SOMOS PEREGRINOS DE EMAUS.
ORACION COLECTA
Que tu pueblo, Señor, exulte
siempre al verse renovado y rejuvenecido en el Espíritu, y que la alegría de
haber recobrado la adopción filial afiance su esperanza de resucitar
gloriosamente. Por Nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura de los Hechos de los
Apóstoles 2, 14. 22-33
El día de Pentecostés, se
presentó Pedro con los once, levantó la voz y dirigió la palabra:
Escúchenme, israelitas: Les hablo
de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su
medio los milagros, signos y prodigios que conocen. Conforme al plan previsto y
sancionado por Dios, se lo entregaron, y ustedes, por mano de paganos, lo
mataron en una cruz. Pero Dios lo
resucitó rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo
retuviera bajo su dominio, pues David dice: Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón,
exulta mi lengua y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me entregarás a la
muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me has enseñado el sendero de la
vida, me saciarás de gozo en tu presencia. Ahora exaltado por la diestra de
Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido y lo ha
derramado. Esto es lo que ustedes están viendo y oyendo.
SALMO
RESPONSORIAL (15)
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Protégeme,
Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.». El Señor
es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. R.
Bendeciré
al Señor que me aconseja; hasta de noche me instruye internamente. Tengo
siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. R.
Por
eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
R.
Por
eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas y mi carne descansa serena.
Porque no me entregaras a la muerte, ni dejaras a tu fiel conocer la
corrupción. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del Apóstol
San Pedro 1, 17-21
Queridos hermanos: Si
llaman Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomen
en serio su proceder en esta vida. Ya saben con qué los rescataron de ese
proceder inútil recibido de sus padres: no con bienes efímeros, con oro o
plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha,
previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos
por nuestro bien. Por Cristo ustedes creen en Dios, que lo resucitó y le dio
gloria, y así han puesto en Dios su fe y
su esperanza.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 13-35
Dos
discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a
una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando
todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona
se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de
reconocerlo. Él les dijo: ¿Qué conversación es esa que traen mientras van de
camino?. Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba
Cleofás, le replicó: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo
que ha pasado allí estos días?. Él les
preguntó: ¿Qué?.
Ellos
le contestaron: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y
palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y
nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.
Nosotros
esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días
que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han
sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo,
e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les
habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al
sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le
vieron.
Entonces
Jesús les dijo: ¡Qué necios y torpes son para creer lo que anunciaron los
profetas!. ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su
gloria?.
Y
comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se
refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo
ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo: Quédate con
nosotros porque atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos.
Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se
lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos
comentaron: No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos
explicaba las Escrituras?.
Y
levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a
los once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el
Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por
el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
COMENTARIO
¿No han
comprendido? ¡Qué torpes son y lentos para creer lo que anunciaron los
profetas! ¿No tenía el Mesías que padecer todo eso para entrar en su gloria?
Hasta en el día de pascua, dejémonos reprender por el resucitado. Quizás al
decir eso, tenía la sonrisa de las reprensiones amables y muy pronto acabaron
también por sonreír los discípulos: ¡A veces es bueno recibir reprimendas de
Jesús, vivo ¡Viviente! Cambiemos con él esa misma sonrisa un tanto pícara.
Somos peregrinos de Emaús. Avanzamos por el camino de la vida con muchas
esperanzas, al principio muy puras, luego cada vez más mezcladas, unas veces
cristianas y otras paganas, unas veces claras y otras llenas de ignorancia:
“¡Habíamos esperando tanto!”. Dice, y decimos con ellos nosotros. Vinieron las
decepciones, cristianas y también paganas. Y llegaron hasta el fondo de su
desconfianza: ¡Jesús se había acabado para ellos! De pronto, el encuentro. Tan
increíble que al principio no ven nada: “Jesús se acercó y se puso a caminar
con ellos. También nosotros hemos tenido ese encuentro pero hemos seguido tan cerrados como ellos a
lo increíble: ¡Dios ante nosotros, Dios con nosotros!. Aun sabiendo nuestra fe
no se despertó lo bastante, nuestro corazón es demasiado lento, seguimos
avanzando por la vida como si él no estuviera allí. Pero a veces el corazón
arde. “¿No estábamos como sobresaltados mientras nos hablaba explicándonos las
Escrituras?”.
¡Las Escritura!. No esperemos avanzar en la fe sin las Escrituras. Toda
la biblia, el gran tesoro de la revelación cuya clave nos entrega hoy Jesús:
“El Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria”. Muy duro de comprender,
muy duro de aceptar, sin embargo Jesús nos tratará cortésmente de tontos o
idiotas mientras no interioricemos de veras este secreto de los secretos. La
gran trayectoria desde la cruz a la gloria es la historia de Cristo, es la
historia del mundo, es la historia de cada una de nuestras vidas. El que
comprende este camino de sufrimiento, lo ha comprendido todo.
Los discípulos recibieron el gran secreto; su corazón arde (“Quédate
con nosotros”), pero aún no le reconocen. Se necesita la fracción del pan y
esta vez comprenden. Aunque “desaparece a su vista”, en adelante seguirá allí,
se podrá avanzar con él de la cruz a la gloria.
Inmediatamente tienen un buen reflejo: ir a anunciar la maravilla: “El
Señor vive”. Y todos responden: Es
verdad”. Ser cristiano será vivir de esta certeza y comunicarla. Así es como
nació nuestra fe con sus tres grandes momentos; la palabra, la eucaristía y el
testimonio. Lucas bordó esta página para hacer de ella el esquema de la
existencia cristiana vivida como una misa y por tanto como una aceptación de la cruz. Una
aceptación paradójicamente dichosa: se camina hacia la gloria de Dios y se
camina con Jesús: “Quédate con nosotros” es una palabra de amor para decir:
“Quiero seguir contigo”.-
PLEGARIA UNIVERSAL
El reino de los cielos, es una obra gratuita del Señor, pero
también un compromiso solidario nuestro. Oreos para que todos los hombres
participen responsablemente en la causa de la salvación. R.- Venga a nosotros
tu reino Señor.
1.-
Por que la comunidad cristiana custodie la fe pascual de sus padres y de
testimonio de la renovación en el Espíritu con obras de justicia y de paz. Roguemos
al Señor.
2.- Para que todas las familias compartan los
dones de verdad y gracia que han
recibido y en uso de los bienes materiales den razón de la esperanza que
resplandece en Cristo resucitado. Roguemos al Señor.
3.-
Para que todos los cristianos que reconocen a Cristo en la Palabra y en la
fracción del pan sepan verlo por los caminos del mundo, y lo socorran cuando está herido y necesitado
y los acojan es pobre y forastero. Roguemos al Señor.
4.-
Para que todos los renacidos en el bautismo rechacen toda forma de violencia y
de mentira, y se adhieran a la realeza de Cristo Señor en sus pensamientos y en
sus obras. Roguemos al Señor.
5.-
Para que al terminar la celebración litúrgica de la misa, toda nuestra vida
anuncie al mundo la reconciliación la
paz. Roguemos al Señor.
Dios Padre nuestro, que en Cristo resucitado has comenzado la
nueva creación, haz que los hijos de la Iglesia, con la gracia del Espíritu
Santo, anuncien la perenne novedad del Evangelio. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante de gozo,
pues en la resurrección de tu Hijo nos
diste motivo de tanta alegría, concédenos participar también del gozo eterno.
Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Mira, Señor, con bondad a tu
pueblo, y ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna,
concédele también la resurrección gloriosa. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA
DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes 01: Hch. 6, 8-15; Sal 118;: Jn. 6,
22-29.
Martes 02: Hch. 7, 51—8, 1ª;
Sal 30; Jn. 6, 30-35.
Miércoles 03: Gal. 6, 14-18; Sal
117; Jn. 12, 31-36.
Jueves 04: 1Cor. 15, 1-8; Sal
18; Jn. 14, 6-14.
Viernes 05: Hch. 9, 1-20; Sal
116; Jn. 6, 2-59.
Sábado 06: Hch. 9, 31-42;
Sal 115; Jn. 6, 6-69.
Domingo 07: Hch. 2, 14ª.36-41;
Sal 22; Pe 2, 20b-25.
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 24, 13-35
Lc 24, 13-35
Par: /Mc/16/12-13
1.- El evangelio de Emaús es demasiado conocido para que sea necesario
describir toda su riqueza; su tono, tan humano, hace resonar un eco tan
profundo en nuestros corazones, en el corazón de todos sus oyentes, que
cualquier comentario corre el peligro de alterar su excepcional transparencia.
Arriesguemos, no obstante, algunas sugerencias.
Leído a continuación de las frases paulinas de las segundas lecturas, el
episodio de los peregrinos de Emaús aparece como la celebración de la
renovación que la resurrección de Jesús opera en aquellos que aceptan tal
mensaje. Al final de su larga marcha, los dos discípulos están renovados por
completo. Su comprensión de la vida ya es "otra". Hasta entonces,
veían en la muerte el fracaso último de la humanidad. A sus ojos, cualquiera,
por gran profeta que hubiera parecido, "por poderoso en obras y en
palabras" que hubiese podido ser "delante de Dios y todo el
pueblo", cualquiera que es "condenado a muerte y crucificado",
corona su vida con un fracaso radical que destruye todo su significado. Ahora
bien, esa teoría sobre la existencia, teoría que la experiencia corriente
corrobora, es la que es falsa desde ahora.
Debido, en primer término, al Antiguo Testamento, que anunció por la voz
de "Moisés y de los Profetas" que un hombre, el Mesías, tras haber
soportado tales sufrimientos y experimentado el fracaso que significaban,
"entraría", no obstante, "en la gloria" y obtendría el
éxito verdadero.
Y ese anuncio de un vuelco tan categórico de las cosas, objeto por largo
tiempo de una promesa, se ha hecho, a partir de ese día, realidad. El compañero
de camino de los dos discípulos es "Jesús, el Nazareno", el mismo
sobre el que se lamentaban los dos viajeros, a quien "concernía" la
enseñanza de Moisés y de los Profetas, el que vive el destino inédito que
aquellos héroes del pasado habían definido de antemano. Tras haber
"soportado los sufrimientos predichos", "entra ahora en su
gloria".
Se trata, pues, de una comprensión de la vida totalmente renovada, que
Jesús, con su recuerdo del Antiguo Testamento, con su palabra, con su propia
presencia, ofrece a los discípulos. Una teoría de las cosas que empalma con sus
íntimas aspiraciones: se lo dicen uno a otro, reconociendo que la palabra de Jesús
avivaba en ellos un deseo que el tema de la muerte había como sumido en el
olvido.
Señalemos dos aspectos de esta renovación total que modifica la persona
de los discípulos. En primer lugar, que esta novedad es necesariamente objeto
de un compartir, de una comunicación, de un testimonio. No es posible guardar
para sí tan "buena noticia". Una vez que se les muestra la verdad,
los discípulos se van precipitadamente a Jerusalén para compartir su
experiencia y proclamar su descubrimiento... El autor, además, señala un rasgo
sugestivo: Jesús termina su comunicación con la fracción del pan.
En este gesto, en que san Lucas ve el acto eucarístico, el evangelista
percibe como el espejo en el que aparecen en claro los rasgos de Jesucristo
esbozados ya por "Moisés y los Profetas": ¿no es en ese momento
cuando ambos compañeros reconocen a Jesús? La Eucaristía no celebra a un
muerto, sino que proclama que el que estaba muerto vive, y corresponde a esta
nueva representación de las cosas que sitúa la gloria más allá de los
sufrimientos. Participar en la Eucaristía es adherirse a una comprensión de la
vida que encuentra su realización en Jesucristo vivo, resucitado.
Decididamente, para los cristianos que celebran la Pascua, nada puede en
absoluto ser como antes.
Louis Monloubou,
Leer y Predicar el Evangelio de Lucas, Edit. Sal Terrae Santander 1982.Pág 315
2.- La narración parte de Jerusalén y termina en Jerusalén. Un mismo
itinerario inversamente recorrido: de Jerusalén a Emaús (vv.13-32) y de Emaús a
Jerusalén (vv. 33-35). Pero, para Lucas, Jerusalén es algo más que una ciudad.
Es el lugar donde están los once y los demás. Jerusalén es el grupo creyente.
Los dos de Emaús han abandonado el grupo y retornan a él.
Cuando retornan se encuentran con un grupo que ya cree en Jesús
resucitado (v. 34). No son, pues, los dos de Emaús los que hacen que el grupo
sea creyente. Este dato es importante a la hora de determinar el sentido del
relato: éste no va en línea apologética (demostrar la resurrección de Jesús),
sino en línea catequética (mostrar las vías de acceso a Jesús resucitado, cómo
encontrarse con Jesús resucitado). Los destinatarios del relato no son los que
rechazan la resurrección de Jesús, sino los cristianos que no han tenido el
tipo de acceso que tuvieron los testigos presenciales. En los dos de Emaús
estamos tipificados todos los cristianos que no hemos tenido el tipo de acceso
a Jesús que tuvieron los testigos presenciales.
¿Cuáles son nuestras vías de acceso a Jesús? En primer lugar, la lectura
profundizada del A.T. (vv. 25-27). En segundo lugar, y como culminación de la
anterior, la celebración de la Eucaristía.
Es en esta celebración donde finalmente se abren nuestros ojos para
reconocer a Jesús (v. 31). El encuentro interpersonal, dicen los psicólogos,
sólo se da en la medida en que nos situamos en una realidad que nos trasciende
a todos, al mismo tiempo que nos constituye. Esta realidad es la celebración
eucarística en su doble vertiente de Palabra y de Comida.
Dabar 1981/29
3.- Para la liturgia, la semana de Pascua constituye una perfecta unidad
con el mismo día de la resurrección (el prefacio nos hace decir todos los días
de la semana: "en este día". No es fácil, ni incluso posible,
establecer un determinado orden entre las diversas apariciones relatadas por los
evangelistas.
"Si bien es verdad que ellos están de acuerdo al referir la
aparición inicial del ángel (Mt 28. 5-7; Mc 16. 5-7; Lc 24. 4-7; Jn 10. 12-13),
los cuatro evangelistas divergen en lo que respecta a la apariciones del mismo
Jesús".
"La comparación con la detallada y tan antigua enumeración de 1 Co
15. 5-7, demuestra, por lo demás, que cada evangelista no quiso relatar todas
las apariciones de Jesús resucitado".
En todo caso, resulta difícil señalar con precisión la fecha de algunas
apariciones. Sin embargo, es cierto que el primer día de la resurrección fue un
día repleto. Citemos las apariciones que entre todos refieren y sitúan en esta
jornada histórica: a María Magdalena en el huerto (Jn 20. 11-18); a Pedro
(alusión en Lc 24.34, consignada también en 1 Co 15. 5); siempre dentro de esta
jornada, al caer de la tarde tiene lugar la conversación con los discípulos de
Emaús y después la aparición a los once. El estupendo relato del reencuentro de
Emaús nos recuerda a su modo la importancia capital, esencial, única, de la
resurrección para nuestra fe. Hay cristianos que dan la impresión en ocasiones
de conceder una importancia demasiado exclusiva a la muerte redentora del
Salvador. Los discípulos de Emaús constituyen un ejemplo estupendo de los creyentes
que detienen su creencia en la muerte... Les falta lo principal, lo que da
sentido a todo lo demás, incluso a esa muerte que, sin la resurrección, es un
fracaso: "Nosotros esperábamos", en imperfecto.
Este pasaje tiene para nosotros un especial interés. Es la primera
vigilia bíblica del N.T., ¡y bajo la dirección de qué celebrante!
"Comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto
a él se refería en todas las Escrituras".
Ahí tenemos el hilo conductor y el plan ideal de una velada bíblica
sobre un tema determinado: recorrer el A.T. bajo un punto de vista concreto y
desembocar en Cristo que es la realización del mismo.
Esta "velada bíblica" de Emaús no es la única que en esta
tarde dirige el celebrante extraordinario que es el Señor. En efecto, el
evangelio de Lc, en el relato que hace de la aparición a los once de la misma
tarde del día de la resurrección, nos dice: "Jesús les dijo: era preciso
que se cumpliera todo lo que está escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas
y en los Salmos de mí. Entonces les abrió la inteligencia para que entendiesen
las Escrituras" (Lc 24. 44-45).
Es característico señalar la unión existente entre estas meditaciones
bíblicas y la comida. Cuando tiene lugar la aparición a los once, Jesús come
con ellos para disipar toda duda sobre la realidad de su presencia (Lc 24. 43).
Ya hemos leído que la conversación de Emaús desemboca en una comida. Incluso
muy bien puede suceder que se trate de la primera eucaristía que fuese, a
diferencia de la Cena, el Memorial de una realidad cumplida; en este caso
tendríamos ahí el modelo de todas nuestras misas: Palabra y después Pan (Lc, al
emplear aquí este término técnico -Fracción del Pan- que repetirá en Hch 2. 42,
piensa, sin duda, en la Eucaristía.-Biblia de Jerusalén. Nota relativa a Lc 24.
35).
L. Heuschen, La
Biblia cada semana, Edic. Marova, Madrid 1965.Pág 165
4.
Buscar todo "lo bueno" que un hombre puede compartir con otro
hombre, cualquiera que éste sea, es hacer un camino que, según la fe cristiana,
desemboca en la fraternidad universal. Jesús caminaba junto a dos hombres que
sólo iban a Emaús. Estos andaban un camino muy corto; aquél, resucitado,
acababa de comenzar con su vida y con su entrega a la muerte un camino mucho
más largo y ambicioso, el camino del hombre, de todo hombre hacia el Reino de
Dios. Unos y otros, al partir y al compartir, se juntaron en una misma marcha
hacia un mismo destino.
Eucaristía 1990/21
5. EU/CAMINO-EMAUS.
Este evangelio es -precisamente porque refleja nuestro propio camino de
fe- un retrato de la Eucaristía que celebramos cada domingo. Cuando nos
juntamos para la celebración hemos estado haciendo camino, durante la semana,
con ilusiones y decepciones, con momentos de búsqueda y de duda, con
experiencias dolorosas y otras de alegría. Es el camino de Emaús. Y aquí, en la
asamblea, los compartimos con Jesús, en la Escritura. Los "sucesos"
de nuestra vida los ponemos ante los "sucesos" vividos por Jesús. La
Palabra viva del Señor "enciende nuestros corazones" y da una nueva
luz a todo aquello vivido. Después, en el gesto de compartir la mesa, renovamos
aquel gesto del Señor, la fracción del pan, y todos sus actos de amor a hombres
y mujeres concretos.
Jesús se nos hace presente y se nos hace alimento. Finalmente nos
levantamos y volvemos al lugar de donde hemos venido, nos disponemos a rehacer
el camino, a vivirlo con nueva ilusión, a anunciar a los demás la alegría de
haber visto al Señor.
J. Romaguera,
Misa Dominical 1990/09
6. ADMIRACION/J
La fe en JC tiene además una historia personal que acontece en cada
individuo. Al comienzo de esa historia se encuentra casi siempre la admiración.
Y es que nos admiramos cuando topamos con algo que, anteriormente, no nos
habíamos encontrado, que sobrepasa nuestra capacidad de imaginación y de lo que
en adelante ya no nos podemos deshacer; ésta es, precisamente, la experiencia
del evangelio cuando en él se describe que "ardía el corazón".
Eucaristía 1987/22
7.- Texto: Este domingo no está tomado de Juan, sino de Lucas. Muy en
consonancia con los gustos de este autor, el texto es un relato de viaje o de
camino. Pero el sentido del camino que hacen los dos discípulos es exactamente
el contrario del que habían hecho antes siguiendo a Jesús. Contrario en
geografía, porque se marchan de Jerusalén; contrario sobre todo en motivación,
porque el camino que ahora hacen es el de la desesperanza. "Nosotros
teníamos la esperanza de que él fuera el libertador de Israel". El término
"libertador" y la expresión "libertador de Israel" son
característicos de Lucas. Remiten a la expresión "liberación de
Israel", usada en los comienzos de la obra para expresar las esperanzas
del pueblo, representadas por Simeón (Lc 2, 25) y por Ana (Lc 2, 38). Esta
liberación debía ser función del Mesías. Ya desde esos comienzos ha dejado
Lucas muy claro su punto de vista: Jesús es el Mesías y, consiguientemente, el
libertador de Israel.
Los dos discípulos, en cambio, han dejado de compartir este punto de
vista. La condena a muerte de Jesús por la autoridad competente les cierra toda
posibilidad de ver en Jesús al libertador de Israel. La cruz no encajaba en sus
esquemas de Mesías y por ello mismo era un escándalo y un obstáculo insalvable.
De ahí su camino de desesperanza. CZ/ESCANDALO:
El desconocido caminante que se ha unido a los dos discípulos les echa en cara
su desconocimiento del Antiguo Testamento. La frase "lo que anunciaron los
profetas" es una expresión que designa al Antiguo Testamento en su
totalidad. La cruz del Mesías no es un escándalo; es una misteriosa necesidad
recogida en todo el Antiguo Testamento.
La hospitalidad de los dos discípulos hace posible el reconocimiento
definitivo del desconocido en la mesa al partir el pan, en clara preferencia al
gesto de la cena del Señor de Lc.22, 19. Los dos discípulos pueden así rehacer
el camino a Jerusalén y formar parte del grupo cristiano, el cual lo es por
vivir la certeza de la resurrección de Jesús. Comentario: Es bastante
perceptible que la finalidad de Lucas es didáctica: hacer ver que al libertador
o Mesías se le encuentra en la lectura de la Palabra de Dios y en la
celebración de la Eucaristía. El relato no responde al qué, sino al dónde. No
pretende hacer ver que Jesús ha resucitado, sino dónde encontrar a Jesús
resucitado.
Biblia y Eucaristía. Lectura y celebración. Ambas le son necesarias al
cristiano si ha de ser portador de esperanza.
A.
Benito, Dabar 1990/26
B.
8. JERUSALEN/Lc.
La narración parte de Jerusalén (v. 13) y termina en Jerusalén (v. 33).
Un mismo itinerario inversamente recorrido: de Jerusalén a Emaús, salida de
(vs. 13-32), de Emaús a Jerusalén, vuelta a (vs. 33-35). Pero para Lucas
Jerusalén es algo más que una ciudad; es el lugar donde están "los once y
los demás" (vs. 9 y 33). Jerusalén es algo más que una referencia
geográfica; es una referencia a un grupo de personas. A este nivel hay que
hablar de abandono del grupo y retorno al grupo.
La situación del grupo es distinta al comienzo y al final del relato. Al
comienzo es una situación de incredulidad (cfr. 24, 11: "Ellos lo tomaron
por un delirio y se negaron a creerlas").
Al final es una situación de fe (cfr. 24, 34: "Era verdad, ha
resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón"). Nótese que esta situación
existe ya cuando los dos de Emaús se reencuentran con el grupo; no son ellos
los que la crean. Este dato literario es muy importante para detectar el
sentido del texto.
Fijémonos detenidamente en el v. 34. Es una exclamación entusiasta. Pero
en esta exclamación puede distinguirse un doble momento: "El Señor ha
resucitado", "se ha aparecido a Simón". Es decir, el v. 34
reproduce en pequeño lo que el lector ha podido ver desarrollado en los vs.
13-32. La creencia en Jesús resucitado descansa en unos testigos presenciales
en nada predispuestos a tal creencia. La fe en la resurrección tiene una base
pericial suficiente para generar una certeza histórica. La estructuración
global del relato y la particular del v. 34 están al servicio de esta certeza.
Lucas viene a decir lo siguiente: la fe en la resurrección de Jesús está
fundamentada en criterios de autenticidad histórica. Por consiguiente, añadimos
nosotros, la opción creyente es más fidedigna que la no creyente. Pero esta
última afirmación es sólo un añadido nuestro. El análisis literario revela que
la finalidad de Lucas al componer el relato no va por la línea apologética
(demostrar la resurrección de Jesús). La finalidad de Lucas es catequética:
mostrar las vías de acceso a Jesús resucitado, cómo encontrarse con Jesús
resucitado. Los destinatarios del relato no son los que rechazan la resurrección
de Jesús, sino los cristianos que no han tenido el tipo de acceso que tuvieron
los testigos presenciales.
El paradigma de estos cristianos son los dos de Emaús. Ellos
experimentan el desencanto y la duda. El símbolo de esta experiencia es el
camino de Emaús (cfr. vs. 13-14. 21-24). Es un camino de retirada, de falta de
visibilidad (v. 16). ¿Por qué asustarnos si hacemos esta misma experiencia?
Teniendo a la vista esta experiencia y en respuesta a la misma compone Lucas el
relato. Una primera vía de acceso a Jesús resucitado es la lectura profundizada
del Antiguo Testamento (vs.25-27). ¿No ardía nuestro corazón mientras nos
explicaba las Escrituras? (v. 32). Una segunda vía, culminación de la anterior,
es la fracción del pan (v. 30), término técnico para designar la Eucaristía
(cfr. Hech. 2, 42; 20, 7). Es aquí donde finalmente "se les abrieron los
ojos y lo reconocieron" (v. 31). En la Palabra y la Cena (las dos partes
de la Misa) es donde nos encontraremos también nosotros con Jesús resucitado.
Este encuentro del mismo tipo (tipo de encuentro, no tipo de acceso; no hay,
pues, contradicción con lo escrito anteriormente) al vivido por los primeros
testigos. Ellos garantizan un encuentro por el tipo de acceso que tuvieron a
él, pero no son los únicos en poder vivir el encuentro con el resucitado;
también nosotros podemos vivirlo si escuchamos la Palabra e insistimos en
hospedar al que viene tan desapercibidamente que puede confundírsele con unas
raciones de pan y vino.
Dabar 1978/25
9.- Jesús alcanza a estos dos discípulos que marchan hacia Emaús que
dista de Jerusalén unos treinta kilómetros. Ellos han oído hablar a las mujeres
sobre la tumba vacía, pero, al parecer, no hacen mucho caso de esta noticia.
Jesús les invita a conversar con él mediante su pregunta y ellos se desahogan
contándole los sucesos que han tenido lugar en Jerusalén. Su situación de ánimo
es significativa y debe considerarse que era común entre todos los discípulos
de Jesús. Vieron en el Maestro a un gran profeta, acreditado por sus palabras y
obras ante todo el pueblo; pero al fin sucedió lo incomprensible: sus enemigos,
los que ostentaban el poder temporal y espiritual de Israel, lo han
crucificado.
Estos discípulos no culpan de la muerte de Jesús al pueblo, sino sólo a
las autoridades. En el Profeta de Nazaret creyeron haber encontrado al Mesías
prometido que libraría a Israel de todas las opresiones, y ahora resulta que,
antes de iniciar su obra, ha sucumbido ante sus enemigos sin que Dios haya
intervenido ni antes ni después de su muerte. Por eso no comprenden nada y
marchan derrotados y sin esperanza, que ya han pasado tres días y el
"asunto" del Nazareno parece haber sido liquidado para siempre.
Si hubieran contado con la resurrección, estos discípulos hubieran
recibido con gozo la noticia de las mujeres y no hubieran dejado que su
escepticismo les quitara la esperanza. Jesús no les reprocha su falta de fe,
sino su falta de entendimiento para comprender las Escrituras. Ellos sólo
habían tenido ojos y oídos para la gloria del Mesías, pero no comprendieron una
sola palabra de lo que habían anunciado los profetas sobre el "Siervo de
Yavé". No comprendieron que el camino hacia la gloria pasaba por la cruz.
No comprendieron que Jesús "tenía" que padecer según el plan de Dios
y según lo que él mismo les había dicho repetidamente (9, 22; 13, 33; 17, 25;
22, 37; 24, 44) Y no comprendieron nada de esto porque estaban llenos de
prejuicios sobre un mesianismo a ras de tierra y de los problemas meramente
temporales de Israel. Jesús les muestra cuán equivocados andaban y les
interpreta el sentido de los textos mesiánicos del A.T. Pero no les recuerda lo
que él mismo ya había anunciado porque todavía no quiere darse a conocer.
Jesús quiere hacerse invitar por los dos discípulos, según el modo de
hablar de los judíos, "el día va de caída" a partir de mediodía. No
hace falta pensar que fuera excesivamente tarde.
Para honrar a su huésped le invitan a que presida la mesa. Y según era
costumbre entre los judíos, Jesús pronunció la acción de gracias, bendiciendo a
Dios por el pan, lo partió y les dio para que comieran. En este momento le
reconocieron. Jesús resucitado se les manifestó y ellos se convirtieron en sus
testigos. Naturalmente, corrieron a comunicar la noticia.
Eucaristía 1981/22
10.- El camino a Emaús es el camino de la fe a partir de la vida y
acción ("¿eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha
pasado allí estos días?"), el camino del reconocimiento, el camino de
experimentar como se van abriendo los ojos (te son abiertos y no sabes cómo),
escuchando la Palabra de Dios y participando de la fracción del pan, alrededor
del Resucitado (un ausente presente).
Lucas, a partir de un "material común", elabora una preciosa
catequesis cristológica sobre la fracción del pan y sobre cómo se lee la
Escritura desde el acontecimiento pascual. La clave interpretativa gira
alrededor del hecho de reconocer a Jesús resucitado, que, al mismo tiempo,
implica la misión de anunciarlo vivo. Esta catequesis tiene como marco "el
primer día de la semana" (Día del Señor) y como objetivo posibilitar que
los ojos "te sean abiertos" después de participar en la escuela de la
Palabra y en la fracción del pan, aspectos de la presencia del Resucitado (en
un contexto de ausencia: "pero él desapareció").
Es necesaria la iniciativa de Jesús: "se acercó y se puso a caminar
con ellos"; pero, sus ojos eran incapaces de reconocerlo.
Al final del camino (que, a pie, notemos, es largo, y que parte del
lugar clave: Jerusalén), "a ellos se les abrieron los ojos" (gratuitamente,
no por iniciativa suya) "y lo reconocieron " (cumbre del texto).
Una vez lo han reconocido, vuelven a Jerusalén, donde con los Once hacen
la profesión de fe (cf. 1C 15,4-5). Lucas hace coincidir la reunión de todos
los discípulos en Jerusalén porque es desde allí, una vez recibido el Espíritu
Santo, que el anuncio pascual se extenderá a todos los rincones de la tierra
(cf.continuación en el Libro de los Hechos). La escena del camino de Emaús no
tiene paralelos en los evangelios, excepto un eco en el final canónico de Mc
16,9-20(vv. 12-13).
Jaume Fontbona,
Misa Dominical 1990/09
11.- Como otros relatos y secciones de la obra lucana, este relato tiene
una estructura concéntrica bien definida, al servicio del interés teológico. El
encuentro del eunuco con Felipe que hallamos en el libro de los Hechos de los
Ap6stoles sigue una estructura idéntica al relato de los dos discípulos de
Emaús.
Desde la salida de Jerusalén hasta la vuelta, diversas correspondencias
convergen en el centro: "¡El está vivo!" El intento de Lucas es
mostrar la presencia viva del crucificado-resucitado entre sus discípulos.
La tristeza inicial contrasta con la alegría del final que hay que
comunicar inmediatamente.
Los dos discípulos hablan de Jesús de Nazaret, de sus obras y palabras
poderosas, de su crucifixión. Jesús les dará el sentido de su vida a la luz de
las Escrituras. Ellas hablan de Jesús. Jesús habla de ellas.
La fe en Jesús resucitado no nace del sepulcro vacío, sino del encuentro
con él. Lucas centra este encuentro en las Escrituras (que preparan el corazón)
y en la Eucaristía (lo reconocen al partir el pan).
Ni que decir tiene que, además del mensaje central de este relato, hay
una infinidad de elementos vitales que Lucas sabe describir o insinuar con una
gran belleza y eficacia, y que nos pueden ayudar a comprender el itinerario de
la fe.
J. M. Grané,
Misa Dominical 1993/06
12. Lc/24/13-35
El relato de la aparición a los discípulos de Emaús nos presenta la
experiencia de dos discípulos el día de Pascua. Son dos seguidores de Jesús
-uno de ellos se llamaba Cleofás (v 18) y no pertenecía al grupo de los once.
El episodio transmite, con un arte difícil de igualar, una experiencia
humana única, en la que advertimos tanto el abatimiento y la desolación por lo
que había acontecido a Jesús de Nazaret como el renacimiento de la esperanza
gracias a una manifestación del resucitado. El encuentro (13-16) y el diálogo
(17-27) permiten ver los límites de la fe que aquellos discípulos tenían puesta
en Jesús. Veían en él a «un hombre y profeta poderoso» (19) que hubiera podido
redimir a Israel como un nuevo Moisés -también llamado profeta poderoso en Hch
7,22-35-, pero no habían descubierto todavía que Jesús redimiría a Israel
precisamente a través de su muerte y resurrección. Habían oído los rumores de
las apariciones de los ángeles a las mujeres, afirmando que «Jesús estaba vivo»
(23; cf. v 5 y Hch 1,3- 25,19), pero no las habían creído. Haciendo camino
(25-27), Jesús les interpreta las profecías del AT, que anunciaban el sufrimiento
del Mesías (cf. Lc 18,31- Hch 26,23). Así les ayuda a aceptar que la pasión de
Jesús era su camino hacia la gloria (26; cf. Lc 9,22; 22,69).
La escena en la que culmina la narración es -como en todas las
apariciones del resucitado- la del reconocimiento: «se les abrieron los ojos y
lo reconocieron» (31) Eso ocurría cuando Jesús, al ser convidado a casa de uno
de ellos, tomó la iniciativa de bendecir, partir y darles el pan. Jesús quiere
que le reconozcan al principio de la cena, mientras él, bendiciendo el pan,
cumple la función de cabeza de familia. Al descubrirlo los dos, se les hace
invisible, porque su presencia gloriosa no es ya la misma que la de su vida
terrena.
El final de la narración nos presenta a los discípulos corriendo a
comunicar la noticia a los once y a sus compañeros (33). Los encuentran
comentando lo que le había pasado a Simón: «Verdaderamente el Señor ha
resucitado y se ha aparecido a Simón» (34). La narración incorpora así otra
aparición del resucitado, en este caso a uno de los once, aparición referida
también en la primera carta a los corintios (15,5).
D. Roure, La
Biblia día a día, Comentario Exegético a las lecturas, De la Liturgia de las
Horas, Ediciones Cristiandad.Madrid-1981.Pág. 886 S.