martes, 31 de julio de 2018

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO XVIII T.O. CICLO B - 5 AGOSTO 2018

OTRO PAN PARA OTRO HAMBRE


ORACION COLECTA

Atiende, Señor a tus siervos y derrama tu bondad empedecerá sobre los que te suplican, para que renueves lo que creaste y conserves lo renovado en estos que te alaban como autor y como guía. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Éxodo 16, 2-4. 12-15

En aquellos días, la comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad.».
El Señor dijo a Moisés: «Yo haré llover pan del cielo: que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba a ver si guarda mi ley o no. He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: "Hacia el crepúsculo comeréis carne, por la mañana os saciaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor, su Dios."».
Por la tarde, una banda de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana, había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo fino, parecido a la escarcha. Al verlo, los israelitas se dijeron: « ¿Qué es esto?».
Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: «Es el pan que el Señor os da de comer.».

SALMO RESPONSORIAL (77)

El Señor les dio un trigo del cielo

Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron, lo contaremos a la futura generación: las alabanzas del Señor, su poder. R.

Dio orden a las altas nubes, abrió las compuertas del cielo: hizo llover sobre ellos maná, les dio un trigo celeste. R.

Y el hombre comió pan de ángeles, les mandó provisiones hasta la hartura. Los hizo entrar por las santas fronteras, hasta el monte que su diestra había adquirido. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 17. 20-24

Hermanos: Esto es lo que digo y aseguro en el Señor: que no anden ya como los gentiles, que andan en la vaciedad de sus criterios.
Ustedes, en cambio, no es así como han aprendido a Cristo, si es que es él a quien han oído y en él fueron adoctrinados, tal como es la verdad en Cristo Jesús; es decir, a abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por desco seductores, a renovarse en la mente y en el espíritu y a vestirse de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 24-35

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. AL encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó: «Les lo aseguro, me buscan, no porque han visto signos, sino porque comiste pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.».
Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?». Respondió Jesús: «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.».
Le replicaron: « ¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo.”».
Jesús les replicó: «Les aseguro que no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.».
Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan.». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.».

COMENTARIO

Jesús acaba de realizar el milagro de la multiplicación de los panes y comienza un largo discurso sobre el pan de vida. A partir del hambre de la gente que acude a escuchar a Jesús, y a partir del pan que ha multiplicado, vamos a progresar hacia otra hambre y otro pan.
Jesús pregunta: ¿Para qué alimento trabajan? Dejémonos interrogar profundamente; nuestras hambres revelan lo que somos. Queremos comer, desde luego, pero queremos mucho más; conocer contemplar cosas hermosas, amar, tener un trabajo interesante., esas son nuestras hambres y los alimentos por los que trabajamos. Jesús se esfuerza en orientar a su auditorio hacia las hambres profundas, hacia el hambre de vivir intensamente y de vivir eternamente: “No se preocupen únicamente de las hambres pasajeras, sientan en lo más íntimo de su ser el hambre de una vida que no pasa”.
Le cuesta trabajo sacarles de sus ilusiones en unas provisiones fáciles y maravillosas. Se niega a la propuesta: “Nos has dado pan, Moisés nos dio maná. Son iguales, ¡Has tú un signo mayor!”.
¿Quién sabe si nosotros, en secreto, no estaremos esperando signos mayores? Demuestra, Señor, que existes que eres omnipotente, que la oración es escuchada, que los sacramentos producen su efecto. ¡Demuéstralo! ¡Haz signos!
Quizás sea esa nuestra hambre. Hambre de ventajas de la religión, hambre de lo maravilloso. Escuchemos entonces con gusto a Jesús.
El signo es el pan que les he dado, lo mismo que era también signo el maná. Signos de un alimento superior para un hambre mayor; hay un pan de vida que da la vida más intensa que podrían desear, la vida en este mundo y la vida eterna.
¡Danos de ese pan! Soy yo. El pan es el símbolo de la vida. Jesús nuestro pan es Jesús nuestra vida. Dios quiere que tengamos un hambre terrible de lo que él soñó para nosotros y para ese hambre nos da a Jesús. Este es el proyecto de Dios en el que hemos de entrar. Pero ¿cómo?. Entramos en el proyecto de Dios cuando creemos en aquel que él ha enviado.
Cuando tenemos no ya unas pequeñas hambres, sino un inmenso deseo y cuando creemos que Jesús es el pan de este hambre.

PLEGARIA UNIVERSAL

Reunidos para compartir el misterio de nuestra redención, pidamos al Señor para que todo el mundo se llene de sus bendiciones y su vida. Bendice a todos los pueblos, Señor.

1.- Por la Iglesia, el Papa Francisco y todos los responsables de la pastoral para que no escatimen esfuerzos a la hora de ofrecer sus servicios a los demás. Oremos al Señor.

2.- Por la paz de los pueblos, la paz de las familias, la paz de las personas, para que no olviden que esa paz no se consigue luchando sino amando. Oremos al Señor.

3.- Por los ancianos que se quedan solos, para que encuentren sitio donde se les atienda y se les acompañe. Oremos al Señor.

4.- Por los que carecen de trabajo, casa, alimento, para que encuentren esa mano tendida que les ayude a suavizar su situación. Oremos al Señor.

5.- Para que todos los cr4itianos dondequiera que nos encontremos sepamos acoger a todos y afianzamos en al ley en la unidad   Oremos al Señor.
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6.- Por todos los que nos hemos reunidos para compartir la mesa del Señor, para que sepamos hacer bueno uso de los bienes que Dios nos regala cada día y los repartamos con la mayor generosidad. Oremos al Señor.

Atiende Señor las suplicas de todos los que confiamos en tu infinita misericordia. No mires nuestros pecados sino la fe de su Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Te pedimos, Señor que en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de este sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne. Por Nuestro Señor Jesucristo.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

A quienes has renovado con el don del cielo, acompáñalos siempre con tu auxilio, Señor y ya que no cesas de reconfórtalos, haz que sean dignos de la redención eterna. Por Jesucristo  nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 06: Dn 7, 9-10.13-14; Sal 96; 2P 1, 16-19; Mc 9, 2-10.
Martes 07:   Jr 30, 1-2.12-15.18-22; Sal 101; Mt 14, 22-36.
Miércoles 08: Jr 31, 1-7; Sal: Jr 31, Mt 15, 21-28.
Jueves 09: Jr 31, 31-34; Sal 50;   Mt 16, 13-23.
Viernes 10: 2Co 9, 6-10; Sal 111; Jn 12, 24-26.
Sábado 11: Ha 1, 12-2, 4; Sal 9; Mt 17, 14-20
Domingo 12:   1R 19, 4-8; Sal 33; Ef 4, 30-5,2; Jn 6, 41-51.

COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 6, 24-35

1.- Cristo acaba de realizar la multiplicación de los panes (Jn 6, 1-15). Con este motivo consigue un éxito entre la muchedumbre bastante considerable (vv. 22-25) El discurso sobre el pan de vida parte de estos dos hechos. Las gentes han comido un alimento perecedero, pero, hay otro alimento que sirve para la vida eterna (vv. 26-27); la muchedumbre ha buscado a un realizador de milagros, pero la personalidad de Jesús es de otro orden (vv. 26-27) y las obras realizadas hasta ese momento por el pueblo no son las que van a poder merecerle la salvación: lo único que cuenta es el seguir a Cristo (vv. 28-29).
Los oyentes se decepcionan evidentemente ante esta argumentación y quieren rebatir las pretensiones de Cristo: su milagro es insignificante, los antiguos vieron cosas mejores (versículos 30-31). Así, pues, si Cristo quiere revelar el misterio de su persona, que dé una señal más inteligible. Jesús responde afirmando que El es el pan de vida (vv. 32-35).
a) Estos versículos plantean, de manera enigmática, pero excitante, el problema de la persona de Jesús y de la capacidad de la fe para descubrir el misterio que se encierra detrás de los signos que lo manifiestan. Invitan expresamente al oyente a ponerse en estado de búsqueda auténtica para poder descubrir el alcance del discurso que sigue.
b) Choca bastante ver a Cristo presentando este proceso de búsqueda que es, en resumen, la fe (v. 29) con términos como "trabajo" (v. 27) y "obras a realizar" (v. 28). Efectivamente, el trabajo que hay que hacer no es perderse en la multitud de comportamientos que implica la ley, sino comprender que la vida de Cristo es la obra del Padre por excelencia (cf. Jn 5, 17). Que los hombres renuncien a discutir inútilmente sobre las muchas obras que ellos tienen que realizar para salvarse y que reconozcan la necesidad de una sola obra: la que el Padre cumple en su hijo y que está marcada con su sello (v. 27) y se manifiesta especialmente en el signo del pan.
c) Los signos y obras realizados por Cristo no son solo medios para legitimar su reivindicación o justificar su misión. El problema no está en dar pruebas de tipo intelectual, sino signos que comprometan ya desde ese momento y continúen la obra de salvación que Cristo trae. Con esto no es que El quiera competir con el maná. No se trata de demostrar que El es superior a Moisés, sino de hacer comprender que tanto el maná del desierto como los panes multiplicados por Jesús son ambos expresión del amor que el Padre ofrece al mundo. Jesús, al ir más allá de la significación material del maná (v. 32), estaba completamente en la línea del Antiguo Testamento que buscó con frecuencia ver la Palabra de Dios detrás de este alimento (Dt 8, 2-3; Sab 16, 26). Jesús deja entender, con esto, que El también, al multiplicar los panes, trasciende la vida material y física por su mensaje y el misterio de su persona simultáneamente (versículo 35). Pero los interlocutores de Cristo no trascienden el plano material (v. 34). En esta situación, a Cristo no le queda otra cosa que hacer que declarar abiertamente que el pan multiplicado va unido a su misión espiritual y a su propia persona hasta el punto de confundirse con ella (v. 45).
d) Cuando Cristo revela su propia persona, emplea una fórmula nueva: pan de vida, que era algo desconocido en el Antiguo Testamento. Juan ha, sin duda, forjado esta fórmula, así como creó las expresiones "luz de vida" (Jn 8, 12), palabra de vida (1 Jn 1, 1), agua de vida (Ap 21, 6; 22, 1). Probablemente pensó en el árbol de la vida del Paraíso, símbolo de la inmortalidad de la cual el hombre quedó privado por el pecado, que el maná del desierto no fue capaz de restituir, pero que Jesús concede como respuesta a la fe (cf. Jn 6, 50, 54). Existe, pues, en el concepto de pan de vida un matiz paradisíaco y escatológico: Jesús es la verdadera vida inmortal a la que el hombre tiende desde el primer momento y que, finalmente, le es accesible por la fe.
Juan relaciona el misterio eucarístico con la encarnación (v. 35): el verdadero pan es el Hijo de Dios que ha venido del cielo. El hambre se sacia recurriendo a Él. Todo el que cree en Cristo y en su doctrina se está ya alimentando de Él. Pero la dimensión pascual de este pan no puede ser descartada. Es fácil que la proximidad de la Pascua (Jn 6, 4) haya sugerido a Cristo el tema del maná, así como las homilías pronunciadas en las sinagogas con motivo de la proximidad de tal festividad (cf. Jn 6, 59).
La palabra "dar", que se repite tres veces en el pasaje de este día, anuncia ya el don del Calvario y expresa que no existirá pan verdadero más que cuando se haya cumplido totalmente la obra salvífica de Cristo. El pan de vida no puede ser comido solo con la fe; es necesario un pan concreto, que exigirá ser comido realmente y así nos integrará dentro del misterio de la cruz.
Maertens-Frisque, Marova Madrid 1969.Pág. 232




2.- Texto. Con la marcha de Jesús al final del domingo pasado, el autor dejaba en suspenso el reconocimiento de la realeza de Jesús hasta la hora de la cruz. El texto de hoy restablece la comunicación de la gente con Jesús. La primera pregunta (¿cuándo has venido?) suena casi formal, una forma de iniciar la conversación. Inmediatamente Jesús centra el tema en los vs. 26-27 invitando a la gente a descubrir lo que quería evocar la acción milagrosa realizada el domingo pasado.
La formulación del descubrimiento en términos laborales determina la siguiente pregunta de la gente. ¿Qué tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere? La gente pide a Jesús un aval, una garantía de lo que acaba de decir, a semejanza de lo que hizo Moisés con sus antepasados:
¿Qué signo nos ofreces tú? ¿Cuál es su trabajo? (vs. 30-31). Jesús responde afirmando que el sello de garantía del pan lo pone el Padre (vs. 32-33). Ante un pan que tiene un sello de garantía de tal categoría la gente no tiene más pregunta que una petición: Danos siempre de ese pan (v. 34). Llegamos al momento culminante del diálogo: Yo soy el pan de vida. El que acude a mí no pasará hambre, el que cree en mí no tendrá nunca sed.
Comentario. A propósito de los diálogos del cuarto evangelio será conveniente recordar los criterios de composición que regían en la historiografía antigua. No se trata en ellos de una reproducción material de lo dicho por los personajes, sino de reconstrucciones hechas por el escritor buscando lo más verosímil de acuerdo con la naturaleza del personaje y de la situación.
JN/EVANGELISTA. Refiriéndonos al diálogo de hoy, éste no reproduce palabras textuales de Jesús. Jesús no hablaba como en el cuarto evangelio; Jesús hablaba como aparece en Mateo, Marcos o Lucas, Juan pone en labios de Jesús no lo que Jesús dijo, sino lo que Jesús es; pan de vida, camino, verdad. Las palabras del Jesús de Juan son verbalizaciones de la naturaleza y del significado de Jesús. La verdad de esas palabras no hay que situarla en la forma reproductora sino en el fondo reproducido.
La gente iba en busca de Jesús, pero en realidad no le buscaba a él, buscaba sus dones. Para aquella gente el enviado de Dios era la Ley escrita, interpretada por los maestros. Frente a esta concepción Juan afirmaba que el enviado de Dios es Jesús. Trabajar en lo que Dios quiere no es trabajar en conocer mejor la Ley, sino en conocer mejor a Jesús y en adherirse a él. El sello de garantía de Dios no lo tiene la Ley, lo tiene Jesús. Conocer y adherirse a Jesús en el supuesto anterior es haber encontrado el alimento que sacia el hambre y la bebida que apaga la sed.
Alberto Benito, Dabar 1988, 41



3. Comentario: 
En su Historia de la Guerra del Peloponeso escribe ·Tucídides que los discursos de los personajes de la obra no son reproducciones literales de lo dicho por éstos, sino reconstrucciones hechas por él, buscando lo más verosímil de acuerdo con la naturaleza del personaje y de la situación. Algo similar podría decirse en los diálogo-discursos de Jesús en el cuarto evangelio (cfr. lo escrito el cuarto domingo de cuaresma propósito de Jn 3, 14-21). La situación es la descrita en el v. 24: búsqueda ansiosa de Jesús por la gente. El v. 26 da dos lecturas explicativas de esta búsqueda: Me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque habéis comido hasta saciaros. La frase está formulada de manera tal que queda suficientemente clara cuál es la lectura válida: hay que buscar a Jesús en cuanto que él es signo que evoca y representa otra realidad. En el vers. siguiente el autor invita a este tipo de búsqueda: Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura dando vida eterna. Estamos de nuevo ante el evangelista de las afirmaciones chocantes de que hablábamos el domingo pasado. Creo que el lector entiende por qué digo esto y que, consecuentemente, no interpretará la frase como una invitación al pietismo. No es éste, sin embargo, el peligro que parece preocuparle al autor en este momento. Lo que aquí le preocupa es el riesgo del alimento espurio o en malas condiciones. Por eso añade: el alimento que os dará el Hijo del Hombre, pues es a él a quien el Padre, Dios, ha autenticado. Cuando más adelante escuchemos "yo soy el pan de la vida", sabremos que el autor quiere decir que sólo Jesús es el alimento que lleva el sello de garantía. En la pluma de Juan ésta es una afirmación que funciona como antítesis de esta otra: la Ley del Señor es el pan de la vida. Esta es la afirmación a la que Juan niega validez. Para él la Ley se ha convertido en un alimento espurio y en malas condiciones, a pesar de afirmaciones como la del salmo 19 (La Ley del Señor es perfecta, devuelve el respiro...) o del Salmo 1 (Dichoso el hombre cuya tarea es la Ley del Señor y medita esta Ley día y noche). Las afirmaciones de los salmos siguen siendo válidas. El problema surge cuando la Ley del Señor deja de ser acequia (cfr. Salmo 1, 2) para convertirse en coto cerrado y asfixiante. Entre hermenéutica y mentalidad anda la cosa. Por extraño o sorprendente que pueda sonarnos, parece que es desde la antítesis Jesús-Ley (cfr. Jn. 1, 17) desde donde cobra el sentido.
FE/DIFICIL. v. 29: El trabajo que Dios quiere que hagáis es el siguiente: que creáis en el que El ha enviado. Es curiosa la elección de términos laborales en el texto de hoy: trabajo, trabajar. La elección es, sin duda, significativa desde la anterior antítesis. Y es que, cuando se es religioso, creer en Jesús no es un dato tan evidente como suele suponerse. Al menos para Juan no parece que lo fuera. De ahí su presentación del creer en Jesús como trabajo, como esfuerzo. Y si le preguntáramos por qué considera que creer en Jesús supone trabajo, nos respondería algo parecido a esto: la tradición, la mentalidad heredada, las ideas que se tienen, todo este complejo y necesario mundo puede dificultar mucho la fe en Jesús. Nuestros padres comieron el pan que Moisés les dio. No fue Moisés sino el Padre quien les dio el pan (vs. 31-32). Una vez más el autor plantea el problema hermenéutico. ¡Cuántas veces los problemas tienen su origen en lo que se ha enseñado y quiere ser mantenido a ultranza! Pero dificultades aparte, la realidad está ahí para el que haga el esfuerzo de abrirse a ella (¿qué tenemos que hacer?):
Jesús sacia siempre el hambre y la sed. Volvamos ahora al relato del domingo pasado: Jesús tomó los panes, pronunció la acción de gracias, y los repartió a la gente (Jn. 6, 11). ¡El personalmente!, según Juan. Signo evocador de la Pascua, escribía entonces. Hoy puedo añadir: La Pascua es Jesús en persona: el Cordero: la Libertad. No el Templo ni la Ley, empleando el mismo estilo tajante de Juan.
Alberto Benito, Dabar 1985, 40



4.- Contexto. 
Estamos en el Evangelio de Juan. El capítulo 6 lo concibe el autor como una celebración paralela de la fiesta de Pascua. Para Juan, la Pascua no se celebra donde está el Templo, sino allí donde está Jesús. La fiesta al aire libre de comienzos del cap. 6 el autor la presenta como contrarréplica al cuadro deprimente de inválidos en Jerusalén a comienzos del cap. 5. El Templo genera personas inválidas; Jesús, personas libres. Texto. Comienza cuestionando la búsqueda de Jesús por parte de la gente. Se trata de una búsqueda anecdótica, interesada, que no profundiza. Sigue en el v. 27 una invitación a otro tipo de búsqueda, a otro tipo de esfuerzo y de trabajo. ¿Qué trabajo es éste?, se pregunta el v. 28. Respuesta: dar crédito al enviado de Dios (v. 29). Pregunta: danos una señal de credibilidad, como Moisés dio la suya (vs. 30-310. ¿Moisés? No. Dios es quien da la señal de credibilidad (vs. 32-330. Esta señal es Jesús (v. 35).
Sentido del texto. 
La temática del diálogo es típicamente judía. De ahí que pueda resultarnos extraña a nosotros. Sin embargo, el diálogo empezará a perder extrañeza si lo situamos en la clave del cuarto Evangelio. Esta clave ha sido formulada en Jn. 1,17: "La Ley se dio por medio de Moisés; la gracia y la verdad, por medio de Jesucristo".
LEY/ALIMENTO. El diálogo de hoy gira en torno a esta clave. La gente ha sido enseñada en el sentido de que la Ley es el alimento de la persona religiosa. El autor del cuarto Evangelio está en total desacuerdo con esto. Según él, la ley genera inválidos (cfr. 5, 1-7). De ahí la invitación que hace a la gente a que busque otro alimento distinto de la Ley. Y le propone uno: Jesús.
En la dinámica del cuarto Evangelio, presentar a Jesús como alimento significa negar que la Ley lo sea. La dinámica del cuarto Evangelio es siempre antitética: las afirmaciones sólo funcionan como negación de otras. A nosotros puede quizá sorprendernos una cosa: el autor concibe el dar crédito al enviado de Dios como un trabajo costoso y de mucho esfuerzo. ¡Si nos parece tan fácil...! A la vista del texto de hoy, me brota una duda: ¿No será que hemos hecho de Jesús lo que la gente del diálogo había hecho de Moisés?
Dabar 1982, 41



5. - El discurso en el que se inscribe este fragmento comienza con una pregunta de los judíos: "¿Cuáles son las obras que Dios nos encomienda?". Y Jesús responde: "La obra que Dios pide es creer". El Padre no exige las "obras", o sea, las prácticas de una ley religiosa, sino más bien la fe. En el capítulo anterior, Jesús ha afirmado que su obra es resucitar a los hombres. Aquí indica la obra nuestra: creer en el enviado del Padre.
La palabra clave del discurso es el "pan". Por eso Juan lo repite siete veces en cada sección de este capítulo. Y siete veces aparecerá la expresión: "que ha bajado del cielo". Y ahora se añade que "Jesús se hace nuestro pan cuando creemos en él". Antiguamente Dios facilitó a los israelitas un alimento especial (el maná), cuando les faltó todo en el desierto. Quizá los oyentes esperaban ahora que Dios les solucionara los problemas. Y nosotros hacemos lo mismo pidiéndole constantemente favores. Pero, si Dios se conforma con ser nuestro bienhechor y nosotros aceptamos ser simples limosneros, pronto terminamos por fijarnos solamente en las cosas que Dios nos proporciona; casi no se las agradecemos y, luego, nos volvemos a quejar. Así pasó con esos israelias que, después de recibir el maná, se rebelaron contra Dios y "murieron en el desierto". Y es que las cosas, aunque vengan del cielo, no nos hacen mejores ni nos confieren la vida eterna.
Por eso, ahora Dios propone algo nuevo. El "pan que baja del cielo" no es alguna cosa, sino alguien, y ése es Cristo. Ese pan verdadero nos comunica la vida eterna, pero, para recibirlo, se necesita dar un paso, o sea, creer en Cristo a raíz de un compromiso personal.
Eucaristía 1988, 37



6.- El evangelio sitúa el presente diálogo en la sinagoga de Cafarnaún (cfr. v. 59), inmediatamente después de la multiplicación de los panes en el desierto, que se halla a la otra orilla del lago. Juan entiende los milagros como "palabras visibles", esto es, como hechos significativos y no tanto como hechos ostentosos. Normalmente las enseñanzas de Jesús aclaran el significado de sus obras, de sus milagros. Y por ello Juan enlaza aquellas enseñanzas con estos milagros.
Jesús, sin responder la pregunta que le hacen, echa en cara a sus interlocutores que le buscan porque ha dado de comer, pero no porque hayan entendido el significado de la multiplicación de los panes. Han comido, pero no "han visto signos"; han recibido pan hasta saciarse, pero no han aprendido nada. Ahora bien, lo que alimenta de verdad y lo que da vida es la palabra de Dios. Este es el pan verdadero.
La misión de Jesús, el Hijo del Hombre, no es resolver milagrosamente los problemas humanos, no es multiplicar panes y peces. Y si alguna vez hace también esto, dar de comer, quiere que todos entiendan lo que esto significa, porque se trata de "un signo". El que no cree el signo se queda insatisfecho, se queda sin el verdadero pan que Jesús ha venido a traer al mundo: la palabra de Dios. Este es el alimento que perdura y por el que vale la pena trabajar.
De acuerdo con la mentalidad judía y farisaica estos hombres se interesan ahora por los trabajos que Dios quiere, por las obras que deben hacer para alcanzar la vida eterna; pero Jesús responde diciendo que Dios no quiere otra cosa que ésta: que crean en su enviado. La vida que Jesús ofrece a los que creen en él es gracia, no un salario merecido por los que trabajan haciendo muchas buenas obras; basta con creer, el que cree tiene la vida eterna. No obstante, la fe es siempre una respuesta libre del hombre a la palabra de Dios, y, en este sentido, una obra, la obra que Dios quiere.
Los que escuchan a Jesús comprenden que éste se presenta como enviado de Dios y que pide fe en su persona como única y necesaria condición para alcanzar la vida eterna. Sin embargo, no les parece suficiente lo que ha hecho Jesús en el desierto, exigen milagros mayores para que crean en él. Mientras esto no suceda, ellos se atienen a las enseñanzas de Moisés, pues éste sí que dio pan del cielo.
Jesús responde puntualizando, en primer lugar, no fue Moisés el que dio pan del cielo, sino Dios; en segundo lugar, el verdadero pan del cielo no es el maná. Los que comieron el maná murieron; los que coman ahora el pan que Jesús ofrece, vivirán. Y este pan, el verdadero pan del cielo no es otro que aquél que ha bajado del cielo para dar vida al mundo.
Pensando todavía en el maná, estos hombres creen que Jesús les habla de un pan maravilloso que sacia el hambre corporal de una vez por todas. Es el mismo malentendido de la samaritana cuando pide a Jesús que le dé el "agua viva" para no tener ya más sed y ahorrarse la fatiga de ir todos los días a la fuente (4, 15).
Por fin, Jesús responde con toda claridad: "Yo soy el pan de vida", el que da la verdadera vida. Jesús es la palabra de Dios, y el que la pronuncia, el que cree en él, vive para siempre; pues el hombre vive de la palabra de Dios. El hambre y la sed de vivir que padece el hombre sólo pueden saciarse con el verdadero pan bajado del cielo y con el agua viva que salta hasta la vida eterna. Este pan de vida y esta agua viva es Jesús, la Palabra de Dios.
Eucaristía 1982, 36



7.- Después de la multiplicación de los panes, comienza el discurso sobre el pan de vida. El milagro había suscitado un gran entusiasmo: habían intentado proclamarlo rey (v. 15) y, anticipándose a Jesús y los discípulos, habían acudido corriendo a esperarlo en Cafarnaún. Aparentemente, este "poder de convocatoria" es un éxito pastoral, pero Jesús, con bondadosa paciencia pero también con agudeza crítica, emprende un discernimiento a fondo de la fe de aquellos hombres. Ellos habían dicho que era "el profeta que tenía que venir al mundo" (v. 14), o sea el Mesías, y han corrido tras de él, pero Jesús se lamenta de que lo hagan sólo por haberse saciado. El día anterior les había dado un pan, pero era para hacerles desear otro tipo de alimento. Lo que deben hacer es creer (en el sentido fuerte que esta palabra tiene en el cuarto evangelio) en aquél que Dios ha enviado (v. 29), o sea aceptar plenamente a Jesús como enviado del Padre.
Sorprende que, como respuesta, la gente le pida un signo, cuando precisamente acaba de realizar uno que tanto les había entusiasmado. Jesús los ha saciado de pan, y ellos le recuerdan el maná del desierto. Hay que tener en cuenta que los judíos distinguían entre signos de la tierra -como la multiplicación de los panes- y signos del cielo, que acreditaban más plenamente a los enviados de Dios, como Elías, que hizo bajar fuego del cielo.
Ellos entienden que el maná es un pan bajado del cielo, y por tanto es superior al pan surgido de la tierra que Jesús les acaba de dar. Jesús acepta situarse en su misma óptica: sí, el pan del cielo vale más que el pan de la tierra, y es mucho más importante que el pan que os acabo de dar. El pan que Moisés os dio, propiamente, no era pan celestial. El Padre, por el contrario, os da un pan que es realmente celestial, porque ha bajado del cielo para dar la vida al mundo. Les está hablando veladamente de su origen celestial. Ellos se interesan por aquel pan que les anuncia, y que les asegura será superior al pan con que el día anterior se han saciado. Le piden que les dé de aquel pan, y no una sola vez, sino siempre (v. 34). Jesús que los ha llevado a donde quería, les dice que aquel pan es él mismo (v. 35). Creer en él es lo que da la vida verdadera. En el fragmento del domingo próximo insistirá en el tema y se presentará no sólo como "pan" sino como "Carne" (maná y codornices).
Hilari Raguer, Misa Dominical 1976, 15



8. Jn/06/22-29 FE/EGOISMO BUSQUEDA/EGOISMO:
Todas esas gentes buscan al hombre que les ha dado de comer. Búsqueda de un beneficio inmediato, superstición: pero también miedo al mañana. (...) ¡Buscaban a un panadero! Jamás se había visto nada igual: ¡había dado de comer a una muchedumbre! Se podía creer en él; sin duda, se le debería consagrar como rey... Un Dios útil-utilizable: ¡eso es lo que moviliza a las gentes! Un Dios que sirva a nuestros pequeños intereses, un Dios-comerciante que distribuya sus beneficios cuando se ha gritado lo suficientemente fuerte: ¡ése es el Dios admisible en el que se puede creer! ¡Hay una imagen de Dios que es inadmisible! Si, cuando hablamos de Dios, se trata de encontrar una prolongación del hombre, entonces tienen razón los que ya le han enterrado. Están en lo cierto los que encuentran más digno y honroso quedarse solos, sin Dios. Si Dios fuese un déspota que nos hiciera vivir el juego atroz de la espera y la sed, sin nombrar nuestro verdadero deseo, deberíamos denunciarlo y procesarlo. Si Dios no fuese más que el eterno suplidor de las deficiencias humanas, si no pasara de ser un superhombre, si no fuera más que la prolongación infinitamente agrandada de nuestra nostalgias, entonces, sí, deberíamos matar a Dios.
¡Buscaban a un panadero! Decidme, ¿no nos confundimos de punto de partida cuando se trata de Dios? Un Dios al que encontramos en nuestros gemidos, cuando andamos a tientas en nuestros lamentos y en nuestras esperanzas frustradas... Un Dios a nuestra pequeña medida, para satisfacer nuestros pequeños deseos... "¡Me buscáis, no porque hayáis visto signos, sino porque habéis comido pan!".
"Me gustaría hablar de Dios no en los límites, sino en el centro; no en la debilidad, sino en la fuerza; no a propósito de la muerte y de la falta, sino de la vida y la bondad del hombre" (·Bonhoeffer-D, Résistance et Soumission, p. 123). Véanse los signos: Jesús cura, hace andar a los paralíticos, limpia a los leprosos, perdona a los que ya no pueden soportar el peso de su pecado.
Dios no se descubre en la debilidad del hombre, sino en su nobleza. Querían hacer de Jesús un Dios-panadero, y él huyó. El Dios de la fe está siempre en el silencio de la adoración, cuando su rostro se transparenta en las huellas de su presencia. Sólo Dios habla bien de Dios, y sólo Cristo es "el intérprete" del Padre: "Lo que tenéis que hacer es creer en el que El ha enviado". Jesús se fue de allí e invitó a que le siguieran. Nadie puede manejar a Dios.
Abre nuestro corazón,
ilumina nuestra inteligencia
y aviva nuestro amor, Señor,
para que recibamos tu Reino
como el niño recibe el pan de su padre.
¡Que en el silencio nos sean revelados
el secreto de tu presencia
y la riqueza de tu bendito Nombre! 
Dios cada día, Siguiendo El Leccionario Ferial, Cuaresma y Tiempo Pascual, Sal Terrae/Santander 1989.Pág. 155 S.


sábado, 28 de julio de 2018

LECTURAS Y COMENTARIO DOMINGO XVII T.O. CICLO B- 29 JULIO 2018

¿TENEMOS HAMBRE?



ORACION COLECTA

Oh, Dios protector de los que en ti esperan y sin el que nada es fuerte ni santo; multiplica sobre nosotros tu misericordia para que instruidos y guiados por ti, de tal modo nos sirvamos de los bienes pasajeros que podamos adherirnos ya a los eternos. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA

Lectura del segundo libro de los Reyes 4, 42-44

En aquellos días, uno de Baal-Salisá vino a traer al profeta Eliseo el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente en la alforja. Eliseo dijo: «Dáselos a la gente, que coman.». EL criado replicó: «¿Qué hago yo con esto para cien personas?». Eliseo insistió: «Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará.». Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor.

SALMO RESPONSORIAL (144)

Señor, nos sacias de favores.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R.

Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente. R.

El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 1-6

Hermanos: Yo, el prisionero por el Señor, les ruego que anden como pide la vocación a la que han sido convocados.
Sean siempre humildes y amables, sean comprensivos, sobrellévenlos mutuamente con amor; esfuércense en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?».
Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo: «Digan a la gente que se siente en el suelo.». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recojan los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.».
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comído.
La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.».
Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

COMENTARIO

La lectura del evangelio de Marcos (precisamente cuando se llega a la multiplicación de los panes) queda interrumpida durante cinco domingos por la del capítulo sexto del evangelio de Juan sobre el pan de vida.
-"Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos": Como antes de la proclamación de las Bienaventuranzas, Jesús sube a la montaña y se sienta en actitud de enseñar. Se acerca la Pascua y la gente se aglomera alrededor de Jesús, que plantea una pregunta que se parece a la de Moisés para con Yahvé ante el pueblo hambriento en el desierto (Nm 11, 13). El evangelista, inmediatamente, nos aclara que en boca de Jesús la pregunta tiene sólo un valor pedagógico.
-"Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces": Un muchacho con la comida de los pobres, el pan de cebada más asequible y unos peces secos. -"Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió...": La acción de gracias se refiere a la bendición judía, pero la expresión de repartir los panes él mismo, recuerda la última cena de la narración sinóptica. No es extraño: la narración de la multiplicación de los panes en todos los evangelios, al relacionarse estrechamente con el alimento que recibe la nueva comunidad (la Eucaristía) recibió el influjo de su lenguaje. Las referencias mutuas entre multiplicación de los panes y Eucaristía están patentes en el arte cristiano de los primeros siglos. -"Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada": Eco de la recogida del maná y también de los sobras del pan eucarístico.   También se ha visto simbolizada en la recogida, la reunión de la Iglesia y, en las doce canastas, la obra de cada apóstol.
-"Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo": Una primera relación que se establece entre Jesús que da aquel alimento del pan es con Moisés, por cuya intercesión el pueblo recibió el maná.
Pero también es posible la relación con el profeta Eliseo por el episodio de la multiplicación de los panes leído en la primera lectura. Seguramente que en las expectativas populares las figuras mesiánicas se mezclaban, por eso no es extraño que, a continuación, se hable de que querían "proclamarlo rey".
Aquí hay una identificación entre el profeta parecido a Moisés y el Mesías rey. Jesús es visto por la gente de Galilea como aquel que viene a dar cumplimiento a las expectativas de salvación prometidas en el AT y, muy a menudo, representadas por medio de un banquete abundante. Jesús sació a hombres que tenían hambre y reveló su misterio a partir de una  realidad  terrestre.
El pan que repartió no era solo sobrenatural: no es posible revelar el pan de la vida eterna sin comprometerse realmente en las tareas de solidaridad humana.
El amor a los pobres, lo mismo que a los enemigos, es el test por excelencia de la calidad de la caridad. Reconocer a los pobres el derecho a recibir el pan de vida es comprometerse hasta el final con las exigencias del amor y materializar en una nueva multiplicación de los panes a escala del planeta el gesto alimenticio iniciado por Cristo.

PLEGARIA UNIVERSAL

Somos hermanos porque Dios es nuestro Padre, por eso, con espíritu filial oremos diciendo: R.- Padre, escúchalos.

1.- Por los cristianos del tercer milenio, para que seamos humildes, amables y comprensivos con todos. Oremos al Señor.

2.- Por los pastores de la Iglesia, para que se esfuercen por mantener la unidad entre los disic0pulos de Cristo. Oremos al Señor.

3.- Por los que tienen autoridad en nuestro país; para que velen por el bien común, la justicia y la paz. Oremos al Señor.

4.- Por los que pasan hambre, sed, desnudez o abandono, por los que no tienen hogar: para que les llegue la ayuda que necesitan para vivir con dignidad. Oremos al Señor.

5.- Por los enfermos, para que fortalecidos por la comunión con el Cuerpo de Cristo se sientan aliviados. Oremos al Señor.

6.- Por los que participamos de la Eucaristía: para que el alimento del Pan y la Palabra nos den fuerzas para no desfallecer en la vivencia de nuestra vocación. Oremos al Señor.

Padre bueno, tu que lo penetras todo y todo lo sabes acoge las oraciones que te hemos presentado y las que cada uno lleva en el corazón y haz que permanezcamos unidos en el amor. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe Señor, las ofrendas que te presentamos gracias a tu generosidad para que estos santos misterios donde tu poder actúa eficazmente santifiquen los días de nuestra vida y nos conduzcan a las alegrías eternas. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACION DESPUES DE LA COMUNION

Hemos recibido, Señor, el santo sacramento memorial perpetuo de la pasión de tu Hijo; concédenos que este don, que el mismo nos entregó con amor inefable, sea provechoso para nuestra salvación. Por Jesucristo nuestro Señor.

PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA

Lunes 30: Jr 13, 1-11; Sal: Dt 32; Mt 13, 31-35
Martes 31:   Jr 14, 1º7-22; Sal 78; Mt 13, 36-43.
Miércoles 01: Jr 15, 10. 16-21; Sal 58; Mt 13, 44-46
Jueves 03:  Jr 18, 1-6; Sal 145; Mt 13, 47-53.
Viernes 04: Jr 26, 1-9; Sal 68; Mt 13, 54-58.
Sábado 05: Jr 26, 11-16. 24; Sal 68; Mt 14, 1-12.
Domingo 06:   Ex 16, 2-4.12-15; Sal 77; Ef 4, 17.20-24; Jn 6, 24-35.

COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 6, 1-15

1. - En el v. 1-4 tenemos la presentación de las circunstancias. La gran multitud que suele seguir a Jesús es un elemento del cuarto evangelio; la fe de esta multitud está basada en la constatación de signos. La precisión de la Pascua es solo de Jn. Al cuarto evangelio le gusta poner los momentos mayores del ministerio de Jesús en relación con las fiestas judías. Aquí parece que el autor quiere poner de relieve la significación pascual y eucarística del milagro de los panes y del discurso siguiente de revelación. La Pascua antigua. La antigua multiplicación (cf. 1a. lectura) será reemplazada por la inmolación de Cristo y por la celebración de la eucaristía.
Ya hemos insinuado (cf 1a. lectura) las estrechas relaciones de esta pasaje con 2 Re 4, 42-44. Allí el alimento es llevado a Eliseo por un hombre de Baal-Salisá, aquí el alimento es llevado a Jesús por un niño (por los discípulos en los sinópticos). Allí llevan veinte panes de cebada más un "extra" (grano fresco), aquí se llevan cinco panes (de cebada en Jn) más un "extra, dos peces.
Allí Eliseo ordena a su servidor el dar a comer a la gente, aquí Jesús mismo da de comer, pero es una acomodación de la cena (en los sinópticos dan los discípulos). Allí la pequeña cantidad de alimento y el gran número de comensales conduce a una objeción del servidor, aquí la pequeña cantidad de alimento para tan gran número de comensales conduce a la objeción de los discípulos (en Jn dos discípulos, primero Felipe, luego Andrés). Allí Eliseo ignora la objeción y da la orden de que los comensales se sienten. Allí Eliseo pronuncia un oráculo de Yavhé, aquí Jesús levanta los ojos al cielo. Allí la gente come y queda un resto, aquí la gente come, se harta y se recogen cuidadosamente los restos. Allí no hay descripción del milagro propiamente dicho, aquí tampoco hay descripción del milagro. Allí la gente no reacciona delante del milagro, en los sinópticos la gente no reacciona, sí en Jn (6, 14). Sin sacar conclusiones precipitadas que es técnica común dentro de la literatura bíblica y judía el construir ciertos pasajes empleando otros ya escritos como "material literario" imprimiéndoles un nuevo sesgo o dándoles una idea nueva adquirida. Tal vez puede ser éste un caso.
Esta indicación propia de Jn tal vez quiera hacer de los panes de cebada, pan inferior (era el pan de la gente pobre), como un antitipo de la eucaristía: la multiplicación de estos panes es un signo material, mientras que el pan de vida es un alimento fundamental, espiritual (recordar la misma técnica en 4, 35). En el fondo lo que se da es la misma persona de Jesús.
En este verso 15 vemos la manifestación de la fe "al ver el signo": los galileos creen en Jesús por el milagro que se acaba de realizar; no lo perciben como "signo", como vehículo de revelación. La mala intelección de un mesianismo temporal, la ausencia de fondo de fe a una determinada concepción religiosa obstaculizaron el servicio de fe que pretendía el signo vital que es la persona de Jesús. Cuando las expresiones de fe se sobreponen a la fe misma, se corre el riesgo de ahogar toda posibilidad de encuentro con Dios.
Eucaristía 1985, 35



3. - Texto. El domingo pasado Marcos nos ofrecía la imagen de Jesús como pastor solicito, en previsión y preparación del siguiente relato de la multiplicación de los panes y los peces. Pero el relato que hoy leemos no está tomado de Marcos, por lo que no nos sirve de nada el marco del domingo pasado. Deberemos, pues, leer el relato dentro de las coordenadas trazadas por Juan.
Estas coordenadas nos hablan de la cercanía de la Pascua. Desde Jn. 2, 13-16 sabemos que Jesús ha adquirido la categoría de Templo. De ahí que el autor nos presente ahora a la gente acudiendo a celebrar la Pascua no en el templo de Jerusalén, sino allí donde está Jesús, quien representa para la gente un nuevo espacio religioso, amplio y abierto, donde nadie se pierde.
Pero aún hay más: desde Jn. 1, 29-36 sabemos también que Jesús es el Cordero de Pascua. Observando con atención el texto descubriremos en él un detalle significativo que no se encuentra en el paralelo de Marcos o de los otros sinópticos: Jesús mismo es quien distribuye el alimento, significándose con ello como alimento pascual.
La lectura pascual del relato abre éste a otra posible lectura de liberación, la representada por el nacionalismo judío. También de ella se hace eco el texto al final, aunque para rechazarla. Esta lectura, en efecto, llamaba la liberación a sólo los judíos, cuyo símbolo es el templo de Jerusalén, donde hay segregación y discriminación.
Comentario. Deformaríamos el sentido del texto, que ve en Jesús el nuevo templo y el alimento liberador, si entendiéramos la liberación de Jesús como algo interior frente a la exterior, representada por el nacionalismo judío, que el texto rechaza. También la de Jesús es exterior, sólo que no es reductora o limitada a unos (los vencedores, los primeros, los buenos) con exclusión o subordinación de otros (los vencidos, los advenedizos, los malos). Todo el texto rezuma lozanía (hierba) y amplitud (aire libre). La extrañeza que sin duda nos causa la exclusiva mención de hombres desaparece apenas caemos en la cuenta que el autor está describiendo una verdadera liturgia pascual, en la que eran los hombres quienes recogían en el templo el cordero sacrificado.
Todo el texto está presidido por la grandiosa figura del Cordero de Dios, dueño y señor de los acontecimientos, consciente de ser el alimento que Dios ofrece a su pueblo, el cual no es reducible en absoluto a unos pocos privilegiados.
A. Benito, Dabar 1991, 38



4.- Texto. A partir de hoy y durante varios domingos habremos de olvidarnos del evangelio de Marcos y centrarnos en el de Juan. El lugar del que parte Jesús es Jerusalén, en donde ha estado con ocasión de una fiesta judía (Jn. 5, 1). Con anterioridad había estado también allí con ocasión de la Pascua (Jn. 2, 13). La gente le sigue "porque habían visto los signos que hacía con los enfermos". Signo es cualquier cosa, acción o suceso que evoca otra o la representa. Para Juan lo relevante del milagro no está en la acción milagrosa, sino en lo evocado a través de ella. El relato se enmarca en el monte, a ojos vista de la Pascua. El monte con artículo es uno concreto, pero ni el texto ni el contexto lo determinan. A diferencia de Jn. 2, 13, en esta ocasión Jesús no va a Jerusalén para la pascua. Todo lo anterior, vs. 1-4, es ambientación, preparación del relato propiamente dicho. Este arranca de la constatación que hace Jesús de que el gentío está acudiendo a él. Es la misma expresión empleada en Jn 3, 26 por los discípulos del Bautista refiriéndose a Jesús (todos acuden a él) por el narrador en Jn. 4, 30 a propósito de los habitantes de Sicar (acudían a él). La constatación motiva el diálogo con Felipe primero y la intervención de Andrés después. De ambos ha hablado ya Juan en el cap. 1 y ambos han usado las mismas palabras palabras refiriéndose a Jesús: "Hemos encontrado" (Jn 1, 41-45). Lo sorprendente en el diálogo es la interrupción-aclaración del autor: "Jesús lo decía para ponerlo a prueba, pues bien sabía él lo que iba a hacer". Constatemos de momento esta aclaración del narrador. Luego Jesús manda acomodar al gentío, da gracias a Dios por la comida que van a hacer y, finalizada esta, manda recoger lo sobrante para que nada se pierda. Es la misma expresión empleada por Jesús en Jn. 3, 16 (para que ninguno de los que creen en el Hijo de Dios se pierda), por Caifás en Jn. 11, 50 (conviene que muera uno sólo por el pueblo y no que toda la nación se pierda) y por Jesús en Jn. 17, 12 (ninguno se perdió).
El gentío interpreta el signo realizado por Jesús a la luz de las palabras de Moisés en Dt. 18, 15: "Un profeta de los tuyos, de tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor, tu Dios; a él escucharéis". La interpretación determina la vuelta de Jesús al monte, esta vez en solitario. ¿Rechaza o acepta Jesús la interpretación? En Jn. 1, 49-50 la ha aceptado calificándola de acto de fe. En el texto de hoy creo que el autor deja deliberadamente la cuestión en suspenso.
Comentario. Ante cualquier texto de Juan hay que contar siempre con que está escrito a dos niveles y con que su sentido depende en gran medida de las relaciones con otros textos dentro del conjunto.
Hacia atrás, el texto de hoy marca una ruptura. La Pascua ya no tiene lugar en Jerusalén, sino allí donde está Jesús. El símbolo es el monte, lo mismo que los judíos tienen su monte y los samaritanos el suyo (lee Jn. 4, 21). Yendo hacia adelante descubriremos que el monte de la Pascua cristiana es la cruz. De ahí su concreción (el monte) a la vez que su indeterminación a estas alturas de la obra. Lo mismo que estaba indeterminado el lugar donde moraba Jesús en Jn. 1, 35-39. Eran sobre las cuatro de la tarde, concluía entonces el autor. La hora precisamente de la matanza de los corderos pascuales. Será en esa hora cuando Jesús es proclamado rey. Por eso deja hoy Juan en suspenso la proclamación de Jesús como rey.
Uno de los discípulos que habían ido a ver dónde moraba Jesús era Andrés, quien después de informar a su hermano Pedro informó a Felipe. Andrés y Felipe son los introductores de los que se sirve Juan para ir conduciéndonos hasta Jesús, hasta lo que él sabe que va a hacer y que a ellos les costó bastante comprender. De nuevo tiene el autor puesta su mirada en la cruz del cordero Jesús. Cuando Juan escribe la sorprendente aclaración del v. 6 lo hace pensando en la cruz, desde donde Jesús es alimento. En la concepción del autor, el relato de hoy es sencillamente un anticipo de la cruz, y lo que Jesús sabe que va a hacer no es el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, sino el milagro de ser alimento desde la cruz. Sucede a menudo en el cuarto evangelio que las frases sólo adquieren sentido más allá de la situación en la que se encuentran. La famosa ironía de Juan. Esto es también lo que le ocurre a la frase "para que nada se pierda". Esta frase expresa la razón de ser de Jesús: que nada se pierda, que todos estén alimentados y tengan vida. La Ley era alimento de pocos; Jesús lo es de todos, judíos y gentiles, piadosos y no piadosos. Por eso acuden a él alejándose de los montes donde la religión se ha institucionalizado oprimiendo y haciendo seres inválidos (Jn. 5, 3). Pero con Jesús "ha llegado la hora en que los que dan culto auténtico darán culto al Padre con espíritu y verdad" (Jn. 4, 23). Donde está Jesús crece la hierba y el espíritu se esponja.
A. Benito, Dabar 1988, 40



5.- Juan complementa muchas veces sus relatos con una explicación doctrinal. Así, en el capítulo 6 de su Evangelio, el relato abarca los vv. 1-25, y la explicación los vv. 26-66. Basta comparar la versión de Juan de la multiplicación de los panes con las de los sinópticos para descubrir sus temas esenciales. Los tres primeros evangelistas colocan la multiplicación al término de un día de predicación; San Juan, por el contrario, le asigna todo el espacio y da a entender que la multitud acude para comer. Sea lo que fuere, Jesús se presenta entonces como quien da de comer (v. 5), mientras que en los sinópticos distribuye el pan a falta de otra solución (Mt 15, 32-33).
a) Primer tema, el maná, y de una manera más general, la experiencia del desierto. El diálogo entre Cristo y Felipe recuerda la conversación que tuvo lugar entre Moisés y Yahvé antes que este último multiplicara hasta la saciedad el alimento reclamado por el pueblo (Núm 11, 21-23). Juan es igualmente el único que destaca el entusiasmo de la multitud después de la comida (v. 15) y el descubrimiento que hace en Jesús del "Profeta" anunciado para los últimos tiempos como un nuevo Moisés (Dt 18, 15-18).
La recogida de los restos (v. 13), al contrario que en la versión sinóptica, contrapone el maná corruptible (Ex 16, 16-21) con el pan de Jesús imperecedero (Jn 6, 27, 31) y signo de eternidad.
Ya en el Antiguo Testamento (Dt 8, 2-3; Sab 16, 28), el maná no era considerado como un simple elemento corporal, sino como el signo de la Palabra viva de Dios y como una llamada a la fe. Lo mismo sucede con el maná nuevo presentado por Jesús: el discurso que sigue lo demostrará (Jn 6, 30-33).
b) Segundo tema del relato, el banquete escatológico. La pregunta formulada por Jesús en el v. 5 hace pensar en la comida de los pobres (Is 55, 1-3; 65, 13), puesto que el pan bendecido por Jesús era un pan de cebada, alimento habitual de los pobres (un detalle que solo recoge San Juan). Este elemento escatológico prepara las nociones de pan de vida y de pan de inmortalidad (Jn 6, 27-50) desarrolladas en el discurso que viene a continuación.
Jesús anuncia así el cumplimiento del designio de Dios de comunicar su vida a los pobres.
c) En este relato, es Jesús quien dirige el diálogo (vv. 5-10) y reparte los panes (v. 11). De esta forma quiere Juan llamar la atención sobre la persona misma de Jesús. Pero cuando esa persona está expuesta a ser mal comprendida, Juan se apresura a devolver a Jesús a su misterio (v. 15).
El discurso que sigue adopta también esa perspectiva multiplicando las afirmaciones "Yo soy", de Jesús (Jn 6, 35, 48-50, 51). El banquete servido por el Mesías va, pues, destinado a iniciar a los discípulos en la inteligencia del misterio de la personalidad de Cristo.
d) Las características exodíaca, escatológica y personal de la multiplicación de los panes encuentran su síntesis en la perspectiva eucarística de ese banquete. La alusión a la proximidad de la fiesta de Pascua es una primera señal de ello (v. 4). Además, la fórmula de bendición de los panes es la que los sinópticos traen a propósito de la Cena (v. 11; cf. Lc 22, 19). Mediante esas alusiones eucarísticas, Juan prepara la explicación clara de los vv. 53-56.
¿La Iglesia de hoy sigue multiplicando los panes para quienes tienen hambre? Más concretamente, ¿frente al problema del hambre en el mundo, su misión es algo más que recordar continuamente a sus miembros sus obligaciones individuales y colectivas? Jesús sació a hombres que tenían hambre y reveló su misterio a partir de una realidad terrestre. El pan que repartió no era solo sobrenatural: no es posible revelar el pan de la vida eterna sin comprometerse realmente en las tareas de solidaridad humana. El amor a los pobres, lo mismo que a los enemigos, es el test por excelencia de la calidad de la caridad. Reconocer a los pobres el derecho a recibir el pan de vida es comprometerse hasta el final con las exigencias del amor y materializar en una nueva multiplicación de los panes a escala del planeta el gesto alimenticio iniciado por Cristo.
La Eucaristía distribuye el pan de vida en abundancia como revelación de la persona de Cristo, signo escatológico y sacramento de la Pascua. Pero no puede darse una verdadera recepción de ese pan de vida sino mediante una disponibilidad absoluta que hace de cada participante un hermano de los más pobres entre los hombres.
Maertens-Frisque, Marova Madrid 1969. Pág. 61)



6. J/MOISES.
"Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea (o de Tiberíades)". Hay un éxodo, un paso a través del mar hacia una tierra donde abunda el amor y la generosidad de Dios. Jesús es este nuevo Moisés, que hace a su pueblo capaz de andar y de seguirle en esa travesía.
"Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos". Este acontecimiento se realiza cuando se acerca la Pascua, la fiesta que conmemoraba el antiguo éxodo. Aquél es figura de éste. "Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos". Con motivo de la Alianza, Moisés subió al monte dos veces: la primera, acompañado por los notables (Ex 24. 1-2/9/12); la segunda, después de la idolatría del becerro de oro, subió solo (Ex 34. 3). También en este episodio subirá Jesús dos veces al monte: una, al principio, donde aparece acompañado de sus discípulos; la segunda, después del intento de proclamarlo rey, él solo.
El "monte" representa el lugar donde reside la gloria de Dios. Jesús subió al monte. Está en su lugar propio, la esfera divina. Y se sentó allí. Es su actitud permanente. Él es para los hombres el lugar donde la gloria de Dios reside y se manifiesta. "Jesús entonces levantó los ojos y al ver que acudía mucha gente...". Jesús, al otro lado del mar, representa una alternativa, que el evangelista hace presente ahora a los hombres de todo lugar y tiempo que se acercan a Jesús. "...dice a Felipe: ¿con qué compraremos panes para que coman estos? (lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer)".
La escena tiene detalles que recuerdan los del Éxodo. Como allí en el desierto, se plantea el problema de la subsistencia, que había sido una tentación para los israelitas, haciéndoles desear la esclavitud de Egipto. La época de Israel en el desierto fue un tiempo en que hubo de demostrar su fidelidad a Dios: el pueblo pone a prueba a Dios, pero, con más frecuencia es Dios quien pone a prueba al pueblo.
En esta situación de éxodo, Jesús pone a prueba a Felipe, el discípulo a quien él mismo ha invitado a seguirlo, y por eso, en cierto modo, prototipo de todos los que él llama. Jesús enfrenta a Felipe y con él, a la comunidad, con la realidad que tiene delante: personas que quieren seguir a Jesús, que quieren verse libres de su pasado... y que no pueden bastarse por sí mismas.
Jesús para poner a prueba a Felipe, a la comunidad, aborda directamente la cuestión del dinero como medio para satisfacer esa necesidad. Es interesante la pregunta de Jesús porque es la pregunta que la comunidad se hace a sí misma: ¿con qué "compraremos" panes para que coman "estos"? No es un diálogo entre Jesús y la comunidad. Es la misma comunidad, en cuyo interior se percibe la presencia de Jesús, la que se pregunta cómo va a solucionar los problemas del mundo.
"Felipe le contestó: Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo". El denario, el jornal de un obrero. Doscientos denarios, más de medio año de trabajo, para que a cada uno le toque un pedazo. Ateniéndose a los principios de este mundo, resulta imposible a los discípulos satisfacer la necesidad de la gente. Felipe, que no ve más horizonte, confiesa su impotencia. Para Felipe, el éxodo fracasa. "Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?" El lugar donde está el muchacho es donde están los discípulos. Representa, por tanto, al grupo de discípulos que está con Jesús, en su condición de debilidad y su pobreza de medios. Andrés habla de los panes y peces como de algo de lo que puede disponer pero que cree insuficiente.
Por su edad y por su condición, el muchacho, es un débil, física y socialmente. Lo más desproporcionado que pueda encontrarse como solución a la magnitud del problema. El muchacho significa también a la comunidad en cuanto servidora de la multitud: el muchacho de la tienda, la muchacha de servicio. La comunidad se presenta ante el mundo como un grupo socialmente humilde, sin pretensión alguna de poder ni dominio, dedicado al servicio de los hombres. 5+2=7:La totalidad. El alimento es poco, pero es todo lo que tienen.
"... dijo la acción de gracias". Dar gracias a Dios significa reconocer que algo que se posee es don recibido de él y, como tal, muestra de su amor, y alabarlo por ello. En este caso se le dan gracias por la existencia de los panes, producto de su obra creadora, ayudada por el trabajo del hombre. Al reconocer su origen en Dios, como don suyo, se desprenden de su poseedor humano, el niño-grupo de discípulos, para hacerse propiedad de todos, como la creación misma. La señal que da Jesús, o el prodigio que realiza, consiste precisamente en liberar la creación del acaparamiento egoísta que la esteriliza, para que se convierta en don de Dios para todos.
Según Andrés, no se podía repartir porque no bastaba lo que se poseía; cuando ya no se posee, por haberlo hecho de todos por la acción de gracias, se demuestra que había más que suficiente.
Jesús mismo distribuye el pan y el pescado. Al restituir a Dios, con su acción de gracias, los bienes de la comunidad, Jesús restaura su verdadero destino, que es la humanidad entera. Con su acción, Jesús enseña a sus discípulos cuál es la misión de la comunidad: la de manifestar la generosidad del Padre, compartiendo los dones que de él se han recibido. Se convierte este signo en una celebración de la generosidad de Dios a través de su Hijo que, en la comunidad, multiplica lo que ésta posee al ponerlo a disposición de los hombres. Aparece así el sentido profundo de la Eucaristía que, de expresión de amor entre los miembros de la comunidad, pasa a ser signo del amor de Dios al mundo, continuación del don de su propio Hijo.
"La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo. Jesús sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo". Hay quienes piensan en hacerlo rey. Un propósito que está en abierta contradicción con la actitud que él ha adoptado antes, poniéndose a servir a los comensales. La fuente de abundancia que Jesús ha abierto, es el amor de Dios, capaz de multiplicar lo que parece desproporcionado al objetivo. Pero ellos pretenden cambiar su programa mesiánico, hacerlo rey, conferirle el poder que él rechaza.
Ante esta perspectiva, Jesús huye; se aleja de aquellos que pretenden deformar su mesianismo. Se retira solo, como Moisés subió solo al monte después de la traición del pueblo. El monte representa la esfera divina, la gloria y amor de Dios. El paralelo con Moisés muestra la gravedad de lo sucedido. Al intentar hacer de Jesús un Mesías poderoso, repiten la idolatría cometida por los israelitas en el desierto. Allí quisieron adorar a Dios, pero bajo la imagen que ellos mismos se habían hecho de él. Ahora éstos están dispuestos a reconocer a Jesús, pero según la idea que ellos mismos se han forjado.
Esta idea del Mesías era común en la esperanza del pueblo y esta idea causará el rechazo de Jesús por parte del pueblo y la actitud de Pedro en el huerto, que lo llevará a negar a Jesús. La subida de Jesús al monte está en relación con la cruz. Es allí y de esa manera como Jesús será rey. Entonces, sus discípulos lo dejarán solo. La soledad humana de Jesús es el abandono de los discípulos.



7.- Pan... la cosa más corriente, nuestro alimento común. Pan... por lo que los hombres trabajan... El pan es toda la vida de los hombres. Para encontrarse con el hombre en el corazón de su vida. Jesús eligió el pan. Se hizo pan. Sí, una misteriosa complicidad se ha establecido entre Dios y el pan. Dios entra en la vida de los hombres bajo el signo del pan, en Belén -"la casa del pan"-; Dios permanece para siempre en la vida de los hombres desde que, en el atardecer de su vida, Jesús toma el pan al abandonar este mundo.
Una misteriosa complicidad une a Dios y al pan, pues Dios quiere ser de la misma pasta que nosotros. "¿Dónde compraremos panes para que coman éstos?". Los hombres se encuentran en pleno desierto. Después de haber probado todos los alimentos, después de haber comido en todos los pesebres, están desarmados: "Danos nuestro pan de cada día". Dios tomó el pan, la vida común de los hombres, la cosa más sencilla. Para ser de la misma pasta que nosotros, se hace carne de nuestra carne, nuestro pan de todos los días. "Estaba próxima la Pascua"... Jesús sabe que para multiplicar el pan tendrá que pagar un precio. Para Dios, el signo del pan es inseparable del signo de la cruz. El Jueves Santo Jesús celebrará de antemano lo que llevará a término en su pasión. No hay más que pan partido, roto, entregado. "Jesús les hizo sentar"; mañana será él quien se tienda sobre el madero de la cruz. El pan se hace para ser comido. "Esto es mi carne para la vida del mundo".
Para Dios, el pan tiene desde entonces un precio inestimable: para hacerse pan ha entregado a su Hijo. Dios ha pagado tal precio que ya no podrá olvidar el gusto del pan. "Cinco panes y dos peces... pero ¿qué es eso para tantos?". ¿Qué es una Palabra de salvación frente a todos los interrogantes de los hombres? ¿Qué es la vida y la muerte de un hombre frente a la vida y la muerte de miles de millones de hombres? "Danos el pan de cada día...". Pero ¿en qué puede modificar el hambre de los hombres la existencia de Jesús de Nazaret? Sólo hay pan compartido. Si el pan no es multiplicado hoy para tantos hombres que mueren de todo tipo de hambres, no es que Dios falte a la humanidad, es que el hombre falta a los hombres, es que el hombre se falta a sí mismo.
Sólo existe el pan para saciar. Sin embargo, para nuestra desgracia, hemos conservado el pan y hemos acumulado reservas. En el desierto hemos creído habernos atiborrado: la fe se ha convertido en una respuesta excesivamente fácil a nuestras hambres y a nuestras preguntas. El pan es para el hambre, y para el hambre que corroe. La multitud creyó haber encontrado en Jesús al Gran Profeta, por él se fue a la montaña, porque él es distinto y conduce a un lugar diferente. No hay más pan saludable que el que permite proseguir el camino en el que se agranda el hambre. Si Jesús multiplica el pan, es para producir hambre de Dios.
Y Tiempo Pascual, Sal Terrae/Santander 1989.Pág. 151



8. Interrumpimos la lectura continuada de Marcos, que, por su extensión demasiado breve, no llega a completar un ciclo anual de lecturas, para leer y desgranar el capítulo 6 de Juan.
Juan en el capítulo del pan de vida, completa las reflexiones que sobre el misterio de Jesús había iniciado en el capítulo 2 sobre el vino de las bodas de Caná, y el 4, en el que Jesús se presenta como el agua de la vida.
El evangelio de Juan tiene en su trasfondo el relato del Éxodo: la travesía del pueblo hebreo por el desierto, bajo la guía de Moisés, hacia la tierra prometida. El relato de la multiplicación de los panes marca, por otra parte, sus distancias con el Antiguo Testamento. Desde el desierto nos trasladamos a la ribera fértil del lago, de Moisés a Jesús, de una multitud que huye a otra que busca.
Dos datos importantes: la proximidad de la Pascua y el carácter profético del signo de Jesús. El hecho de que el milagro suceda en una de las tres Pascuas que menciona Juan en su evangelio y las palabras de Jesús: "Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados" nos invitan a una interpretación eucarística del signo. La reacción de la gente reconoce en Jesús al Profeta "como Moisés" que esperaba el pueblo judío (véase Dt 18,15.18); es más, intentan proclamarlo rey. El carácter mesiánico del misterio de Jesús se revela en la multiplicación de los panes.
Jesús, como Eliseo, se muestra profeta de un Dios capaz de saciar el hambre de fe de cada generación humana.
Jordi Latorre, Misa Dominical 2000, 10,10