¿A QUIEN IREMOS?
ORACION COLECTA
Oh Dios, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo,
inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas para
que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmes en
la verdadera alegría. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Josué 24,1-2a.15-17.18.b
En aquellos días, Josué reunió a
las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas
de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al
pueblo: «Si no les parece bien servir al Señor, escojan hoy a quién quieren
servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o
a los dioses de los amorreos en cuyo país habitan; yo y mi casa serviremos al
Señor.».
El pueblo respondió: «¡Lejos de
nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros!. El Señor es
nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de
Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que
recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros
serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!».
SALMO
RESPONSORIAL (Sal 33 )
Gusten y vean qué bueno es el Señor.
Bendigo
al Señor en todo momento,
su
alabanza está siempre en mi boca;
mi
alma se gloría en el Señor:
que
los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Los
ojos del Señor miran a los justos,
sus
oídos escuchan sus gritos;
pero
el Señor se enfrenta con los malhechores,
para
borrar de la tierra su memoria. R.
Cuando
uno grita, el Señor lo escucha
y lo
libra fe sus angustias;
el
Señor está cerca de los atribulados,
salva
a los abatidos. R.
Aunque
el justo sufra muchos males,
de
todos lo libra el Señor;
él
cuida de todos sus huesos,
y ni
uno solo se quebrará. R.
La
maldad da muerte al malvado,
y
los que odian al justo serán castigados.
El
Señor redime a sus siervos,
no
será castigado quien se acoge a él. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Efesios 5,21-32
Sean sumisos unos a otros
con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor;
porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la
Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a
Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras
mujeres corno Cristo amó a su Iglesia.
Él se entregó a sí mismo
por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y
para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada
semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres,
como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie
jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo
hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el
hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola
carne.» Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 6,60-69
En
aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de
hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Adivinando
Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y
si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes?. El espíritu es quien
da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y
vida. Y con todo, algunos de ustedes no creen.». Pues Jesús sabía desde el
principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso les he
dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.». Desde
entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces
Jesús les dijo a los Doce: «¿También ustedes quieren marcharse?».
Simón
Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir?. Tú tienes palabras de vida
eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.».
COMENTARIO
Evangelio de
crisis, meditación de crisis o para prevenir una crisis: las dificultades se
presentan a veces brutalmente y de improviso. El
comienzo del evangelio de este domingo remite al contenido de los tres domingos
últimos calificándolo de inaceptable. En
esta ocasión la crítica proviene del propio campo de los discípulos de Jesús.
Enseñanza inaceptable. Y eso nos puede pasar en el día de hoy: de pronto,
todos nos cansa: la misa, un predicador nos molesta, el mal en el mundo nos
aplasta, la muerte de un niño nos rebela, la parroquia nos decepciona, o
simplemente el sacerdote de la parroquia nos desilusiona... y tenemos ganas de
dejarlo todo. “Muchos de sus discípulos se retiraron y dejaron de acompañarle”.
Hacer entonces un esfuerzo
por mirar a Jesús y acabar diciéndole: ¿A quién iremos?. Eres tú el que tienes
palabras de vida eterna”, puede ser un
reflejo salvador. Con tal
que no
sea un impulso demasiado forzado o demasiado
sentimental. El Jesús con que nos
encontramos en el texto de hoy no es un Jesús tierno. Ve muchas cosas, “sabe”
dice Juan reacciona como lo hace siempre que choca con gente cobarde. No habla
entonces de amor, sino de fe: “Hay algunos que no creen”. Nosotros “¿A quién
iremos?” no es un buen grito de amor y de confianza pero si una confianza de fe.
Pero la dificultad aumenta. Podríamos pensar que en esos momentos de
crisis lograríamos arrancar nosotros mismos de nuestras entrañas ese grito de
fe-amor. Y también allí se muestra duro y desconcertante: “Ya les expliqué que
nadie puede venir a mí si mi Padre no los llama”. Una frase que no nos gusta
porque nos deja desarmados. ¿En qué
momento y de qué forma nos atrae el Padre hacia Jesús dándonos la gracia de
creen de verdad en él? ¿A quién le hace ese regalo? Es la tentación siempre
inútil de ponernos en el sitio de Dios, de intentar colarnos en sus
pensamientos, en sus decisiones... ¡y en sus preferencias!. Tenemos que hacer ciertamente alguna cosa,
pero no cuestionando a Dios en sus opciones, sino recibiendo lo mejor posible
lo que él ha escogido darnos. En vez de imaginarme demasiado pronto que hemos
ido a Cristo que queremos ir a él y que haremos cualquier cosa por él, empecemos
aceptando humildemente la idea de que todo depende del Padre. Esto nos moverá
primero a pedirle con mucha más pasión la gracia de sentirnos atraídos hacia el
Hijo. Si podemos decir como Pedro
“Creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios” al mismo tiempo porque
nos atrae el
Padre y porque nosotros no
cesamos de reforzar esa atracción,
nuestro “¿a quién iríamos?” no será
un suspiro por la
última oportunidad o un
resto de afecto sentimental al Jesús de nuestra adolescencia. Será, en nuestras
lágrimas y en nuestra sonrisa de fe-amor
el desafío que lanzaba san Pablo: “¿Quién podrá separarme de
Cristo?” (Rom. 8, 39).
PLEGARIA UNIVERSAL
Pidamos, hermanos al Señor que venga en nuestro auxilio y, por el
honor de su nombre, escuche nuestra oración:
1.-
Por la Iglesia, que quiere ser fiel a su Señor en las vicisitudes de la
historia. Roguemos al Señor.
2.-
Por los que vacilan en su fe, por los que no pueden creer. Roguemos al Señor
3.-
Por los esposos divorciados, desunidos, que conviven sin amor.
Roguemos al Señor
4.-
Por nosotros aquí reunidos, que como
Pedro, queremos ser fieles a Jesucristo. Roguemos al Señor
Señor, Dios que por medio de Cristo el Verbo Eterno, nos has hecho
descubrir tu amor, escucha nuestras oraciones e ilumina a tus fieles con la luz
del Espíritu Santo, para que nada nos aleje de Cristo, el único que tiene
palabras de vida eterna, y vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.
ORACION
SOBRE LAS OFRENDAS
Por el único
sacrificio de Cristo, tu Unigénito te has adquirido Señor, un pueblo de hijos;
concédenos propicio los dones de la unidad y de la paz en tu Iglesia. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Te pedimos, Señor,
que lleves en nosotros a su plenitud la obra salvadora de tu misericordia;
condúcenos a perfección tan alta y mantennos en ella de tal forma que en todo
sepamos agradarte. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y
SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 24:
Ap. 21, 9b.14; Sal 144; Jn. 1, 45-51.
Martes 25:
1Tes. 2, 1-8; Sal 138; Mt. 23, 23-26.
Miércoles 26: 1Tes. 2, 9-13; Sal 138; Mt. 23, 27-32.
Jueves 27:
1Tes. 3, 7-13; Sal 89; Mt. 24, 42-51.
Viernes 28: 1Tes. 4, 1-8; Sal 96; Mt. 25, 1-13.
Sábado 29:
Jer. 1, 17-19; Sal 70; Mc. 6, 17-29.
Domingo 30: Ecle. 3, 17-24; Sal 15; Fil. 3, 8-14; Mt. 13, 31-35.