EL YUGO DE JESÚS
ORACION COLECTA
¡Oh Dios!, que por medio de la
humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída, concede a tus fieles la
verdadera alegría, para que quienes han sido librados de la esclavitud del
pecado alcancen también la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA
Lectura del Profeta Zacarías 9, 9-10
Así dice el Señor: Alégrate, hija
de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y
victorioso, modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.
Destruirá los carros de Efraín,
los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las
naciones.
Dominará de mar a mar, desde el
Eufrates hasta los confines de la tierra.
SALMO
RESPONSORIAL (144)
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey, bendeciré tu nombre
por siempre jamás.
Te
ensalzaré, Dios mío, mi rey, bendeciré tu nombre por siempre jamás. Día tras
día te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. R.
El
Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el
Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R.
Que
todas las criaturas te den gracias, Señor. Que te bendigan tus fieles, que
proclamen la gloria de tu reino, que hablen de tus hazañas. R.
El
Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor
sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo
a los Romanos 8, 9. 11-13
Hermanos: Ustedes no están
en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes.
El que no tiene el
Espíritu de Cristo, no es de Cristo.
Si el Espíritu del que
resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el que resucitó de
entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también sus cuerpos mortales por el
mismo Espíritu que habita en ustedes.
Por tanto, estamos en
deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si viven según la
carne, van a la muerte; pero si con el Espíritu dan muerte a las obras del
cuerpo, vivirán.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 11, 25-30
En
aquel tiempo, Jesús exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque
has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la
gente sencilla.
Si,
Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie
conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a
quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan
a mí todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré.
Carguen
con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraran
su descanso.
Porque
mi yugo es llevadero y mi carga ligera.
COMENTARIO
Después del discurso de misión, el evangelio de Mateo nos habla de la embajada que Juan Bautista manda a Jesús y de la queja de Jesús por las personas y las ciudades que no quieren recibirlo ni escucharlo. Este fracaso ante "los sabios y entendidos" y el rechazo en algunas poblaciones motiva estas palabras de Jesús. Pueden relacionarse también con las palabras de la misión: "has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado..."; "nada hay escondido que no llegue a revelarse".
Estas palabras son una plegaria al Padre en forma de bendición y al mismo tiempo de reconocimiento por parte de Jesús -y de revelación para nosotros- de cuál es su voluntad. Se bendice a Dios porque, de acuerdo con su voluntad, son los sencillos los que están dispuestos a recibir y acoger la salvación y revelación de Dios de la que Jesús es portador, mientras que los "sabios y entendidos" (los expertos en materia religiosa, los que buscan un conocimiento intelectual por encima de todo) la rechazan. Al mismo tiempo, esta oración manifiesta la particular relación de Jesús con el Padre. A esta voluntad del Padre de dar a conocer el Reino a los más pequeños corresponde también la revelación del Hijo según su voluntad. Esto es así por la relación y conocimiento únicos que se dan entre el Padre y el Hijo. Llegar al conocimiento de Dios y de su revelación es básicamente un don que se hace a aquellos que tienen la capacidad de recibirlo: los "pequeños" o "la gente sencilla", los "discípulos".
La segunda parte es una llamada a la vinculación personal a Jesús. Jesús dirige esta llamada o invitación a cuantos están "cansados y agobiados" por el peso de la ley tal como era explicada por los "sabios y entendidos" de su tiempo, que insistían mucho en el cumplimiento exacto y legalista pero no hacían sentir la alegría de la salvación ofrecida por Dios.
A estos pequeños que se hallan agobiados les invita Jesús a que rompan la relación con la escuela de los escribas y fariseos y se conviertan en discípulos suyos: Él les ofrece alivio. Hacerse discípulo es descrito también con la imagen de aceptar o cargar con el yugo, indicando la adhesión a Jesús de la persona entera.
El discípulo hallará la paz y el alivio no porque Jesús no sea exigente ("el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mi"; "bienaventurados."), sino porque es manso y humilde de corazón. Es decir, porque Jesús comunica a los que le siguen la alegría de entrar en el Reino, de sentirse salvados y amados por El y esta relación personal hace que el yugo sea suave y la carga, ligera.
PLEGARIA UNIVERSAL
En este santo día en que terminamos las fiestas pascuales, oremos,
hermanos, al Padre por mediación de su Hijo Jesucristo, que nos envías el
Espíritu Santo para confirmar y acrecentar la renovación pascual de su Iglesia.
R.- Oh, Señor, envía tu Espíritu que renueve la faz de la tierra.
1.-
Por nuestro sano Padre el Papa Francisco, por nuestro Obispo José Antonio y por todos los sacerdotes: para que les
conceda en abundancia el Espíritu de sabiduría y santidad. Oh, Señor, envía tu Espíritu que
renueve la faz de la tierra.
2.-
Por todos los que trabajan por la paz y la concordancia entre los pueblos: para
que logren reunir a los hombres en el amor.
Oh, Señor, envía tu Espíritu que renueve la faz de la tierra.
3.-
Por los que son víctimas de la debilidad humana, de los extravíos de su propio
Espíritu o de los errores del mundo: Para que el Espíritu del Señor los lleve
por las sendas del bien y de la verdad. Oh, Señor, envía tu Espíritu que renueve la
faz de la tierra.
4.-
Por el pueblo de Dios aquí reunidos, que has derramado tu Espíritu comunidad y
de nuestra diócesis, escucha las oraciones de tu Iglesia para que los pueblos
dispersos por la división de las lenguas, lleguen finalmente a la unidad en la
confesión de tu nombre. Por Jesucristo nuestro Señor. Oh, Señor, envía tu Espíritu que
renueve la faz de la tierra.
Dios todopoderoso y eterno, que has derramado tú Espíritu sobre
los hombres escucha las oraciones de tu Iglesia para que los pueblos dispersos
por la división de las lenguas, lleguen finalmente a la unidad en la confesión
de tu nombre. Por Jesucristo nuestro Señor.
ORACION SOBRE LAS OFRENDAS
La oblación que te ofrecemos, Señor, nos purifique, y cada
día nos haga participar con mayor plenitud de la vida del reino glorioso. Por
Jesucristo nuestro Señor
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Alimentados, Señor, con un
sacramento tan admirable, concédenos sus frutos de salvación y haz que
perseveremos siempre cantando tu alabanza. Por Jesucristo nuestro Señor.
PALABRA DE DIOS Y SANTORAL DE CADA DÍA
Lunes
10: Gn. 28, 10-22ª; Sal 90; Mt. 9, 18-26.
Martes
11: Gn. 32, 22.32; Sal 16; Mt. 9, 32-38.
Miércoles
12: Gn. 41, 55-57; 42, 5-7.17-24ª; Sal 32;
Mt. 10, 1-7.
Jueves
13: Gn. 44, 18-21.23b-29; 45, 1-5; Sal 104;
Mt. 10, 7-15.
Viernes
14: Is. 52, 7-10; Sal 95; Mc. 16, 15-20.
Sábado
15: Gn. 49, 29-32; 50; 15-26ª; Sal 104; Mt.
10, 24-33.
Domingo
16: Is. 55, 10-11; Sal 64; Rm 8, 18-23; Mt.
13, 1-23
COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 11, 25-30
Par: Lc 10, 21-24
1. - Esta
importante oración de Jesús contiene tres afirmaciones fundamentales: sólo el
Hijo es capaz de revelar el verdadero rostro del Padre; la revelación del Padre
se abre a los pequeños y se cierra a los sabios, todos los que están cansados y
oprimidos pueden encontrar en Cristo alivio. La afirmación central es la
primera; las otras dos le sirven de marco y expresan su contenido.
Dios ha
decidido gratuitamente ("así te ha agradado") manifestar "estas
cosas" a los "pequeñuelos". Es una revelación que sigue esquemas
inesperados: oculta estas cosas a los prudentes y a los sabios y las revela a
los pequeños. Para dar aún más relieve a la paradoja, Jesús no dice simplemente
"Padre", sino que añade "Señor del cielo y de la tierra".
Aquí está la maravilla: el Dios del cielo y de la tierra tiene preferencias por
los humildes y los pequeños.
Mas en este
punto las preguntas se hacen numerosas: ¿Quiénes son concretamente los pequeños
a los que se manifiestan los secretos de Dios? ¿Quiénes son los sabios y
prudentes a los que, en cambio, se les ocultan? ¿Qué se ha manifestado y se ha
mantenido oculto? Jesús no dice exactamente qué ha revelado el Padre a los
sencillos. Se limita a decir "estas cosas". Pero es fácil comprender
que se trata del Evangelio en su totalidad, es decir, de aquella nueva
comprensión de Dios y de su voluntad que se contiene en las palabras y en los
hechos de Jesús.
Cuando Jesús
hablaba y Mateo escribía, la expresión "los sabios y los prudentes"
designaba concretamente a las élites religiosas de Israel, rabinos y fariseos,
que permanecían ciegos ante la claridad de las palabras de Jesús y se irritaban
por su predicación en favor de los pobres (se escandalizaban de ella).
Por
consiguiente, "pequeño" no se opone a adulto (y, por tanto, no
designa a los niños), sino que se opone a sabio y prudente.
Pequeños son
los hombres sin cultura (así se dice), sin competencia religiosa, sin habilidad
dialéctica, sin facilidad de palabra. Concretamente, en tiempo de Jesús eran
los llamados hombres de la tierra, los pobres aldeanos de Galilea, a quienes
los doctores de la Ley y los fariseos despreciaban. Decían ellos: "Un
ignorante no puede evitar el pecado y un hombre del campo no puede ser de
Dios". Y en el contexto histórico de la época de Jesús, los cansados y los
oprimidos eran los que penaban bajo las intolerables y complicadas
prescripciones de la ley farisaica y se sentían perdidos ante la doctrina sutil
y difícil de los rabinos. Jesús les invitaba a buscar en otra parte, a saber,
en el evangelio y en su ejemplo, la verdadera voluntad de Dios; una voluntad
sin duda exigente, pero rectilínea y simple y al alcance de todos. Para motivar
su invitación y ofrecer su ejemplo, se define Jesús "manso y humilde de
corazón". Humilde indica la actitud de Jesús, dócil en todo a la voluntad
del Padre; una docilidad interior, libre y querida ("de corazón"). Manso
indica la actitud de Jesús respecto a los hombres: una actitud rectilínea,
valiente, no violenta; misericordioso, tolerante, pronto al perdón, pero
también exigente.
Bruno Maggioni, El relato de Mateo, Edic.
Paulinas/Madrid 1982.Pág. 121
2.AUTOSUFICIENCIA PLAN-DEI/ORGULLO:
La acción de
gracias tiene como punto de referencia el rechazo que los escribas y fariseos
habían hecho de la palabra de Jesús.
Eran los doctos
de la época particularmente los escribas, los profesionales de la Ley. El
misterio del Reino no es accesible a esta clase de sabiduría humana. La acción
de gracias significa en este caso concreto la aceptación del plan o designio de
Dios. Y este plan no puede ser aceptado más que por aquéllos que se presentan
ante Dios conscientes de su vaciedad y pequeñez, con la pobreza sustantiva que
caracteriza al ser humano, con la actitud humilde y "desesperada"
búsqueda de algo o Alguien que sea capaz de llenar la propia vida.
Caraterísticas que, por lo demás, pueden darse en la gente docta, en los
doctores de la Ley, como lo demuestra el caso de Nicodemo (Jn 3. 1ss). Dios no
admite que el hombre entre en petulante competencia con Él. La autosuficiencia
será el obstáculo mayor para que el misterio de Dios se abra a ellos. El plan
de Dios puede ser aceptado o rechazado por el hombre, pero no puede ser
discutido.
Comentarios a la Biblia Liturgica NT, Edic
Marova/Madrid 1976.Pág. 1006
3. J/PADRE. J/CONCIENCIA-HIJO.
Digamos, en
primer lugar, que la oración de Jesús aquí citada no debe quedar separada de
los versículos que la preceden. Acostumbrados a cortar este capítulo, dejamos
de lado el estrecho lazo que une las palabras de Jesús al fracaso de su
predicación en Galilea. Este fracaso está aquí supuesto mediante la condena de
las ciudades incrédulas.
El interés de
la oración de Jesús viene en primer término de que, después de constatar el
fracaso de su gira galilea, Jesús "bendice" a su Padre. No faltan, en
el A.T., textos que muestran la reacción agresiva, muy humana, de los heraldos
de la Palabra de Dios, heridos ante el fracaso con que chocan, prontos a hacer
responsable a Dios de su falta de éxito. Las Confesiones de Jeremías refieren
la desesperación, también muy humana -¿quién, fuera de Jesús, podría condenar
tal desesperación?-, del desgraciado profeta, acosado por todas partes por los
oyentes a los que su palabra ha condenado. Esas frases de un profeta
desesperado ante su fracaso, dispuesto a dudar de Dios, que nos refiere
Jeremías (15. 15-18 o 15. 19-21) podrían servir como primera lectura: harían
ver la debilidad del creyente, del profeta mismo, inclinado a dudar de Dios;
harían percibir mejor la sublime fuerza de Jesús que, en lugar de lanzar
invectivas de dudar, "bendice". "Sí, Padre, dice, así te ha
parecido mejor". Y de la misma manera, en lugar del patético Jeremías,
podrían tomarse las frases de Jonás (3. 7-4. 4), obstinado en su incapacidad
para entender a Dios, su designio, su misericordia. Jesús, pues, bendice. La
bendición viene al final de un movimiento de admiración. Se bendice una obra
porque se la admira, y lo mismo a un personaje en quien se descubren los signos
de la perfección, del pleno cumplimiento. Del mismo modo Jesús mantiene que el
resultado de la predicación galilea, tan decepcionante en apariencia, tiene
algo de satisfactorio. Para apreciar las cosas así, se necesita superar los
motivos naturales. Porque el grito admirativo que se expresa en la bendición no
procede precisamente sólo de la cosa contemplada, vista, admirada. Viene de la
referencia a Dios. El impulso maravilloso brota porque Dios ha sido entrevisto;
la situación se ha mostrado como fruto de un acto de Dios, como obra divina; y
en ese caso es a Dios, más que a su obra, a quien se admira: y se
"bendice".
Jesús bendice a
Dios porque, sin olvidar nada de la responsabilidad que a los incrédulos
corresponde en su fracaso (la condena de las ciudades es un testimonio),
reconoce un misterio divino; sabe que Dios está presente en este drama que ha
reducido casi a la nada su esfuerzo de evangelización. Y admira esa presencia,
esa obra de Dios. Él es el que a unos, a los incrédulos, ha
"ocultado", y Él es quien ha "revelado" a los
"sencillos": por todo ello debe ser bendecido. Él se ha demostrado
como un Dios presente; más que presente: como un Dios "paterno".
"Yo te bendigo, Padre", dice Jesús. Estamos muy lejos de Jeremías y
de Jonás.
Y estamos más
lejos todavía de lo que los hombres son cotidianamente capaces, de eso a que
nosotros mismos llegamos. Jesús da además el motivo de esa superioridad. Si su
oración alcanza el nivel de disponibilidad, de confianza, de atención filiales
a que Él llega y que nosotros no sabemos alcanzar, es debido a los lazos
especiales que le unen a Dios: "Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y
nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
(...) Lo mismo que Jeremías se sabía "conocido" por Yahvé (Jr 1. 5),
Jesús se sabe también "conocido" con un conocimiento que penetra el
más íntimo secreto de sus disposiciones de confianza, de disponibilidad y
afecto filiales. Al mismo tiempo, y siempre a la manera de un Jeremías
consciente de hablar en nombre de Dios, de poseer sus secretos, Jesús sabe que
él "conoce" a Dios, su acción misteriosa, su oculto designio, y que
lo conoce mejor que cualquier otro, hasta el punto de saber identificar el carácter
"paterno" de esta obra, de este proyecto, como ningún otro hombre
sabe hacerlo.
Tal es la
fuente de la oración de Jesús y del carácter excepcional de esta oración. En el
fondo, estas frases breves dan testimonio de la conciencia que tenía Jesús de
los lazos especiales que le unían a Dios, lazos que "experimentaba"
en la predicación galilea. Entonces Jesús se descubría a sí mismo
"paternalmente" seguido, acompañado, ayudado por Dios de una manera
que sólo puede expresar el término tan humano de "Padre"; y además
percibía en lo más profundo de su ser la subida hacia ese Dios paterno, con un
movimiento que corresponde a lo que nosotros designamos como actitud o amor
"filial".
Louis Monloubou, leer y predicar el evangelio de
Mateo, Edit. Sal Terrae Santander 1981.Pág. 179
¿Quiénes son
los sencillos? Hay que distinguir dos niveles de interpretación: el de la
tradición y el del evangelista. En el primero, los "sencillos" son
los pobres, a los que es anunciado el Evangelio de Reino. En la perspectiva de
Mt, el texto adquiere un tono polémico antifarisaico: los "sencillos"
son los discípulos creyentes, opuestos a los sabios y entendidos, es decir, a
los escribas y fariseos. Esta doble interpretación se insiere en la oración de
Jesús, que reconoce la acción salvífica y gratuita del Padre en la doble
reacción ante su persona y su mensaje: gozosa acogida por parte de los pobres,
marginados, pecadores, pueblo sencillo; y obstinado rechazo de los responsables
cualificados por el "saber" y la práctica religiosa.
YUGO/DESCANSO: Siguiendo a Jesús, el
yugo (la alianza y la ley del Señor; en la tradición judía, la Torah y los
mandamientos) de la voluntad de Dios ya no es un yugo opresor y duro, sino que
genera ya ahora aquella gozosa paz prometida a los humildes y pobres, garantía
de la salvación definitiva ("el reposo"). Así, el yugo ya no es un
sistema legal para interpretar y seguir, sino seguir a Jesús, el Hijo, que
revela la voluntad de Dios y la realiza plena y definitivamente.
J. Fontbona, Misa Dominical 1990/14
5.
La cuestión de
la autenticidad, de la unidad y de la doctrina de este pasaje, plantea muchos
problemas a los exegetas. La primera parte (vv. 25-27) se parece mucho a la
versión de Lucas (/Lc/10/21-22), pero la segunda se separa mucho de ella
(/Lc/10/23-24 y /Mt/11/28-29). Parece, sin embargo, que Mateo transmite una
versión primitiva, si tenemos en cuenta el gran número de aramismos en este
relato.
Primero, Xto
formula una acción de gracias a su Padre (vv. 25-27) porque ambos son el uno
para el otro y por la misión que Él ha recibido de revelarlo a los pequeños
(vv. 28-30) para invitarlos a entrar en comunión con Él.
a)El trasfondo
bíblico de este himno es muy revelador: Xto se aplica el himno de /Dn/02/23.
Los tres "niños" (cf Lc 10. 21) se oponen a los "sabios"
babilónicos; gracias a sus plegarias (Dn 2. 18) se les ha concedido la
"revelación" del misterio del Reino (expresión característica del
libro de Daniel, que se vuelve a encontrar también en Lc 10. 21), que ha
escapado a los sabios y doctores.
Xto compara la
oposición entre sus discípulos y los sabios del judaísmo a la que separa a los
"niños y los sabios" en tiempos de Nabucodonosor. También Él va a
abrir su Reino y ofrecer la "revelación" a una categoría bien
determinada de "pobres", los que lo son en el plano de la
inteligencia. En esto se separa de algunos doctores del judaísmo, que con
frecuencia eran despiadados para con el pueblo ignorante (cf. Is 29. 14; 1 Co
1. 19-26).
b)En otro
pasaje del libro de Daniel (/Dn/07/14), el Hijo del hombre "recibe
todo" del Anciano en días..., y este misterio constituye el objeto de la
revelación hecha a Daniel. Partiendo de este texto, Cristo, que reivindica para
Sí el título de Hijo del hombre (Mt 24. 36), bendice al Anciano en días, pero
con un nuevo nombre, el de Padre, porque ha "puesto todo en sus
manos", es decir, porque le ha dado, como en Daniel 7. 14, un "poder
sobre todas las cosas" (Mt 28. 18; Jn 5. 22; 13. 3; 17. 2), pero también
un "conocimiento" pleno del Padre, que deberá revelar a los hombres
(v. 27). Cristo es, así, simultáneamente, el Rey y Revelador del Reino a los
pequeños. Agrupándose en torno a Él, éstos podrán conocer a Dios y constituir
una comunidad distinta de "los que no conocen a Dios"; primero, los
paganos (Jr 10. 25), y después los sabios judíos (v. 21; cf Jn 12. 39-50).
c)Los
"cansados y cargados" (v. 28) son los mismos que los pequeños y los
ignorantes de los versículos precedentes. En efecto, el peso o el
"yugo" designa con frecuencia en el judaísmo el cumplimiento de la
ley (Si 51. 26; Jr 2. 20; 5. 5; Ga 5. 1).
Los escribas
les habían sobrecargado con un número incalculable de prescripciones que los
simples y los ignorantes se esforzaban por observar, sin tener la capacidad
suficiente para distinguir lo necesario de lo accidental (Mt 23. 4). Los que
Jesús ha reclutado no son tanto los afligidos como los simples e ignorantes,
esclavos de las prescripciones del legalismo judío.
Cristo, que
guardaba sus distancias frente al intelectualismo, hace otro tanto frente al
legalismo.
d)Jesús se
presenta, sin embargo, como los rabinos y los sabios que reclutaban discípulos
para sus escuelas (v. 29; cf Si 51. 31; Is 55. 1; Pr 9. 5; Si 24. 19). Impone a
su vez un yugo, pero fácil de llevar (1 Jn 5. 3-4; Jr 6. 6) porque Él también
ha formado parte de la comunidad de los pobres anunciada por So 3. 12-13, y
porque reúne a los mansos y humildes de corazón. El nuevo Maestro de sabiduría
es, pues, un Pobre, y lo es de corazón, porque ha adoptado libre y
voluntariamente esta condición.
Esta pobreza de
Xto da unidad a todo el pasaje. Frente al intelectualismo de los sabios que
creían saberlo todo, Xto se dirige a los ignorantes, pero como uno de ellos,
pues afirma que todo lo que Él sabe no proviene de Él, sino que lo ha recibido del
Padre (vv. 21-22). Frente al legalismo de los rabinos, Jesús se vuelve hacia
los que se encurvan bajo el yugo de la ley, que sienten complejo de culpa
frente a esa ley y se presenta igualmente como uno de ellos: también a Él le
han echado en cara faltas y pecados (el contexto de Mt 12. 1-11 lo muestra
claramente) y se ha liberado de ese complejo de culpa, invitando a cuantos son
víctimas de él a liberarse también.
Una comparación
entre Ben Sirá (Si) y Jesús puede ayudar a comprender la originalidad del mensaje
de Jesús. Ambos han vivido una relación especial con Dios: para uno, era de
orden sapiencial e intelectual; para el otro, de orden filial. Con el primero,
Dios comparte secretos; con el segundo, comparte su vida.
Ben Sirá y
Jesús se enfrentan con los problemas de la ley. A los ojos del primero, la ley
emana de la sabiduría y es un instrumento para encontrarse con Dios; para el
segundo, su yugo -al menos el yugo del legalismo- es una pantalla que impide el
encuentro con Dios, porque desvía a los ignorantes y falsifica sus relaciones
con Dios.
Ambos atienden
especialmente a los pobres y a los humildes. Pero el segundo amplía el círculo
de los pobres a los ignorantes y a los que han sido explotados por una falsa
sabiduría y un legalismo estrecho. Ben Sirá y Jesús quieren ser maestros de
sabiduría, pero uno cree que su enseñanza sanará a los pobres, mientras el otro
se hace pobre entre los pobres y revela incluso sus relaciones con el Padre en
la forma de pobreza absoluta, pues Él no es nada por Sí mismo y solo es lo que
se le ha dado.
En Jesús, pues,
la pobreza adquiere una desviación de su centro de gravedad. La pobreza definía una situación material o de ignorancia;
representaba algunas veces una actitud espiritual y moral; de ahora en adelante
expresa una condición ontológica. Cristo es pobre porque en Él el hombre se
comprende en su relación con el Padre, y esta pobreza es salvadora porque no
está construida por fuerzas humanas.
Serán
discípulos de Jesús los que acepten en lo más profundo de su ser la renovación
que los hace disponibles a la iniciativa divina y vivirán esta renovación en la
comunidad eclesial.
Maertens-Frisque, Nueva guía de la asamblea
cristiana V, Marova Madrid 1969.Pág.136 Ss
6.- Texto. En
el contexto inmediato Mateo resalta la inmadurez y el inmovilismo de los
contemporáneos de Jesús. Contrarrestando esta situación Mateo inserta este
espléndido texto.
Comienza con un
canto de acción de gracias de Jesús al Padre y al Señor del universo. Este
primer momento del texto abarca los versículos 25-26. El motivo de la acción de
gracias es la toma de postura del Padre en favor de la gente sencilla. En este
motivo es perfectamente reconocible la línea de conducta de Dios, cuyos
orígenes se encuentran en el texto fundacional de la Biblia: He visto la
opresión de mi pueblo en Egipto... y he bajado a liberarlos de los egipcios
(Ex. 3, 7-8).
La expresión
gente sencilla traduce adecuadamente el término figurado griego "niños
pequeños" y funciona en contraposición a "sabios y entendidos".
En el conjunto del evangelio de Mateo ambas categorías de personas son
trasponibles a maestros de la Ley y fariseos (sabios entendidos) y a
recaudadores y gente de mala reputación (niños pequeños). Un motivo similar al
de este texto lo desarrolla Pablo cuando contrapone los considerados sabios por
el mundo a los que en el mundo tiene por necios (I Cor. 1, 18-31). En su acción
de gracias Jesús maneja magistralmente el recurso del contraste: el que es
imponente y majestuoso manifiesta su "impotencia" y majestad tomando
postura por los que nada pueden.
El segundo
momento del texto es el v. 27. El destinatario no es ya el Padre sino los
oyentes y lectores. Este segundo momento viene a dar razón y fundamento a la
acción de gracias precedente.
Si Jesús puede
dar gracias al Padre por su toma de postura y por su parecer, ello es debido al
grado de conocimiento y de compenetración que tiene con el Padre. Jesús lo sabe
todo del Padre, porque el propio Padre se lo ha enseñado. En el conjunto del
texto este verbo enseñar es traducción más ajustada que el genérico entregar.
Mi Padre me lo ha enseñado todo.
El tercer
momento del texto abarca los vs. 28-30. Se trata de una doble invitación, cuya
fuerza y valor residen en lo que conocemos de Jesús por el versículo anterior.
Los destinatarios de la invitación son los cansados y los agobiados. Ambos
términos están empleados en sentido figurado. En el conjunto del evangelio de
Mateo se trata del cansancio y agobio derivados de las cargas de la Ley, tal
como lo entienden y exponen los sabios y entendidos.
"Los
maestros de la Ley y los fariseos echan cargas pesadas sobre los hombros de los
demás" (Mt. 23, 4). La actitud de Jesús, expresada en la frase "yo os
aliviaré", contrasta con la de los sabios y entendidos, que "no están
dispuestos a tocar ni siquiera con un dedo" las cargas que echan (Mt. 23,
4). Ellos habla del yugo de la Ley; también Jesús lo hace, pero unciéndose él
mismo el yugo y caminando delante con él. La invitación de Jesús a cargar con
el yugo parte de su mismo ejemplo.
En el conjunto
del texto el v. 27 ocupa el lugar central no sólo por posición sino, sobre
todo, por importancia. El, en efecto, irradia luz a los anteriores y a los
posteriores. Estos, a su vez, ayudan a ver la perspectiva de las afirmaciones
del versículo central. En él niega a la Ley toda pretensión de mediación válida
para el conocimiento del Padre y del Hijo. Comentario. La Biblia tiene su
origen en un acto de justicia social: la toma de postura de Dios en favor de
los oprimidos. En el texto de hoy Jesús confirma autoritariamente esta imagen
de Dios, la cual se convierte así en la única imagen válida de Dios.
Jesús nos
revela a un Dios que toma partido en favor de los oprimidos por las cargas que
les imponen los sabios y entendidos. No pretendamos ver en este texto un
planteamiento antiintelectual. Se trata pura y simplemente de un acto de
justicia social.
Un acto de
justicia social no verbal ni teórico, sino real y práctico. En este texto no
hay fractura entre teoría y praxis ni un planteamiento orientado al dominio
técnico de las conciencias.
A diferencia de
los maestros de la Ley, que son expertos, Jesús es un guía que camina por
delante del yugo que impone. Mientras que el experto convierte el saber en un
instrumento en favor de algo, el guía es ante todo una posición vital que
integra la teoría y la praxis. La imagen de Dios que Jesús revela tiene su
confirmación y constatación en Jesús. De ahí el papel esencial e insustituible
de Jesús como mediador de Dios por un lado y su valor de ejemplaridad esencial
e insustituible por otro.
Nos hallamos
ante un texto de trascendencia incalculable; uno de los textos indispensables,
porque dan respiro y libertad a la vida tan desafortunadamente atormentada por
códigos y leyes.
Gracias a este
texto la mirada del creyente deja de tener el aspecto cansino y agobiado de un
animal humano de carga. Si Jesús da gracias al Padre, justo es que nosotros
entonemos un canto de acción de gracias a Jesús por habernos dicho lo que en
este texto nos dice. Hoy es una de las ocasiones en las que la exégesis no
puede cerrarse al sentimiento.
A. Benito, Dabar 1990/36
7.- Contexto.
El nuevo Pueblo de Dios es ya una realidad literaria (9, 35-10). Hay que
calificarlo de realidad literaria porque en el Evangelio de Mateo este pueblo
no comenzará su actuación sino después de 28, 16-20. De momento, Mateo quiere
que el nuevo Pueblo siga formándose en la escuela de su líder y maestro. Un
liderazgo que Mateo sigue concibiéndolo, en un contexto realístico de
incompresión por parte de los contemporáneos religiosos (11, 1-24).
Sentido del
texto. Si en los caps. 8-9 Mateo había ido dando entrada paulatina a la
oposición religiosa, en 11, 1-24 esta oposición es una realidad plena. El autor
presenta, pues, claramente diferenciados al viejo y al nuevo Pueblo de Dios. El
v. 25 comienza reflejando el alborozo incontenido de Jesús por la existencia
del nuevo Pueblo. El viejo Pueblo es calificado como sabio y entendido; el
nuevo, como gente sencilla (textualmente; personas sin voz). Muy probablemente,
Jesús se refiere a los dirigentes del viejo Pueblo, ante los cuales los que
aceptan a Jesús se sienten impotentes para hablar. En efecto, ésta era la
realidad dentro del viejo Pueblo: sólo los dirigentes, los constituidos en
jerarquía, podían hablar; los demás sólo podían escuchar y aceptar. Los
dirigentes, sobre todo de corriente farisea (los letrados), eran los únicos
intérpretes de la Escritura y de la Tradición, movidos ciertamente por un noble
espíritu de actualización de las mismas. El resultado a nivel de pueblo era una
existencia dirigida y heterónoma. Un pueblo fatigado y angustiado por el fardo
pesado de una reglamentación de la conciencia (cfr. Mt. 23, 4). Un pueblo, en
definitiva, maltrecho y derrengado por culpa de sus pastores (cfr. Mt. 9, 36).
Estas son las
gentes sin voz (la traducción litúrgica "gente sencilla" no quiere
decir gente inculta o sin recursos materiales) que respiraron el aire fresco de
Jesús. Un Jesús manso, es decir, sencillo, que no atosiga ni abruma las
conciencias. Un Jesús humilde, es decir, sin ese aire arrogante y prepotente
que inevitablemente exhalan sin darse cuenta los religiosos del cumplimiento.
Sí, Jesús fue aire fresco, alivio y descanso en aquel mundo perfectamente
religioso.
Frente a la
tradición de los mayores, Jesús habla de la tradición del Padre (v. 27a; el
matiz de "tradición" aparece muy claro en el texto original). Al fin,
Dios deja de ser impositivo y atosigador de conciencias. La tradición de los
mayores convierte la existencia en un peso insoportable y agobiante. La
tradición del Padre devuelve a la existencia agilidad y frescura. Desde Jesús
tenemos, pues, un criterio de discernimiento para saber si una tradición es
cosa de los hombres o de Dios. Desde Jesús sabemos quién y cómo es Dios. Desde
Jesús sabemos cómo debe experimentarse el Pueblo de Dios. Un Pueblo así es el
que hace estallar de alegría a Jesús, quien en gesto de intimidad insondable se
la ofrece a su Padre. En Jesús es Dios quien palpita. ¡Fantásticos versículos!
El viejo soñador de Génesis 1, puede, al fin, ser el que es; gracias a Jesús
deja de ser el que los hombres religiosos le imponen ser. ¡Por favor: no
sigamos haciendo violencia a Dios! ¡Dejémosle ser el que Jesús revela en estos
versículos! ¡Dejemos que las gentes sin voz puedan sentir alivio y descanso!
Dabar 1981/39
Conocer en la
Biblia tiene un significado mucho más extenso. La imagen del "árbol de la
ciencia del bien y del mal" en el paraíso del Edén designaba unos
conocimientos amplios, una inteligencia inmediata de las razones y causas de
las cosas. Además el verbo conocer indica que se está familiarizado con otra
cosa, designa la aceptación juiciosa y la apropiación amante de una cosa.
Participan por igual en la acción de conocer la voluntad, los sentimientos y la
inteligencia. Por eso la Escritura puede designar con el verbo
"conocer" el encuentro más íntimo del hombre y de la mujer en el
matrimonio. Si Dios conoce al hombre, lo penetra por completo con su espíritu y
al mismo tiempo le abraza con amorosa propensión. Conocer y amar son entonces
una misma cosa.
El NT y su mensaje 01-1, El Evangelio según San
Mateo, Herder Barcelona 1970.Pág. 250
9.
Mateo reúne
aquí tres palabras o dichos que Jesús pronunció seguramente en diversas
ocasiones, pero que en su conjunto nos ofrecen uno de los testimonios más
claros del Maestro sobre sí mismo, sobre su persona y su misión en el mundo.
Hallamos el texto dividido convenientemente en tres estrofas; aunque, dada su
coherencia temática, debemos interpretarlo como un todo.
Comienza Jesús
dando gracias al Padre y alabándolo porque ha revelado "estas cosas"
a la gente sencilla y las ha escondido a los sabios y prudentes. Como se
desprende de la situación en la que está hablando según informa Lucas (10, 21)
los discípulos acaban de llegar de su primera misión), Jesús, al decir
"estas cosas", se refiere a toda su predicación del reinado de Dios.
Los "sabios y prudentes" son las personas cultas y mejor formadas, de
las que cabría esperar una mejor comprensión del evangelio, pero que encuentran
en su autosuficiencia el mayor obstáculo. Creen saberlo todo de las ciencias
humanas y divinas; por eso Dios confunde su sabiduría (cfr. Is 29, 14; I Cor 1,
19). Sabios y prudentes eran en aquel tiempo los escriba y fariseos que
rechazaron a Jesús con toda su alma. Por el contrario, la "gente
sencilla" son los que llama Jesús "pobres" en sus
bienaventuranzas (Lc 6, 20; Mt 5, 3). Son hombres que no tienen ni bienes ni
cultura; son los "isidros" o gente ruda del campo; son todos aquellos
que entonces parecían los últimos, porque no sabían interpretar la Ley y no
conocían los preceptos, y por ello eran despreciados por los fariseos y los
escribas en Jerusalén.
Todos estos son
"la gente sencilla" y "los pobres" cuando buscan, preguntan
y se abren a la gracia y a la verdad de Dios. En el rechazo que padece el
evangelio de parte de los "sabios y prudentes" y en la acogida que
recibe en la "gente sencilla", como sus discípulos, ve Jesús los
planes de Dios y los acepta con entusiasmo. Lucas nos dice que "en aquel
momento se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo..." La exclamación
gozosa de Jesús y su alabanza al Padre está animada por el mismo Espíritu de
Dios.
J/MEDIADOR:Sólo a Jesús se ha
revelado el Padre en plenitud y le ha entregado todo su poder. Jesús es el
único Mediador, porque es el Hijo amado del Padre y está lleno de verdad y de
vida para que de él todos participemos. Es aquí donde alcanza su culminación en
el evangelio según san Mateo la revelación que hace Jesús de sí mismo. Estas palabras
suenan evidentemente a san Juan (cfr. Jn 3, 35; 8, 19; 10, 15; 13, 3; 17, 25).
Los
"cansados y agobiados" son todos los que se afanaban inútilmente en
el cumplimiento de la Ley y de las tradiciones de los judíos. Los fariseos
imponían a la gente sencilla un fárrago de leyes y obligaciones que ellos
mismos no podían soportar y no cumplían (23, 2-4). De esta manera, lo único que
conseguían era atormentar las conciencias y dominar sobre los que se sentían
culpables. Jesús quiere ser un alivio para todos estos. El había dicho que la
ley es para el hombre y no a la inversa ("No es el hombre para el sábado,
sino el sábado para el hombre"), y en muchas ocasiones contesta con obras
y palabras al legalismo de los fariseos. Sin embargo, este alivio es a su vez
un yugo, sólo que mucho más ligero, porque es el yugo único del amor. Y es
"suave" porque el mismo Jesús lleva ese yugo como ningún otro.
"Manso y
humilde de corazón" significa precisamente esto, que sabe comprender a los
pobres y a los humildes, porque padece con ellos y es pobre lo mismo que ellos.
Precisamente se trata de dos palabras que en las bienaventuranzas se refieren
también a los "pobres".
Eucaristía
1975/39
10. Esta
exclamación gozosa, en la que Jesús celebra la voluntad del Padre y le da gracias,
y le bendice, porque se ha revelado a los humildes parece situarse mejor en el
contexto de San Lucas. En el tercer evangelio estas palabras de Jesús se
encuentran inmediatamente después del informe que hacen los discípulos sobre el
éxito de su primera misión evangélica (Lc 10, 21 ss). Si muchos "sabios y
entendidos" (principalmente, fariseos y doctores de la Ley) no quieren ver
y escuchar lo que Jesús hace y lo que Jesús dice, otros ven y creen en él. La
obcecación de los primeros, que se enorgullecen de su propia sabiduría y de sus
títulos, no es un impedimento para que no se cumplan los planes de Dios. La
sabiduría de los doctores que no puede salvarles se muestra necedad, en cambio
la sabiduría de la gente sencilla es una sabiduría divina. Estos son los
"pobres de espíritu" (5, 3), cuyo es el Reino de los Cielos. Entre
esta gente sencilla están los discípulos de Jesús, pero también algún hombre
docto como Nicodemo (Jn 3, 1-15), que no presume de su propia ciencia y abre
humildemente sus oídos al Evangelio. También san Pablo, discípulo de fariseos,
elegirá este camino de los "necios" ante el mundo, que es el camino
de los verdaderamente sabios delante de Dios (cf. 1 Cor 1, 18-2, 16; 3, 18-20).
Sólo a Jesús se ha revelado el Padre plenamente, sólo a él le ha entregado todo
su poder. Jesús está lleno de la verdad y de la vida divina, es el Mediador, el
Hijo de Dios. El HIjo es el único que conoce al Padre y el Padre es el único
que conoce al Hijo. El Hijo y el Padre son un mismo Dios. En este lugar llega a
su punto culminante la revelación que hace Jesús de sí mismo en todo el
evangelio de San Mateo. Estas palabras suenan evidentemente a San Juan (cf.Jn
3, 35; 8, 19; 10, 15; 13, 3; 17, 25).
Porque es el
Enviado de Dios, el Mediador, para salvar a los hombres, Jesús llama a sí a
todos los que necesitan de salvación; a los que gimen bajo la carga de la vida,
bajo el peso de sus pecados, bajo las exigencias de la ley y de los mil
preceptos que de ella se derivan, de aquellos preceptos que escribas y fariseos
tratan de explicar y que ni ellos mismos son capaces de cumplir (cf. 23, 2-4).
Y a todos éstos Jesús les llama para que le sigan, prometiéndoles alivio para
tantos males y liberación de tantos yugos intolerables. El Evangelio de Jesús
es un yugo que oprime; es, en primer lugar, el anuncio de la salvación y, sólo
en segundo lugar, la proclamación de las exigencia del amor de Dios. Primero es
evangelio y sólo después Ley. ¿Qué hemos hecho nosotros del Evangelio?
Eucaristía
1987/32
11. - Este
pasaje es propio de Mt; viene inmediatamente después del himno de júbilo en el
que Cristo bendice al Padre por haber revelado su misterio a los
"pequeñitos" y no a los sabios (vv. 25-27).
En los vv. que
preceden a nuestro pasaje, Cristo ha contrapuesto un pueblo ignorante y simple
a los sabios expertos de la ley, los "pequeñitos" a los doctores,
para explicar cómo los primeros, a falta de ciencia y de conocimientos, se
benefician de una "revelación" divina que compensa su ignorancia.
Cristo
introducía así a los ignorantes en la comunidad de los pobres de Yahvé
destinada a la participación en el reino. Es, pues, verosímil que quienes
sufren y están doblados bajo el peso (v. 28) son los mismos
"pequeños" e ignorantes de los vv. anteriores. Efectivamente, el peso
y el yugo designan, frecuentemente, en el judaísmo, las observancias de la Ley
(Si 51. 26; Jr 2. 20; 5. 5). Pero los escribas los habían sobrecargado con un
número incalculable de prescripciones que los simples trataban de cumplir, sin
tener siempre la perspectiva suficiente para diferenciar lo esencial de lo
accesorio (Mt 23. 4). El pueblo invitado por Cristo no son siempre los
afligidos en general, sino los simples esclavos de las prescripciones demasiado
pesadas del legalismo.
Siempre habrá
en el mundo yugos pesados y cargas aplastantes: el hombre está tan angustiado
que acepta las prescripciones, los ritos y los dogmas religiosos, a fin de
encontrar en ellos un poco de garantía y de seguridad. ¡No hay más que ver la
confusión de muchas personas cuando la religión cambia o se simplifica y les
enfrenta con su angustia básica! Si sucede que el rechazar la carga de la
religión es, muchas veces, para cargarse con yugos más pesados aún, que van
desde el fanatismo político hasta la religión de la ciencia.
Cuando Jesús
anuncia un yugo ligero, no anuncia en absoluto una religión que vaya a ser
menos legalista que las demás, menos ritualista o menos dogmática. Jesús no
predica una nueva religión, sino que propone al hombre la posibilidad de
incorporarse a una realidad nueva. Al revelarnos que somos aceptados tal como
somos, angustiados y desgarrados, nos tranquiliza y da un sentido a nuestro
valor. En adelante sabemos que estamos en Dios porque Él mismo nos ha captado,
sea cual fuere nuestra debilidad y nuestro pecado, a pesar del carácter
fragmentario y disforme de nuestra persona y del mundo. Así es el Dios de JC:
no podemos encontrarle por nosotros mismos, sino que es JC quien nos acerca a
Él.
La Iglesia, a
su vez, repite la invitación de Cristo: "Venid..." Pero no tiene
derecho a apelar al cristianismo si éste se ve obstaculizado por el
particularismo y el legalismo, por cargas y yugos; es enviada para llamar al
hombre a esa realidad nueva que se ha manifestado en Jesús, del que no es más
que signo y testigo. Esto es importante, en especial para el diálogo entre
cristianos y ateos. Si la Iglesia propone el mensaje de Jesús, no es para
transformar a los ateos en adeptos de una religión, sino para anunciar la
persona de Jesús que está por encima de la religión y de la no-religión, y para
llamar al hombre a un nivel más profundo de su vida: allí donde se siente
aceptado por el Otro.
Maertens-Frisque, Nueva guia de la asamblea
cristiana I, Marova Madrid 1969.Pág. 93
12. LEY/YUGO J/LIBERTAD:
¿Quién no sueña
con una vida sencilla, libre de las mil y una molestias que cada día le
ensombrecen a uno la vida desde que se despierta? ¿Y qué decir de esas
obligaciones religiosas, imaginadas para quién sabe qué humanidad perpetuamente
al acecho de inauditas desviaciones?: Eso no se puede hacer... Cuidado con
aquello... Con harta frecuencia, las leyes elaboradas por las gentes de Iglesia
contienen ciertos resabios de sadismo, muy ajeno al Evangelio.
No es que
predique la facilidad y la indolencia. Él sabe mejor que nadie que el corazón
del hombre necesita ser continuamente encauzado. Pero sólo él sabe también cuál
es el camino para ello: su yugo es sencillo, fácil, esencial. Sí, la vida
cristiana conlleva una carga, pero ésta, comparada con las cargas que los
hombres imponen, es una auténtica liberación. ¡Esto lo entenderán los que han
aceptado el yugo del amor! Nada hay tan inverosímil como esa imagen de un Dios
creador siempre tramando nuevas leyes para los hombres o, mejor dicho, ¡contra
los hombres! Pero ¿no es ya de por sí la existencia una carga bastante pesada
de llevar? Es verdad que el Dios infinito se interesa infinitamente por ese
microcosmos que es el hombre; pero la manera de actuar de Dios está en las
antípodas de los dioses inventados por los poderosos. Nuestro Dios es "manso
y humilde de corazón"... Entonces, cuando ya no funciona ninguna otra
cosa, cuando la religión te parece sobrecargada por el peso de la ley, piensa
en esto y cobra nueva vida: Dios es manso, Dios es humilde. ¡El dueño de la
vida es humilde.
Dios cada dia,
Siguiendo el leccionario ferial, Adviento-Navidad y Santoral, Sal
Terrae/Santander 1989.Pág. 34
13.
/Mt/11/28-30
En este tiempo
de Adviento recibimos esta invitación ¡venid a mí! ¿Acepto yo esta llamada? ¿Me
dirijo hacia El? La voluntad de Dios se vuelve ligera si se hace lo que dice
Jesús; aprended de mí. Jesús lleva también las dos cosas: su misión para él es
yugo y peso; con todo, él los ha aceptado como siervo humilde de Dios. Se ha
hecho inferior y cumple con toda sumisión, lo que Dios le ha encargado, se hace
servidor de todos. Jesús promete el descanso para el peso abrumador de la vida
diaria, para el cumplimiento de la voluntad de Dios en todas las cosas
pequeñas. El que vive entregándose a Dios y ejercita incesantemente el amor es
levantado interiormente y se serena.
Nuestra fe
nunca puede convertirse en carga agobiante. Entonces se apreciaría la fe de una
forma falsa. Siempre es una fuente de consuelo y de apacible serenidad.
14. RV/DESTINATARIOS
Después de
hacer el elogio de Juan Bautista, después de "quejarse" de su
generación porque no ha aceptado ni el mensaje de Juan ni el suyo, Jesús hace
esta plegaria de bendición que expresa quiénes son los destinatarios de su
predicación.
Es típico del
judaísmo hacer plegarias de bendición al Señor, que suelen constar de una
exclamación de agradecimiento y del motivo por el cual se expresa la bendición.
En este caso, Jesús habla del "Señor de cielo y tierra", es decir,
del Dios creador de todas las cosas, como Padre. El motivo de su bendición es
que el Padre se da a conocer a la "gente sencilla" y no a los
"sabios y entendidos"
Los sencillos
nos recuerdan a los pobres y humildes de las bienaventuranzas, aquéllos que no
ponen las seguridades en ellos mismos, sino que confían plenamente en Dios;
básicamente se refieren a los discípulos, a quienes les han sido reveladas
todas "estas cosas". Los sabios y entendidos hacen referencia sobre
todo a los doctores de la Ley y a todos los que pretenden saber sin abrirse
dócilmente a la revelación de Dios. En el trasfondo, parece que está el texto
de Daniel, aquel jovencito que muestra tener más sabiduría que todos los sabios
de Nabucodonosor.
El Padre, el
Señor de cielo y tierra, lo ha puesto todo en manos de Jesús: véanse las
palabras finales del evangelio de Mateo, donde Jesús dice esto mismo. El poder
de Jesús es el poder de Dios y no ningún otro. El conocimiento entre el Padre y
el Hijo indica la unión íntima y afectiva de ambos, y no un simple conocimiento
racional.
La plegaria da
paso a una llamada al seguimiento. El yugo significaba en el Antiguo Testamento
la Ley de Dios y era visto en términos de alegría. Jesús propone un yugo
totalmente liberador, que conduce al reposo. La Ley acabará siendo una carga
insoportable, sobre todo para los sencillos. Jesús les propone su yugo, y se
pone él mismo como ejemplo: él es manso y humilde de corazón. Jesús es el que
ha vivido plenamente las bienaventuranzas, es el que vive la alegría de hacer
siempre la voluntad del Padre. Los que hagan como él, serán felices como él.
J. M. Grane, Misa Dominical 1993/09
15.- Después
del discurso de misión, cuya lectura terminamos el domingo anterior, el
evangelio de Mt nos habla de la embajada que Juan Bautista manda a Jesús y de
la queja de Jesús por las personas y las ciudades que no quieren recibirlo ni
escucharlo. Este fracaso ante "los sabios y entendidos" y el rechazo
en algunas poblaciones motiva estas palabras de Jesús. Pueden relacionarse
también con las palabras de la misión: "has escondido estas cosas a los
sabios y entendidos y las has revelado..."; "nada hay escondido que
no llegue a revelarse".
Estas palabras
son una plegaria al Padre en forma de bendición y al mismo tiempo de
reconocimiento por parte de Jesús -y de revelación para nosotros- de cuál es su
voluntad. Se bendice a Dios porque, de acuerdo con su voluntad, son los
sencillos los que están dispuestos a recibir y acoger la salvación y revelación
de Dios de la que Jesús es portador, mientras que los "sabios y
entendidos" (los expertos en materia religiosa, los que buscan un
conocimiento intelectual por encima de todo) la rechazan. Al mismo tiempo, esta
oración manifiesta la particular relación de Jesús con el Padre.
A esta voluntad
del Padre de dar a conocer el Reino a los más pequeños corresponde también la
revelación del Hijo según su voluntad. Esto es así por la relación y
conocimiento únicos que se dan entre el Padre y el Hijo. Llegar al conocimiento
de Dios y de su revelación es básicamente un don que se hace a aquellos que
tienen la capacidad de recibirlo: los "pequeños" o "la gente
sencilla", los "discípulos".
La segunda
parte es una llamada a la vinculación personal a Jesús. Jesús dirige esta
llamada o invitación a cuantos están "cansados y agobiados" por el
peso de la ley tal como era explicada por los "sabios y entendidos"
(escribas y fariseos) de su tiempo, que insistían mucho en el cumplimiento
exacto y legalista pero no hacían sentir la alegría de la salvación ofrecida
por Dios. A estos pequeños que se hallan agobiados les invita Jesús a que
rompan la relación con la escuela de los escribas y fariseos y se conviertan en
discípulos suyos: El les ofrece alivio. Hacerse discípulo es descrito también
con la imagen de aceptar o cargar con el yugo, indicando la adhesión a Jesús de
la persona entera.
El discípulo
hallará la paz y el alivio no porque Jesús no sea exigente ("el que no
toma su cruz y me sigue no es digno de mi";
"bienaventurados..."), sino porque es manso y humilde de corazón. Es
decir, porque Jesús comunica a los que le siguen la alegría de entrar en el Reino,
de sentirse salvados y amados por El y esta relación personal hace que el yugo
sea suave y la carga, ligera.
Josep, Roca,
Misa Dominical 1981/14, 16. ACI Digital 2003
25. El
Evangelio no es privilegio de los que se creen sabios y prudentes, sino que
abre sus páginas a todos los hombres de buena voluntad, sobre todo a los
pequeñuelos, esto es, a los pobres en el espíritu y humildes de corazón, porque
"aquí tienen todos a Cristo, sumo y perfecto ejemplar de justicia, caridad
y misericordia, y están abiertas para el género humano, herido y tembloroso,
las fuentes de aquella divina gracia, postergada la cual y dejada a un lado, ni
los pueblos ni sus gobernantes pueden iniciar ni consolidar la tranquilidad
social y la concordia" (Pío XII en la Encíclica "Divino Afflante
Spiritu").
28. No sólo los
muy agobiados; también todos los cargados, para que la vida les sea
llevadera.
29. Nótese que no dice que soy manso, sino porque soy manso. No se pone aquí como modelo, sino como Maestro al cual debemos ir sin timidez, puesto que es manso y no se irrita al vernos tan torpes.
30. El adjetivo griego "jrestós" que Jesús aplica a su yugo, es el mismo que se usa en Luc. 5, 39 para calificar el vino añejo. De ahí que es más exacto traducirlo por "excelente", pues "llevadero" sólo da la idea de un mal menor, en tanto que Jesús nos ofrece un bien positivo, el bien más grande para nuestra felicidad aun temporal, siempre que le creamos. El yugo es para la carne mala, mas no para el espíritu, al cual, por el contrario, Él le conquista la libertad (Juan 8, 31 s.; II Cor. 3, 17; Gál. 2, 4; Sant. 2, 12). Recordemos siempre esta divina fórmula, como una gran luz para nuestra vida espiritual. El Evangelio donde el Hijo nos da a conocer las maravillas del Eterno Padre, es un mensaje de amor, y no un simple código penal. El que lo conozca lo amará, es decir, no lo mirará ya como una obligación sino como un tesoro, y entonces sí que le será suave el yugo de Cristo, así como el avaro se sacrifica gustosamente por su oro, o como la esposa lo deja todo por seguir a aquel que ama. Jesús acentúa esta revelación en Juan 14, 23 s., al decir a San Judas Tadeo que quien lo ama observará su doctrina y el que no lo ama no guardará sus palabras. Tal es el sentido espiritual de las parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa (13, 44 ss.). Del conocimiento viene el amor, esto es, la fe obra por la caridad (Gál. 5 y 6). Y si no hay amor, aunque hubiera obras, no valdrían nada (I Cor. 13, 1 ss.). Todo precepto es ligero para el que ama, dice S. Agustín; amando, nada cuesta el trabajo: Ubi amatur, non laboratur.
29. Nótese que no dice que soy manso, sino porque soy manso. No se pone aquí como modelo, sino como Maestro al cual debemos ir sin timidez, puesto que es manso y no se irrita al vernos tan torpes.
30. El adjetivo griego "jrestós" que Jesús aplica a su yugo, es el mismo que se usa en Luc. 5, 39 para calificar el vino añejo. De ahí que es más exacto traducirlo por "excelente", pues "llevadero" sólo da la idea de un mal menor, en tanto que Jesús nos ofrece un bien positivo, el bien más grande para nuestra felicidad aun temporal, siempre que le creamos. El yugo es para la carne mala, mas no para el espíritu, al cual, por el contrario, Él le conquista la libertad (Juan 8, 31 s.; II Cor. 3, 17; Gál. 2, 4; Sant. 2, 12). Recordemos siempre esta divina fórmula, como una gran luz para nuestra vida espiritual. El Evangelio donde el Hijo nos da a conocer las maravillas del Eterno Padre, es un mensaje de amor, y no un simple código penal. El que lo conozca lo amará, es decir, no lo mirará ya como una obligación sino como un tesoro, y entonces sí que le será suave el yugo de Cristo, así como el avaro se sacrifica gustosamente por su oro, o como la esposa lo deja todo por seguir a aquel que ama. Jesús acentúa esta revelación en Juan 14, 23 s., al decir a San Judas Tadeo que quien lo ama observará su doctrina y el que no lo ama no guardará sus palabras. Tal es el sentido espiritual de las parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa (13, 44 ss.). Del conocimiento viene el amor, esto es, la fe obra por la caridad (Gál. 5 y 6). Y si no hay amor, aunque hubiera obras, no valdrían nada (I Cor. 13, 1 ss.). Todo precepto es ligero para el que ama, dice S. Agustín; amando, nada cuesta el trabajo: Ubi amatur, non laboratur.