viernes, 23 de marzo de 2018

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO DE RAMOS CICLO B - 25 MARZO 2018

LA PASION SEGÚN MARCOS


BENDICION DE LOS RAMOS


Dios todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición estos ramo y a cuantos vamos a acompañar a Cristo aclamándolo con cantos, oncéenos entrar en la Jerusalén del cielo, por medio de él, El que vive y reina por los siglos de los siglos.

EVANGELIO DE LA ENTRADA DEL SEÑOR

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 11, 1-10.

Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al Monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: Vayan a la aldea de enfrente, y en cuanto entren, encontraran un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien les pregunta por qué lo hacéis, contéstenle: El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto.
Fueron y encontraron el borrico en la calle atado a una puerta; y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron: ¿Por qué tenéis que desatar el borrico?.
Ellos le contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el borrico, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás, gritaban: Viva, bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. ¡Viva el Altísimo!.


ORACION COLECTA

Dios Todopoderoso y eterno tu quisiste que nuestro Salvador se hiciese hombre y muriese en la cruz, para mostrar al género humano el ejemplo de una vida sumisa a tu voluntad, concédenos que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de testimonio y que un día participemos en su gloriosa resurrección. Por Nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del Profeta Isaías 50, 4-7.
En aquellos días dijo Isaías: Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos.
Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.

SALMO RESPONSORIAL (21)

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere.». R.

Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores: me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. R.

Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.

Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo, linaje de Jacob, glorificadlo, temedlo, linaje de Israel. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 2, 6-11.

Hermanos: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble —en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo—, y toda lengua proclame: «¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre.

EVANGELIO

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 1-15, 47

ESCUCHEMOS ATENTAMENTE EL SANTO EVANGELIO.

COMENTARIO

El Domingo de Ramos es el comienzo solemne de la Semana Santa: Cada año recordamos los grandes misterios de nuestra salvación. El Hijo de Dios asumió nuestra condición humana para hacerse solidario con nosotros. Y ofreció su vida para que nosotros pudiéramos reconciliarnos con el Padre. Hemos observado domingo a domingo cómo fue aumentando el odio de los enemigos de Jesús. Cada uno de sus gestos en favor de los enfermos y excluidos fue interpretado de manera negativa; cada una de sus palabras fue sacada de contexto y manipulada. Sus enemigos ya habían decidido liquidarlo; solamente esperaban el momento propicio para echarle mano pues temían desafiar la furia de sus seguidores.
Analicemos cuáles fueron las circunstancias que acompañaron la entrada de Jesús en Jerusalén: Jesús se dirige a la capital religiosa e histórica de Israel para llevar a término la misión que le había sido confiada. Cada año los judíos se reunían en la ciudad santa para celebrar la Pascua, que era la conmemoración de la liberación de Egipto. A la alegría de la fiesta religiosa y del reencuentro con los familiares y amigos, se unía un clima de tensión política, pues los judíos se encontraban sometidos al poder romano. Y era apenas natural que las celebraciones de la liberación de la esclavitud de Egipto alimentaran los sentimientos nacionalistas y el anhelo de independencia. Jesús, que conocía profundamente el alma popular, escogió precisamente este momento para entrar en Jerusalén. Es el Mesías, descendiente de David, que entra en su capital. Pero ¡de qué manera lo hace! El pueblo esperaba que    el    Mesías    entrara   en Jerusalén como un nuevo David, con la solemnidad propia de los grandes desfiles militares: uniformes de gala, música marcial, hermosos caballos. El texto evangélico lo corrobora: muchos alfombraban el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas de los árboles, la gente gritaba. Pero se trata de una entrada triunfal: Jesús no entra haciendo alarde de poder; entra humildemente en un burro, que es un animal sin pretensiones. Con este estilo quiere corregir los imaginarios sobre el Mesías y da un giro radical a las expectativas sobre el nuevo orden que ha anunciado en su predicación por los pueblos y campos, y que va a sellar con la sangre que derramará en la cruz. La gente sencilla, libre de prejuicios, es capaz de ver en ese personaje que entra en un burro al descendiente del rey David. Por el contrario, los fariseos, ven en él a un peligroso subversivo al que hay que eliminar. Las pasiones políticas y religiosas, así como los prejuicios sociales, ciegan nuestra capacidad de juzgar y nos llevan a decisiones equivocadas. Al iniciar la Semana Santa los invito a no ser simples espectadores de estos acontecimientos que cambiaron la historia del mundo y el sentido de nuestras vidas: Que nuestra actitud interior sea la de participantes activos, coprotagonistas de los misterios que celebramos. Que en esta Semana Santa no nos comportemos como despreocupados espectadores sino que nos involucremos activamente en las celebraciones, degustemos los textos bíblicos, dejémonos interpelar por ese Jesús, Hijo de Dios, que firmó con su sangre un pacto de amor que nunca caducará.

PLEGARIA UNIVERSAL

1.- Para que, por la Pasión redentora de Cristo Jesús, el mensaje de vida y esperanza del Papa Francisco, anime y fortalezca la fe de todos los creyentes. Roguemos al Señor.

2.- Para que nuestro país y todos los pueblos del mundo que sufren el flagelo de la violencia, las divisiones y la guerra, por la Sangre de Cristo derramada en la cruz, encuentren los caminos de la paz. Roguemos al Señor.

3.- Para que todos los que se encuentran en la enfermedad, la desolación o el abandono, al contemplar la Pasión y la Muerte del Señor se sientan consolados y fortalecidos con la certeza que Jesús los acompaña y sufre con ellos. Roguemos al Señor.

3.- Para que todos nosotros por la Pasión redentora de Cristo Jesús, nos reconozcamos hijos amados del Padre y movidos por su Espíritu renazcamos a una vida nueva. Roguemos al Señor.

Padre santo y bueno acoge benignamente las oraciones de tus hijos que ponemos nuestra confianza en la pasión redentora de tu Hijo. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Por la pasión de tu Hijo sé propicio a t pueblo, Señor y concédenos por esta celebración que actualiza el único sacrificio de Jesucristo, la misericordia que no merecen nuestros pecados. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Fortalecidos con tan santos misterios, te dirigimos eta suplica, Señor: del mismo modo que la muerte de tu Hijo nos ha hecho esperar lo que nuestra fe nos promete, que su resurrección nos alcance la plena posesión de lo que anhelamos. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 26: Is 42, 1-7; Sal 26; Jn 12, 1-11
Martes 27: .   Is 49, 1-6; Sal 70; Jn 13, 21-33.36-38.
Miércoles 28:  Is 50, 4-9ª; Sal 68; Mt 26, 14-25.
Jueves 29:   Ex 12, 1-8. 14; Sal 115; 1Co 11, 23-26; Jn 12, 1-15.
Viernes 30: Is 52, 13—53, 12; Sal 30; Hb 4, 4-16; 5, 7-9; Jn 18, 1-19, 42.
Sábado 01:  Gn 1,1-2, 2; Sal 103; n 22, 1-18; Mc 16, 1-7.
Domingo 01:   Hch 10, 34ª.37-43; Sal 117; Col 3, 1-4 (o bien 1Co 5, 6b-8); Jn  20, 1-9.

COMENTARIOS AL EVANGELIO
Par: /Mt/26/01-13  /Lc/22/01-02  /Jn/12/02-11

El relato de la pasión y muerte de Jesús, que constituye, al parecer, la parte más antigua de la tradición evangélica, fue contado primero y escrito después, desde la fe de los testigos y para la fe de la iglesia. Por lo cual no debemos leerlo como un informe de los hechos desnudos, sino más bien como la interpretación de estos hechos a la luz de la experiencia pascual y del anuncio de los profetas del AT. Ni la tradición formulada ya sustancialmente en la predicación apostólica, ni los evangelistas que la recibieron, pretenden hacer una llamada al sentimiento o a la admiración, presentando patéticamente al "héroe" de la tragedia que sufre en silencio. No; hacen, eso sí, una apelación a la fe, a nuestra fe. Su interés, eminentemente teológico, se centra en el significado de la pasión de Jesús como acto supremo de la historia de salvación. Si la cruz es para los "griegos" una necesidad y un escándalo para los "judíos", es para los creyentes la revelación de la misma sabiduría y de la fuerza de Dios.
V.1.- El sanedrín, tribunal supremo de los judíos, tenía varias razones para entregar a Jesús a los romanos: En primer lugar, el sanedrín, aunque podía sentenciar la pena de muerte, no podía ejecutarla sin que fuera confirmada por el procurador romano, y esto era evidentemente lo que deseaba. En segundo lugar, si conseguía implicar a los romanos en el proceso, podría contar también con su guarnición militar para hacer frente a la eventual oposición del pueblo. Por último, si Jesús moría ajusticiado por los romanos, sería clavado en una cruz; esto contribuiría en gran manera a desfigurar la imagen del Nazareno: todos verían en el crucificado a un hombre que había sido antes arrojado de la comunidad de Israel y ahora padecía, bajo el poder de los romanos, la muerte que éstos solían dar a los esclavos. Por estas razones, apenas despuntó el día, cuando comenzaba, según el derecho romano, el tiempo hábil para administrar justicia, el sanedrín llevó a Jesús ante Pilato.
V.3.- Los mismos jueces que habían condenado a Jesús por blasfemo, según ordenaba que se hiciera la Ley de Moisés, lo denuncian ahora ante Pilato por hacerse llamar "Rey de los judíos". La pregunta de Pilato supone tal acusación. Conociendo la proverbial liberalidad de los romanos en cuestión religiosa y el desprecio que Pilato sentía por las convicciones judías, era de esperar la maniobra del sanedrín. Y si éste le había condenado ya por blasfemo, también era de esperar que Pilato lo condenara por ir contra el César. Y aunque Jesús no era ni blasfemo ni agitador político, lo cierto es que murió por ambas causas. Por eso y porque era inocente, la muerte de Jesús en la cruz es la denuncia y la condena tanto de la institución religiosa como del poder político.
V.5.- Jesús no se defiende. Jesús calla porque sabe que ha llegado su "hora" y que tiene que morir para que se cumpla la voluntad del Padre. Jesús calla para que todo suceda conforme a lo que habían anunciado los profetas del Siervo de Yavé (Is 53, 7). Pero Pilato, que no conoce ni la "hora" ni la voluntad de Dios, se extraña.
V.8.- Pilato quiere desembarazarse de todo este asunto, pero elige un mal camino: abandona el terreno de la estricta justicia y entra en el de las negociaciones con la gente soliviantada y manipulada por la mala voluntad de los sumos sacerdotes. Marcos supone que un grupo de zelotes, aprovechando el indulto que solía concederse con ocasión de la pascua, había acudido al pretorio para pedir la libertad de Barrabás. Este no era un vulgar ladrón, sino un preso político, un zelote o nacionalista exaltado que había matado a un hombre en una revuelta contra los romanos. Los otros dos "ladrones" que serían crucificados con Jesús eran también probablemente zelotes, pues sabemos que el historiador judío Flavio Josefo llama así a todos los zelotes. "Barrabás" quiere decir "hijo del padre", y su nombre completo era Jesús Barrabás. Pilato propone a Jesús de Nazaret como candidato para el indulto pascual, pero el pueblo elige al otro Jesús.
Sustitución significativa: Jesús, el hijo amado del Padre, muere en lugar de Barrabás. Por otra parte, Jesús, que era inocente, no hubiera aceptado un indulto; pero es que además convenía que el Inocente muriera por todos los culpables y en solidaridad con todos aquellos que padecen persecución por su amor a la justicia.
Vemos cómo el proceso de Jesús, quizás indebida pero inevitablemente, se politiza. Hasta el punto que el título o la causa de su condena será: "Jesús Nazareno, Rey de los judíos".
v.19.- Después de haber azotado a Jesús, la soldadesca se divierte con él haciendo gala de su corto ingenio y de su gran brutalidad. El gobernador romano lo había presentado al pueblo como Rey de los judíos: los soldados encuentran en ello un buen motivo para mofarse de Jesús y de los judíos. Los excesos de estos mercenarios en un rincón del pretorio están en la misma línea que las torturas que se perpetran en tantas comisarias contra todos los derechos humanos.
V.21.- El único que ayudó a Jesús a llevar la cruz fue un hombre que venía del campo, un campesino que se llamaba Simón. Este era padre de Alejandro y Rufo. Aunque este dato no añade para nosotros nada importante, tiene sentido si pensamos que Marcos escribió su evangelio en Roma y para los fieles romanos, entre los cuales vivía Rufo con su madre (Rm. 16, 13). El encuentro de Simón con Jesús, camino del Calvario, fue para él y toda su familia una hora de gracia.
V.23.- La mezcla de vino con mirra se daba a los ajusticiados, y era una especie de analgésico. Jesús, que estaba dispuesto a beber hasta la última gota del cáliz que el Padre le había preparado, no quiere disminuir en nada su conciencia en aquella hora suprema. Por eso rechaza el vino mezclado con mirra.
V.32.- Cuando levantaron a Jesús, clavaron en la cabecera de la cruz el letrero de la acusación, que hasta ese momento había llevado colgado al cuello. Entonces empezaron a desfilar sus enemigos en son de triunfo y, meneando la cabeza, unos le recordaban su amenaza al templo y otros lo denunciaban como falso Mesías. Se repite, pues, la doble acusación: de blasfemo y de sedicioso político.
V.33.- Los profetas ven en el oscurecimiento del sol una señal que acompaña siempre al juicio de Dios (Am 8, 9; Is 13, 10; 50,3; Jer 15, 9; Jl 2, 10; 3, 4; 4, 15). Según esto se trataría aquí de la manifestación de la ira de Dios contra la ciudad y el pueblo que asesina al Mesías que le ha sido enviado.
V.34.- Con estas palabras comienza el salmo 22 (21), que tiene un sentido mesiánico. En su contexto original no implican ninguna duda, ni hay porqué suponerla en la situación de Jesús. Pero son aquí la expresión de aquella inmensa soledad, en la que sólo puede encontrarse el que se ha hecho responsable de todo y en favor de todos delante de Dios. V.36.- Uno de los soldados tiene un gesto de condolencia, le ofrece a Jesús una esponja empapada con agua y vinagre. Las palabras con las que acompaña su gesto son desconcertantes. Mateo las pone en boca de los otros soldados (27, 49).
V.37.- Según Lucas no se trataría de un grito inarticulado, sino de estas palabras: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46; cfr. Sal 31, 6).
V.38.- El sentido salvador de la muerte de Jesús se muestra inmediata- mente, y el que parecía vencido comienza a dar señales de victoria: el velo del templo se rasga. Se acabó el viejo culto y los privilegios de los sacerdotes; ahora todos tienen acceso a la presencia de Dios en Jesucristo (cfr. Jn 4, 21-24; Heb 5, 19s; 9, 8; 10, 19s).
V.39.- Durante cuatro horas, este capitán que comanda el piquete de cuatro soldados que custodian a los reos, ha podido ver el comportamiento de Jesús durante su agonía. Ha visto también lo que ha sucedido en el momento de su muerte, cuando se ha oscurecido el sol. Y aunque este fenómeno pudo ser causado naturalmente por el viento siroco, el capitán, valorando todos los hechos y acordándose del proceso y de lo que en él se dijo, confiesa: "Realmente este hombre era Hijo de Dios". Con ello quiere decir que el ajusticiado era inocente y que no era un embaucador, también que no era sin más un hombre cualquiera. El grano de trigo ha caído en tierra, ha muerto, y ahora comienza a brotar la espiga. La muerte no acaba con Jesús ni con la causa de Jesús.
Eucaristía 1985/15



2. RASGOS PECULIARES DE LA PASIÓN SEGÚN SAN MARCOS. J/PASION/Mc
Literariamente tiene un carácter netamente descriptivo en el que resalta la simplicidad y concreción de la catequesis primitiva.
Es una narración de una crudeza a veces desconcertante. No fue un interés biográfico, histórico o edificante el que motivó este relato. Sin embargo Marcos aporta gran cantidad de precisiones históricas. Para él la pasión y la muerte de Jesús no son un mito. Han dejado su huella en la historia, en el tiempo y en un lugar real: el joven que sigue a Jesús después del arresto en Getsemaní (14, 51-52); José de Arimatea (15, 43); Pilato que manda comprobar la muerte de Jesús (15, 44-45).
Los hechos se suceden en un estilo descarnado, se acentúa el carácter dramático y se detiene en pormenores que los otros evangelistas o atenúan u omiten. Así en Getsemaní el miedo, la angustia, la triple petición al Padre para que le libere, el abandono en la cruz. La narración de Marcos extrema la emoción y la tensión. Utiliza las palabras que indican el grado extremo de horror y sufrimiento. Pero esto no le es obstáculo para que, al mismo tiempo, Jesús se dirija al Padre con palabras de ternura y confianza incondicionales: Abbá, Padre.
En el relato de Marcos hay una progresiva acentuación de los títulos mesiánicos: Hijo del hombre, Mesías, Rey de los judíos.
Progresión que culmina en la profesión de fe de un pagano, el centurión: "Realmente este hombre era Hijo de Dios" (15, 19).
El evangelio de Marcos se caracteriza por el secreto y el silencio acerca de Jesús Mesías. Pide secreto e impone silencio a los demonios y a los enfermos curados. Este silencio durante la vida, se convierta en la pasión en soledad total. Nadie le acompaña. Todos le abandonan. Pero a medida que llega la muerte, el silencio y la soledad terminan y es proclamado Hijo de Dios y Mesías.
Jesús, ante el sanedrín, se proclama por primera vez Mesías (14, 62) y por ello es condenado a muerte. Al morir se rasga el velo del templo. Es el judaísmo que, a su manera, reconoce la divinidad de Jesús. La tradición sobre el velo que se rasga ve en este hecho la execración del templo.
Esta imagen de Jesús en su pasión que nos ofrece Marcos, quizá esté más cerca de la sensibilidad y gusto del hombre de hoy. El libro de los Hechos y las Cartas presentan la pasión y la resurrección con fórmulas fijas y esquematizadas. De ellas deducen las enseñanzas soteriológicas y parenéticas. En cambio los evangelios presentan los hechos como relatos biográficos variados y complejos aunque en orden a una doctrina.
El relato de la pasión según Marcos tiene una finalidad claramente teológica. Proclama el acontecimiento central de la redención en orden a creer en la divinidad de Cristo. Nos invita a reflexionar sobre los sentimientos y actitudes de los actores del drama. La actitud de Jesús es de obediencia. Se siente como el realizador de las expectativas mesiánicas mediante el sufrimiento y la muerte como siervo de Yavhé. Esta realidad, tan difícil de comprender para los discípulos durante la vida de Jesús, a la luz de la Pascua pierde su oscuridad. La comunidad primitiva ve en ella el elemento central del misterio de la salvación e hizo de ella, junto con la resurrección, el tema central de la predicación. El relato de la pasión y resurrección que hoy figura al final de las narraciones evangélicas, en realidad constituyó la base y el punto de partida de la primera enseñanza apostólica.
La actitud de los fariseos es una actitud de obstinación. A la autopresentación de Jesús, como príncipes de paz, se contrapone la dureza extrema de los sacerdotes y fariseos que no sólo no acogen al enviado sino que traman su muerte.
El juez-Pilato quiere salvar a Jesús desde una actitud política y sin comprometerse. No consigue su propósito. El pueblo pide la muerte de Jesús. Barrabás queda libre porque en su lugar se crucifica a Jesús. Se concede la vida a Barrabás porque Jesús muere en su lugar. Así nosotros somos llamados a la vida por la muerte de Cristo.
Pere Franquesa, Misa Dominical 1985/07


3.- Claramente más breve que los relatos paralelos, el Evangelio de la Pasión en San Marcos se limita a la estructura esencial de los acontecimientos. Eso no obstante, está compuesto por diversos elementos: puede distinguirse, en efecto, una fuente no semítica (14, 1-2, 10-11, 17-21, 26-31, 43-46, 53; 15, 1, 3-5, 15a, 21-24, 26, 29-30, 34-37, 39, 42-46) y una fuente de inspiración semítica y de origen probablemente petrino (14, 3-9, 12-16, 22-25, 32-42, 45-52; 15, 2, 6-14, 15b-20, 25, 27-28, 31-33, 38, 40-41). Las preocupaciones doctrinales de estas dos fuentes afloran con mucha frecuencia. La segunda, por ejemplo, refleja la preocupación por subrayar el aislamiento de Cristo y las burlas y los sarcasmos a los que Cristo corresponde con el silencio.
* * * *
a) En esta línea subraya el aislamiento cada vez más completo del Señor, quien ha perdido ya la aceptación de que había sido objeto por parte de las multitudes y de sus allegados, y la Pasión le acarreará el abandono de sus propios discípulos. Cada vez que Mateo nos presenta a Jesús "con" los suyos (Mt. 26, 36; 26, 40; 26, 51), puede afirmarse que Marcos no repite esa fórmula. En Getsemaní, quienes hubieran debido velar con El se duermen (Mc.14, 50), y, para ridiculizar esa huida, Marcos atribuye un interés particular al episodio el joven que huye completamente desnudo (Mc. 14, 51-52). El aislamiento de Cristo se trasluce a lo largo de toda la sesión del sanedrín: mientras que se encuentran falsos testigos contra El (Mc. 14, 56-60), mientras que Pedro proclama su contratestimonio (Mc. 14, 62-71), no queda más que un solo testigo para atestiguar "por dos veces" (Mc. 14, 72, exclusivo de Marcos), como requería la ley judía, en favor de Jesús: el pobre gallo. El aislamiento de Jesús es, por tanto, absoluto. Hasta su mismo Padre le abandonará (Mc. 15, 34-35), mientras sus discípulos se mantendrán "a distancia" (Mc. 15, 40).
b) El evangelista subraya igualmente el silencio de Cristo durante su proceso (Mc. 14, 61; 15, 3-4). Al contrario que Lucas y Juan, no recogerá más que una palabra de Cristo en la cruz, fiel en esto a su plan de subrayar el "secreto mesiánico" (Mc. 5, 43; 7, 24; 9, 30). Con ese silencio, Jesús quiere significar la distancia que separa su misión real de lo que las gentes entienden por ella, y el misterio de su persona de los títulos que se le atribuyen. Marcos se detiene en la descripción de las burlas y sarcasmos de que Cristo es objeto (Mc. 15, 16-20, 29-32; cf. también 5, 40; 6, 2). Siempre ha sido sensible a la oposición de los jefes (Mc. 3, 6, 22), y especifica cómo esa oposición ha llevado a Cristo a la muerte (14, 53-64).
* * * *
El tema del aislamiento silencioso de Cristo es el eco de la forma en que Marcos defiende la dignidad mesiánica de Jesús en medio de los ultrajes más escandalosos. La contraposición entre el rey de los judíos y un revoltoso homicida, la burlesca entronización real de Jesús en la sala del cuerpo de guardia, las burlas alrededor de la cruz aíslan a Jesús en sus pretensiones mesiánicas. Pero justamente cuando ha llegado al colmo de ese aislamiento hasta en la muerte es reconocido por "Hijo de Dios" (15, 39) en una profesión de fe que, por sí sola, anula todas las mofas de la multitud y favorece que se constituya un grupo de discípulos (15, 40-43); estos últimos no estarán distantes de Cristo y muy pronto formarán su Iglesia.
Maertens-Frisque, Nueva Guía de la Asamblea Cristiana III, Marova Madrid 1969.Pág. 234 S.



La pasión según Marcos es la pasión del abandonado. Todos lo abandonan: la gente alegre del día de ramos, los discípulos, Pedro... ¡y hasta el Padre! Nunca se sintió Jesús tan incomprendido y tan solo, entregado a la soldadesca (¡el Hijo de Dios cubierto de esputos y abofeteado!) y tratado como culpable por los jefes religiosos.
Desciende hasta lo más profundo de la soledad humana. El, que hablaba, que había venido para hablarnos, se calla. Son impresionantes dos observaciones de Marcos: "¿No contestas nada?", dice el sumo sacerdote; "¿No respondes?", le dice Pilato.
Silencio de Jesús. Hay momentos en los que Jesús no tiene nada que decir, nada que decirnos. Indicó lo que era, señaló el camino por donde le podemos seguir. Si no lo seguimos, ¿qué puede decirnos ya? - ¿No me respondes? - No. Estás demasiado lejos. Sólo se está cerca de mí por medio de actos de amor y de coraje.
Si no seguimos a Jesús más que escuchando religiosamente sus palabras o predicándolas con elocuencia, sin ponerlas en práctica, somos de los que lo abandonan. Es una verdad muy dura que nos negamos a aceptar. La meditación de esta pasión tiene que ponernos ante la exigencia fundamental del evangelio: sólo se "sigue" a Jesús haciendo lo que él pide.
Pasión de los abandonos y del terrible silencio de Jesús. Pero también pasión de los tres gritos:
- ¿Eres tú el mesías, el hijo del bendito? - ¡Lo soy!, grita Jesús, rompiendo el secreto sobre su mesianidad y su gloria.
Encadenado, humillado, revela finalmente lo inaudito: "Vais a ver cómo el hijo del hombre toma asiento a la derecha del todopoderoso, y cómo viene entre las nubes del cielo". Aquello no podía aceptarse, en aquel lugar y ante aquellos sacerdotes, mas que como una blasfemia. Pero ¿y nosotros? ¿Con qué fe lo miramos nosotros, en este momento? Jesús grita en la cruz su confianza: "¡Dios mío, Dios mío!".
Y lo hace luchando contra el sentimiento más terrible de abandono: "¿Por qué me has abandonado?". Palabra preciosa que ofrece a los que bajan a esos abismos. Si no hubiera llegado hasta allá, ¿sería el Enmanuel prometido, el Dios con nosotros? Jesús, contigo puedo gritar en medio del abandono, pero contigo quiero decir también: "¡Dios mío!" donde creía que ya no podía decirlo.
El tercer grito de esta pasión es aquél al que nos conduce Marcos desde el comienzo de su evangelio. Decir: "¡Tú eres Dios!" no a aquel que electrizaba a la gente, al que fue transfigurado, sino al condenado en la cruz. Una muerte tal que el centurión gritó: "Realmente este hombre era Hijo de Dios". Es el lector del evangelio el que dice esto al final de esta pasión. Pero una vez más: es inútil decirlo, si esto no nos cambia.
Andre Seve, El Evangelio de los domingos, Edit. Verbo Divino Estella 1984.Pág. 111



5. Mc/PASION:
Los relatos de la pasión no son simple crónica o página histórica, son catequesis de la comunidad, meditación e interpretación teológica de los sufrimientos y la muerte de Cristo. Se busca justificación y sentido a estos hechos, que serán iluminados desde la Escritura y la experiencia pascual.
No se trata para nada de un fracaso y de un engaño. Era un camino marcado y aceptado, un camino que, en conjunto, era querido por Dios y que terminó siendo salvación para el mismo Cristo y para todos. El relato es más llamada a la fe que a la compasión.
El evangelio de Marcos que hoy leemos, es el más cercano a los hechos, el más realista. Marcos nos hace sentir más intensamente el abandono y el desgarro de Jesús. La cruz termina en «un fuerte grito». Subraya más la angustia de Jesús, su soledad, el miedo y el abandono de sus discípulos, la burla de los testigos. Se nota más todo el fracaso de la cruz, que no se ve iluminada ni por la gloria de Juan o la misericordia de Lucas o las Escrituras de Mateo. Hay incluso más desconcierto e incredulidad ante las primeras noticias de la Resurrección.
Pero Marcos también ve en la muerte de Cristo la confirmación de toda su vida y es el centurión quien repite el gran mensaje de todo el evangelio: «Realmente este hombre era el Hijo de Dios».
Caritas, Un amor asi de grande, Cuaresma y Pascua 1991.Págs. 129

6. Mc/15/01-41
En el relato de la pasión tenemos la pieza literaria más antigua del evangelio. «Acta del martirio» de Jesús. Hay que leerla en sintonía de corazón y pensamiento con la comunidad apostólica que la releía como si se hallase presente en torno a la mesa de la fracción del pan. Los hechos se contemplan con realismo detallado, objetivo. La Iglesia los veía aureolados de gloria a través de la experiencia pascual. Marcos y los demás evangelistas prepararon la historia de la pasión con las tres solemnes predicciones, para hacernos comprender que Jesús la aceptó consciente y libremente. Obediente al Padre. En acto de servicio por la liberación o «rescate» de los hombres.
Todos y cada uno de los hechos son transparencia de doctrina. La pasión es una cristología. Revelación del Hijo de Dios. Marcos titula su libro: «Principio del evangelio de Jesús, Mesías, Hijo de Dios» (1,1). Pero mantiene este título en una gran reserva a lo largo de toda la obra. Hasta que, ante la cruz, sentimos la fe de la Iglesia proclamada por boca del centurión: «Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios» (15,39). La Iglesia apostólica, habitualmente perseguida, se veía en la pasión del Maestro como en un espejo. Muchas circunstancias están redactadas o matizadas con intención de ejemplaridad. Con especial atención las injurias, menosprecios, humillaciones, expolio y abandono. El desprecio social y las vejaciones, más que el derramamiento de sangre, eran la cruz diaria de los cristianos.
El velo del templo se partió en dos (38). El hombre ya puede comunicar con Dios sin trabas. Acceso directo al Padre (Heb 10,19s). Sellada con la sangre que es vida, ha comenzado la Nueva Alianza (Mc 14,24).
La cruz redentora y voluntaria es donación de sí mismo por los demás hasta el límite. Epifanía de un amor infinito (Jn 13,1). Manifestación, realmente, del Hijo de Dios. Ser cristiano es compromiso de seguirlo por el mismo camino. La pasión ilumina el misterio que sólo comprenden los que aman: que la perfección del hombre se realiza plenamente en el amor-hecho- dolor. San Pablo lo vivió y enseñó (Gál 6,14): «Lo que es a mí, jamás me gloriaré más que de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo quedó crucificado para mí y yo para el mundo».
I. Goma, La Biblia dia a dia, Comentario Exegético a las lecturas, De la Liturgia de las Horas, Ediciones Cristiandad, Madrid-1981.Pág. 900 S.



Sepultura de Jesús. La menciona explícitamente el más antiguo kerigma o proclamación apostólica (1 Cor 15,4), como lo hacemos nosotros cuando profesamos la fe: "fue crucificado, muerto y sepultado...". Ultimo paso en la vertiente dolorosa de los hechos pascuales. Complemento, testimonio y memoria de la muerte.
El relato evangélico de la pasión tiene una estructura redaccional de tres fases, como muchas «actas de mártires»: arresto, proceso judicial, muerte violenta. El cadáver del mártir es sagrado. Parientes, amigos o discípulos cumplen la «buena obra» (Mc 14,6-9), quizá arriesgada, de enterrarlo con honor y con piedad. El Nuevo Testamento nos ofrece los casos de Juan Bautista (Mc 6,29) y de Esteban (Hch 8,2).
Maldito según la ley (Dt 21,23 y Gál 3,13), habrían echado el cuerpo de Jesús a una fosa común. La atrevida decisión de José de Arimatea, figura muy apreciada por los primeros cristianos, consigue rescatarlo. Cede generosamente su propio sepulcro. Los que analizan a fondo el relato evangélico de la pasión ven que, en el momento en que fue redactado, algunos de los "lugares" en que tuvieron lugar los acontecimientos ya eran objeto de veneración y centro de celebraciones litúrgicas para la comunidad cristiana de Jerusalén. Esta hipótesis vale sobre todo para el Santo Sepulcro.
El Santo Sepulcro es «monumento» o memorial de la continuidad indisociable entre el Jesús de la cruz y el de la gloria. Templo, a la vez, de la muerte y de la vida. Tres siglos más tarde, una gran construcción basilical albergó sepulcro y calvario dentro de un mismo recinto. Tuvieron el acierto de dar a todo el conjunto el nombre de "anástasis": resurrección. La resurrección es muerte liberadora que ha germinado en vida. Vida humana-y-divina: trascendente, eterna. La sepultura de Jesús fue la espera silenciosa de un re-nacimiento universal.
La comprensión profunda del bautismo en la escuela de san Pablo (Rom 6,4; Col 2,I2) contempla en el gesto significativo de sumergirse y resurgir del agua el misterio de la asociación personal de cada uno de los creyentes a la sepultura-y-resurrección de Cristo. Audacia de morir con él en la misma cruz (Gál 2,19s) y caer en tierra como el grano de trigo (Jn 12,24), seguros por la fe de que el Redentor ha transfigurado su muerte y la nuestra en un divino nacimiento.
I. Goma, La Biblia día a día, Comentario Exegético a las lecturas, De la Liturgia de las Horas, Ediciones Cristiandad.Madrid-1981.Pág. 903 S.



Para comprender esta sección, que tiene como centro la última cena y que nos introduce en el relato de la pasión, es preciso que reconstruyamos un trasfondo triple. En primer lugar, la vida entera de Jesús, cuya cima y cuya revelación al mismo tiempo es la última cena. Efectivamente, la cena no es un gesto aislado e imprevisto, sino que está fuertemente arraigado en el contexto evangélico: pone profundamente de manifiesto el significado del "camino" de Cristo, permitiéndonos captar la tensión interior que lo dirigió desde el comienzo.
En segundo lugar hemos de tener presente el trasfondo veterotestamentario (especialmente Is 53 y Ex 24, dos textos con los que hemos de encontrarnos) y la liturgia judía de la celebración de la pascua.
Y finalmente hemos de tener ante la vista el marco litúrgico de la comunidad cristiana, en nuestro caso la comunidad de Marcos. En este trozo del evangelio no nos encontramos solamente con las palabras y los gestos de Jesús, sino que vemos esos mismos gestos y palabras encuadrados dentro de la liturgia comunitaria, que es precisamente donde son recordados y propuestos a la reflexión de los fieles; así pues, palabras del Señor y reflexiones comunitarias, recuerdo y meditación. Más concretamente podríamos decir que los gestos y las palabras del Señor se nos han transmitido dentro de un contexto litúrgico y homilético. Todo esto es ya de suyo significativo: para las comunidades cristianas el gesto eucarístico no era simplemente algo que bastaba recibir de la tradición, conservarlo y transmitirlo con la fidelidad; era más bien un gesto del que había que deducir un juicio sobre la comunidad.
Por eso mismo el gesto del Señor quedó inserto dentro de un contexto que llaman homilético, o sea, dentro de un contexto atento a sacar de él consecuencias para la vida.
-El marco
El marco en que nuestro evangelista (lo mismo que harán luego Mateo y Lucas) coloca la cena del Señor no es un simple cuadro exterior, una descripción externa, sino un cuadro que nos encamina ya a la comprensión del significado interior de aquel acontecimiento.
PAS/JUDIA: Está cerca la pascua de los judíos (14, 1) y Jesús desea celebrar la cena pascual con los discípulos (14, 14); he aquí la primera indicación. Con toda probabilidad la pascua fue en su origen la forma israelita de celebrar las fiestas de primavera, comunes a todos los semitas nómadas del desierto. Pero un texto del Éxodo (12, ss) relaciona esta fiesta de pascua con el gesto de Dios que liberó a los hijos de Israel de manos del faraón, haciendo morir al propio tiempo a los primogénitos de los egipcios. De esta manera, la fiesta quedó insertada en la historia de la salvación (en su origen, como hemos dicho, era una fiesta de pastores) y su celebración se vio enriquecida con gestos altamente evocadores. Un texto del Deuteronomio (16, 1-8) subraya más fuertemente todavía la idea de memoria: "Así te acordarás del día en que saliste del país de Egipto por todo el tiempo de tu vida." La fiesta estuvo siempre acompañada de un marco festivo. En tiempos de Jesús la preparación y el adorno de la sala, el vino y el cordero caracterizaban a la cena pascual como un banquete de alegría. Se celebraba con gozo la salida de Egipto y la consecución de la libertad. Pero no se trataba simplemente de una alegría que tenía su origen en un recuerdo; la fiesta asumió también un carácter de esperanza. La celebración del gesto liberador de Dios no es solamente recuerdo del pasado ni es solamente alegría por la libertad que se posee; es también anticipación de la liberación escatológica. En tiempos de Jesús era muy viva esta dimensión escatológica. La cena pascual presentaba un doble aspecto, uno dirigido al pasado y otro al futuro. Pero esta dimensión escatológica quedaba fácilmente contaminada por las ambiguas esperanzas mesiánicas del pueblo. Y es aquí precisamente -una vez más- donde radica la novedad de Cristo: el futuro liberador se anticipa y se significa en una cena que recuerda la cruz y la ofrenda de amor que en ella se encierra. El camino mesiánico es el de la cruz. Precisamente en este marco festivo, tan cargado de esperanzas, es donde llega a su cumplimiento el drama de Jesús. Es un contraste muy fuerte.
Por eso Marcos no dice solamente que estaba cerca la pascua: dice además que los fariseos habían decidido "darle muerte" (14, 1-2), pero andaban buscando la manera de hacerlo sin suscitar la indignación de la gente. Más adelante Marcos señala una segunda repulsa, la de Judas (14, 10-11): también Judas aguardaba el momento oportuno para entregarlo. Así pues, el gesto liberador de Dios tiene lugar en un contexto de repulsa: Jesús está solo en su gesto de entrega, rechazado.
Entre estos dos episodios de repulsa tiene lugar una escena con los discípulos: el relato de la mujer que derrama un frasco de perfume precioso sobre la cabeza de Jesús. Pero también es "discutido" este gesto y Marcos nos recuerda tres interpretaciones. Algunos ven en este gesto un "derroche": ¡podía servir para los pobres! ¡Como si Cristo, que va a morir, solo y abandonado de todos, no fuera un pobre! ¡Como si no fuera justo "derrochar" un poco de nuestra amistad con él! La mujer, por su parte, ve en aquel gesto -y por eso lo realiza- un signo de amor y de respeto, quizás de gratitud, probablemente un reconocimiento mesiánico (mesías quiere decir precisamente ungido, perfumado). Pero ¿qué mesías? La interpretación de Jesús es la que revela el significado último, verdadero, del gesto de la mujer (un significado que aquella mujer no había comprendido): es un anticipo de sepultura. Jesús es un mesías que va a morir. Este es el pensamiento que domina a Cristo y que los discípulos sin embargo no saben interpretar.
-Una entrega por muchos
Después de haber contemplado este marco, concentremos ahora nuestra atención en los gestos y en las palabras de Cristo. Los gestos de Jesús -incluso prescindiendo de las palabras que les acompañan- están por sí mismos cargados de significados: el pan partido, el vino rojo, el pan y el vino repartidos.
Todo esto indica la muerte cercana y el don que allí se encierra: una vida entregada, ése es su significado. Y las palabras que los comentan no pueden hacer más que aclarar esta idea.
Las palabras de Cristo sobre la copa se relacionan con la alianza: "La sangre de la alianza". En el libro de /Ex/24/08, leemos: "Después Moisés tomó sangre, roció con ella al pueblo y dijo: Esta es la sangre de la alianza". La alianza (ALIANZA/QUE-ES) es, en su aspecto más profundo, el gesto con que Dios libera a su pueblo y lo elige para sí; también podríamos decir al revés (las dos formulaciones son equivalentes) que la alianza es el gesto con que Dios se entrega a su pueblo, dejándose comprometer por él y convirtiéndose en su liberador y aliado.
Y las palabras que siguen ("derramada por mucha gente") nos recuerdan a Is 53, en donde el Siervo de Dios entrega su vida por los muchos que lo rechazan.
Para comprender ese "por muchos" debemos recurrir además a otra frase de /Mc/10/45, donde el término "rescate" (que ya hemos tenido ocasión de comentar expresaba la solidaridad más radical: "solidario con", "en lugar de". Así pues, todos los elementos (recuerdo de la alianza, referencia a Is 53, el paralelismo con Mc 10, 45) convergen en la definición del "camino" de Cristo como un hecho de "comunión"; una vida entregada.
Finalmente, después de la referencia al Antiguo Testamento y al contexto más amplio, el "por" nosotros (conservado por todas las tradiciones, incluso por Juan) se comprende en toda su profundidad únicamente si lo colocamos dentro del contexto de repulsa que hemos descrito anteriormente: rechazado por nosotros, muere por nosotros. Y conviene observar que el rechazo no viene solamente de parte de los "suyos": la traición de Judas y más tarde la negación de Pedro (14, 29-31).
Así pues, la cena es verdaderamente la revelación de la tensión que ha guiado toda la vida de Cristo (una vida entregada), es una explicación del ministerio de la encarnación y, en definitiva, una clave de lectura de la historia de salvación como historia de comunión. Por eso precisamente decíamos que la cena no es un gesto aislado. No basta con afirmar que Cristo está presente en el pan y en el vino; es preciso descubrir allí una vida entregada. Y es preciso tomar parte en ella. Obsérvese entonces cómo el texto habla de sangre bebida, compartida. De la primera comunión (la de Dios con nosotros) brota la segunda (la comunión entre nosotros mismos): el camino de Cristo (una vida entregada) define cuál ha de ser nuestro seguimiento.
Una última indicación: "No volveré a beber del jugo de la vid hasta el día en que beba vino nuevo en el Reino de Dios" (14, 25). Se trata de la dimensión escatológica del gesto de Jesús (y de la celebración cristiana), que en Lucas es todavía más explícita. El gesto de Jesús señala un "camino" que tiende, no a la cruz, sino -más allá de la cruz- a la comunión definitiva con Dios. El don es anticipado, pero tiende a una plenitud. Por eso precisamente "la misma celebración eucarística no se vive, en la festividad cristiana, como una simple participación en la presencia de Cristo; está siempre impregnada de la melancolía del ausente o de aquel que se hace presente sólo a través de una materia simbólica.
-La traición
En el relato de Marcos es muy vivo el sentimiento de la traición.
Repitamos que se trata de la traición de Judas, de la negación de Pedro y del escándalo de todos los discípulos. Jesús lo expresa de un modo solemne, como si se tratase de una realidad profunda, que no es posible olvidar: "Os aseguro" (en el texto original: "en verdad, os digo a vosotros": /Mc/14/18). Y se refiere además al salmo 41, 10, la plegaria de un hombre abandonado y traicionado.
Realmente parece descubrirse en Marcos una insistencia: "uno de vosotros, uno que comparte mi pan", "uno de los doce"; se trata de una traición de la amistad y de la elección. Es verdad que esta traición entra dentro de la historia de Dios (y por tanto no debe escandalizar), pero se debe igualmente a la responsabilidad del hombre: "¡Sería mucho mejor que no hubiera nacido!"; quizás no sea éste un juicio de condenación, sino más bien una lamentación y una advertencia.
Pero el recuerdo de la traición -que nos conservan todas las tradiciones, incluso la fórmula catequista de 1 Cor 15- ¿qué significado tiene para nosotros? La comunidad cristiana descubre ante el gesto de Cristo sus propias divisiones, pero al mismo tiempo descubre que la fidelidad de Dios es más fuerte que estas divisiones. Por eso la memoria de Cristo es al mismo tiempo juicio y consuelo.
Precisamente en el contraste entre la traición y la entrega es donde la comunidad ha captado la grandeza del amor de Dios, su gratitud, su obstinación. Pero ha captado también una doble advertencia. La comunidad se siente invitada a no escandalizarse, ya que descubre en su propio seno la traición y el pecado: es una experiencia que vivió el mismo Jesús y que previó para su Iglesia; la traición acompaña a la comunidad desde sus orígenes. Y se ve también invitada a no mecerse en una falsa seguridad y a no presumir de sí misma (como Pedro): siempre es posible el pecado y no podemos fiarnos de nuestras propias fuerzas.
Bruno Maggioni, El relato de Marcos, Ediciones Paulinas/Madrid 1981.Pág. 193



9. /Mc/14/32-15/47. J/Mz/PASION J/SOLEDAD
No no es posible analizar detalladamente el largo relato de la pasión (14, 32- 15, 47). Nos contentaremos con unas cuantas observaciones generales, útiles para indicar la perspectiva de Marcos y los temas predilectos de su largo relato. Haremos además algunas observaciones más detalladas a propósito de la agonía de Getsemaní, con la que se abre la pasión, y a propósito de la crucifixión, con la que termina.
Marcos es consciente, sobre todo, de que la pasión no es sólo la conclusión exterior, temporal, de la vida de Jesús: en ese caso habría bastado con yuxtaponer la narración de la pasión al relato anterior de su ministerio público. Se trata más bien de la conclusión interior de la vida de Cristo, de su cumplimiento, de la manifestación de aquella lógica tan íntima que la movió desde el principio. Esto quiere decir que Marcos lee la historia de Cristo a partir de la muerte-resurrección, esto es, de aquel centro que ilumina todo lo que precede y que permite captarlo en su verdadero significado. Por eso precisamente Marcos prolonga hacia atrás el tema de la pasión. Están las tres predicciones que desde el capítulo 8 en adelante van midiendo la narración; estas predicciones no se limitan a prever la pasión, sino que demuestran que Cristo era consciente de ella y señalan su significado: una vida entregada, en sustitución, por todos. Pero ya en el capítulo 3,6 se habla con claridad de la muerte: "Los fariseos fueron a ver a los partidarios de Herodes y buscaron con ellos la forma de terminar con Jesús".
Todavía con mayor frecuencia de como lo había hecho en las páginas anteriores, Marcos recurre aquí a las Escrituras (sobre todo a Is 53). Esto se explica por dos motivos: el recurso a las Escrituras, particularmente intenso en el caso de la pasión, existía ya en la tradición, esto es, en el relato que Marcos ha encontrado y que utiliza en su narración de los hechos.
Pero además es cierto que el mismo Marcos parece haber advertido la importancia de esa referencia y que no sólo recogió, sino que desarrolló la perspectiva que le había ofrecido la tradición. Efectivamente, la conformidad de la pasión con las Escrituras estaba en el centro del debate sobre Jesús.
-El camino de Cristo y del discípulo
Así pues, la pasión está inscrita en el plan de Dios, está prevista en las Escrituras y hay que leerla a la luz de las mismas. No se trata de un incidente, sino que es el cumplimiento de una lógica que ha guiado desde siempre la historia de la salvación. Aquí está la razón profunda de las desilusiones que han experimentado todos los que esperaban a un Dios que aplicase una lógica distinta, resolutoria y victoriosa. Pero aquí está también la novedad y la originalidad del amor de Dios que se manifestó en Jesús. Las fuerzas hostiles parecen anular la fuerza del amor de Dios. La historia del amor aparece en toda su debilidad, en toda su inutilidad: Cristo está solo y abandonado. Esta experiencia se proseguirá en la Iglesia; y la Iglesia debe recordar que -como Cristo- también ella tiene que acudir a la oración, al consuelo de Dios y a la certidumbre de la resurrección.
La pasión nos revela los rasgos más íntimos de Cristo, esos rasgos que se manifestaron durante toda su vida, pero que ahora se perciben con mayor claridad todavía: la inocencia de Jesús, su incondicionada obediencia al Padre, su dignidad frente a las acusaciones, su bondad, su solidaridad con los pecadores, su abandono sin reservas al amor. Lo decimos una vez más: el peso de las tinieblas parece anular la luz del amor de Dios; el amor parece inútil. Pero Jesús sigue fiándose del amor; no cede a la tentación de los zelotes, no cede a la impaciencia de los que querrían hacer triunfar el amor recorriendo unos caminos distintos del amor mismo (por ejemplo, el recurso al poder o a la violencia para imponer el amor). Su reproche a los discípulos que se empeñan en recurrir a la espada supera todas las ambigüedades. En la cruz Jesús experimenta, hasta las heces, toda la debilidad del amor, pero no huye de ningún modo frente a esa debilidad; se abandona por entero al amor. Los hombres lo crucifican, pero él muere por ellos.
Pero la pasión revela además, en toda su dramaticidad, la debilidad del discípulo: la incomprensión, el abandono y la traición. Las expresiones que Marcos utiliza son muy reveladoras: traicionar, dormirse, huir, abandonar...
Sin embargo, por encima de todo, está el amor de Cristo, que es más obstinado todavía que la incomprensión del discípulo y su traición.
-Getsemaní
Es típico de Marcos narrar la pasión de Jesús (14, 32-42) con toda su crudeza, sin atenuar nada. Así aparece con toda claridad el contraste del misterio de Cristo: Hijo de Dios, pero abandonado al sufrimiento.
En la agonía de Getsemaní, Marcos pone de relieve la "debilidad" de Jesús, su miedo ante el sufrimiento, su angustia frente a la muerte; Mateo y Lucas se esforzarán más bien en atenuar todo esto. Los tres verbos que describen la actitud de Jesús (versículos 33-34) indican desconcierto, angustia, tristeza, casi una desorientación. Por lo demás, las palabras de Jesús son muy claras: mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos conmigo y velad (versículo 34). Estas expresiones nos remiten al salmo 42, 6 (la oración de un desterrado que se siente lejos de Señor y abandonado) y a Jon 4, 9 (la amargura del profeta Jonás que no acaba de comprender los planes de Dios); por muy paradójico que pueda parecer, hay que decir entonces que la angustia de Cristo no es sólo la reacción de la "carne débil" (versículo 38) ante la muerte, sino la desorientación del que se siente abandonado de Dios (a pesar de que sigue confiando en él) de que choca contra un plan de salvación que parece estar en contradicción con la fuerza del amor. En esta situación (el evangelio sabe que es una situación que se repetirá en la Iglesia y en el discípulo) es como nace la oración. Es una oración que expresa, por encima de todo, confianza, conciencia de las propias relaciones filiales: "Abba, padre" (versículo 36). Es reconocimiento del amor del Padre y de su poder, y precisamente por eso se convierte en súplica: "Para ti todo es posible, aparta de mí esta copa". Y después del desconcierto y del intento de sustraerse al propio camino, se renueva otra vez la confianza, el abandono sin reservas, la aceptación incondicionada: "Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieras tú" (versículo 36). Pero no se trata sólo de la oración; están también los amigos y Jesús acude a ellos en busca de aliento, de compasión; mas el discípulo no sabe compartir sus sentimientos y no entiende. La soledad de Cristo es profunda.
De todas formas, también el discípulo la vivirá más tarde y tendrá que velar y orar también él: dos actitudes indispensables para superar la prueba (versículo 38).
-La crucifixión. J/SILENCIO  Marcos organiza el relato de la crucifixión (15, 24-39) de forma que resalte la "soledad" de Cristo en el momento de morir; él es el Justo abandonado. Se trata de un rasgo que se subrayó ya anteriormente: 14, 50-54. 56-72, etcétera.
Como Getsemaní, la soledad es tan profunda que en la boca de Cristo vuelve a brotar la oración del justo que sufre (Salmo 21), que tropieza con el "silencio" de Dios: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" En la cruz vuelve sobre Jesús aquella tentación que le acompañó durante toda su vida, desde el desierto en adelante. Pero esta vez no la provoca Satanás, sino el pueblo indiferente, los jefes que se burlan de él, los soldados. Si eres el elegido de Dios, ¿por qué no te ayuda Dios? ¿No es su "silencio" la prueba de tu error? El fracaso del camino del amor ¿no es la señal de que la prudencia está en otra parte? Pero Jesús se abandona hasta el fondo de esta "debilidad" del amor y precisamente por eso la muerte de Cristo se convierte en el lugar en donde se revela la fuerza de Dios, ¡la fuerza del amor! Marcos está profundamente convencido de ello. Por eso termina su relato con dos textos de un alcance simbólico: la cortina desgarrada del templo y la conversión del centurión.
La fe nace de Jesús moribundo. El centurión reconoce al Hijo de Dios en la muerte, no sólo en los milagros. En el amor que se entrega sin reservas es donde el discípulo debe descubrir el rostro del verdadero Dios y el camino de la verdadera salvación.
Bruno Maggioni, El relato de Marcos, Edic. Paulinas/Madrid 1981.Pág. 207



10. Un político ( /Mc/15/01-15)
Al comenzar el episodio, el lector no sabe quién es Pilato. No es presentado de antemano. Se deducirá de sus palabras y sus acciones. Se deducirá de su encuentro con Jesús. El contraste de este encuentro es vivo: Jesús atado, conducido por las autoridades religiosas; un prisionero peligroso, puesto que así es conducido. Pilato, el gobernador, el político, toma la iniciativa y pregunta. Está en su terreno. Jesús sólo puede ser peligroso para él si es verdad que tiene pretensiones reales. No le pregunta si se cree que es rey, sino si lo es, es decir, si actúa como rey. La escena tiene algo de ridículo. Nada en el relato muestra animosidad por parte de Pilato contra Jesús. Éste responde con una inteligente ambigüedad: tú lo dices. De nuevo, es preciso interpretar. El lector debe interpretar: ¿es Jesús rey? Para responder deberá tener en cuenta todo el itinerario de Jesús, todo el evangelio, buscando sobre todo su focalización. La nueva pregunta de Pilato es más provocativa: se escuda en las acusaciones de las autoridades judías. Jesús no entra en su juego y guarda silencio. Pilato se sorprende y, como una nueva táctica, trata de implicar a la gente en una elección política y religiosa a un tiempo. Que sea el pueblo el que decida. Y el pueblo decide. Pilato elude públicamente toda implicación en el caso. Ya no dice que Jesús es rey, sino «al que llamáis rey». Y, sin embargo, dice el narrador que Pilato sabe la razón por la que lo entregan las autoridades judías: por envidia. Se desvela así la trama política. A Pilato no le importa Jesús, sino sus propias relaciones con los Sumos Sacerdotes. Al final, el narrador añade una anotación: Pilato quiere complacer al pueblo y entrega a Jesús a la muerte. Pilato se descubre en el encuentro con Jesús. Jesús, en una nueva ironía situacional, revela su identidad divina ante alguien que le considera como algo que se puede usar y tirar.
Mercedes Navarro, Sal Terrae 1997/04. Pág. 319



11. ACI DIGITAL 2003
1. Dos días: la unción de Jesús, referida en los vv. 3 ss., tuvo lugar seis días antes de la Pascua (Juan 12, 1). 

3. Sobre su cabeza: el Señor se dignó aceptarle esto en concepto de unción para la sepultura (v. 8) y limosna hecha a El como pobre (v. 6 s.). Véase sobre esto Juan 20, 7 y nota: "Y el sudario, que había estado sobre su cabeza, puesto no con las fajas, sino en lugar aparte, enrollado". Es de notar la reverencia especial para con la sagrada Cabeza de Jesús que demuestran los ángeles. No quiso Dios que el sudario que envolvió la Cabeza de su Hijo muy amado quedase confundido con las demás vendas.
En Juan 12, 3 se habla de los pies, como en Luc. 7, 38. 
5. Trescientos denarios: más o menos, el salario anual de un empleado de entonces. 
8. Cada vez más a menudo alude el Señor a su muerte, para preparar a sus discípulos a los tristes acontecimientos que se acercan. 
9. Este Evangelio: expresión singular y profética, pues sabemos que los santos Evangelios fueron escritos mucho más tarde. 
Confrontado en San Juan 16, 12: "Tengo todavía mucho que deciros, pero no podéis soportarlo ahora".
10. Véase Mat. 26, 14 - 16; Luc. 22, 3 - 6. 

14. Comer la Pascua, es decir, el cordero pascual prescrito por la Ley. (Ex. 12, 3 ss.). Jesús, que no había venido a derogarla (Mat. 5, 17), no ve inconveniente en observarla, como lo hizo con la circuncisión (cf. Rom. 15, 8), aunque El había de ser, por su Pasión y Muerte en la Cruz, la suma Realidad en quien se cumplirían aquellas figuras; el Cordero divino que se entregó "en manos de los hombres" (9, 31) sin abrir su boca (Is. 53, 7); el que San Juan nos presenta como inmolado junto al trono de Dios (Apoc. 5, 6), y que S. Pablo nos muestra como eterno Sacerdote y eterna Víctima. Cf. Hebr. caps. 5 - 10; S. 109, 4. 
21. Judas el traidor es expresamente condenado por el Señor y entregado a la maldición. Por eso es imposible creer que se haya salvado. Véase Juan 17, 12; Hech. 1, 16; S. 40, 10. }
Cf. en I Rey. 31, 13. 
24. Léase en Mateo 20, 28 y nota: "Así como el Hijo del hombre vino, no para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos". Al saber esto los que, siendo hombres miserables, tenemos quienes nos sirvan ¿no trataremos de hacérnoslo perdonar con la caridad hacia nuestros subordinados, usando ruegos en vez de órdenes y viendo en ellos, como en los pobres, la imagen envidiable del divino Sirviente?. Nótese que esto, y sólo esto, es el remedio contra los odios que carcomen a la sociedad. En rescate por muchos, esto es, por todos. "Muchos" se usa a veces en este sentido más amplio. 

No significa aquí: derramada "por obra de" muchos (aunque esto también sea verdad en el sentido de que todos somos pecadores), sino que se derrama como un bautismo de redención sobre todos los que lo aprovechen, según la palabra del Apocalipsis 22, 14 (Vulgata) coincidente con Ef. 1, 7; Col. 1, 14 y 20; Hebr. 9, 12 ss.; 13, 12; I Pedro 1, 19; I Juan 5, 6; Apoc. 12, 11. 
27. Véase Zac. 13, 7. 
28. Véase Mat. 26, 30 ss.; Marc. 14, 68 - 72; Luc. 22, 31 ss.; Juan 13, 36 ss.; 16, 32. 
32. Una iglesia, construida recientemente, conmemora el lugar de la agonía del Redentor en el huerto de Getsemaní, situado al este de Jerusalén, entre la ciudad y el Monte de los Olivos.
36. Véase Mateo 26, 42; Lucas 22, 42. El cáliz significa la pasión. Cf. 10, 38; Lucas 12, 50. 
41. Estas palabras coinciden con las que el Señor había dicho a Pedro en el v. 37, y nos muestran, como una lección para nuestra humildad, el grado de inconsciencia de aquellos hombres en semejantes momentos. La versión que pone los verbos en imperativo resulta inexplicable ante la palabra que Jesús agrega inmediatamente: ¡basta!". 
43. Véase Mat. 26, 47 ss.; Juan 18, 3 ss. 
50. Esta huida general, que nos enseña la miseria sin límites de que todos somos capaces, es también inexcusable falta de fe en la bondad y el poder del Salvador, pues Él había mostrado con sus palabras (Juan 17, 12) y con su actitud (Juan 18, 8 s. y 19 s.) que no permitiría que ellos fuesen sacrificados con Él.
Véase Mat. 26, 56 y nota: "Pero todo esto ha sucedido para que se cumpla lo que escribieron los profetas". Entonces los discípulos todos, abandonándole a Él, huyeron.
¡Todos!. Es muy digno de observar el contraste entre esta fuga y la escena precedente. Allí vemos que se intenta una defensa armada de Jesús, es decir, que si El la hubiese aceptado, obrando como los que buscan su propia gloria (Juan 5, 43), los discípulos se habrían sin duda jugado la vida por su caudillo (Juan 11, 16; 13, 37). Pero cuando Jesús se muestra tal cual es, como divina Víctima de la salvación, en nuestro propio favor, entonces todos se escandalizan de Él, como Él se lo tenía anunciado (v. 31 ss.), y como solemos hacer muchos cuando se trata de compartir las humillaciones de Cristo y la persecución por su Palabra (13, 21). Algo análogo había de suceder a Pablo y Bernabé en Listra, donde aquél fue lapidado después de rechazar la adoración que se les ofrecía creyéndolos Júpiter y Mercurio (Hech. 14, 10 - 18). 
53. La casa de Caifás estaba en la parte sudoeste de la ciudad. Había que andar hasta allí unos dos kilómetros. Según una tradición piadosa, Jesús en este largo trayecto cayó en tierra, a consecuencia de los malos tratamientos, muchas veces más que las tres caídas del Vía Crucis. Cf. S. 109, 7. 
58. Véase Juan 2, 19: "Jesús les respondió: "Destruid este Templo, y en tres días Yo lo volveré a levantar". 
Gramática recuerda también aquí el templo celestial de Hebr. 9, 11 y 24. 
62. "El nombre de Hijo del hombre, que Jesús mismo se dio, expresa su calidad de hombre, y por alusión a la profecía de Daniel, insinúa su dignidad mesiánica" (P. d'Ales). Véase Dan. 7, 13; Mat. 24, 30; 26, 64; S. 79, 16. 
64. Es condenado por blasfemia el Santo de los santos, el inmaculado Cordero de Dios, el único Ser en quien el Padre tenía puestas todas sus complacencias (Mat. 3, 17; 17, 5). Su "blasfemia" consistió en decir la doble verdad de que El era el anunciado por los profetas como Hijo de Dios y Rey de Israel (Luc. 23, 3; Juan 18, 37). 
64. Es condenado por blasfemia el Santo de los santos, el inmaculado Cordero de Dios, el único Ser en quien el Padre tenía puestas todas sus complacencias (Mat. 3, 17; 17, 5). Su "blasfemia" consistió en decir la doble verdad de que El era el anunciado por los profetas como Hijo de Dios y Rey de Israel (Luc. 23, 3; Juan 18, 37). 
66. Véase Mat. 26, 69 ss.; Luc. 22, 55 ss.; Juan 18, 16 ss. 
72. La caída de Pedro fue profunda, pero no menos profundo fue luego su dolor. Muchos seguimos a Pedro negando al Señor; sigamos también la preciosa lección del arrepentimiento, ya que, como enseña Jesús, el más perdonado es el que más ama (Luc. 7, 47). 
1. Pilato era gobernador y representante del emperador romano, de cuyo imperio formaba parte la Judea. Sin el permiso del gobernador los judíos no podían condenar a muerte (Juan 18, 31; 19, 6 s.) 

10. Véase la nota a Mateo 27, 18: "Porque sabía que lo habían entregado por envidia". Por envidia: se refiere a los sacerdotes (Marc. 15, 10), contra cuya maldad apelaba Pilato ante el pueblo. Marcos (15, 11) reitera lo que aquí vemos en el v. 20 sobre la influencia pérfida con que aquellos decidieron al pueblo, que tantas veces había mostrado su adhesión a Jesús, a servirles de instrumento para saciar su odio contra el Hijo de Dios, hasta el punto de persuadirlo a que lo pospusiese a un criminal (Luc. 23, 18; Juan 18, 40). San Pedro recuerda al pueblo esta circunstancia en Hech. 3, 14 - 17. 
15. Pilato había preguntado a Cristo qué verdad era aquella de que Él daba testimonio y no aguardó siquiera la respuesta (Juan 18, 38), que le habría revelado las maravillas de los profetas (cf. Rom. 15, 8). De esta despreocupación por conocer la verdad nacen todos los extravíos del corazón. Pilato ha quedado para el mundo - que lo reprueba sin perjuicio de imitarlo frecuentemente - como el prototipo del juez que pospone la justicia a los intereses o al miedo. Véase en el S. 81 y sus notas las tremendas maldiciones con que Dios fulmina a cuantos abusan del poder. }
16. Véase Mateo 27, 27 ss.; Juan 19, 2 s. 
21. Marcos no sólo menciona a Simón, sino también a sus hijos Alejandro y Rufo, conocidos en Roma, donde el Evangelista escribió su Evangelio (Rom. 16, 13). Esto demuestra que Simón con su familia se convirtió a la religión cristiana, sin duda como una gracia que Jesús concedió al que llevaba con Él la Cruz, aunque no lo hubiese aliviado mucho. Véase Luc. 23, 26 y nota: "Cuando lo llevaban, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, obligándole a ir sustentando la cruz detrás de Jesús". Del texto deducen algunos que la ayuda del Cireneo no hacía sino aumentar el peso de la Cruz sobre el hombro del divino Cordero, al levantar detrás de Él la extremidad inferior. 

22. Véase Mateo 27, 33; Lucas 23, 32 ss.; Juan 19, 17 ss. 
28. Véase Is. 53, 12; S. 21, 8; 108, 25. 
29. Cf. 14, 58; Juan 2, 19. 
34. Jesús no padeció a la manera de los santos mártires, que sufrían confortados por la gracia. Su alma estaba oprimida por el peso de los pecados que había tomado sobre sí (cf. Ez. 4, 4 ss.), pues su divinidad permitió que su naturaleza humana fuera sumergida en un abismo insondable de sufrimientos. Las palabras del S. 21, que Jesús repite en alta voz, muestran que el divino Cordero toma sobre sí todos nuestros pecados. 
36. Sobre el misterio de Elías, véase 9, 12 s. y nota: Respondióles: "Elías, en efecto, vendrá primero y lo restaurará todo. Pero ¿cómo está escrito del Hijo del hombre, que debe padecer mucho y ser vilipendiado? 13 Pues bien, Yo os declaro: en realidad Elías ya vino e hicieron con él cuanto les plugo, como está escrito en él". En espíritu S. Juan era Elías, mas no en persona" (S. Gregorio Magno). Véase Mat. 17, 11 s. ; Mal. 4, 5; Is. 53, 3. 
37. El Hijo de Dios muere emitiendo una gran voz para mostrar que no le quitan la vida sino porque Él lo quiere, y que en un instante habría podido bajar de la cruz y sanar de sus heridas, si no hubiera tenido la voluntad de inmolarse hasta la muerte para glorificar al Padre con nuestra redención (Juan 17, 2; cf. Mat. 26, 42). Los evangelistas relatan que Jesús murió en viernes y, según los tres más antiguos, cerca de la hora nona, es decir, a las tres de la tarde. 
39. Véase Mateo 27, 54 ss.; Lucas 23, 47 ss.; Juan 19, 38 ss. 

42. Preparación: Los judíos llamaban así el viernes, pues se preparaba en este día todo lo necesario para el sábado, en que estaba prohibido todo trabajo. 
43. El heroísmo de José de Arimatea no tiene paralelo. Intrépido, confiesa pública y resueltamente ser partidario del Crucificado, confirmando las palabras con sus obras, mientras los apóstoles y amigos del Señor están desalentados y fugitivos. El Evangelio hace notar expresamente que José esperaba el reino de Dios, en lo cual vemos que esa esperanza era común entre los discípulos. Véase 10, 35; 11, 10; Mat. 23, 39; Luc. 19, 11; Hech. 1, 6; II Tim. 4, 1; Hebr. 2, 8; 10, 37, etc.