DESTRUYAN ESTE TEMPLO, Y EN TRES DÍAS LO LEVANTARÉ
ORACION COLECTA
Señor, Padre de misericordia y
origen de todo bien, que aceptas el ayuno, la oración y la limosna como remedio
de nuestros pecados mira con amor a tu pueblo penitente y restaura en tu
misericordia a los que estamos hundidos bajo el peso de las culpas. Por nuestro
Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro del Éxodo 20, 1-17.
El Señor pronunció las siguientes
palabras: Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No
tendrás otros dioses frente a mí.
No te harás ídolos figura alguna
de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra, o en el agua debajo de la
tierra.
No te postrarás ante ellos, ni
les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso: castigo el
pecado de los padres en los hijos, nietos y biznietos, cuando me
aborrecen. Pero actúo con piedad por mil
generaciones cuando se aman y guardan mis preceptos. ]. No pronunciarás el
nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien
pronuncie su nombre en falso. Fíjate en el sábado para santificarlo. [Durante
seis días trabaja y haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso,
dedicado al Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu
hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el forastero que vive en
tus ciudades.
Porque en seis días hizo el Señor
el cielo, la tierra, el mar y lo que hay en ellos.
Y el séptimo día descansó; por
eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó.]
Honra a tu padre y a tu madre:
así se prolongarán tus días en la tierra, que el Señor, tu Dios, te va a dar.
No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso
contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo: no codiciarás la
mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni un buey, ni un asno, ni
nada que sea de él.
SALMO
RESPONSORIAL (118)
Señor, tú tienes palabras de vida
eterna.
La ley del Señor es perfecta y es descanso
del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. R
Los mandatos del Señor son rectos y
alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. R
La voluntad del Señor es pura y
eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente
justos. R
Más preciosos que el oro, más que el oro
fino; más dulces que la miel de un panal que destila. R
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del Apóstol
San Pablo a los Corintios 1, 22-25.
Hermanos: Los judíos
exigen signos, los griegos buscan sabiduría. Pero nosotros predicamos a Cristo
crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los griegos; pero para los
llamados a Cristo judíos o griegos: fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo
necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte
que los hombres.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Juan
2,
13-25.
En aquel tiempo se
acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el
templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas
sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas
y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a
los que vendían palomas les dijo: Quiten esto de aquí: no conviertan en un
mercado la casa de mi Padre.
Sus discípulos se
acordaron de lo que está escrito: «el celo de tu casa me devora».
Entonces intervinieron
los judíos y le preguntaron: ¿Qué signos nos muestras para obrar así?. Jesús
contestó: Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré. Los judíos
replicaron: Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas
a levantar en tres días?.
Pero él hablaba del
templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se
acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la Palabra que
había dicho Jesús.
Mientras estaba en
Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los
signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a
todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía
lo que hay dentro de cada hombre.
COMENTARIO
La
segunda parte de la Cuaresma del ciclo B está marcada por tres evangelios de
Juan que presentan diferentes aspectos del camino muerte-resurrección que
celebramos en la Pascua.
La escena de la expulsión de los vendedores que los sinópticos
(seguramente con mayor veracidad histórica) colocan en los momentos finales de
la vida de Jesucristo, desencadenando la definitiva reacción de las autoridades
contra él, está colocada aquí al principio del evangelio, pero con las mismas
referencias al misterio pascual, y para indicar, ya de entrada, que toda la
vida de Jesucristo debe entenderse bajo la luz de su hora definitiva, la de su
glorificación por medio de su paso por la muerte. A Juan le gusta insistir en la
incomprensión para obligarnos a ahondar más todavía.
De vez en cuando
inserta alguna frase para llamar nuestra atención. Aquí, “casa de mi Padre” es
un foco dirigido hacia la filiación divina de Jesús. Y sobre todo la primera
alusión a la resurrección mediante la palabra “levantar” que pertenecer al
vocabulario de la resurrección: - Yo levantaré este santuario. – ¿Lo vas a
levantar tú? Lo comprendieron después de que Jesús resucitó. También nosotros,
“después de la resurrección” podemos comprender, ya que los evangelios son una
relectura de los gestos y de las palabras de Jesús después de la Pascua. Juan
demuestra su saber de buen pedagogo.
Por ejemplo, cuando los judíos se aferran la
idea del templo construido en cuarenta y seis años y reedificado en sólo tres
días, tiene que ponernos alerta;
¿De qué templo se trata? Con la
debida atención, podemos recibir
oportunamente la respuesta de los versículos 21 y 22 clave de este conjunto tan
típicamente joánico: “El templo del que él que él hablaba es su cuerpo, cuando
resucitó, se acordaron los discípulos de lo que había dicho y
dieron fe a
la Escritura y
a estas palabras de Jesús”.
Así, pues, el asunto del templo va progresando en dos
etapas. Primero, Jesús realizó una
acción profética, para dotar al gesto religioso de una mayor decencia; no se
reza en medio de bulla de los mercaderes. Viene luego la segunda etapa del
asunto del templo: “El templo del que hablaba era su cuerpo”. Desde la
encarnación, desde que Dios vino a residir entre nosotros en Jesús, el cuerpo
de Jesús, o sea su humanidad es la presencia de Dios.
En adelante, todo culto tiene como lugar ese templo.
¿Se trata de limitarse al cuerpo de un hombre, un espacio extraño y muy pequeño
de oración? Deberíamos detallar aquí
todas las realidades que evoca la expresión “cuerpo de Cristo”. Esto pudo comprenderse
después de la resurrección, cuando el cuerpo glorioso de Cristo se convirtió en
el mundo mismo de la resurrección donde todo hombre puede entrar en contacto
con Dios.
El cuerpo de
Cristo es también el cuerpo eucarístico en torno al cual se despliega la
liturgia cristiana. A veces necesitamos un lugar de oración, para nosotros
mismos y sobre todo para una liturgia colectiva, pero si el Señor no está en
nosotros ni en medio de nosotros, tendremos que ir a buscar unos azotes.
PLEGARIA UNIVERSAL
Instruidos por el ejemplo de Jesús el Señor que en el desierto se
entregó a la oración, oremos con insistencia a nuestro Dios.
1.-
Por toda la Iglesia: para que cada día sea un signo más claro de
reconciliación, de servicio fraterno y de culto en espíritu y vedad. Roguemos
al Señor.
2.-
Por los que sufren, los enfermos, los presos y los que se han podido venir a
nuestra celebración: para que participen en la gracia de esta Eucaristía. Roguemos
al Señor.
3.-
Por los catecúmenos que se preparan para el bautismo; para que el Señor haga de
ellos piedras vivas y templo espiritual en su honor. Roguemos al Señor.
4.-
Por los que estamos aquí presentes, para que aprovechemos, las ocasiones que
nos ofrece este tiempo y nos preparemos al celebrar debidamente el sacramento
pascual de la penitencia. Roguemos al Señor.
Gracias, adre porque tanto amaste el mundo que nos diste a tu Hijo
para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Su pasión y su cruz son
escandalo para unos y necesidad para otros, pero fuerza y sabiduría
salvadoras de Dios para los que creemos. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Te pedimos, Señor, que la celebración de esta eucaristía
perdone nuestras deudas y nos ayude a perdonar a nuest4ros deudores. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Alimentados
ya en la tierra con el pan del celo, prenda de eterna salvación, te suplicamos,
Señor, que se haga realidad en nuestra vida lo que hemos recibido en este
sacramento. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 05: 2R 5, 1-15ª; Sa
41; Lc 4, 24-30.
Martes 06: Dn 3, 25.34-43; Sal 24; Mt 18, 21-35.
Miércoles 07: Dt 4, 1.5-9; Sal
147; Mt 5, 17-19.
Jueves 08: Jr 7, 23-28; Sal 94; Lc 11, 14-23.
Viernes 09: Os 14, 2-10; Sal 80;
Mc 12, 28b-34.
Sábado 10: Os 6, 1-6; Sal 50; Lc 18, 9-14.
Domingo 11: 2Cro 36, 14-16.19-23; Sal 136; Ef 2, 4-10;
Jn 3, 14-21.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 2, 13-25
Paralelos: Mt 21, 12-13 Mc 11,
15-17 Lc 19, 45-46
1. J/TEMPLO /Ap/21/22: SU INTENCIÓN
NO ERA PURIFICAR SINO SUPRIMIR EL TEMPLO SUSTITUYÉNDOLO POR EL TEMPLO DE SU
CUERPO. FE/MILAGROS: LA FE EN ÉL DEBE SER ALGO
MAS PROFUNDO QUE LA ADMIRACIÓN PRODUCIDA POR LOS SIGNOS: /Jn 2. 23-24.
La lectura
evangélica contiene dos referencias a la Pascua: "se acercaba la Pascua de
los judíos" (v. 13); "cuando resucitó de entre los muertos" (v.
23). Este último versículo nos da, además, la perspectiva desde la que se
interpreta el significado y el alcance del gesto de Jesús.
La denuncia de
los abusos que se cometían en el templo y las exigencias del culto verdadero es
algo frecuente en los profetas; así Jeremías acusa a los sacerdotes de tratarlo
como "una cueva de ladrones" (cf. 7. 11), al tiempo que profetiza su
destrucción.
El libro de
Zacarías termina anunciando que "el día del Señor" la ciudad entera
de Jerusalén será santa y que no se verán mercancías en el templo. Los que
presenciaron el gesto de Jesús podían ver en él, por tanto, un signo profético
e incluso mesiánico.
Pero debemos
afirmar que la intención de Jesús no era simplemente la de purificar el templo
(de hecho, los cambistas y los vendedores de animales para los sacrificios eran
necesarios), sino que su intención era la de SUPRIMIR EL TEMPLO SUSTITUYÉNDOLO
POR EL "TEMPLO DE SU CUERPO". Para la teología de Juan,
efectivamente, el templo es Jesús resucitado: "Templo no vi ninguno,
porque es su templo el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero" (cf. Ap 21.
22).
La postura de
Jesús ante el templo y cuanto esta institución significaba es una de las causas
más importantes -más próxima en los sinópticos, más remota según el evangelio
de Juan- que provocan la muerte de Jesús. El propio evangelista lo insinúa al
decir que los discípulos se acordaron del salmo 69. 10, cuyo versículo entero
reza así: "el celo de tu casa me devora y las afrentas con que te afrentan
caen sobre mí".
TEMPLO/SIGNO: La reacción de los judíos
es exigir a Jesús un "signo", es decir, una prueba divina que lo
acredite. El templo tenía el sentido de significar la presencia de Dios en
medio del pueblo; ahora esta presencia de Dios se manifiesta de un modo mucho
más pleno en Jesús. Los judíos lo matarán porque supone un peligro para su
templo. Jesús les da el SIGNO DE SU MUERTE Y RESURRECCIÓN, QUE ES LA MÁXIMA
MANIFESTACIÓN DE LA GLORIA DE DIOS, de su amor y de su entrega a los hombres.
De hecho, la muerte de Jesús no va a significar la destrucción de la presencia
de Dios entre los hombres a través de Él, sino la supresión de cualquier otro
templo que no sea el cuerpo glorioso del Resucitado, santuario en el que habita
la plenitud del Esp. Sto.
Los últimos vv.
nos introducen al diálogo con Nicodemo -del que vamos a leer un fragmento el
próximo domingo- y nos presentan a este hombre como uno de los que creyeron en
Jesús durante su estancia en Jerusalén. A causa de los signos, muchos se
adhieren a Jesús o creen en su nombre. Pero Jesús no les corresponde dándoles
su confianza, porque la fe en Él debe ser algo más profundo que la admiración
producida por los signos.
J. Roca, Misa
Dominical 1982/06
3. C/I/TEMPLO: LA IGLESIA MATERIAL NO ES YA PARA LOS
CRISTIANOS LA "CASA DE DIOS" SINO LA CASA DEL PUEBLO DE DIOS. ESTE
PUEBLO, REUNIDO EN NOMBRE DE CRISTO ES LA VERDADERA CASA DE DIOS.
Los
evangelistas no han pretendido escribir una biografía de Jesús y, en general,
no están interesados por la cronología, sino por el mensaje de Jesús. Esto
explica las diferencias que observamos incluso entre los evangelios sinópticos
y, sobre todo, entre éstos y el evangelio de Juan. Por ejemplo, en este caso,
los sinópticos sitúan el relato sobre la expulsión de los mercaderes del templo
al final de la vida pública de Jesús; en cambio, Juan al principio. Sabido es
que el cuarto evangelio tiene una estructura determinada por razones
teológicas; por lo tanto habrá que suponer una intención en el hecho de que
Juan nos hable de la purificación del templo ya al principio de su relato. Juan
presenta a Jesús enfrentado a la religión oficial y opone constantemente la fe
de los discípulos de Jesús a la incredulidad de los judíos. La expulsión de los
mercaderes del templo es un ataque profético de Jesús a los señores del templo,
es un gesto que preludia una lucha persistente en la que perdería la vida; pero
es también el anuncio de la destrucción de ese templo como réplica divina a la
incredulidad de los judíos que no conocieron su hora y no recibieron al Mesías
que les había sido prometido.
Una vez Jesús
resucite de entre los muertos, él mismo será en adelante el verdadero templo de
Dios. Teniendo en cuenta esta perspectiva, Juan prefiere situar el suceso al
principio de la vida pública.
La multitud de
sacrificios que se ofrecían diariamente en el templo y la necesidad de cambiar
la moneda corriente, la romana, por otra moneda especial, el siclo, a fin de satisfacer
el tributo religioso al que estaban obligados los israelitas mayores de veinte
años (Ex 30. 11; Mt 17. 24-27), hace comprensible que vendedores de animales y
cambistas se instalaran en el llamado atrio de los gentiles. El permiso
requerido para instalarse en el templo proporcionaba a los concesionarios,
entre los cuales se contaba la familia del sumo sacerdote Anás, pingües
beneficios.
Estos usos y
estos abusos habían convertido el templo de Dios en un mercado. Estos judíos
que intervienen de pronto y piden explicaciones a Jesús son probablemente los
guardianes del templo. Sabemos que existía un cuerpo policial, formado por
levitas, que estaban encargados del orden y la custodia del templo. Ellos son,
pues, los que interrogan a Jesús.
Llama la atención
que estos policías no le acusen de inmediato de alterar el orden y que, en
cambio, le pidan un milagro, una señal, que demuestre su autoridad para hacer
lo que hace en el templo. Piensan que sólo un milagro puede justificar su
acción.
Tal modo de
pensar es característico de la mentalidad judía (cf.3. 2; 4. 48; 6. 14 y 30; 9.
16; 11. 47; Mt 12. 38; 16. 1; Mc 8.11; Lc 11. 6), que Pablo distingue
claramente de la mentalidad de los griegos que se atienen a la razón y buscan
la sabiduría humana. Jesús replica con unas palabras que evidentemente, en
aquella situación podían interpretarse como una amenaza al templo.
Los guardianes
del templo tomaron buena nota de las palabras de Jesús y, más tarde, lo
acusarían ante los tribunales de lo que para ellos había sido una amenaza
sacrílega al templo y a lo que el templo significaba (Mt 26. 61; Mc 14. 58).
Jesús fue condenado, entre otras cosas, por su oposición al templo, por su
ataque a una religión oficial establecida, sacralizada y mercantilizada.
Cuando Juan
escribe su evangelio, lo hace bajo la luz de la experiencia pascual. Y desde su
punto de vista, el punto de vista de la fe en la resurrección de Jesús,
interpreta las palabras de Jesús refiriéndolas a su cuerpo muerto y resucitado
a los tres días. Si Jesús es el verdadero templo, se comprende entonces su
oposición a cualquier otro templo, que pretenda situarse como algo sagrado por
encima del hombre. Sí, Jesús es el templo, el ámbito del encuentro de los
hombres con Dios, culto a Dios en espíritu y en verdad (Jn 4. 23), pues donde
hay dos reunidos en nombre de Jesús, allí está él en medio de ellos (Mt 18.
20). Si Jesús es el templo, los que se incorporan a Jesús por la fe forman con
él un mismo templo. La iglesia material no es ya para los cristianos la "casa
de Dios" sino la casa del pueblo de Dios.
Este pueblo,
reunido en nombre de Cristo, incorporado a la misión de Cristo, es la verdadera
casa de Dios. Pensar de otra manera sería volver a una concepción religiosa
contra la que Jesús luchó toda su vida.
Eucaristía
1985/11
4.- EL TEMPLO
DEFINITIVO
En el episodio
de la expulsión de los vendedores del Templo se observan dos centros de
interés, aparentemente contrapuestos.
Primero se
presenta el celo de Jesús por la dignidad de "la casa de su Padre".
Puede verse, por tanto, una valoración positiva de la realidad sagrada del
Templo. Pero a continuación se constata una especie de indiferencia de Jesús
para con este mismo Templo.
Habla de su
destrucción y de su futura sustitución a través de la destrucción y resurrección
de su propio cuerpo.
Evidentemente,
en plena preparación de la Pascua y de acuerdo con la intención del evangelista
Juan, nos interesa más la segunda perspectiva. Con el gesto simbólico de la
purificación del Templo de Jerusalén y con palabras lo suficientemente
explícitas, Jesús anuncia el cambio radical que introducirá su muerte y su
resurrección en el régimen cultual de la humanidad. Más intencionadamente que
los demás evangelistas, Juan subraya la alusión a la resurrección al emplear no
el término "edificar", sino el término "levantar"
(egeirein), directamente relacionado con los términos neotestamentarios que
designan la resurrección de Cristo. A partir de la resurrección, ya no existen
lugares privilegiados de la presencia de Dios entre los hombres. La Humanidad
de Cristo, presente en todas partes mediante el Espíritu, es el nuevo y
definitivo Templo. En cualquier lugar donde se anuncie el escándalo de la cruz
(cf. 2 lectura) y se acoja en la fe, está el Templo de Dios. Y el verdadera
culto no necesita espacios materiales, sino que se da en cualquier parte donde
los hombres vivan la fe y la caridad.
J. Llopis, Misa
Dominical 1973/04
5.- Juan nos
proporciona un relato bastante personal de la purificación del Templo, distinto
del de los sinópticos, no solo por su orientación doctrinal más fuerte, sino
también por el lugar que Juan concede a este incidente situándolo al comienzo
de la vida pública de Jesús, lo que, por otra parte, podría corresponder a la
realidad histórica.
* * * *
a) El relato de
los sinópticos presentaba a Cristo como un profeta, preocupado por apoyarse en
otros profetas (Mt. 21, 13) para vengar la vocación del Templo. En el relato de
Juan (2, 13-17), el alcance del gesto de Cristo es directamente mesiánico;
situado inmediatamente después de la alusión a Juan Bautista (Jn.1, 19-34),
esta purificación aparece más aún como el cumplimiento de la profecía de Mal.
3, 1-4. Además, Juan no pone en labios de Cristo ninguna cita profética con el
fin de subrayar mejor que Cristo actúa por su propia autoridad. Finalmente,
Cristo considera el Templo como la "casa de su Padre" (cf. Lc. 2,
49).
b) La segunda
parte del relato (Jn. 2, 18-20) no tiene paralelo en la tradición sinóptica.
Juan comienza con una cita del Sal. 68/69, salmo que había recibido en la
comunidad primitiva una interpretación mesiánica evidente y del que se hacía
frecuente uso para meditar en la pasión (Act. 1, 20; Rom. 15, 3; Mt. 27, 48;
Jn. 15, 25; 19, 28). Para los cristianos, el "celo" de Cristo será la
causa de su muerte (Mt. 26, 61-63). Juan proyecta además sobre el relato la
sombra de la pasión del Señor.
Pero todavía
hay más: la palabra misma de Cristo se apoya en un antiguo cliché profético:
"destruir-reconstruir" (Jer. 1, 10; 18, 7-10; 24, 6; 42, 10; 45, 4),
un tema favorito de Jeremías. Cristo quiere afirmar con ello que en cuanto
Mesías, enviado por Dios, tiene poder para destruir y para reconstruir el
Templo, incluso en tres días, porque su poder es extraordinario.
c) En una
tercera parte (1, 21-22). Juan presenta la interpretación cristiana de este
episodio. Después de la pasión y resurrección del Señor, no solo queda aclarado
el Sal. 68/69, 10, sino que la palabra de Cristo adquiere otro sentido. Jesús
no es solo un Mesías capaz de "destruir-reedificar", es Hijo del Padre,
y es otro el sentido en que reconstruye el Templo. La mención de los tres días
adquiere así un sentido pascual específico, insospechado hasta entonces. Por
eso Juan ha añadido, no sin razón doctrinal, que este episodio del Templo tuvo
lugar cuando ya estaba próxima la fiesta de Pascua (Jn. 2, 13).
De esa forma,
el relato de Juan nos introduce en una significación sacerdotal de la misión de
Cristo en la que no reparan los sinópticos. El nuevo Templo es la humanidad de
Cristo, nueva casa del Padre, lugar del sacrificio perfecto (Heb.9-10) y fuente
abundante de bendiciones (Jn. 7, 37).
* * * *
J/FIESTAS-JUDIAS: A primero vista, Jesús no
se sitúa en la línea del ministerio de Jeremías: para él no se trata ya de
purificar un sacerdocio y un Templo existentes, sino de reemplazarlos. Hay dos
afirmaciones que constituyen el centro de su mensaje: el verdadero santuario es
ahora su propia persona y no adquiere esa función sino mediante una destrucción
y una reedificación. El plan del cuarto Evangelio está orientado todo él a
verificar esa afirmación: Jesús, en efecto, sube al Templo para todas las
fiestas, pero siempre se presenta como realizando en su persona el objeto mismo
de la fiesta.
Esta
sustitución de la persona humana de Jesús en lugar del santuario antiguo queda,
por lo demás, perfectamente en la línea apuntada por el profeta Jeremías. En
realidad, este último ha afirmado esencialmente que el valor del sacrificio no
está ligado a la hermosura y al cumplimiento de los ritos, sino a los
sentimientos de la persona que los ofrecía.
Con esa
intención efectivamente obedece Jesús cuando ofrece filial y amorosamente la
vida de su cuerpo y vuelve a tomarla después, en la plenitud divina, para
comunicarla mediante su Espíritu a todos lo hombres. A ese plan obedece el acto
filial de Jesús y el amor fiel de los suyos.
Por
consiguiente, el relato de la purificación del Templo nos lleva, de la mano de
San Juan, a un plano doctrinal mucho más profundo que las versiones sinópticas.
Ya no se trata tan solo de purificar el culto reintegrándolo a su razón de ser,
ni de abrirlo a las naciones y a la categorías humanas excomulgadas, sino de
situar el nuevo culto bajo la acción del Espíritu "que mora" en el
hombre de forma absolutamente nueva y cualificando de filialidad divina todas
las actitudes y los compromisos de ese hombre en Cristo.
Maertens -
Frisque, Nueva Guía De La Asamblea Cristiana III, Marova Madrid 1969.Pág. 117
S.
6. /Jn/02/25:
La afirmación
final "porque él sabía lo que hay en el interior de cada uno" (v. 25b)
abre un amplio campo a la imaginación. Se trata de algún modo de la
problemática del hombre, que Jesús conoce perfectamente y que, en razón del
contexto, hay que entender aquí como el problema de la capacidad creyente del
hombre. Creer y confiar exigen una cierta decisión y firmeza, sin que sean
posibles el ánimo veleidoso, la pusilanimidad ni el miedo, la falta de
confianza ni la lealtad a medias. Lo que Jesús conoce a las claras es
precisamente que el hombre es un ser eminentemente inseguro, problemático y
mutable, que depende de múltiples influencias internas y exteriores, todo lo
cual se deja sentir justo sobre su capacidad para creer. No se trata, pues, de
una omnisciencia divina de Jesús, sino de su mirada penetrante con la que
abarca la problemática de la fe como el problema central del hombre.
El NT y su
mensaje, El Evangelio según S. Juan/04-1ª, Herder Barcelona 1983.Pág. 231
7. ACI DIGITAL
2003
14. Estos
mercaderes que profanaban la santidad del Templo, tenían sus puestos en el
atrio de los gentiles. Los cambistas trocaban las monedas corrientes por la
moneda sagrada, con la que se pagaba el tributo del Templo. Cf. Mat. 21, 12 s.;
Marc. 11, 15 ss.; Luc. 19, 45 ss. 16. El Evangelio es eterno, y no menos para
nosotros que para aquel tiempo. Cuidemos, pues, de no repetir hoy este mercado,
cambiando simplemente las palomas por velas o imágenes. 17. Cf. S. 68, 10; Mal.
3, 1 - 3. 18. A los ojos de los sacerdotes y jefes del Templo, Jesús carecía de
autoridad para obrar como lo hizo. Sin embargo, con un ademán se impuso a
ellos, y esto mismo fue una muestra de su divino poder, como observa S.
Jerónimo. 19. Véase Mat. 26, 61: El ha dicho: "Yo puedo demoler el templo
de Dios, y en el espacio de tres días reedificarlo". 24. Lección
fundamental de doctrina y de vida. Cuando aun no estamos familiarizados con el
lenguaje del divino Maestro y de la Biblia en general, sorprende hallar
constantemente cierto pesimismo, que parece excesivo, sobre la maldad del
hombre. Porque pensamos que han de ser muy raras las personas que obran por
amor al mal. Nuestra sorpresa viene de ignorar el inmenso alcance que tiene el
primero de los dogmas bíblicos: el pecado original. La Iglesia lo ha definido
en términos clarísimos (Denz. 174 - 200). Nuestra formación, con mezcla de humanismo
orgulloso y de sentimentalismo materialista, nos lleva a confundir el orden
natural con el sobrenatural, y a pensar que es caritativo creer en la bondad
del hombre, siendo así que en tal creencia consiste la herejía pelagiana, que
es la misma de Jean Jacques Rousseau, origen de tantos males contemporáneos. No
es que el hombre se levante cada día pensando en hacer el mal por puro gusto.
Es que el hombre, no sólo está naturalmente entregado a su propia inclinación
depravada (que no se borró con el Bautismo), sino que está rodeado por el mundo
enemigo del Evangelio, y expuesto además a la influencia del Maligno, que lo
engaña y le mueve al mal con apariencia de bien. Es el "misterio de la
iniquidad", que S. Pablo explica en II Tes. 2, 6. De ahí que todos
necesitemos nacer de nuevo (3, 3 ss.) y renovarnos constantemente en el
espíritu por el contacto con la divina Persona del único Salvador, Jesús,
mediante el don que El nos hace de su Palabra y de su Cuerpo y su Sangre
redentora. De ahí la necesidad constante de vigilar y orar para no entrar en
tentación, pues apenas entrados, somos vencidos. Jesús nos da así una lección
de inmenso valor para el saludable conocimiento y desconfianza de nosotros
mismos y de los demás, y muestra los abismos de la humana ceguera e iniquidad,
que son enigmas impenetrables para pensadores y sociólogos de nuestros días y
que en el Evangelio están explicados con claridad transparente. Al que ha
entendido esto, la humildad se le hace luminosa, deseable y fácil. Véase el
Magnificat (Luc. 1, 46 ss.) y el S. 50 y notas.