¡SETENTA VECES SIETE!
ORACION COLECTA
Oh Dios, creador y dueño de todas
las cosas, míranos y para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos
servirte de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro del
Eclesiástico 27, 33. 28, 9
El furor y la cólera son odiosos:
el pecador los posee. Del vengativo se vengará el Señor
y llevará estrecha cuenta de sus
culpas. Perdona la ofensa a tu prójimo,
y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas.
¿Cómo puede un hombre guardar
rencor a otro y pedir la salud al Señor?.
No tiene compasión de su
semejante, ¿y pide perdón de sus pecados?. Si él, que es carne, conserva la
ira, ¿quién expiará por sus pecados?.
Piensa en tu fin y cesa en tu
enojo, en la muerte y corrupción y guarda los mandamientos. Recuerda los
mandamientos y no te enojes con tu prójimo, la alianza del Señor, y perdona el
error.
SALMO
RESPONSORIAL (102)
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira
y rico en clemencia.
Bendice,
alma mía al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al
Señor, y no olvides sus beneficios. R.
El
perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de
la fosa y te colma de gracia y de ternura. R.
No
está siempre acusando, ni guarda rencor perpetuo. No nos trata como merecen
nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas. R.
Como
se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles;
como
dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo
a los Romanos 14, 7-9
Hermanos: Ninguno de
nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo.
Si vivimos, vivimos para
el Señor; si morimos, morimos para el Señor. En la vida y en la muerte somos
del Señor.
Para esto murió y
resucitó Cristo, para ser Señor de vivos y muertos.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 18, 21-35
En
aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: Si mi hermano me ofende,
¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?.
Jesús
le contesta: No te digo hasta siete veces sino hasta setenta veces siete.
Y
les propuso esta parábola: Se parece el Reino de los Cielos a un rey que quiso
ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron
uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó
que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que
pagara así.
El
empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: Ten paciencia conmigo
y te lo pagaré todo.
El
señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.
Pero al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía
cien denarios, y agarrándolo lo estrangulaba diciendo: Págame lo que me debes.
El
compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo y
te lo pagaré.
Pero
él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus
compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su
señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ¡Siervo malvado!
Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también
tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?.
Y
el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo
mismo hará con vosotros mi Padre del cielo si cada cual no perdona de corazón a
su hermano.
COMENTARIO
A Pedro le interesan mucho estos consejos
sobre la vida fraternal; había oído ciertas discusiones de los rabinos sobre el
tema del perdón: “¿A tu mujer?... Puedes perdonarla una vez… ¿A tu hermano?.
Debes perdonarle hasta cinco veces”. ¿Qué es lo que piensan Jesús? ¿Cuántas
veces tendré que perdonar? ¿Siete veces? Siete veces, no; setenta veces siente.
Ante esta respuesta, una de las más locas de todo el evangelio, podemos
encontrarnos en este momento en un estado de drama o de inmensa calma. Drama:
El Señor está pidiéndonos un perdón muy difícil y todo se rebela en nosotros
frente a esta idea. Calma: nuestra vida es tranquila y esta exigencia de Jesús
nos parece fácil: desde luego, siempre habrá que perdonar. Miremos a nuestro
alrededor. ¿Quién perdona? Incluso se piensa que perdonar sería dar más ánimos
a los imperdonables: “Anda, no te preocupes”. Obedecer a Jesús exige un cambio ya muy conocido. Jesús
me invita al perdón inmediato, sean cuales fueren mis heridas y mis rebeldías.
Matamos en nosotros al evangelio
y matamos nuestra vida cuando contemporizamos, cuando pensamos que no estamos
en estado de hacer lo que Jesús nos pide. A nosotros nos toca permanecer ante
la llamada suplicando a Jesús: quiero pero no puedo ¡Ayúdame! Si no tengo
problemas, la exigencia de Jesús es una buena medicina preventiva, me sumerge
contra corriente de un mundo orgulloso que rechaza el perdón. El orgullo sabe
tan bien disfrazarse de honor, de sentido común, de justicia, de legítima
defensa, de procurar no favorecer los malvados, que eso es lo primero que hay
que eliminar: “Tú orgullo, no te mezcles en esto”. Con este aire más limpio se puede entonces
examinar la idea de que hay realmente perdones malos. Cuando acepto sonreír y
tender la mano porque eso me va bien, no perdono, sino que soy un astuto.
Cuando excuso a un tirano que aplasta a los débiles, no perdono, sino que tengo
miedo. El evangelio nos ofrece un medio de cultivar en nosotros la aptitud para
una pronta reconciliación: situar nuestros perdones en el perdón de Dios. No
somos nunca el justo que otorga su clemencia a un miserable pecador. Todos, él
y nosotros somos perdonados, invitados a entrar en una misma lógica del perdón.
Es lo lógica del Padrenuestro: “Perdóname como se perdona a un hijo, pues
procuro ser tu hijo perdonando”. Afirmar: “Nunca negaré a nadie el perdón” es
decir: “Deseo seguir siendo de la familia de Dios”.
PLEGARIA UNIVERSAL
Con corazón contrito y espíritu humilde nos presentamos ante ti,
Dios Padre, y te ofrecemos nuestras suplicas. Y respondemos: Escúchanos
Señor.
1.-
Para que todos los miembros de la Iglesia, el Papa Francisco, los obispos,
presbíteros, diáconos, ministros y todo el pueblo de Dios tengan
permanentemente espíritu de conversión y
reconociendo sus faltas, invoquen el perdón generosos y lleno de ternura de
Dios Padre. Escúchanos Señor.
2.-
Para que todas las naciones de la tierra y sus gobernantes, actúen con
constante autocritica y sean capaces de enmendar sus faltas y carencias, sobre todo las
cometidas con la gente más humilde, pobre y necesitada.
Escúchanos Señor.
3.-
Por todos los padres, madres, hijos e hijas de la tierra, para que sepan volver
siempre al abrazo amoroso del regreso y del perdón mutuo. Escúchanos Señor.
4.-
ara que los pobres, los marginados, los solitarios, los enfermos de mente y de
cuerpo encuentren en cada uno de nosotros hermanos solidarios, cercanos que
damos lo mejor de nosotros mismos. Escúchanos Señor.
5.- Por nosotros presentes en esta Eucaristía,
para que salgamos del templo con la clara conciencia de que hemos sido
perdonados por Dios. Escúchanos Señor.
Escucha Dios Padre de todos
y de todo, las plegarias que te presentamos hoy y perdona nuestras ofensas, así
como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. Por Jesucristo
nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Se propicio a nuestras suplicas, Señor y recibe con bondad
las ofrendas de tus siervos, para que las oblación que ofrece cada uno en honor
de tu nombre sirva para la salvación de todos. Por Jesucristo nuestro Señor.
12.- ORACION
DESPUES DE LA COMUNION
La acción de este sacramento, Señor
penetre en nuestro cuerpo y nuestro espíritu para que sea su fuerza, no nuestro
sentimiento, quien mueva nuestra vida. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA
DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 18: Sb 7, 7-10.15-16
(o bien 1Co 1, 26-31); Sal 130; Lc 12, 32-34.
Martes 19: 1Tm 3, 1-13; Sal
100; Lc 7, 11-17.
Miércoles 20: 1Tm 3, 14-16; Sal
110; Lc 7, 31-35.
Jueves 21: Ef 4, 1-7.11-13;
Sal 18; Mt 9, 9-13.
Viernes 22: 1Tm 6, 2c-12; Sal 48; Lc 8, 1-3
Sábado 23: 1Tm 6, 13-16; Sal
99; KLc 8, 4-15
Domingo 24: Is 55, 6-9; Sal 144; Flp 1, 20c-24.27ª; Mt
20, 1-16.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 18, 21-35
Mt 18, 21-35
1.PERDON. NO ES SOLO DEBER MORAL SINO EL ECO DE LA
CONCIENCIA DE HABER SIDO PERDONADO.
El judaísmo ya conocía el deber del perdón de las ofensas pero todavía
se trataba de una conquista reciente que no conseguía imponerse más que por la
composición de tarifas precisas. Las escuelas rabinas exigían que sus
discípulos perdonasen tantas o tantas veces a su mujer, a sus hijos, a sus
hermanos, etc..., y estas tarifas variaban según la escuela. Así se comprende
que Pedro preguntase a Jesús cual era su tarifa, preocupado por saber si era
tan severa como la de la escuela que exigía perdonar siete veces a su hermano.
Jesús contesta a Pedro con una parábola que libra al perdón de toda tarifa
para hacer de él el signo del perdón recibido de Dios. (...). Es la
característica del perdón cristiano: se perdona como se ha sido perdonado, uno
se apiada de su compañero porque se han apiadado de él (vv. 17 y 33; Os 6. 6;
Mt 9. 13; 12. 7).
El perdón ya no es únicamente un deber moral con tarifa, como en el
judaísmo, sino el eco de la conciencia de haber sido perdonado. Así llega a ser
una especie de virtud teologal que prolonga para el provecho del otro el perdón
dado por Dios (Col 3. 13; Mt 6. 14-15; 2 Co 5. 18-20). (...).
La Eucaristía dominical tiene una evidente dimensión penitencial: en
ella proclama y ejerce la Iglesia el perdón de Dios, puesto que no es otra cosa
que la asamblea de los pecadores pendientes de la iniciativa misericordiosa de Dios.
Pero la fraternidad de los cristianos eucaristiados y perdonados no es real y
significante para el mundo sino en la medida en que colaboran efectivamente en
las empresas humanas del perdón, de manera especial en la edificación de la
paz.
Maertens-Frisque,
Nueva Guia de la Asamblea Cristiana VII, Marova Madrid 1969.Pág.66 Y 67
2. GRATUIDAD/MDA: LA TRADICIÓN
BÍBLICA PRESENTA A UN DIOS QUE AMA A UN PUEBLO QUE NO SE LO MERECE.
Quizá la característica más expresiva que tiene este misericordia de
Dios, manifestada no sólo en su perdón al mal uso de nuestra libertad, sino en
toda su relación con nosotros, es la imposibilidad de poder ser pagada de
alguna manera por el hombre. Es auténtico amor a fondo perdido. Dios nada gana
con querernos.
La tradición bíblica presenta a un Dios que ama a un pueblo que no se lo
merece ni por su grandeza cultural, ni por su poderío político, ni por su
fidelidad religiosa, ni por ningún otro valor antecedente. Es un Dios loco de
amor por su pueblo. No existe otra razón. A nosotros se nos invita a actuar en
esta dirección de gratuidad, amando a los enemigos o invitando a quien no nos
puede invitar.
Comerciar con el amor y la relación humana "también lo hacen los
publicanos y fariseos". (...) La seguridad del amor de Dios como gracia
inmerecida e impagable aparta de nosotros todo escrúpulo legalista y potencia
nuestra decisión de entrega más allá de cualquier norma establecida.
En una sociedad utilitarista competitiva y comercial la gratuidad
resulta de difícil comprensión. El creyente se ve también afectado e incluso
contagiado por este entorno que lo rodea. La búsqueda de influencias sociales,
el cultivo interesado de las "relaciones públicas" el estar a bien
con quien nos puede valer, el hacer favores para poderlos cobrar son
tentaciones de cada día. Desde el utilitarismo habitual, preguntarse para qué
me puede servir o perdonar a quien no me puede pagar en la misma moneda suele
ser un interrogante que brota de forma espontánea.
La referencia a un Dios que se nos da como pura gracia, de manera
gratuita, ha de servirnos no sólo para organizar evangélicamente nuestro
corazón, sino también para purificar las acciones de nuestra comunidad y no
confundir el proselitismo con el verdadero servicio.
Eucaristía 1987/44
3. A-DEO/A-H. NOSOTROS CREEMOS Y VIVIMOS
COMO SI FUERAN DOS RELACIONES DISTINTAS. LO CONTRARIO ES LA VERDAD:AMBAS
RELACIONES NO CONSTITUYEN MAS QUE UNA: /Mt/25/31-46.
Esta parábola está construida sobre una doble relación. La relación del
siervo con el rey y la de los siervos entre sí. El siervo malo debía de pensar
que estas dos relaciones son distintas, que su comportamiento para con los
demás siervos no tendría importancia por lo que hace a su relación con el rey.
Lo contrario es la verdad: ambas relaciones no constituyen más que una. Si el
rey está dispuesto a comportarse en relación a los siervos exactamente lo mismo
que ellos se comportan entre sí, es que, en definitiva, hay un único juego de
relación, único aun siendo complejo, de los hombres entre sí y de los hombres
con Dios.
Los hombres no pueden negar el perdón a los demás porque a todos y cada
uno Dios les ha perdonado muchísimo más. Y además, esos mismos hombres no
pueden ignorar que su actitud en lo referente a sus hermanos compromete su
propia situación ante Dios. Si su relación con el prójimo es vivida bajo el
signo de la maldad, no hay razón para que su propia relación con Dios se viva
de otra manera; pero entonces son ellos las víctimas.
Louis Monloubou,
Leer y Predicar el Evangelio de Mateo, Edit. Sal Terrae Santander 1981.Pág. 234
4.- Texto: Continúa con la temática del perdón introducida el domingo
pasado. Pedro, la piedra-cimiento del edificio comunitario, pregunta por los
límites del perdón de las ofensas entre hermanos. Preguntar es propio del discípulo,
deseoso de aprender. En un claro indicio del carácter didáctico de su
evangelio, Mateo prodiga las preguntas de los discípulos, y en concreto de
Pedro, al Maestro.
- La pregunta y la respuesta barajan las mismas cifras que baraja
Génesis 4, 24 para hablar de la venganza como base de actuación: "Si la
venganza de Caín valía por siete, la de Lamec valdrá por setenta y siete".
Las cifras barajadas convierten el perdón en la base de actuación superadora de
la venganza. El sentido de la respuesta es que no se pueden poner límites al
perdón: hay que hacerlo siempre.
-La respuesta tiene un desarrollo gráfico en la parábola posterior. No
se trata de una parábola pura, pues el versículo final ofrece la explicación:
Lo mismo hará mi Padre celestial con aquel de vosotros que no perdona de
corazón a su hermano (v. 35).
-Partiendo de esta explicación nos encontramos con la siguiente
equiparación dinámica: aquél de vosotros que no perdona a su hermano se
comporta igual que el empleado incapaz de perdonar una pequeña deuda a un
compañero suyo, después de que a él le han perdonado una enorme deuda. El
perdonado no sabe perdonar; los perdonados por Dios no saben perdonar al
hermano.
-En el conjunto del texto la parábola aporta, pues, un elemento nuevo a
la respuesta inicial dada por Pedro. El discípulo de Jesús no debe poner
límites al perdón, porque él sabe con creces lo que significa ser perdonado. El
discípulo de Jesús tiene motivo para perdonar. El motivo es el perdón que Dios
le otorga a él.
Comentario: El único comentario adecuado a este texto es su puesta en
práctica. Pero ¡atención!
-La venganza de la que se habla en el Génesis 4, 24 era el instrumento
jurídico del que se servían las sociedades primitivas para regular la conducta
en casos de lesión o perjuicio. La venganza trataba de evitar y cortar excesos
a la hora de exigir compensaciones por el daño sufrido. Su concreción era la
ley del talión: ojo por ojo, diente por diente. Es decir, por un ojo, un ojo y
no los dos; por un diente, un diente y no los demás.
-El perdón del que se habla en este texto es la renuncia incluso a la
compensación justa por daños y perjuicios.
-Vistas así las cosas, resulta cada vez más claro lo tantas veces
escrito en estos comentarios: ser discípulo de Jesús es ser diferente, pues equivale
a poner en marcha la utopía.
-El discípulo tiene una buena razón para poder hacerlo pues se sabe
perdonado por Dios y vive desde la experiencia de ese perdón. El discípulo se
sabe envuelto en gracia. Por eso, lo que brota del discípulo nunca serán
exigencias, sino donación, perdón y gracia.
A. Benito, Dabar
1990/46
5.- El perdón es una misión de la Iglesia. Esta podría ser la conclusión
de la parábola de este evangelio. Pedro, como tantas otras veces dentro del
evangelio de Mateo, se dirige a Jesús formulándole una cuestión referente al
perdón del hermano. El tema sigue al que empezó el domingo anterior: "Si
tu hermano peca..." (v. 15). Pedro lo plantea todavía dentro de una óptica
típicamente de casuística judía aferrada fuertemente al legalismo. La
generosidad de la ley es grande pero tiene un límite. Perdonando "siete
veces" Pedro pensó probablemente haber dado un paso decisivo hacia las
exigentes metas propuestas por Jesús. La respuesta de Jesús hunde las medidas
calculadas por una visión legalista.
La parábola que sigue, propia también de san Mateo, no hace más que
insistir en el punto central de reflexión propuesto por la primera lectura en
términos de perdón y cantado en el versículo aleluyático en términos de amor:
"que os améis mutuamente como yo os he amado" (Jn 13, 34).
No hay que perder el sentido global del evangelio dentro del marco de
este capítulo 18, porque es muy importante. Dentro de la Iglesia el pecado
sigue siendo una realidad con la que hay que contar. Jesús y el evangelista son
realistas. Luego, si el objeto del plan de Dios es que nadie se pierda, son
inútiles todos los escándalos y el "parece imposible". Estas son
actitudes farisaicas, sobre todo porque denotan no haber asimilado todavía que
la deuda que nunca puede llegar a pagarse es la que todo hombre tiene para con
Dios. En este sentido, la perícopa resalta la importancia que tiene el perdón
entre los hermanos que forman la comunidad; los "pequeños", empleando
la terminología del evangelista. Sin esta firme voluntad de acoger, de
proteger, de salvar lo que quizá pueda perderse, la iglesia, cualquier iglesia,
corre siempre el riesgo de la propia destrucción.
Anton Ramon
Sastre, Misa Dominical 1978/16
6.- La primera parte del discurso (18,1-14) nos ha demostrado con claridad
que en la comunidad cristiana existen aún rivalidades, escándalos y pecados.
¿Cómo conducirse frente a todo esto? La actitud fundamental que hay que adoptar
es el perdón sin límites, porque únicamente el perdón sin límites ("No
hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete") se parece al perdón de
Dios. La parábola (18,23-25) -todo es inverosímil en esta parábola, pero
justamente por ello está claro su significado- enseña que el perdón de Dios es
el motivo y la medida del perdón fraterno.
Debemos perdonar a los otros porque sería inconcebible retener para sí
un don inmenso gratuitamente recibido. Debemos perdonar sin medida, porque Dios
nos ha hecho objeto de un perdón sin medida.
Del sentido de la gratuidad del don de Dios es de donde nace el perdón.
El versículo final de la parábola (18,35) considera el amor fraterno como una
condición para obtener el perdón de Dios.
El amor dispone al hombre al perdón. La idea está indudablemente
presente; además, se la afirma también en otros pasajes del evangelio (cfr.
/Lc/07/47). Mas no es ésta la perspectiva más profunda. El perdón fraterno es
más bien consecuencia del perdón de Dios, no respuesta; es someterse
completamente a la acción misericordiosa de Dios de suerte que pueda
desarrollarse en toda su vitalidad y difundirse. En este sentido, perdonar a
los hermanos es signo de la plenitud de la eficacia del perdón de Dios ya
recibido. De hecho, el contraste entre los dos cuadros de la parábola no tiene
como fin principal hacer ver la diversidad del comportamiento divino para con
el hombre que sabe perdonar y para con el hombre incapaz de perdonar. Intenta
más bien hacer ver lo digno que es de condena el siervo que no perdona cuando
él ha sido primero objeto del perdón divino. El siervo es condenado porque retiene
el perdón para sí y no permite que su perdón se convierta en alegría y perdón
también para los hermanos. Es preciso, por el contrario, imitar el
comportamiento de Dios (Mt 5,43-48).
Bruno Maggioni,
El Relato de Mateo, Edic. Paulinas/Madrid 1982.Pág. 193
7. PERDÓN/TALIÓN:
Primitivamente, una ofensa merecía una venganza "setenta veces
siete" mayor (Gn 4. 24). La ley del talión (Ex 21. 24) redujo la tarifa a
la medida de la falta. Sólo con posterioridad se descubre la noción del perdón.
Y Pedro pregunta por los límites (la constante tentación de la ley) de este
perdón. Para Jesús se ha de perdonar a los demás indefinidamente, porque todos
hemos de tener conciencia de haber sido, nosotros mismos, perdonados sin medida
por Dios: así proclamamos la Buena Nueva del perdón de Dios.