su vista se clava en algo muy diferente: la ofrenda de una pobre viuda. Y les revela este gesto loco a sus discípulos, menos atentos a las cosas porque no pueden, como él, pasar por encima de las  apariencias: “En verdad les digo, esa viuda, que es pobre, ha echado en la alcancía más que nadie” (Exactamente dos "leprosos" que era la moneda más pequeña). ¡Curiosa aritmética! Por un lado grandes cantidades, por el otro unos centavos. Sin embargo, Jesús afirma, esas moneditas valen más que los buenas monedas de los demás. Y entonces saltan las dos palabras que tanto nos disgustan porque nos culpabilizan y nos echan en cara muchas cosas: lo superfluo y lo  necesario. A uno le gustaría sentirse generoso cuando da, sobre todo cuando da mucho. Tenemos ganas de ser un poco locos y dar muchas de nuestras cosas a los necesitados: ropa, muebles o dinero, pero nos retiene un enorme cable: “¿Y si mañana nos faltase?”. Entonces se apaga la hermosa antorcha de la generosidad.
Es que ese fuego no puede arder más que con la fe. La viuda a la que admira Jesús es de una pobreza que nos da realmente miedo, pero es rica en una fe que le da ganas de reír al desaparecer sus últimos céntimos. Solamente la fe es capaz de extorsionar el miedo a la escasez ¡Y eso cuesta!. “Su Padre, dice Jesús, conoce sus necesidades. Cuando oren, digan: danos hoy nuestro pan de cada día”. A nosotros nos gustaría añadir: “Y el pan de mañana”. Mañana ¿seguiré todavía en mi puesto de trabajo?. ¿Tendré una pensión suficiente?. ¿Quién sabe si me caerá encima un accidente, una enfermedad grave?. Esos pensamientos no son un buen terreno para que podamos cultivar allí la generosidad.
Pero Jesús nos mira: “En verdad les digo; ella ha echado de lo que le hace falta, todo lo que tenía para vivir”. Imposible no pensar en el mismo Jesús, que también va a darlo todo. La pobre viuda es el último personaje que el evangelio pone ante nosotros antes de la pasión. ¿Nos habíamos dado cuenta de que esta mujer es una de las imágenes más hermosas de Jesús? Ella rechaza nuestros cálculos de lo necesario, nuestros miedos a carecer el día de mañana y hace que explote el don y la fe: “Dios mío, lo doy todo porque no tengo miedo de nada”. Por eso precisamente la admira Jesús; porque es de su misma raza. ¿Dónde encontrar la fuerza para avanzar por el camino de esa locura?. En la fe. Hay que abandonar la fe teórica y asustadiza para hundirse en verdaderas experiencias de fe. Mientras nuestra fe siga flirteando con nuestros miedos, nos quedaremos en una generosidad demasiado “sensata”.
Pbro. Roland Vicente Castro Juárez